El momento político, que progresivamente se ha derechizado si tomamos como partida abril del año pasado, abre un terreno que puede ser aprovechado por el PPC. Por ahora dicha opción se ve favorecida por la abstención de AP; aunque su respaldo al PPC es oficialmente mínimo, implica sumatorias nada desdeñables. Su afirmación radica ideológicamente en la negación del resto: ni aprismo ni comunismo. Busca asociar a las fuerzas políticas con aquellas bases ideológicas como una suerte de variantes de un mismo tronco: el tan machacado totalitarismo marxista. Ese es el marco de referencia, pero el PPC sabe que no es suficiente. Por ello, su mensaje busca captar a aquel sector ciudadano que puede sentirse descontento con el gobierno, especialmente de su política económica, y sostiene que allí IU se diferenciaría muy poco. La crítica va por el controlismo estatal, el artificial control de las "reglas del mercado", la falta de reglas definidas, etc. Bedoya carga en los hombros del candidato aprista las deficiencias del gobierno, porque sabe que el respaldo que podría obtener Del Castillo sería por ese conducto y no por las cualidades del candidato, a quién considera un contendor menor. Por exclusión, para Bedoya la competencia sería entre él y Barrantes. Su discurso apela al sentimiento primario y de bajo nivel político: el temor. En momentos de violencia política y cierto resquebrajamiento social, el PPC encarna la candidatura del orden. En lo económico, pide reglas de juego claras y ordenar a los informales. En lo político, se nota el apoyo declarado a la continuidad del toque de queda y el estado de emergencia. Más allá de su convicción por tal medida, también puede estar pensando en las encuestas que muestran a la mitad de la población limeña respaldándola. En lo social, su mensaje apunta al control de alimentos y ordenamiento del tránsito.
Del Castillo es el peor candidato con el mejor aliado: el gobierno. Lo que el otro momento es un límite en esta oportunidad es el esperanzador respaldo. Del Castillo sabe que su figura sólo puede ser atractiva si se le asocia al gobierno. Por su falta de experiencia en competencias de envergadura, busca apoyarse, al igual que García en el 85, en su juventud. Sin embargo, el centro de atención, allí su "aporte", son las mujeres y los no organizados. En el fondo considera a ambos como sujetos pasivos y posibles de ser ganados con una estrategia efectista. En el primer caso en el sentido más conservador: ganar a las amas de casa. Por ello, su consigna en el control de precios como preocupación fundamental del municipio, como si nada tuviera que ver, en este caso, la política alimentaria del ministerio de Agricultura. El intento de llegar a las mujeres se refuerza con su declaración de crear una Policía Municipal Femenina, así como el de aparecer, diferenciándose de los otros dos candidatos, con su esposa. Intento que se basa en el reconocimiento que el voto femenino representa la mitad del voto limeño. Para tal fin, no escatimará ninguna oportunidad, por muy huachafa que parezca. Así lo prueba su declaración de cerrar cantinas y eludir polémicas televisivas en horarios de telenovelas, en supuesta solidaridad con las amas de casa. El otro elemento es del transporte. Busca apoyarse en el gobierno vía la construcción del proyecto del tren eléctrico y golpear a Barrantes alentando el rechazo a la implementación de los taxímetros que, si nos atenemos a las encuestas, la mitad de los limeños no consideran necesarios.
Barrantes, con su clásica parsimonia, busca centrar la atención de su campaña en la obra municipal: titulación, vaso de leche, planificación urbana, cultura. Se centra, en otras palabras, en la eficiencia municipal. Su discurso, una vez más, busca ganar a los independientes que ubica gruesamente en los sectores medios. Por esta razón es un discurso sobrio, moderado a veces conciliador con respecto al régimen. Por esta razón critica el desconocimiento, falta de experiencia e independencia de Del Castillo, antes de criticar al gobierno de Alan García. Su campaña busca así que su respaldo fluya de la eficacia municipal más que en la oposición política, terreno que está dejando a Bedoya. Sin embargo, Barrantes, en su cuarta competencia electoral y tercera municipal, canaliza y expresa los intereses de los sectores democráticamente constituidos desde abajo que requieren un discurso que abandere, conjuntamente, democracia y oposición.
(Amauta 9 de Setiembre de 1986)