Manifestó, posteriormente, que tiene la esperanza que la ciudadanía logre comprender las horas de sacrificio y las bondades de su gestión.
Llama poderosamente la atención las palabras del primer mandatario, puesto que hasta donde se tenga conocimiento, como buen político moderno ha utilizado y utiliza de manera regular los sondeos de opinión, para moldear sus actos y políticas públicas. Lo que parece es no querer aceptar una lectura clara de las encuestas. Sólo quiere escuchar cuando ellas le proporcionan música celestial para sus oídos. Sin embargo, existe un descargo hacia él: la gran mayoría de políticos actúan de la misma manera en relación a los sondeos: entusiasmo o rencor de acuerdo a cómo éstos miden la opinión pública.
Se ha señalado en múltiples oportunidades que a finales de los ochenta el embate senderista y la erosión hiperinflacionaria, ocasionaron una pronunciada deslegitimación del régimen político y sus instituciones, entre las que se encontraban en primera línea los partidos políticos y como elementos visibles, sus líderes y representantes. Es bien conocido también que sobre este escenario Fujimori construyó su propia legitimidad al terminar con la hiperinflación y derrotar a Sendero Luminoso. De esta manera, proporcionar estabilidad económica y orden social -con independencia de las formas y consecuencias- contribuyeron a colocar en el imaginario de la gente, una línea divisoria entre los que sucumbieron en esta empresa (partidos y gobernantes pre 90) y los que lograron este propósito (Fujimori y sólo él). Ello le permitió establecer una suerte de Contrato Social en tiempos de crisis, que los demás, pese a sus esfuerzos no pudieron hilvanar. De esta manera, Fujimori dirigió mensajes dirigidos a producir una respuesta intertemporal en la opinión pública, es decir exhortar a la gente a aceptar el dolor actual como el precio de una prosperidad posterior. Esta política le permitió a Fujimori proteger su popularidad contra los efectos de su programa de ajuste, que en boca de Vargas Llosa sólo era percibido como doloroso e impopular. Esta conexión posibilitó que sus mensajes sean aceptados sin distinción de clases. Los peruanos eran capaces de sufrir un mal en el presente (salarios estancados) para evitar un mal peor en el futuro (hiperinflación), puesto que una asociación positiva entre estos dos elementos no produjo los resultados anunciados como ocurrió con Alan García y en menor medida con Belaúnde.
¿Qué nos dice sobre lo anterior los sondeos de las diferentes compañías encuestadoras? Dos hechos interesantes. Aquellos ciudadanos que aprueban la gestión del presidente Fujimori se siguen apoyando en temas que se han procesado en el largo plazo, control del terrorismo, siendo un porcentaje mucho menor los que lo hacen por la política económica. En cambio, los ciudadanos que se colocan en la orilla de la desaprobación, tienen su soporte en la falta de empleo y la situación económica del país. Este hecho es uno de los elementos que constituye la debilidad actual de la imagen del gobierno actual. Esto lo comprueba el hecho que la mitad de la opinión pública considera que el problema principal del país es el desempleo y la situación económica. En cambio, sólo la décima parte señala al terrorismo. En pocas palabras, mientras el flagelo de la violencia política se aleja cada vez más de las preocupaciones ciudadanas -el mayor atributo de Fujimori para sectores de la opinión pública-, la economía aparece como el tema central en la agenda de la ciudadanía. Es decir, la economía ha pasado a ser la pesadilla del presente y, por lo tanto, la política intertemporal del presidente Fujimori tendrá menos efectos, sino ha terminado ya. En pocas palabras, está perdiendo su piel protectora que le permitió a lo largo de los últimos cuatro años que temas conflictivos (golpe de estado, caso La Cantuta, ley de Amnistía, guerra con el Ecuador, por citar algunos) -algunos de ellos hubieran provocado un descenso a cualquier gobernante- no afecten su gestión.
Por lo tanto, todo indica que estamos en un punto de inflexión. Si eso es así, los ciudadanos que aspiran a un empleo o trabajo, ubicados en sectores pobres, y los ciudadanos que se sienten inquietos y mortificados por el manejo autoritario del poder, ubicados en sectores medios y altos, pueden conjugar un ánimo ciudadano de común encuentro, que podría acrecentar la imagen de desaprobación de la gestión presidencial y reproducirse. Ello provocaría, a la inversa de lo ocurrido anteriormente, que todo a casi todo de lo que ocurra en la economía y en la política podría afectar la imagen presidencial. Las ausencias, carencias, así como actitudes prepotentes y autoritarias de instituciones ligadas al poder (mayoría legislativa, ministros, fuerzas armadas) serían atribuidas y responsabilizadas cada vez más directamente al gobierno y, por lo tanto, afectando su popularidad y creando un espiral de descenso que puede acabar con la aspiración de la reelección en el año 2000.
Pero, ¿cuánto y en qué medida ha descendido realmente Fujimori? Basándonos en los sondeos de opinión del mes de noviembre, se puede señalar lo siguiente:
• Ostenta un grado de aprobación que sigue siendo alta comparado con la región, en donde sólo es superado por el presidente chileno Eduardo Frei. Sin embargo, este promedio esconde información interesante. El 55% de aprobación de la popularidad de Fujimori en el mes de noviembre es también la más baja desde aquel abril de 1992, mes del autogolpe en que se empinó hasta el 81%. La pérdida es significativa si se observa que a inicios de este año Fujimori obtenía el 75%. Es decir, 20 puntos más de los que goza ahora, en el momento en que la desaprobación de su gestión alcanza cifras similares, la más alta que se recuerda. • La popularidad del presidente es la más baja de los seis años de su gobierno, mostrando una pendiente de descenso clara desde inicio de año, que le hace perder un tercio de las opiniones que antes le eran favorables. Pero, lo más preocupante para el presidente Fujimori es que uno de cada cuatro que lo aprueba no votaría por él en una hipotética elección.
Pero, además las encuestas coincidentemente muestran que existe un ánimo ciudadano que puede afectar aun más la imagen presidencial:
• Tres de cada cuatro encuestados manifiestan que es negativa la presencia de Montesinos como asesor presidencial; desaprueban su defensa por la mayoría parlamentaria. • Asimismo, en igual proporción la ciudadanía está de acuerdo con que se realice un Referéndum para decidir si Fujimori se presenta a las elecciones del 2000. Lo interesante es que algunos de ellos estarían dispuestos a votar a favor de esta posibilidad, lo que indica que incluso en los electores fujimoristas existen un deseo de participar en esta decisión trascendente, siendo por lo tanto su boicot, contraproducente. • Casi en las mismas proporciones, la ciudadanía desaprueba que el gobierno retire al municipio de Lima facultades que le son propias, considerando que Fujimori no apoya la gestión del alcalde Andrade.
Lo anterior ha permitido que por primera vez la oposición -así dispersa y pequeña- tenga mejor aprobación que la mayoría oficialista. En decir, en una eventual elección parlamentaria, la mayoría actual no sería tal. Pero, en política no existen espacios vacíos por mucho tiempo. Así como el terreno dejado por los partidos políticos fue llenado por los independientes y, particularmente, por Fujimori, el descontento muestra un vacío que tiende a ser llenado por nuevos ocupantes. Es así que varias compañías de sondeos de opinión coinciden en señalar al alcalde Andrade -decreciendo en forma regular la figura de Castañeda Lossio- como el de mayor aceptación, incluso superior al del presidente de la república. Esto se reafirma con una intención de voto superior para el alcalde de Lima. Sin embargo, es necesario considerar que aún es prematuro saber como está siendo construida la imagen de Andrade -si lo está- en provincias. Por lo menos, ex alcaldes como Bedoya y Belmont no pudieron superar la muralla capitalina.
Pero, asimismo, siendo la opinión pública un fenómeno dinámico que provoca apoyos y desaprobaciones, sólo en situaciones especiales éstos se mantienen estables. Con mayor razón si se trata de juzgar la actuación de una persona que ejerce la más importante función pública y que además arriesga constantemente su figura al juicio de la opinión pública. Riesgo calculado pues Fujimori -más que cualquier antecesor suyo- utiliza el marketing político para relacionarse con la ciudadanía. Con ello queremos decir que nada de lo atribuido a la información mensurable de la opinión pública es definitiva e irreversible.
Todo lo anterior articula un escenario muy especial. Fujimori quizá podría revertir esta tendencia -sin garantía total- a menos que: mejore los índices económicos relativos al punto de empleo y, en menor medida, salarios; se desembarace de la incomoda presencia de Vladimiro Montesinos; apoye y no se le perciba hostil al alcalde de Lima; y no ejerza toscamente los hilos del poder para mantenerse en él. Es decir, situaciones que no se traduzcan en ineficiencia, corrupción, prepotencia y autoritarismo. ¿Es mucho pedir?
(Debate, Diciembre de 1996)