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WIENER EL AVENTURERO

Junio 2023

Charles Wiener (Karl en su versión alemana) nació en Viena en un hogar judío en 1851. Sus padres eran Samuel y Julia. Como muchas familias judías, cambiaron el apellido adoptando como tal el gentilicio, vienés. Viena era una ciudad que como todas las otras ciudades europeas reservaron ciertos espacios para que los judíos edificaran sus viviendas o las adquirieran. Estos espacios que eran a fin de cuentas barrios guetos, en el caso de Viena se organizaron en torno a la Judenplatz denominados despectivamente juderías.

El antisemitismo ha formado parte de la historia europea. Insurgió en el siglo IV D.C. como contraparte del avance del cristianismo. No se debe olvidar que la religión cristiana es un desprendimiento y disidencia de la religión judaica y comparte con ella una larga historia común. La ruptura se produce con la crucifixión de Jesús, el Mesías en términos del cristianismo, lo que es negado por la comunidad judía. El cristianismo escala a ser la religión oficial del imperio romano y es adoptado sucesivamente por todos los pueblos bárbaros fronterizos. Los clérigos cristianos como Juan Crisóstomo, empujaron el antisemitismo y este anidó en las iglesias romana y ortodoxa luego del cisma, como en el protestantismo, más de diez siglos después, por un Martín Lutero rabiosamente anti judío. Estos no solo desconocían al Mesías, sino que estaban implicados en su muerte.

La comunidad judía fue objeto de progromos, persecuciones, expulsiones y linchamientos en todos los estados cristianos. En las ciudades eran arrimados a limitados espacios de confinamiento denominados guetos. Los judíos eran culpados de todas las calamidades como ocurrió con motivo de la peste que asoló Europa en el siglo XIV. Pero a pesar de este incesante asedio, muchos judíos destacaron en las finanzas y otros negocios como sujetos adelantados del capitalismo, lo que enfureció aún más a las clases menos favorecidas. En el siglo XIX, la Europa ilustrada siguió hostilizando a la comunidad judía, esta vez produciendo libros y opúsculos con nombres muy sugestivos que remataron en los fraudulentos protocolos de los sabios de Sion. Ese clima de falsedad y conspiraciones inverosímiles, es relatado magistralmente por Umberto Eco en su novela “El cementerio de Praga”. Si hay algo que distingue el siglo XIX es que el factor religioso fue desplazado por un aún más forzado factor racial a tono con las teorías eugenésicas. Todo esto explica porque la ideología nazi encontró un terreno abonado para el holocausto. (Goldhagen, 1998)

El imperio multinacional austrohúngaro estaba afectado como toda Europa, por el antisemitismo. Los judíos no podían ejercer cargos públicos, ser militares o policías, o funciones académicas. Recién en 1867, el emperador Francisco José reconoció plenos derechos a la comunidad judía. Para entonces muchas familias habían prosperado en sus negocios, eran industriales, comerciantes y banqueros, un sector culto y con gustos sofisticados entre los cuales destacaron los intelectuales y científicos. En Viena, una ciudad con intensa actividad cultural, los judíos constituían el mayor número de intelectuales. La lista es larga, pero destacan Zweig, Roth, Kafka, Freud, Buber, Kösztler, Zaloscer, Adler, Meisl, Karl Popper, Hans Gombrich, Wittgenstein, Singer, Lazarsfeld, Frankl, Hertlz, Biderman, Perutz, por mencionar a los más destacados y a riesgo de omitir alguno en esta extensa relación. Los judíos eran quienes más publicaban, participaban y conducían diarios y revistas influyentes.

En Francia los judíos gozaban de plenos derecho desde la revolución francesa, con la declaración de los derechos del hombre. París era el centro cultural del mundo y en la belle époque, los intelectuales judíos no destacaron, a diferencia del imperio austrohúngaro. A decir verdad, los judíos en los hechos, continuaron siendo discriminados de muchas actividades y como comunidad no tuvieron un peso importante en la sociedad. Tal vez, sin conocer a cabalidad lo que ocurría en París, Wiener hizo maleta y se trasladó a la ciudad luz atraído por su magia cultural.

El vienés nunca reveló por qué desarrolló interés por el pasado sudamericano, pero cuando arribó a París ya había publicado su tesis Essai sur les institutions politiques, rélkigieueuses et sociales de l’empire des Incas sobre el denominado imperio incaico. Por entonces, los socialistas utópicos tomaban como modelo del orden social que postulaban, al Tahuantinsuyo. Más adelante Louis Baudin postularía esta tesis que alcanzó mucha difusión. Wiener que para entonces se hacía llamar Charles, postulaba una posición contraria. Distante del utopismo incluso de aquel con pretensiones científicas, consideraba que el imperio de los incas era un Estado despótico de tipo oriental, capaz de administrar con eficacia los excedentes para asegurar las condiciones de vida de su población, la que sin embargo no gozaba de libertad y estaba constituida por una amalgama de grupos étnico con diferentes creencias y lenguajes. La tesis de Wiener fue una carta de presentación que le permitió recibir el encargo de una ambiciosa misión científica en Perú. Wiener consiguió, además, el auspicio y mentoría del destacado científico y viajero francés Angrand.

Cuando Wiener desembarcó en el Callao en 1876, fue recibido como un destacado representante del país con mayor prestigio cultural en el mundo, a pesar de su juventud. Lo acogieron el embajador francés, las autoridades e intelectuales peruanos. Los trabajos de campo de Wiener se iniciaron en la necrópolis de Ancón que sería luego analizada científicamente por Julio C. Tello. Su recorrido siguió con destino a La Libertad donde visitó la mayor ciudad de barro del mundo, Chan Chan, demostración palpable de que la alta cultura del antiguo territorio peruano no había comenzado con los incas. En Trujillo, capital de La Libertad, se lio con una atractiva joven de esa ciudad que concebiría un vástago que sería registrado como Carlos Wiener Rodríguez. Los testigos del registro darían fe de las virtudes de la madre lo que no impedía que el retoño fuera un bastardo, un término infamante entonces y hasta el presente. Wiener no supo nunca de su hijo y este no supo, gran parte de su vida, quien había sido su padre biológico.

El aventurero y explorador continuó su recorrido por la sierra de la Libertad para luego virar hacia el sur y, siguiendo la ruta inca, pasar por Huancayo, Ayacucho y, Choquequirao. Cuando se internó por la ceja de selva del Cusco tuvo noticias de Machu Picchu. No la descubrió ni la pisó, pero supo de su existencia porque era parte de una hacienda, de lo cual dejó constancia escrita con un plano de ubicación. A decir verdad, la ciudadela solo estaba cubierta por una frondosa vegetación y fue descubierta por Bingham cuando removieron esa vegetación. El extenso recorrido de Wiener siguió por Puno, el altiplano boliviano y concluyó en Arequipa, donde se embarcó con destino a una Lima convulsionada por la fallida rebelión de los hermanos Gutiérrez.

Wiener fue un etnólogo que cargó con todo lo que pudo de restos del antiguo Perú. En París todo ese formidable patrimonio cultural fue exhibido en la sala que más tarde se llamaría Wiener en el museo antropológico, y exhibido en la exposición universal parisina de 1878. La práctica de saqueo de Wiener no era singular en los años en que él actuó. Más de 40 años después, Hiram Bingham cargó por su lado, con un número mayor de ceramios que se extrajeron de Machu Picchu. Y con más decisión e impunidad, aventureros exploradores europeos, arqueólogos y etnólogos aficionados, franceses, británicos, italianos y alemanes hicieron lo mismo, pero en una escala muy superior, con restos de la cultura helenística, de Egipto y Mesopotamia, lo que se puede apreciar en los grandes museos de sus capitales. El argumento es que los salvaron de los salvajes y hoy pueden ser apreciados por todas las personas. Las autoridades de todos los países saqueados o estuvieron de acuerdo con este razonamiento, o no se enteraron, o no les importaba u obtuvieron algún beneficio por actuar con total complacencia. Hay que recordar que el tratamiento del patrimonio nacional, en ese entonces, no tenía ninguna regulación, por lo que cualquiera podía transponer las fronteras sin ser impedido y mucho menos decomisado. Las ruinas de piedra de las edificaciones prehispánicas, fueron el principal material de construcción en la época colonial y la temprana república.

A Wiener se le acusa directamente de incluir en su botín, una cantidad de ceramios, telares y momias que le fueron entregadas por los latifundistas y gamonales serranos, las que eran parte de sus grandes colecciones obtenidas por el huaqueo. Se ha argumentado que estos señorones habrían cedido parte de sus colecciones como una manera de contribuir al mejor conocimiento del pasado histórico por toda la población peruana. Wiener con alevosía y premeditación consideró que esas piezas que el cargó hasta el Callao tendrían mejor suerte en París y las incorporó a la colección con la que viajaría a París. Total, ladrón que roba a ladrón tiene cien años de perdón. Y aunque han transcurrido más de 100 años ya no hay la oportunidad de pedir perdón. Las piezas exhibidas en París tienen numerosas réplicas originales y de superior acabado en el Perú.

El tal Wiener, además, secuestró a un niño puneño que llevó consigo a Francia como un exponente del buen salvaje. Esto me lo hizo notar mi querida sobrina. El niño que estaba ya alcoholizado, como su madre, fue arrebatado por Wiener y cargó con él, solo indicándole a la madre que se lo llevaba. Qué habrá entendido la pobre mujer, no se sabe, pero recibió algunas monedas, por lo que se podría decir que en realidad se compró al niño. Este fue presentado en sociedad, en la exhibición universal de París y mostró un comportamiento libre de toda sospecha. Wiener demostró que era un niño perfectamente normal pero que corría el riesgo de ser totalmente destruido por el medio en que habría crecido. Wiener como miembro de una minoría étnica perseguida, era un convencido que entre los indios prehispánicos y los que él había encontrado en su recorrido y que llamó indios modernos, no había ninguna diferencia. Que quienes habían desarrollado una alta cultura en autonomía, sin ningún contacto con otras culturas del mundo como fue el Tahuantinsuyo, eran tan humanos como sus herederos y que estos últimos no eran una subespecie entre los humanos y los animales como aseguraba la clase dominante en el siglo XIX y buena parte del XX.

También Wiener fue acusado de ser fantasioso y narrar en su voluminoso libro Perú et Bolivia, aventuras rocambolescas e inverosímiles para elevar sus méritos. Un caso al que se refirieron y que emerge inmediatamente, es el del tiroteo en Cangallo, Ayacucho. Wiener no había cumplido los 20 años, por lo que es muy posible que se haya visto involucrado en aventuras, liarse con mujeres y trepar empinadas cumbres, como aparece en sus dibujos. Tenía la extraordinaria habilidad de dibujar paisajes y personas, recogiendo estampas en carboncillo de edificios, restos, trajes, costumbres y personajes, que en gran número acompañan su libro tanto en la versión francesa como española. Estos dibujos exactos fueron muy elogiados por el expresidente, el arquitecto Fernando Belaúnde. Muchos de esos monumentos siguen en pie y se corresponden con lo que dibujó Wiener.

Es curioso que los viajeros y aventureros europeos, que fueron muchos, no hayan generado controversias que destacar, lo que no ocurrió con Wiener. En su caso, la crítica científica y enconada ha tomado un siglo, siendo su mayor exponente Pascal Riviale. El libro de Wiener fue publicado en Paris en 1880 y en español en 1993 por la Universidad de San Marcos (UNMSM) y el Instituto Francés de Estudios Andinos (IFEA), con traducción y prólogo del destacado novelista Edgardo Rivera Martínez. Su postergada publicación en nuestro idioma se explicaría porque pasó a formar parte de una lista negra en la bibliografía sobre el Perú. Como anécdota diré que cuando me decidí a impulsar su publicación, era demasiado tarde, pero tuve la satisfacción de ser invitado con la familia Wiener a la presentación y ser de los primeros en leerlo.

Por qué las duras críticas contra este aventurero de parte de colegas franceses. La explicación más verosímil es que se trataba de una odiosa conspiración contra un sujeto extraño, arribista y trepador. Cómo era posible que un jovenzuelo de 25 años, judío para remate, en un mundo fuertemente antisemítico, hubiera sido designado como representante de la orgullosa nación francesa en un viaje científico, por el gobierno del pequeño emperador Luis Bonaparte Napoleón. Esta sola idea resultaba insoportable para el orgullo galo. En el siglo XIX se mantuvo en gran parte de su población el encono antisemita, como lo demostraría unos años después, el ominoso caso Dreyfus. Con el gobierno de la tercera república, Wiener continuó escalando, para desesperación de sus detractores, asumiendo cargo de representación consular en Chile y Brasil donde finalmente falleció.

Uno de estos encargos coincidió con la guerra del Pacífico. Wiener que tenía facilidad de redacción, escribió artículos en los que pronosticaba el triunfo arrollador de Chile. Sostenía que Chile era una sociedad más compacta y no tenía, como Perú, una mayoritaria población indígena que no estaba dispuesta a pelear defendiendo fronteras que desconocía, y una población china semiesclavizada que se puso totalmente de lado de los chilenos. Los peruanos y bolivianos no le perdonaron a Wiener su posición y lo declararon poco menos que traidor, borraron su nombre y es probablemente por esta razón que nunca publicaron una versión en español de su obra.

Wiener, Charles

(1993)                   Perú y Bolivia. IFEA, UNMSM. Lima

Wiener, Charles

(1880)                   Pérou et Bolivie, Libraire Hachette ET C, París

Wiener, Gabriela

(2021)                  Huaco Retrato, Penguin Random House Grupo Editorial España

Zweig, Stefan

(2012)                   XXXX, El mundo de ayer, Acantilado, Madrid

Goldhagewn, Daniel

(1998)                   Los verdugos voluntarios de Hitler. Taurus. Madrid