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MÉXICO LINDO

En el 2002 mi esposa viajó a México a seguir un curso sobre género en el Colegio de México. Al curso asistieron becarios y becarias de diversos puntos de Latinoamérica. Un tema que ocupó muchas horas de atención y que impactó mucho a mi esposa fue el de los feminicidios sistemáticos en el norte de México, en la frontera con los Estados Unidos. En Ciudad Juárez, estado de Chihuahua, se contaron más de 700 muertes en menos de un año, de mujeres jóvenes todas las cuales habían sido violadas y asesinadas por estrangulamiento. Se trató de un gran número de mujeres obreras de las maquilas que operan en ese lugar. Los feminicidios también fueron importantes en otros estados mexicanos como Sonora. Cuando me contó estos terribles hechos me avergoncé de no tener noticia de ellos aun cuando me consideraba una persona muy bien informada. Pocos meses después, leyendo el extraordinario y denso libro de Roberto Bolaños, 2666, me encontré con un muy detallado relato de estos casos que entendí como el mensaje central y más potente de esta novela.

En compañía de mis dos hijos había viajado a México para encontrarnos con mi esposa. Nos alojamos en un pequeño departamento que según nos advirtió estaba muy “cargado”, aunque en los siguientes días todo fue muy normal. El viaje tenía fines turísticos y nos tomamos varios días en ciudad de México viajando en el metro, un formidable medio de transporte en esa megaciudad, y eventualmente taxis Volkswagen escarabajo de color negro con amarillo. Visitamos el zócalo, la inmensa plaza central de esa ciudad, el templo mayor azteca, el museo de arte, el lago de Chapultepec, el castillo de Chapultepec y algo más distantes, los monumentos de Teotihuacán. Visitamos Acapulco, donde nos alojamos en una amplia casa que se encontraba situada en la parte elevada de la ciudad y que disponía de una piscina que era una delicia de noche con la vista de toda la playa. Fue un reparador descanso salvo la primera noche en que nuestro hijo se tomó la licencia de perderse en la ciudad y nos preocupó a todos. En la playa hicimos uso de motos acuáticas y un kayax. Salimos de Acapulco en un bus bastante viejo sin ventanas y en el viaje nos agarró una feroz lluvia. Llegamos sin mayor problema a Taxco. Regresamos a la capital con el plan de continuar nuestro turismo en Oaxaca y Puebla, pero al llegar al departamento nos encontramos con la infortunada noticia de que mi madre había fallecido. Se encontraba bastante mal, pero pensé que todavía no había llegado su hora. Con la ayuda de mi cuñada se arregló un apurado viaje a Lima que hacía escala en Miami para cambiar de avión. En ese aeropuerto me confinaron en una sala atestada de gente que carecía de papeles para ingresar a Estados Unidos como era entonces mi caso. En Lima me dirigí al velatorio en el hospital Rebagiati donde encontré a mi tía y madrina que había sido adoptada por mi madre desde su triste divorcio. Acompañé a mi madre hasta su entierro con el mayor dolor. Mis dos hijos tuvieron que viajar solos a pesar de su corta edad, porque tenían pasajes en Copa mientras mi esposa regreso en Aeroméxico.

Olvidaba señalar que nuestro recorrido en ciudad de México, incluyó la plaza de las Tres Culturas en Tlatelolco donde fue la masacre de estudiantes universitarios ordenada por el presidente Echevarría. Este hecho de sangre sin precedentes es muy bien representado en la película Roma de Alfonso Cuarón.

Años después nos tomamos unas vacaciones llegando al aeropuerto de ciudad de México y allí tomamos una conexión a Cancún. Habíamos contratado un hotel entre los mejores, con el servicio de todo incluido. En el aeropuerto de Cancún se nos hizo una invitación a otro hotel no muy distante, haciendo la oferta de adquirir un derecho para uso de sus instalaciones con tarifas reducidas sustancialmente en cualquier temporada del año. Para terminar de convencernos, nos ofrecieron dos semanas gratis para dos parejas, mi esposa y yo y mis dos hijos. Ese día nos ofrecieron una fina atención con baño a vapor, sauna y masaje. No tardaríamos en asumir que habíamos tomado una mala decisión pues en nuestros planes de vida y de viajes, las playas no eran una prioridad y si bien la semana gratis que disfrutamos en un hotel en Playa del Carmen con nuestros hijos, fue muy bonita, no compensó el pago fraccionado que hicimos por varios años. La cadena hotelera tenía hoteles en Punta Cana en República Dominicana y en la costa Pacífico de México, en el Estado de Nayarit.

Yucatán es una zona turística con lugares tan espectaculares como Cancún, Playa el Carmen, la isla Mujeres o Chichén Itzá. Pero no se sorprenda si le ocurre algo similar a lo que a continuación cuento. Al salir de una tienda de artesanía me intercepta una persona que en voz baja me comparte que tiene cocaína y de la buena. Una vez repuesto de la sorpresa le reprocho que no soy consumidor ni aparento serlo, de ninguna droga. El vendedor insiste sobre la calidad del producto y sin decir más avanzo con paso ligero hasta que por fin me siento liberado del acosador. Ingreso a un café para recuperar el ánimo y me sirvo un dulce. Al salir del café me encuentro cara a cara con el mismo molestoso sujeto que vuelve a hacer su ofrecimiento. Me queda claro que me ha reconocido. Me niego terminantemente. El argumenta que da es que no ha vendido nada y que no tiene qué llevar a su casa e insiste con la calidad de la droga. Meto la mano al bolsillo y saco algunos pesos que se los ofrezco. Los coge, hace el ademan de preparar un alijo de droga para entregarme y antes de que reanude la cháchara camino velozmente con destino a mi hotel. En una banca pública me siento un instante para recuperar el aliento. A continuación, reanudo la caminata con dirección al hotel y oh sorpresa, en la puerta encuentro como si me esperara, al molestoso vendedor de droga. Lo eludo y entro raudo al hotel donde me siento protegido. Me acerco al lobby y converso con el encargado. Le cuento con una mezcla de espanto mi experiencia. Me escucha sin emitir comentario y esbozando una sonrisa. Me sorprendo y escucho sus palabras. Hay de que preocuparse, dice. Estos acosadores son extorsionadores que cuentan con la protección de la policía. Presionan y la mayoría cede. Cuando no lo consiguen, denuncian a la persona ante la policía de que les ha pretendido vender o pedido droga. Ud termina en la comisaría teniendo que explicar que es una mentira, pero solo saldrá ahí arreglando con el policía.

El último viaje a México no se concretó. El destino era Nayarit y el hotel que teníamos contratado y pagado. De ahí teníamos previsto visitar Sinaloa, San Luis de Potosí y cerrar en Ciudad México. Sinaloa es uno de los lugares más peligrosos de México por la guerra de los cárteles de la droga. Los muertos en su gran mayoría hombres, para compensar los feminicidios, son un lastre terrible en México que se arrastra por años y no se ha reducido sino aumentado con López Obrador.