LAS EMPRESAS Y LOS ACTIVOS ESPECÍFICOS

En la economía del costo de transacción, aquella en que el uso del mecanismo de precio tiene un costo, algunos de éstos son determinados por la especificidad de los activos y en general de factores productivos. Oliver Williamson, Premio Nobel 2009, define a los activos como específicos por el grado en que pueden destinarse a usos alternativos y por usuarios alternativos, sin sacrificar el valor productivo. Estos influyen en la naturaleza de la transacción, en la modalidad de financiamiento de un proyecto y en la integración vertical de las empresas.

En su artículo “La lógica de la organización económica”*, Williamson recuerda que en la transacción descrita por la teoría neoclásica, las relaciones son impersonales. Como hay racionalidad e información completa, los agentes económicos elegirán lo más adecuado de acuerdo a sus preferencias y al menor precio. La teoría del costo de transacción señala en cambio, que los agentes tienen racionalidad e información limitada y que hay una propensión al comportamiento oportunista, es decir, aprovechar cualquier ventaja que les proporcione la ignorancia o descuido de la otra parte. Dicho de otro modo, no es la buena fe la que caracteriza el comportamiento de los individuos.
La repetición de las transacciones puede corregir el error inicial de alguna de las partes que pudieron ser sorprendidas y limitar el comportamiento oportunista. Esto puede explicar por qué muchos productores protegieron su buen nombre o establecieron una marca para que el consumidor tenga mayor información al adquirir un bien. Aún cuando el productor no se conociera con su cliente final, este último reconocía ciertos atributos al primero y lo elegía. Conforme los sistemas de mercadeo se han sofisticado y la tecnología proporciona los medios para procesar muchísima información, los productores y en especial los intermediarios están en condiciones de conocer mejor las preferencias de sus clientes y personalizar la atención.
En cambio, cuando se trata de ventas de ocasión, bienes de segunda o más reventa, o activos específicos, no es posible aprender del error y es necesario asegurarse que el bien cumple con las características demandadas, incluyendo de ser el caso, garantías y servicios post venta. A diferencia de una venta ordinaria que no requiere de un contrato, cuando se trata de ventas de activos específicos y ventas ocasionales de significativo precio, es importante respaldar la operación con un contrato. Cuanto más complejo sea el bien y el uso que se le dará, más complejo el contrato (más específico). Pero aún cuando se le ponga la máxima atención al tema, ese contrato será de acuerdo a Williamson, un contrato incompleto.
Para el caso de los activos específicos será necesario además establecer alguna forma de relación bilateral e intertemporal con el proveedor. Un contrato de esta naturaleza le proporciona algunas seguridades al comprador respecto a la calidad del activo y un soporte para su mantenimiento, reparación y mejora (upgrading). Por ejemplo, este tema se puede encontrar en el armado de una planta llave en mano o en el desarrollo de un software.

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Otra relación que encuentra Williamson es con el financiamiento. Una empresa puede adquirir un activo endeudándose o por arrendamiento financiero (leasing). Lo que facilita estas operaciones es que si el prestatario incumple con sus compromisos, la primera garantía del prestamista será el propio activo. Si éste puede destinarse a usos alternativos y por usuarios alternativos, sin sacrificar su valor productivo, la operación tendrá un gran sustento. En cambio, si es un activo específico, no será una garantía adecuada. El financiador tendrá reparos en proporcionar dinero para una operación incierta en la cual el valor residual puede ser muy bajo una vez liquidado el negocio.
Si las condiciones para un acreedor no resultan satisfactorias, la opción es obtener recursos brindando mayores derechos al financista. Una modalidad es hacerlo socio a través de la emisión de acciones e incluso de acciones preferentes. Williamson señala que el valor de un derecho preferente decrece a medida que se incrementa el grado de especificidad de los activos. Así la especificidad de los activos puede influir no sólo en la modalidad de financiamiento sino también en la estructura de gobierno corporativa.
Finalmente, el grado de especificidad de los activos también influirá sobre la integración vertical de las empresas. Coase señalaba que la decisión sobre integrar una actividad adicional en una empresa dependería de si el aumento del costo de administración sería inferior al costo de adquisición (transacción) del bien (insumo) de otra empresa a través del mercado. Williamson anota que el costo incremental de administración está asociado al esfuerzo de adaptación de la nueva actividad a la operación de la empresa y a un balance entre lo que denomina incentivos de alta potencia que proporciona el mercado por efecto de la competencia, con los incentivos de baja potencia que son los que corresponderían a la administración.
Una actividad con activos específicos en la medida en que obliga a establecer relaciones bilaterales o deja escasas opciones para otros proveedores, reduce los incentivos de alta potencia que proporciona el mercado y que están asociados a la competencia. Se deriva de esto, que cuando la actividad requiere de activos específicos, el costo de adaptación y administración podrían asegurar un beneficio para la empresa. Dicho de otro modo, las actividades que debería preferir la empresa son aquellas que le son específicas. Y en esto se coincide con Demsetz cuando éste señala que uno de los fundamentos de la empresa, es la gestión del conocimiento que le es propio y específico.

*Publicado en La Naturaleza de la Empresa. O. Williamson y S. Winter. FCE, México, 1991.

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