UN DESCOMUNAL FRAUDE

Lo ocurrido en Venezuela el domingo 28 es un descomunal fraude electoral, probablemente el mayor de los que se tenga noticia en el mundo. Hay muchas formas de enlodar unos comicios como invalidar la participación de algunos candidatos, excluir a parte de la población con derecho al voto, usar los medios estatales para favorecer a un candidato u hostigar a los opositores y sus simpatizantes. Todo esto ha ocurrido en Venezuela, pero son pequeñeces cuando se advierte que se han alterado los resultados que arrojaron las mesas y sin un atisbo de vergüenza, se ha proclamado de modo exprés, como presidente al candidato que buscaba la reelección y al partido que controla todos los órganos del Estado venezolano.

Hasta el denominado autoritarismo competitivo tan de moda en estos tiempos, ha ganado elecciones cuando ha logrado aglutinar por diversos medios, una mayoría electoral silenciosa, beneficiaria de sus políticas o satisfecha por la estabilidad política y el silenciamiento de hechos escandalosos no porque estos no ocurran sino porque los medios de difusión incluyendo el internet, están coartados cuando no censurados. En Venezuela, país del que ha emigrado un quinto de la población, el gobierno en el poder apenas si ha conseguido atraer el voto de los burócratas con los que ha copado los empleos estatales como resultado de una política clientelista y de prebendas.

Pero se trata del mismo gobierno que proclamó como su gran aporte a la política internacional, el socialismo de siglo XXI, hace 25 años. Pero Venezuela solo se ha encogido económicamente, ha multiplicado la pobreza y empujado a millares de familias a mendigar la ayuda del Estado. Su modelo económico es de total extractivismo, la industria ha desaparecido y los pequeños negocios languidecen en un mercado reducido a su mínima expresión. A lo que se añade la captura de todos los organismos del Estado y la creciente represión. ¿Y qué puede exhibir este “socialismo del siglo XXI” en educación, salud, viviendas o servicios básicos? Si para algunos políticos pragmáticos, el fin justifica los medios, En este caso, el fin, la defensa del gobierno chavista no los justifica, lo que hace aún más grotesco el fraude electoral.

No tengo simpatías con las ideas y políticas que se conocen de los líderes de la oposición venezolana, en especial de María Corina Machado, pero en este momento de lo que se trata es de restablecer las condiciones democráticas mínimas para que los venezolanos puedan decidir sobre su futuro. Nicolas Maduro no está luchando contra el fascismo como suele proclamar, sino que él encarna un gobierno de ese corte.

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