Alguien te dejó en la encrucijada, y tú miras prolongadamente hacia atrás. Pasos plateados a la sombra de pequeños manzanos deformes. Resplandece, purpúrea la fruta en el negro ramaje, y entre la hierba la serpiente muda de piel. La oscuridad, el sudor aparece en la frente glacial y los tristes sueños en el ron de la mesa bajo las vigas ahumadas. Tú, desierto todavía, que haces surgir por hechizo islas rosadas de las oscuras nubes del tabaco y arrancas de lo íntimo el grito salvaje de los arrecifes para entender mis tormentas. Tú, un verde metal, y por dentro un rostro de fuego que quiere irse para cantar desde el monte de los osarios los tiempos tenebrosos y la caída en llamas del ángel… Hoy me visita un muerto y la verde sombra de los olivos alegremente se reflejará en mi ventana, bajaré, abriré la puerta y lo dejaré pasar con la misma desesperación con la que un grito cae en la tiniebla…

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