"El Tigre", como se le denominaba, tenía legítimas aspiraciones presidenciales y contaba con el apoyo de jóvenes leguiístas que habían participado en la campaña electoral que eligió al forjador de la "Patria Nueva" en 1919, desde el periódico "El Germinal" . El entusiasmo les duró poco, pues a fines de 1922 concretando una intriga palaciega, un grupo de adictos del presidente, elevan al Parlamento, no menos adicto, un proyecto de ley que propone una enmienda constitucional para posibilitar la reelección presidencial. Esta se encontraba proscrita por la mayoría de las constituciones, salvo la inefable Vitalicia de 1826 que se mandó escribir Simón Bolívar.
Los leguiístas sustentaron su propuesta mencionando la legislación comparada como el caso de los Estados Unidos, que no sólo permite la reelección, sino que al hacerlo favorece la realización de los grandes proyectos presidenciales. En 1923, fue aprobada la enmienda constitucional que permitía la reelección por un período más al Presidente de la República. Las aspiraciones de Germán Leguía y Martínez se empezaron a esfumar, denunciando el acto de la siguiente manera, como lo recuerda Jorge Basadre: "La reelección ofende al pueblo porque suprime su voluntad, su intervención y su eficiencia en la vida democrática y lo relega al humilde papel de expoliado impotente o espectador impúdico de una mascarada tragicómica, en que las cosas que sólo él debe conceder, cruzan a su vista en una toma y daca de debilidades y claudicaciones" . Arrestado y apresado, el ex primer ministro, su ilusión presidencial se terminó. Augusto Bernardino Leguía quedó como único candidato y salió reelecto en 1924. El autoritarismo presidencial no quedó allí, pues dos años más tarde salió a relucir la figura de Foción Mariátegui que, apelando a la necesidad para la "Patria Nueva" de contar con un hombre extraordinario para realizar el prodigio que el Perú tiene como tarea, propone una nueva enmienda presidencial, para quien ocupe el cargo lo pueda hacer por tiempo indefinido. Mariano H. Cornejo, sustentó la luminosa idea, señalando que "interrumpir la obra constructiva en aras de un prejuicio arcaico condenado por la ciencia y por la experiencia, sería un crimen de lesa patria. La reelección de Leguía ha dejado de ser un éxito político para convertirse en solución nacional. No es el régimen, que para consolidarse, mantiene en el poder a su jefe, sino la nación pretende que su actual presidente sea la piedra angular del edificio social y de la evaluación que preparar el porvenir" . Leguía se presentó así como una exigencia del porvenir del Perú y, como candidato único, fue nuevamente reelecto en 1929. Un año más tarde caía -bajo los estragos de una crisis económica y el influjo de un movimiento social que abrió una etapa en la historia del Perú- el telón de once años de autoritarismo alimentado por los aduladores de siempre.
Hace algunos días el Premier Luis Alva Castro declaró que "Alan García debe ser reelegido presidente del Perú porque así lo necesita el país" agregó que si para ello es necesario modificar la Constitución, él en forma gustosa presentaría el proyecto de ley pertinente. La historia es vista así como la necesidad de la permanencia de algunos hombres para tareas trascendentes. El viejo Marx sostenía que algunos hechos en la historia se repiten dos veces: una vez como tragedia y la otra como farsa. La tradición de las generaciones muertas oprime como una pesadilla el cerebro de los vivos. Y cuando éstos aparentan dedicarse a transformar las cosas y el futuro, van en busca del auxilio del pasado y toman prestado sus nombres, sus consignas y su ropaje. No se sabe a ciencia cierta si el Premier sostuvo estas declaraciones porque sinceramente quiere la reelección del presidente o, por el contrario -por negación- busca evitarlo o porque es parte del movimiento de fichas en el ajedrez palaciego . En cualquier caso, si ello es verdad, el camino autoritario está en cierne. Es cierto que Alan García no es Leguía, ni Luis Alva Castro, Foción Mariátegui, ni El Nacional se parece a El Germinal, pero cuidado con los recuerdos del pasado, porque en esta oportunidad no sólo sería una farsa sino también una ofensa histórica.
(La República 19 de Noviembre de 1986)