Esto tiene que ver con dos órdenes de cosas: por un lado, la escasa tradición democrática peruana y, por otro, la frustrante experiencia histórica. En la historia republicana, el Parlamento no ha jugado un papel relevante ante la memoria de los peruanos, pese a que en la realidad ha existido momentos destacados de su vida institucional. Y la experiencia de los años de régimen democrático, iniciada en 1978, ha sido de un Parlamento sumiso al ejecutivo, en algunos casos, y obstruccionista, en otros. En todo caso, la baja actuación del Parlamento ha mellado, indudablemente su credibilidad e imagen.
Pero, así como se tiene una imagen pobre de la institución parlamentaria, también es cierto que la ciudadanía tiene una visión confusa y muchas veces contradictoria del Parlamento, generando demandas hacia él de las mismas características. Según una encuesta elaborada por la prestigiosa empresa Apoyo, en 1994, sólo el 11 por ciento de los ciudadanos consideraba que el Congreso es la institución que tiene más poder en el Perú, encima del gobierno y las fuerzas armadas. Es decir, la abrumadora mayoría tenía una imagen certera de la realidad. Pese a ello, sólo el 25% creía que el Parlamento debería tener más poder y el 33% consideraba que debería controlar mejor la actuación del gobierno. Es decir, la ciudadanía percibía que no existía un equilibrio de poderes, pero no consideraba que debía dotársele de mayores al Parlamento. En cambio sólo el 9% creía que al ejecutivo debía recortársele el poder.
Es bueno recordar que la imagen del Parlamento moderno está sometida, en parte, a la relación que establece con los medios de comunicación, particularmente la televisión, cuyo nivel de confianza de la gente llega cerca del 60%. Este elemento de intermediación entre representantes y representados ha sido capital para la mayor proximidad entre ellos, pero también, en múltiples casos para su desconexión en la medida en que los medios, magnifican los problemas en el Parlamento y con los parlamentarios.
Lo anterior permite señalar que el Parlamento debe repensar su actuación tanto con los otros poderes del Estado como con la ciudadanía. Esta requiere una relación más viva; mayor responsabilidad al elaborar proyectos de ley, menos numerosos y de mayor calidad; un control real sobre el ejecutivo; un apego a las leyes y no un abuso de ellas, bajo la protección del poder que les confiere su investidura; una solidaridad en las demandas nacionales, sin caer en demagogias que busquen clientelas; una claridad en los usos de los recursos que manejan en el Parlamento; y un cuidado en las declaraciones públicas que permitan emitir la imagen de prudencia, pero también de energía en la defensa de los intereses públicos.
El Parlamento por su calidad de institución representativa y espacio donde se tocan los principales temas nacionales y productora de actividades que tienen incidencia tremenda en la vida de la población, debería tener más cuidado en establecer una relación con los medios de prensa, ya sea activando generosamente su departamento de prensa, que no sea burocrática ni mezquina en la entrega de la información, y renovando una relación con los medios de comunicación, que exija de estos una mayor y mejor cobertura de la actividad parlamentaria. En ello tienen especial papel los congresistas que tendrán que entender que su presencia en los medios será mejor si forma parte de un informe o noticia que demuestre que su trabajo es efectivo y serio y no fugaz e innecesario. Con la contribución de cada una de las partes involucradas será posible, no sin vaivenes, cambiar la imagen y realidad de la institución más importante de la democracia y de la vida civilizada de una sociedad.
(El Peruano, 9 de Octubre de 1995)