LA EMPRESA EN LA TEORÍA DE COASE

En 1937, Ronald Coase tuvo una intuición genial*. Se preguntó por qué en las empresas un cuerpo administrativo coordinaba el uso de los factores productivos en reemplazo del mecanismo de precios. Su respuesta fue que esto ocurría cuando el costo de esa coordinación era menor que las transacciones correspondientes en el mercado.

El punto de partida de Coase, era que las transacciones en los mercados tienen un costo. Y estos costos son más elevados cuando se trata de factores y servicios productivos. Esto ocurre porque los factores que se adquieren o contratan se aplican a procesos repetitivos y de largo plazo. No se trata de adquirir un bien o servicio ocasional, sino de asegurar una provisión continua o disponer de un activo específico. Eso eleva el costo de búsqueda, elección y contratación.
El premio Nobel Coase nos explicaba cuándo conviene emplear el mecanismo de la empresa y cuando es preferible emplear el mecanismo de precios. Lo que no explicaba Coase es por qué algunos individuos organizan empresas y otros individuos trabajan para esas empresas. Él ironiza cualquier referencia a la voluntad de ciertos individuos de subordinarse así como de tratar de ser independiente y descarta estas preferencias como una explicación de la naturaleza de la empresa.

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Pero no habría empresas si no hubiera trabajadores libres que estuvieran dispuestos a emplearse por una organización. La explicación más plausible es que un grupo de individuos acumularon capital y los restantes sólo disponen de su fuerza de trabajo. Marx explicó esta diferenciación por un proceso histórico que denominó la acumulación originaria o primitiva de capital** que consistió principalmente en despojar al pequeño productor de sus medios de producción y subsistencia. Sin este paso, no hubiera existido una población obrera para las industrias. A estos los llamó proletarios para subrayar que sólo eran dueños de su prole, su descendencia.
Pero aún cuando hubiera varios individuos con capital, es decir, con capacidad de adquirir factores productivos, entre ellos principalmente el trabajo, de modo que les permitiera producir más y obtener mayores beneficios, no todos los que tienen capital forman empresas. Coase no nos explica por qué unos individuos forman empresas y otros no. O empleando sus palabras, por qué algunos individuos preferirían coordinar los factores en una organización en lugar de adquirirlos uno a uno, en el mercado cada vez que se requieran, y otros no forman empresas ni operan a través del mecanismo de precio. Por qué no son coordinadores – empresarios o cuál es la explicación o motivación para ser empresario.
El hecho de que en la actualidad haya tantas empresas no quiere decir que no pueda haber más. De hecho, siempre se crean más empresas, algunas para reducir los costos de coordinación en que incurren sus predecesoras y otras para producir nuevos bienes o viejos bienes con una nueva combinación de factores y servicios. Lo que hoy tiene un menor costo de coordinación por la empresa respecto del mecanismo de precios, mañana podría ser más costoso.
Coase no nos proporciona una explicación de por qué se formaron las primeras empresas y las siguientes. No nos dice como ciertos individuos se convierten en empresarios organizadores. Nos proporciona en cambio, una explicación de por qué aquellos individuos que formaron empresas, escogerían un nivel de coordinación interna y otro nivel de contratación externa a través del mecanismo de precios. Nos explica también por qué una empresa constituida, antes de agregar una actividad más a su organización, compararía si su costo es menor o conviene adquirirla con el mecanismo de precios.
Y por cierto, Coase formalizó la idea de los costos de transacción. Efectuar transacciones en los mercados, emplear el mecanismo de precios, tiene un costo, y este costo es diferenciado y más elevado cuando se trata de factores de producción. Los beneficios tienen como contrapartida, mayores costos de transacción y un mayor riesgo, que es la característica de la actividad empresarial.
* Ese año publicó su artículo “La naturaleza de la empresa”.
** El Capital, Tomo I

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