EL LEGADO DE COASE

La pasada semana falleció Ronald Coase, Premio Nobel de Economía 1991. Mis lecturas de los escritos de este longevo (falleció con 102 años) economista inglés, han influido notablemente en mi comprensión de los temas cruciales de nuestra ciencia. Sus textos son densos, de difícil lectura, sin lenguaje matemático de soporte, apoyado en la casuística y con un razonamiento demoledor.

Entre sus contribuciones destacan dos. De ambas me he ocupado en sendas notas anteriores. La primera refiere a la naturaleza de la empresa. La idea central en su escrito es que contrariamente a lo que postulaba la economía clásica, el intercambio tiene un costo. En consecuencia, quien pretendiera producir un bien encontraría muchas dificultades en efectuar sucesivas transacciones en el mercado para añadir cada acción o parte necesaria, para completarlo. Este esfuerzo podía ser sustituido por la organización que llamamos empresa. Pero dentro de la empresa no hay costos de transacción por el intercambio, sino costos administrativos.

Si es así, las empresas de la sociedad podrían escalar hasta el infinito internalizando los costos de transacción convertidos en costos de administración. El extremo sería una sociedad en la cual no habría mercado y los costos de transacción serían totalmente sustituidos por costos administrativos. Este sería el caso de la economía centralmente planificada postulada por el socialismo real.

Pero el propio Coase descartó que esto pudiera ser posible y sobre todo deseable, pues en diversas escalas, los costos de administración de las organizaciones se hacen mayores que los costos de transacción. Por tanto, en esas condiciones, resulta crecientemente ineficiente reemplazar las transacciones en el mercado por la organización interna. Un Estado que concentrara todas las decisiones, sería por definición ineficiente. Pero también lo son las grandes empresas. Cuando los grupos económicos crecen desmesuradamente y tienen dominio de mercado, son extremadamente ineficientes y encima son muy costosos para la sociedad cuando caen. Esto fue predicho por el razonamiento de Coase.

El problema del coste social

El otro gran tema de Coase son los costos ocasionados a terceros por la actividad de cualquier agente económico, lo que denominamos externalidades negativas. El principio de que quien ejecuta la acción o contamina en sus muy variadas formas, debe compensar, resulta siendo una simpleza.

En el derecho, quien llegó primero es el afectado. Pero llegar primero no significa aprovechar mejor los recursos y obtener un resultado más eficiente. Para Coase lo que debería prevalecer es aquello que genera mayor valor. De este modo se puede compensar a quien ostenta títulos anteriores y la sociedad en conjunto y no solo las partes involucradas, obtienen mayor beneficio.

En esa perspectiva, para Coase si una actividad afecta a otras o simplemente a individuos que no efectúan una actividad, el problema no es en una dirección sino recíproco y debe resolverse de modo que se genere el mayor valor posible.

Por cierto Coase no reconocía en su fundamentación, derechos a la naturaleza y tomaba poco en cuenta el efecto que las acciones de las personas pudieran tener sobre las futuras generaciones. Incluso, cuando se compara los valores es difícil contrastar lo que puede ser el beneficio económico de una explotación con relación a la cultura y creencias de las personas que podrían verse afectadas. Esas son preferencias que no pasan por el mercado y sobre las cuales es bastante más difícil ponerse de acuerdo y pretender resolverlo por una compensación.

Pero Coase nos propuso una forma de resolver estos problemas y ese es necesariamente el punto de partida. Nos permitió ver las cosas de otra manera y eso es lo más importante en la ciencia.

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Fuente: Business Week

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