No soy crítico de cine pero hay algunos filmes que tienen un impacto perdurable al margen de sus atributos técnicos, por la anécdota y los mensajes que transmiten. Este es el caso de “Other Peoples’s Money” de Norman Jewison, estrenado en 1991, hace veinte años.Cuando vi por primera vez esa película me impactó en particular el duelo verbal entre Andrew Jorgenson, un veterano y terco capitán de la industria metalúrgica estadounidense interpretado con mucho temperamento por Gregory Peck, y el inescrupuloso Lawrence Garfield, un rechoncho financista como el gato del comic, surgido del Bronx, amante de las donas y encumbrado en Wall Street, interpretado por el genial Danny De Vito.
El duelo verbal ocurre en una sesión de la Junta de Accionistas de “New England Wire & Cable” que debe decidir si confirma su confianza en la conducción de Jorgenson-Peck o la entrega a Garfield-De Vito. No es la pugna por el control entre dos grupos de accionistas liderados por estos dos personajes, sino entre dos visiones sobre el papel de la economía estadounidense. En su alocución, Jorgenson acusa a su oponente de “jugar a Dios, con el dinero de otros”. Y agrega, “siquiera los otros, dejan algo en su camino. Una mina de carbón, bancos. Este hombre no deja nada, crea nada, maneja nada. En su camino sólo deja un torbellino de papel para cubrir el dolor”. Admite que la empresa no tiene utilidades y las acciones han caído en su valor. Pero está orgulloso de sea una empresa sin deudas, con un gran patrimonio y de dar empleo y bienestar a una comunidad obrera en el pequeño Estado de Rhode Island.
A su turno, Garfield le retruca recordándole que él no mató a la compañía, sino la nueva tecnología de la fibra óptica. Que aún con la mejor empresa en su rubro pero con una tecnología obsoleta o un producto sin demanda, hay que tener “la inteligencia y la decencia de firmar el certificado de defunción, cobrar el seguro e invertir en algo con futuro”. A continuación, el exponente del pensamiento Wall Street se pregunta si importa la comunidad y los trabajadores y se responde, no importan, los que importan son los accionistas. Y concluye su intervención mirando a estos últimos y arengándolos “no soy su mejor amigo, soy su único amigo. No gano nada, les gano dinero al menos que se olviden la razón de ser del accionista. Quieren ganar dinero no importa si es cable y alambre, pollo frito o mandarinas. ¿Quieren ganar dinero? Soy su único amigo. Estoy ganando dinero para Uds., Tómenlo, inviértanlo en otra parte. Tal vez tengan suerte, se use productivamente. Y si es así, creará nuevos empleos y servicios para la economía y hasta ganen algo de dinero”.
Transcribí los textos de ambos discursos y los he compartido con mis alumnos para incitarlos a pensar sobre las dos posturas. Un industrial preocupado por continuar con la producción tradicional que inició su padre 81 años antes, que resistió dos guerras mundiales y una gran depresión y que contribuyó a edificar la extraordinaria infraestructura y prosperidad de ese país. El industrial tradicional austero y complacido por compartir con sus trabajadores y la comunidad, el día de acción de gracias. No se trata de un empresario schumpeteriano pues es claro que está tercamente anclado a las viejas formas de hacer industria.
Pero al acosador Garfield, no le interesa transformar la empresa con tecnología pujante y de punta. No oculta además su molestia por lo que llama pocilga cuando recorre sus instalaciones y se lamenta de que esa planta no esté en cualquier país chiquero donde les encanta la contaminación. Para “Carmen” la computadora de Garfield, la compañía vale más muerta que viva porque sus activos, incluyendo el terreno en que opera, tienen más valor que todas sus acciones al valor del mercado. Por ello a este personaje lo llaman “Larry the Liquidator”, un personaje que tiene una planilla de financistas y abogados a su servicio que, cual aves de rapiña, despedazan las viejas industrias para cargar con todo lo que se pueda e invertirlo en otra cosa. Y en esa operación, ganarse muchos millones de dólares. Al inicio de la película, Garfield se confiesa y dice “adoro el dinero. Lo adoro más que lo que puedo comprar con él”. Y pregunta “¿les sorprende? Al dinero no le importa si soy bueno o no. No le importa si ronco o no. No le importa a que Dios le rezo”. Y cierra su perorata “sólo existe una cosa que gusta más. El dinero de otros”.
En otro pasaje de la película, Garfield discute con la atractiva abogada hija de los dueños que es convocada a defender la compañía. Le explica que lo que hace es un juego y que consiste en ganar todo lo posible mientras sea posible. Ella le pregunta “¿y luego?”. Y él responde “el que tenga más al morir gana. Es el sistema americano. Estoy haciendo mi labor. Soy un capitalista. Simplemente sigo la ley de la libre empresa”. Vuelve a preguntar la abogada “¿qué ley es esa?”, “la sobrevivencia del más apto” responde.
La junta de accionistas vota respaldando la posición de Garfield. Jorgensen comprobará que algunas de las personas que esperaban lo respalden, le dan la espalda. El caso más dramático es el de su Gerente, Bill Coles, que conspira contra él sumándose a la compra de acciones y vendiendo su voto a Garfield. Como era previsible, la planta se cierra. Pero al final de la película hay como un rayo de esperanza. La abogada llama a Garfield y le ofrece recomprar la empresa por encargo de los japoneses –hoy hubiéramos dicho los chinos- para producir bolsas de aire que deberán ser puestos de modo obligatorio en todos los vehículos.
Al final de la época de Reagan, Estados Unidos desmontó gran parte de su industria que fue trasladada a otros países con costos más bajos. Muchos obreros y comunidades que habían prosperado en torno a estas empresas se empobrecieron. Este ha sido un tema recurrente en la filmografía de Michael Moore. Estados Unidos ha continuado siendo una potencia tecnológica fundamental en la industria informática y en la biotecnología. Pero dejó de ser la gran potencia de la industria masiva de bienes. Ahora que se discute nuevamente sobre la crisis en ese país, muchos analistas culpan de ésta a la industria financiera y la inflación de papeles cuyo valor efectivo es cada vez más incierto. ¿Y los fundamentos? Es que la papelería de los financistas tipo Garfield se llevó a su paso gran parte de la base industrial y eso es lo que anuncia este filme visionario. Lo recomiendo vivamente, aunque confieso que es difícil obtener copias.
Nota: el discurso de Jorgenson-Peck se puede ver en http://www.youtube.com/watch?v=Uundu-aPiBQ
y el discurso de Garfield-De Vito en http://www.youtube.com/watch?v=MfL7STmWZ1c