A) Mario Vargas Llosa: La guerra del fin del mundo. El afamado novelista tendrá que hilar muy fino para poder revertir una tendencia adversa. Para él, ésta es la última batalla. A diferencia de cualquier otro candidato, Mario Vargas Llosa, con la confianza que le otorgaba el encabezar las preferencias políticas de los últimos dos años, se jugaba una propuesta liberal que, siendo inicialmente nacional, tenía proyección internacional, en la medida que se alzaba como potencial líder del liberalismo en esta parte del hemisferio. Encabezando, asimismo, la gran cruzada anticastrista. El triunfo fredemista, verdaderamente pírrico, fue sentido como una derrota. Incluso si ganara las elecciones, el Fredemo no podrá tener un mandato claro, como se proponía. Una mayoría parlamentaria, que le otorgue facultades extraordinarias para, desde el primer día, poner en funcionamiento un duro programa económico estabilizador. Esto es ahora un deseo irrealizable. El líder fredemista tiene algunos elementos a su favor que intentará aprovechar. El escritor ofrece aún en términos de imagen, la de un personaje de gran preparación y envidiable cultura. Ha insistido en señalar, y la mayoría le cree, que tiene un equipo de gobierno sólido y que posee asimismo un programa coherente. Estos elementos son importantes porque esta vez los candidatos estarán frente a frente y delante de un público que observará cada jugada y se mostrará exigente en relación a las propuestas del programa. El Fredemo contará, asimismo, con el apoyo, cada vez mayor, de la Iglesia Católica que ve detrás de de la candidatura de Fujimori, el avance de los evangelistas. Lamentablemente, esto podrá provocar sentimientos inquisidores de parte del electorado que quizá se sienta comprometido en una santa cruzada católica. Finalmente, el Fredemo, contará con el apoyo económico de los grupos de poder que le permitirá realizar una campaña sin límites. En su contra, Vargas Llosa tiene una moral baja. Las dudas lo dibujan como un personaje de indecisiones y rápidamente depresivo. Esto le resta imagen de un estadista que tendrá que vérselas en situaciones probablemente más difíciles. El entorno íntimo tampoco favorece. No hace sino mostrarlo como un desconfiado y sumamente distante de representar al heterogéneo y peculiar electorado peruano que lo que si observa con persistencia es el apoyo histérico e infantil de lo que ahora todos llaman, con razón, la "pituquería" limeña. Lejos está pues de lo que el novelista ha repetido hasta en la saciedad, de la "inmensa mayoría de peruanos". Esta inmensa mayoría se encuentran en provincias, donde Cambio 90 le ha ganado, sin haber recorrido todas ellas. Su discurso deberá ser por ello más sencillo y tendrá que convencer que su gobierno, y derivado de ello sus políticas, será no para la neoligarquía que ahora lo rodea, sino para la mayoría nacional. Tamaña proeza.
B) Alberto Fujimori: ¿Los rayos del sol naciente?. Es posible entender la actitud de Fujimori al no querer enfrenter a la prensa para mostrar su plan de gobierno. Todos saben que recién lo está elaborando. Su estrella ascendente no tendría techo, si las elecciones a la primera vuelta hubieran sido una semana más tarde. Pero si bien el tiempo era antes su principal aliado, ahora puede ser un enemigo, en la medida que la fuerza y el tipo de viento es ahora distinto. Curiosamente, parece ser que el principal y más cohesionado voto fujimorista será aquel que provenga de las canteras apristas e izquierdistas. Podría decirse que allí está en realidad su tercio. El resto, puede ser tan voluble que así como llegó a él, podría partir. Ahora que el electorado exigirá verlo, escucharlo y proponer soluciones. Como personaje carismático, puede mantener muchas adhesiones, teniendo un campo fértil de su ampliación en provincias, muchas de ellas que no pudo visitar. Pero, si carece aún de un programa, un equipo capacitado para gobernar y con una organización muy precaria, uno de sus mayores puntos débiles, pueden ser aquellos en los cuales se ha asentado muchas de las columnas de dominación social de nuestro país: el racismo y la religión. Si bien se ha expresado un inicial rechazo a estos rasgos de la campaña, no es improbable que pueda calar en algún sector del electorado. Fujimori se tendrá que exponer menos a los medios, pero necesitará de ellos. Necesitará también del apoyo electoral de la izquierda y el Apra, pero tendrá que distanciarse de sus dirigencias. Sólo una estrategia cuidadosamente pensada, lo puede encumbrar en la primera magistratura, objetivo impensado hace dos meses, pero que ahora es una gran posibilidad. Por todo ello, los candidatos están preparados, el tiempo empieza a correr y cualquier error puede ser fatal. ¿Quien lo cometerá?
(La República 22 de abril de 1990)