MOZART GENIO ADELANTADO

Entre las muchas extraordinarias películas que he podido ver, hay una que me emociona como ninguna otra, Amadeus de Milos Forman. La trama y el drama, las actuaciones, la reconstrucción de la época pero sobre todo, la selección de piezas del nutrido catálogo de Mozart son un deleite cuantas veces se repita. He terminado de leer un libro póstumo de Norbert Elías sobre Mozart que revivió mi fascinación por la figura del genial músico.

La película, estrenada en 1984, recibió ocho premios de la Academia, incluyendo los Óscar para mejor película, mejor director y mejor actor principal. Este papel le correspondió a F. Murray Abraham quien interpretó a Antonio Salieri el compositor de la Corte del emperador José II de Habsburgo, a finales del siglo XVIII. En la película, este compositor de origen italiano, enloquece al final de su vida y se confiesa como el que destruyó a Mozart.
Wolfgang Amadeus Mozart murió poco antes de cumplir los 36 años y las circunstancias de su muerte dieron lugar a especulaciones. Una de ellas fue la de una conspiración. Un rival envidioso le habría impedido consolidar su posición en Viena afectando su economía, su ánimo y finalmente su salud. Este personaje habría sido Salieri. Esta versión fue recogida por el dramaturgo ruso Alexander Pushkin en 1830 y luego convertida en una ópera por su compatriota Nicolai Rimski Korsakov. En 1979, el dramaturgo inglés Peter Shaffer, estrenó con gran éxito su propia versión de esta supuesta rivalidad entre los dos compositores. El propio Shaffer escribió el libreto de la película Amadeus. La obra teatral de Shaffer tuvo un montaje muy sobrio en Perú en el 2008 bajo la dirección de Jorge Chiarella.
En la película, Salieri-Murray Abraham mantiene un diálogo con un sacerdote que procura su confesión. Le demuestra al sacerdote que no puede identificar sus más importantes composiciones pero si puede hacerlo en el caso de un concierto para piano de Mozart. Luego le expresa su odio al Dios que le negó el talento para dárselo a “un presumido sin principios”, por “escoger un instrumento lujurioso y obsceno”. La risa destemplada del personaje de Mozart en la película (Tom Hulce) era la burla de Dios.
En la parte final de la película Salieri acusa a Dios de haberlo utilizado para matar a Mozart mientras a él lo dejaba vivir para torturarlo por 32 años. “Para ver mi propia extinción, como mi música va desapareciendo”. Finalmente, este personaje le dice al sacerdote: “hablaré por ti padre, hablaré por toda la mediocridad en el mundo. Soy su campeón. Soy su santo protector”.

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Shaffer, como los autores rusos que lo precedieron, se toman sus licencias para tejer esta historia. No hay ninguna evidencia documental que permita establecer que Salieri tuvo un comportamiento como el que se le atribuye en este drama. Durante su prolongada vida, Salieri compuso 39 óperas y fue tutor de uno de los hijos de Mozart. Sin embargo, hay algo de cierto en la historia. La música de Salieri no trascendió su tiempo y hoy muy pocos la conocen. En cambio, Mozart no sólo fue un autor prolífico en su corta existencia, sino que su popularidad fue en aumento con los años y hoy es celebrado como uno de los grandes de la música clásica. Su catálogo cuenta con 626 obras (opus) de las cuales 41 son sinfonías y 22 óperas.
La anécdota en la trama tejida por Shaffer, podría resumirse como la violenta reacción que adoptan personas que creen amenazada su posición, logros y certezas, ante la presencia perturbadora de otras personas con talentos, ideas u objetivos diferentes. La mediocridad que invoca este Salieri, no es sino el temor al cambio y hay muchas historias que versan sobre este mismo tema. Me viene a la mente como otro ejemplo, la película de culto Free Rider (Busco mi destino, 1969, con Dennis Hopper, actor director, Peter Fonda y Jack Nicholson).
En la misma línea, pero sin reducir el caso a un enfrentamiento entre dos personalidades, podría decirse que el drama que narra la película ilustra los esfuerzos del arte artesanal cortesano por resistir al arte artístico libre. Y aquí me apoyo en Norbert Elías, ese gran sociólogo judío alemán, que dedicó un estudio a Mozart que fue titulado justamente como “Sociología de un genio”.
Elías sitúa a Mozart justamente en la encrucijada de la transición entre estos dos tipos de arte, uno al servicio de las actividades sociales de consumidores aristocráticos, y otro, como actos de creación individual destinados a un mercado de compradores anónimos.
En esa perspectiva, Mozart fue un rebelde que decidió ser un artista libre y rompió con el Arzobispo de Salzburgo al que servía y con su propio padre que había influido decisivamente en hacer de él un niño prodigio. Mozart marchó a Viena y buscó hacerse un lugar en otras ciudades importantes de Europa como París. Este rompimiento fundamental que marcará sus últimos diez años de vida, está descrito en la película.
“Con el cambio de la posición y la función social del músico –escribió Elías- se transformó al mismo tiempo el estilo y el carácter de su música. La singularidad de la música de Mozart surgió, sin duda, de lo irrepetible de su talento. Pero la forma en que se desplegó este talento, cómo llegó a expresarse en sus obras, está relacionada hasta en sus mínimos detalles con que él, un músico cortesano, había dado el paso hacia el prematuramente, en un momento en que, aunque el desarrollo de la sociedad se lo permitiera, institucionalmente todavía no tenía preparado el terreno” (52).
Este pasó es el que conduce además a Mozart a desafiar a su tiempo y conectando con las ideas de la ilustración y su asimilación a la francmasonería, escribir óperas de contenido contrario a la aristocracia como fueron “La Boda de Fígaro” y “Don Giovanni”.
Al referirse al conflicto que enfrenta a Mozart con el Arzobispo de Salzburgo, Elías señala que “se trataba de algo más que de dos personas: se trataba de dos concepciones de la función social del músico, de las cuales una estaba firmemente establecida, mientras que para la otra aún no existía un lugar concreto; y también se trataba de dos tipos de música, de las cuales una, la cortesana artesanal, se correspondía por completo con el orden social dominante, mientras que la otra, la del “artista libre”, se oponía a la primera” (137).
Elías apunta que “como cualquier . Mozart era una excepción en su sociedad, un ser anómalo y un poco rebelde en su comportamiento” (132)
Luego apunta “que el sustento de Mozart dependiera de la aristocracia cortesana, mientras que su manera de hacer personal ya se correspondía con la del que primeramente intentaba seguir la corriente de su propia fantasía y la obligación autoimpuesta de su propia conciencia artística, fue la causa principal de la tragedia de su vida” (150).
Y este acto de independencia y rebeldía habría conducido a que “al final, también fue abandonado por la mayoría de personas que había frecuentado anteriormente. No era únicamente culpa de ellos, la historia no es tan sencilla. Pero sin duda, estaba cada vez más solo. Es posible que al final simplemente se abandonara a su suerte y se dejara morir” (14).
Así, el personaje Salieri de este drama no es sino la encarnación de todos los que se mantuvieron anclados a una forma de arte que tenía que dejar su lugar a la creación libre. En este otro sentido, Mozart el gran compositor, también fue un genio adelantado.

Norbert Elías: Mozart. Sociología de un genio. Ediciones Península. Barcelona. 1991.

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