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Con la misma vara

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¿Es posible pensar en una misma evaluación para todos? ¿Si la educación es un derecho, la evaluación diferenciada también lo es?
Cada vez más docentes y profesionales ligados al campo educativo, se interesan por conocer la manera como las personas aprenden y requieren ser evaluadas.
Desde un paradigma tradicional, que muchos de nosotros conocemos porque hemos crecido con él, la evaluación se centra en la medición del contenido, con un único instrumento para todos los estudiantes.
En los últimos años, los educadores hemos aprendido de los aportes psicológicos. Podemos comprender que cada estudiante es una persona diferente que posee un estilo de aprendizaje, habilidades y características que lo hacen único.
Aunque es importante reconocer las diferencias en el aula, resulta aún más necesario saber que el demostrar el logro puede manifestarse, observarse y evaluarse en cada persona de forma particular.
En la práctica, encontramos por ejemplo niños y niñas con problemas de motricidad fina, lo cual dificulta que se expresen a través de la escritura. En estos casos se pueden considerar las exposiciones orales o las dramatizaciones.
Asimismo, los ítems de evaluación pueden ajustarse sin perder de vista los indicadores de logro de modo que las más empleadas pruebas escritas pueden ser diferenciadas y presentar una variedad de actividades, acordes a las habilidades de los estudiantes.
Sobre este punto creo que los docentes tenemos un largo camino por recorrer. He tenido oportunidad de encontrar colegas que no desean aplicar evaluaciones diferenciadas porque supone un trabajo adicional o porque piensan que esta práctica significa “bajar el nivel” para aprobar a los “bajitos”. Lo que más nos hace falta es cambiar nuestras propias estructuras e ideas sobre cómo evaluar. Sigue leyendo