Ya se ha escrito mucho en la literatura política acerca de los efectos que tienen los sistemas electorales, y las leyes que los rigen, tanto en la institucionalidad política como en el sistema de partidos.
La experiencia internacional -y el último decenio en América Latina- muestra contundentemente que para que se realicen reformas electorales, deben producirse consensos que involucren a un amplio espectro del abanico político, donde no sólo se encuentren presentes los partidos políticos, sino también todos los actores interesados en la mejor forma de representar políticamente a la ciudadanía. Olvidarse o querer obviar este punto es empezar equivocadamente. Otro elemento a tomar en cuenta, es profundizar la reflexión, de tal manera que los instrumentos de la sistemática electoral sean coherentes con los objetivos político-institucionales que se persigue.
Por ejemplo, y en Perú hay un tema en debate, plantear distritos electorales uninominales a nivel de todo el territorio nacional, implicaría pasar de un sistema electoral proporcional, que nos rige desde hace décadas, a un sistema electoral mayoritario sin anunciarlo (o quererlo). Sin embargo, los grandes cambios en la legislación electoral en lo que va del siglo, muestran que en todo el mundo se ha pasado de los sistemas de representación mayoritaria al proporcional, salvo el caso de Francia e Italia, parcialmente. Todos los demás cambios se hicieron al interior del sistema proporcional. El otro extremo es mantener el distrito electoral único, hoy vigente aquí. Si su ventaja es facilitar el escrutinio, tiene como lado discutible desbalancear la representación parlamentaria. Nuestro Congreso actual, que nace del distrito electoral único, tiene departamentos con más representantes de lo que le correspondería por su tamaño poblacional. Otros, por el contrario, carecen siquiera de algún congresista. Pero, estos son apenas algunos puntos. Una reforma electoral deberá revisar todos los componentes del sistema. Es decir, a parte del número y tamaño de las circunscripciones, la simultaneidad de las elecciones parlamentarias y presidenciales, la renovación de las cámaras, la forma de votación, el tipo de boleta, el número de votos, el umbral de representación, la doble vuelta electoral, el voto preferencial, la fórmula matemática de conversión votos en escaños, entre otros.
En el Congreso Nacional, en donde se encuentran los representantes políticos -sean estos independientes o de partidos-, deberá debatirse abierta y públicamente para el futuro, una ley electoral duradera, moderna y consensual. Esto porque no existe una ley electoral que pueda contentar a todos, pero sí que tenga elementos mínimos comunes. Los sistemas electorales son productos de compromisos y consensos, generalmente dificultosos, de las verdaderas fuerzas políticas en un determinado momento. Es más, en América Latina, en todos aquellos casos de reforma electoral, participaron en forma de diálogo o formas institucionalizadas todos los componentes del espectro político. En algunos casos, incluso, en momentos de dictaduras.
El otro elemento fundamental para una reforma es el factor tiempo. Todas las reformas que se practicaron en el Perú, se realizaron a las puertas de un proceso electoral. Este elemento produjo, necesariamente, la variable del cálculo político, que impidió una fluida discusión de una reforma electoral a fondo. Pero, en el calendario peruano no hay competencia electoral hasta 1998, lo que permite un tiempo libre de tensiones propias de la campaña por ganar votos. En ese clima IFES aprovechó la oportunidad para ofrecer un espacio a la élite política para discutir y profundizar los elementos de la sistemática electoral peruana, que lleve a renovar y mejorar las normas de la representación política peruana. Para tal fin IFES organizó Mesas de Trabajo y un Simposio sobre Reforma Electoral, realizados en el primer trimestre de este año, que sirvieron para que los congresistas y funcionarios de los organismos electorales recibieran instrumentos y procesaran conceptos de los Sistemas Electorales. Todo ello ha permitido que todos los grupos políticos colocaran como prioridad, en el ámbito institucional, la Reforma Electoral. Su éxito dependerá de los elementos arriba anotados y de la voluntad política para llevarla adelante.
(El Peruano, 14 de Marzo de 1996)