Es el fruto de una campaña, que tuvo una figura clara y nítida en Mario Vargas Llosa y el debutante Fredemo. Esta situación se hizo posible por el deterioro sistemático del gobierno de Alan García y la incapacidad de IU de soluciones su crisis interna que le consumió cerca de un año.
Sin un programa municipal, con una lista donde existe improvisación y una campaña electoral donde estuvieron ausentes la propuesta seria y el debate esclarecedor, el municipio de Lima es conquistado, por primera vez, por un candidato independiente. Su respaldo es mayor que cualquiera de los obtenidos por los alcaldes electores en Lima a partir de los 80 (Orrego, Barrantes y Del Castillo). Dejó atrás a candidatos más experimentados y en algunos casos con mayores calidades. Sin embargo, en el mundo electoral ello no necesariamente cuenta. Palenque lo demostró en Bolivia y Collor de Mello, en Brasil. Belmont se nutre de los electores de todas las tiendas políticas y no sólo del votante fredemista. Por tal razón, su apoyo es indistintamente de todos los sectores sociales. Es el triunfo del independiente, pero también demostración de la fuerza de los medios de comunicación en la sociedad moderna. Por las características de la votación del líder del Movimiento Obras, muchos de ellos izquierdistas y apristas, es poco probable que el endose de votos hacia la candidatura de Mario Vargas Llosa en abril del próximo año sea tan fácil. En relación de la votación del Fredemo, es bueno señalar su triunfo neto a nivel de municipios de Lima y en la mayoría de provincias. Barre en los distritos medios y altos y probablemente obtenga importantes distritos populares debido a la resta que le produce el ASI a IU. Sin embargo, cabe anotar que, si el Fredemo se hubiera presentado como la alianza AP-PPC, como en la realidad ocurrió, es posible pensar que los resultados no hubieran sido tan generosos. Menos aún si se hubieran presentado separados, como lo proponía en forma tan enfática Belaúnde. Esto le da la razón a Vargas Llosa quien supo ver que los partidos tradicionales de derecha podrían ser un lastre, si no se confunden en el emblema fredemista. Ahora la derecha para ganar tiene que estar también unida. Por otro lado, a pesar de ser la mejor votación a nivel nacional, es bueno anotar que ésta es menor a la sumada por AP y PPC en las elecciones nacionales de 1980, municipales de 1980 y municipales de 1983. Por ejemplo, sólo AP, en 1980, ganó en 22 distritos de Lima. La pérdida de plazas tan importantes como Lima, Trujillo, Cusco, Arequipa, Puno, Tacna, Pasco, Cajamarca, Huamanga, posiblemente inducirá a los estrategas frentistas a reacomodar fuerzas y replantear esquemas, si quieren ganar en la primer vuelta el próximo año, cosa que no sucedería si se repite los resultados de este 12 de noviembre.
Por otro lado, la debacle aprista es notoria. Ha sido su peor actuación electoral de las 13 en que se ha presentado a lo largo de su historia. Menor, sin embargo, a la sufrida por AP al final de su gobierno. Obtiene alrededor del 10% en Lima y poco más del 15% nacional. No gana en ningún distrito de Lima, en 1986 conquistó cerca de una veintena de distritos; no obstante, salvo el aluvión Alan García, Lima no siempre fue su mejor plaza. La pérdida de Tumbes, Chiclayo y Piura hacen que el sólido norte aprista se reduzca ostensiblemente a sólo la región Chimbote-Trujillo. Su actuación coloca a la candidatura de Alva casi sin posibilidades de una segunda vuelta en 1990.
Izquierda Unida, por su parte, sufre un claro revés, a pesar de no llegar a su peor actuación de las presidenciales de 1980. A lo largo de un año fue incapaz de superar su crisis de dirección política y orgánica. No pudo evitar el desconcierto y la desmoralización en sus filas, a pesar de los esfuerzos de sus candidatos en los últimos días. Su campaña, la más franciscana de todas las realizadas, se esperanzó en la capacidad orgánica de los partidos y las organizaciones sociales en las que tiene influencia. No fue lo suficiente. Su electorado fue afectado por la campaña del voto perdido y, por lo menos un 45% de sus votantes que apoyaron a sus candidatos distritales, votaron a favor de Belmont para la provincial. La imagen de división fue su peor enemigo pues, en términos numéricos, el ASI no le restó, a nivel general muchos votos, salvo en casos particulares. A pesar de su renovado triunfo en alcaldías populares, parecer ser que pierde algunas, como Ate, San Martín de Porres, El Agustino, San Juan de Miraflores, Chaclacayo, por la resta que le significa la candidatura de los acuerdistas. Su actuación en este ámbito no es mala, si su votación distrital bordea el 20% como parecen indicar las proyecciones. Sin embargo, la derrota, en Lima puede afectar las aspiraciones de Pease para llegar a la segunda vuelta. Si hay indefiniciones políticas y orgánicas de parte a los partidos en relación a Barrantes, su actuación el próximo año puede ser catastrófica. La situación del ASI es distinta. El debut acuerdista no podía ser menos auspicioso. Salvo en contados casos de triunfos de poca importancia relativa (Ancón, San Bartolo) y apoyos muy locales (Independencia) los resultados para el Acuerdo, con la mejor de sus figuras en Lima, son muy magros. Si en Lima su respaldo es mínimo en provincias. Ha perdido, por lejano margen, su competencia que sostenía con IU. Si aún alguien creía que se habían llevado la mayoría de las bases de IU, como tantas veces lo reclamaron, los resultados del domingo demostraron lo contrario. Esta derrota podría también afectar la figura de Barrantes que carga con la derrota estrepitosa de Bernales, primer hombre de su plancha.
(La República 16 de noviembre de 1989)