La nueva Ruta de la Seda pasará por Irán

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El acuerdo de los seis potencias mundiales con Irán es importante no sólo porque evitará una guerra o una carrera nuclear en Oriente Próximo, sino porque abre la vía a una reintegración del país en el marco regional y mundial. Pero ello no significa que Irán dejará de defender con ahínco lo que considera son sus intereses nacionales, ni que el régimen de los ayatolás vaya a abrirse de un día para otro. El levantamiento de las sanciones puede suponer un shock de oferta que socave el régimen pero éste hará todo lo posible para resistir (como en Cuba y China, casos muy diferentes). Aunque la gran fiesta popular en Teherán que acogió la noticia, no organizada por el régimen, es un buen reflejo de cómo está aquella sociedad. Si Obama ha tenido éxito es porque, a diferencia de sus predecesores, no creyó en resolver la cuestión nuclear forzando (si hubiera podido) un cambio de régimen, sino, como ya hemos señalado, aspirando a transformarlo resolviendo la cuestión nuclear. La Unidad de Inteligencia de The Economist prevé que la economía de Irán, que está creciendo este año a un mero 2%, lo hará durante el resto de la década a un 5,2% anual, y pasará de ser la 29ª a la 22ª del mundo.

Con los acontecimientos de los últimos años, Irán ha ganado posiciones, debido en gran parte a errores occidentales: lo ha hecho en Irak y en Líbano, y menos en Gaza –dado el distanciamiento de Hamás– aunque se mantiene en Siria en la medida en que su aliado Al Assad resiste más de lo previsto. En Yemen, también influye. El acuerdo de Viena vuelve a reforzar a Irán, y, es lo que pone nerviosos tanto a Arabia Saudí, su gran rival regional (geopolítico y religioso: suní contra chií) como al primer ministro de Israel, Benjamin Netanyahu, abiertamente opuesto en lo que puede ser su mayor error histórico, o una manera de asegurarse más ayuda militar americana. Ambos coinciden en su visión de que el acuerdo hace la región más peligrosa, no menos, pues amplía el margen de maniobra de Irán para actuar. Esta manera de pensar lleva a volver a hablar de “disuasión” e incluso de una política de “contención”. Turquía, el otro gran rival regional, está en otra cosa.

Que gane Irán no significa que pierdan los demás. Aunque no se vayan a resolver milagrosamente muchos de los problemas que sufren el peso de la geografía, la historia y la religión en una región plagada de guerras civiles o por delegación (proxy), Obama tiene razón al afirmar que el mundo es más seguro tras este acuerdo. Pero la previsible “normalización” internacional de Irán no significa ortodoxia, ni siquiera a corto plazo restablecimiento de relaciones diplomáticas con Washington. No cabe esperar que el régimen de los ayatolás ceda a corto plazo en una cierta retórica antiamericana –como ya lo ha dejado ver el gran ayatolá Jamenei– o anti-sionista (la sociedad es otra cosa). El acuerdo, como bien lo expresaron Obama y Kerry, no está basado sobre la confianza, sino sobre un sistema estricto de verificación de las medidas acordadas.

Estamos ante un movimiento de fondo que no se limita a las tradicionales potenciales regionales (incluidos EEUU y Rusia), sino también a otra como China (una de las seis potencias mundiales en Viena). Significativamente, el proyecto (en su parte terrestre) deNueva Ruta de la Seda (los chinos lo llaman también iniciativa de “Un cinturón – Una ruta”) pasa por el norte de Irán, abriendo posibilidades de cooperación entre EEUU y Pekín al respecto. Es decir, que lo que está en juego es la reintegración de una civilización milenaria, la persa, que es consciente del peso de la historia y la geografía, y más aún cuando el mundo está cambiando. Irán es aún observador en la Organización de Cooperación de Shanghai, que se acaba de reforzar con el ingreso de India y Pakistán. Hay movimientos tectónicos de profundidad.

El politólogo iraní, Mahmood Sariolghalam, actualmente uno de los consejeros del presidente Rohani, y que Roberto Toscano recordó en su entrevista para la Revista Elcano, define la política exterior iraní desde tres círculos concéntricos. El exterior es la dimensión religiosa (islámica y chií); el intermedio, la “anti-imperialista”; y el tercero, el centro, los asuntos de interés nacional. El consenso popular es mayor en el centro que en el exterior. El que menos importa es el religioso. Son los intereses de seguridad nacional los que de verdad definen la política iraní. Pero son el régimen y sobre todo su cúpula, el gran ayatolá, los que la deciden. De ahí que la evolución del régimen sea importante. Los más conservadores temen justamente perder el control frente a una sociedad que en un 70% no había nacido cuando la Revolución Jomeinista de 1979. Algunos duros, como el ex presidente Abolhassan Bani-Sadr, han juzgado el acuerdo como “una capitulación ante potencias extranjeras”. Pero aunque controlan el parlamento, la última palabra la tiene Jamenei. Si bien no cabe excluir más mano dura contra la disidencia para demostrar que el régimen no ha cedido.

Y si la geopolítica manda, toda la política es local. Rouhani, el presidente reformista, se ha visto reforzado con este acuerdo por las perspectivas económicas que abre. Y ha hablado de la “apertura de nuevos horizontes comunes”. Entre ellos, según su ministro de Exteriores, Zarif, “los hombre encapuchados que están devastando la cuna de la civilización”, es decir, Daesh, un enemigo común para muchos. Los dirigentes iraníes saben que EEUU necesita su colaboración contra el “Estados Islámico” para pacificar Siria, en Irak y para integrar a Afganistán.

El acuerdo de Viena, logrado tras 10 años de duras negociaciones, ha sido el triunfo de la diplomacia (apoyada en unas sanciones económicas que han surgido efecto) y que puede contrarrestar el lenguaje de las armas que ha regresado en varias parte del mundo. El Tratado de No Proliferación ha salido reforzado. Y aunque en realidad esta negociación la ha llevado EEUU, la fórmula 5+1 ha funcionado: es decir, los cinco permanentes del Consejo de Seguridad de la ONU más Alemania, y cabe añadir la propia UE, que ha tenido un papel destacado en el último tramo en la figura de Federica Mogherini, y antes de Javier Solana y Catherine Ashton.

Israel: The Case Against Attacking Iran

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On Aug. 21, Israeli Channel 2 Television aired a recording of Ehud Barak, Israel’s former defense minister and former prime minister, saying that on three separate occasions, Israel had planned to attack Iran’s nuclear facilities but canceled the attacks. According to Barak, in 2010 Israel’s chief of staff at the time, Gabi Ashkenazi, refused to approve an attack plan. Israeli Cabinet members Moshe Yaalon and Yuval Steinitz backed out of another plan, and in 2012 an attack was canceled because it coincided with planned U.S.-Israeli military exercises and a visit from then-U.S. Defense Secretary Leon Panetta.

The fact that the interview was released at all is odd. Barak claimed to have believed that the tape would not be aired, and he supposedly tried unsuccessfully to stop the broadcast. It would seem that Barak didn’t have enough clout to pressure the censor to block it, which I suppose is possible.

Yaalon, like Ashkenazi, was once chief of staff of Israel Defense Forces but was also vice premier and Barak’s successor as defense minister. Steinitz had been finance minister and was vocal in his concerns about Iran. What Barak is saying, therefore, is that a chief of staff and a vice premier and former chief of staff blocked the planned attacks. As to the coinciding of a U.S.-Israeli exercise with a planned attack, that is quite puzzling, because such exercises are planned well in advance. Perhaps there was some weakness in Iranian defenses that opened and closed periodically, and that drove the timing of the attack. Or perhaps Barak was just confusing the issue.

A number of points are worth noting: Ehud Barak is not a man to speak casually about highly classified matters, certainly not while being recorded. Moreover, the idea that Barak was unable to persuade the military censor to block the airing of the recording is highly improbable. For some reason, Barak wanted to say this, and he wanted it broadcast.

Part of the reason might have been to explain why Israel, so concerned about Iran, didn’t take action against Iran’s nuclear facilities. Given the current debate in the U.S. Congress, that is a question that is undoubtedly being asked. The explanation Barak is giving seems to be that senior military and defense officials blocked the plans and that the Israelis didn’t want to upset the Americans by attacking during a joint exercise. The problem with this explanation is that it is well known that Israeli military and intelligence officials had argued against an Israeli strike and that the United States would have been upset whether or not joint exercises were occurring.

It would seem, intentionally or unintentionally, that Barak is calling Israeli attention to two facts. The first is that militarily taking out Iranian facilities would be difficult, and the second is that attempting to do so would affect relations with Israel’s indispensible ally, the United States. Military leaders’ opposition to the strikes had been rumored and hinted at in public statements by retired military and intelligence heads; Barak is confirming that those objections were the decisive reason Israel did not attack. The military was not sure it could succeed.

The Potential for Disastrous Failure

A military operation, like anything else in life, must be judged in two ways. First, what are the consequences of failure? Second, how likely is failure? Take, for example, the failure of the U.S. hostage rescue operation in 1980. Apart from the obvious costs, the failure gave the Iranian government reason to reduce its respect for U.S. power and thus potentially emboldened Iran to take more risks. Even more important, it enhanced the reputation of the Iranian government in the eyes of its people, both demonstrating that the United States threatened Iranian sovereignty and increasing the credibility of the government’s ability to defend Iran. Finally, it eroded confidence in U.S. political and military leaders among the U.S. public. In reducing the threat and the perception of threat, the failure of the operation gave the Iranian regime more room to maneuver.

For the Israelis, the price of failure in an attack on Iranian nuclear sites would have been substantial. One of Israel’s major strategic political assets is the public’s belief in its military competence. Forged during the 1967 war, the IDF’s public image has survived a number of stalemates and setbacks. A failure in Iran would damage that image even if, in reality, the military’s strength remained intact. Far more important, it would, as the failed U.S. operation did in 1980, enhance Iran’s position. Given the nature of the targets, any attack would likely require a special operations component along with airstrikes, and any casualties, downed pilots or commandos taken prisoner would create an impression of Israeli weakness contrasting with Iranian strength. That perception would be an immeasurable advantage for Iran in its efforts to accrue power in the region. Thus for Israel, the cost of failure would be extreme.

This must be measured against the possibility of success. In war, as in everything, the most obvious successes can evolve into failure. There were several potential points for failure in an attack on Iran. How confident were the Israelis that their intelligence on locations, fortifications and defenses were accurate? How confident were they that they could destroy the right targets? More important, perhaps, how certain could they be that the strikes had destroyed the targets? Finally, and most important, did they know what Iran’s recuperative capabilities were? How quickly could the Iranians restore their program? Frequently, an operationally successful assault does not deal with the strategic problem. The goal of an attack was to make Iran incapable of building a nuclear weapon; would destroying all known targets achieve that strategic goal?

One of the things to bear in mind is that the Iranians were as obsessed with Israeli and U.S. intelligence efforts as the Israelis and Americans were obsessed with the Iranian programs. Iran’s facilities were built to be protected from attack. The Iranians were also sophisticated in deception; knowing that they were being watched, they made efforts to confuse and mislead their observers. The Israelis could never be certain that they were not deceived by every supposedly reliable source, every satellite image and every intercepted phone call. Even if only one or two sources of information were actually misleading, which sources were they?

A failed Israeli assault on Iran would cause a major readjustment among other regional players in the way they perceive Israel and Iran. And for Israel, the perception of its military effectiveness is a strategic asset. There was a high risk of damaging that strategic asset in a failed operation, coupled with a strong chance that Israeli actions could unintentionally bolster Iran’s power in the region. The likelihood of success was thrown into question by Israel’s dependence on intelligence. In war, intelligence failure is a given. The issue is how great the failure will be — and there is no way to know until after the strike. Furthermore, operational success may not yield strategic success. Therefore, the ratio of potential risk versus reward argued against an attack.

Considering Iran’s Capabilities

There is another side to this equation: What exactly were the Iranians capable of? As I have argued before, enriched uranium is a necessary but insufficient component for a nuclear weapon. It is enough to create a device that can be detonated underground in controlled conditions. But the development of a weapon, as opposed to a device, requires extensive technology in miniaturization and ruggedization to ensure the weapon reaches its target. Those who fixated on progress in uranium enrichment failed to consider the other technologies necessary to create nuclear weaponry. Some, including myself, argued that the constant delays in completing a weapon were rooted both in the lack of critical technologies and in Iranian concerns about the consequence of failure.

Then there is the question of timing. A nuclear weapon would be most vulnerable at the moment it was completed and mounted on its delivery system. At that point, it would no longer be underground, and the Israelis would have an opportunity to strike when Iranians were in the process of marrying the weapon to the delivery device. Israel, and to an even greater extent the United States, has reconnaissance capabilities. The Iranians know that the final phase of weapon development is when they most risk detection and attack. The Israelis may have felt that, as risky as a future operation may seem, it was far less likely to fail than a premature attack.

Barak’s Motivations

Whether intentionally or not (and I suspect intentionally) Barak was calling attention, not to prior plans for an attack on Iran, but to the decision to abandon those plans. He pointed out that an Israeli chief of staff blocked one plan, a former chief of staff blocked a second plan and concern for U.S. sensibilities blocked a third. To put it in different terms, the Israelis considered and abandoned attacks on Iran on several occasions, when senior commanders or Cabinet members with significant military experience refused to approve the plan. Unmentioned was that neither the prime minister nor the Cabinet overruled them. Their judgment — and the judgment of many others — was that an attack shouldn’t be executed, at least not at that time.

Barak’s statement can be read as an argument for sanctions. If the generals have insufficient confidence in an attack, or if an attack can be permanently canceled because of an exercise with the Americans, then the only option is to increase sanctions. But Barak also knows that pain will not always bring capitulation. Sanctions might be politically satisfying to countries unable to achieve their ends through military action or covert means. As Barak undoubtedly knows, imposing further restrictions on Iran’s economy makes everyone feel something useful is being done. But sanctions, like military action, can produce unwelcome results. Measures far more painful than economic sanctions still failed to force capitulation in the United Kingdom or Germany, and did so in Japan only after atomic weapons were used. The bombing of North Vietnam did not cause capitulation. Sanctions on South Africa did work, but that was a deeply split nation with a majority in favor of the economic measures. Sanctions have not prompted Russia to change its policy. Imposing pain frequently unites a country and empowers the government. Moreover, unless sanctions rapidly lead to a collapse, they would not give Iran any motivation not to complete a nuclear weapon.

I don’t think Barak was making the case for sanctions. What he was saying is that every time the Israelis thought of military action against Iran, they decided not to do it. And he wasn’t really saying that the generals, ministers or the Americans blocked it. In actuality, he was saying that ultimately, Prime Minister Benjamin Netanyahu blocked it, because in the end, Netanyahu was in a position to force the issue if he wanted to. Barak was saying that Israel did not have a military option. He was not attacking Netanyahu for this decision; he was simply making it known.

It’s unlikely that Barak believes sanctions will compel Iran to abandon its nuclear program, any more the current agreement does. My guess is that for him, both are irrelevant. Either the Iranians do not have the ability or desire to build a bomb, or there will come a point when they can no longer hide the program — and that is the point when they will be most vulnerable to attack. It is at that moment, when the Iranians are seen arming a delivery system, that an Israeli or U.S. submarine will fire a missile and end the issue.

If Barak didn’t want a strike on Iran, if Netanyahu didn’t want a strike and if Barak has no confidence in agreements or sanctions, then Barak must have something in mind for dealing with an Iranian nuclear weapon — if it ever does appear. Barak is an old soldier who knows how to refrain from firing until he is most certain of success, even if the delay makes everyone else nervous. He is not a believer in diplomatic solutions, gestures to indirectly inflict pain or operations destined for failure. At any rate, he has revealed that Israel did not have an effective military option to hamper Iran’s nuclear program. And I find it impossible to believe he would rely on sanctions or diplomacy. Rather, he would wait to strike until Iran had committed to arming a delivery system, leaving itself wide open to attack — a nerve-racking solution, but one with the best chance of success.

El desafío chino

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La economía internacional está cambiando rápidamente. Durante décadas, los ojos de los operadores bursátiles se centraban casi exclusivamente en los datos de EEUU, la gran economía mundial que determinaba los precios de las commodities, desde el petróleo al maíz.

Se decía que cuando EEUU estornudaba, otras partes del mundo, empezando por Europa, cogían un resfriado. En la segunda década del siglo XXI, las cosas han cambiado. Hoy ya no es EEUU quien determina los precios de las materias primas, sino China, la segunda economía del mundo, y la que ha aportado más de un tercio del crecimiento mundial desde el año 2010. Más del doble que EEUU. The Economist resume bien el nuevo contexto: “El mundo depende peligrosamente del crecimiento de China”.

Esta nueva realidad se ha hecho patente esta semana cuando el banco central chino decidió cambiar el régimen de tipo de cambio y el yuan perdió casi un 3.5% de su valor en tres sesiones, el movimiento más brusco en dos décadas.

Esto se ha interpretado en los mercados internacionales como una señal de que la economía china está incluso peor de lo que se temía. Según esta versión, después de bajar los tipos de interés y los ratios de reservas bancarias, y de promover una burbuja bursátil que les explotó en las manos, a las autoridades chinas no les ha quedado otro remedio que devaluar la moneda para estimular el crecimiento. Esto ha generado una enorme preocupación en los mercados.

Las bolsas de todo el mundo han caído, y así lo han hecho los precios de las materias primas. Para muchos analistas, China acaba de iniciar una nueva ronda de guerra de divisas.

Ésta es una lectura coyuntural, el caso es que la guerra de divisas se libra todos los días en un mercado global, el del Foreign Exchange (FX), que tiene un volumen diario de 5,3 billones de dólares. Para poner esta cifra en perspectiva, esto es lo mismo que el PIB anual de Alemania y España juntas.

Está tanto dinero en juego que muchos consideran que el mercado FX es el campo de batalla de la guerra moderna. Los países miden sus fuerzas, constantemente, cada segundo, en todas las plazas del mundo. Como dijo Robert Mundell, “las grandes naciones tienen grandes monedas”. Es por eso que es importante analizar el mercado de las divisas desde el punto de vista económico, pero también desde la política.

Eso es justamente lo que hace la economía política internacional, una disciplina que combina los estudios de la economía y las relaciones internacionales.

La economía política internacional nos ayuda justamente a entender el poder monetario de una nación. Muchos creen que este poder se mide en el valor de la divisa. Cuanto más valor tiene, más poderoso es el país que la emite. El dólar, la libra esterlina y en su día el marco alemán siempre han tenido un valor alto, reflejando así el poder de sus naciones.

Sin embargo, ésta es solo la parte económica. El valor de una moneda se mide por el grado de demanda que hay por ella. Suiza es un país atractivo para los ahorros y exporta productos de alta calidad y por lo tanto su moneda es muy fuerte. ¿Pero es Suiza una potencia monetaria? No.

Aquí es cuando entra la política. El poder monetario no está en el valor de la divisa, sino en poder manipular el valor de la misma en beneficio de los intereses nacionales. EEUU es el mejor ejemplo de una potencia monetaria, ya que durante décadas han llevado el valor del dólar ahí dónde más les interesaba, a veces hacia arriba cuando la inflación era demasiado alta, como a finales de los 70, y a veces hacia abajo cuando había que estimular las exportaciones, como en la segunda mitad de los 80.

La definición de poder monetario internacional es simple. Se trata de la capacidad de evitar costes de ajuste en el reequilibrio de la balanza de pagos. Es decir, cuando un país tiene un enorme déficit o un superávit en la cuenta corriente, necesita realizar un ajuste estructural de su economía. Nadie puede exportar o importar sin límites. Llega un momento en el que el equilibrio se rompe y hay que cambiar de modelo de crecimiento, y lógicamente eso tiene costes.

El poder monetario ayuda a que parte de esos costes los paguen los socios comerciales. Esto es lo que pasó tras la crisis financiera global. Ésta se produjo en parte porque EEUU tenía un déficit excesivo, de cerca de un 6% (mientras que en los peores años de Reagan no había superado el 3,5%), y China presentaba un superávit igualmente desproporcionado de cerca de un 10%. Como en otras ocasiones, EEUU necesitaba un dólar débil para reequilibrar su balanza.

Para ello, aplicó una política monetaria ultra-expansiva (quantitative easing). ¿Quién asumió gran parte de esos costes de ajuste? No China, que mantuvo su moneda anclada al dólar. Más bien los europeos de la zona euro, que tuvieron que soportar, en plena recesión, un tipo de cambio por encima de 1,40 dólares.

En otras palabras, hasta que Mario Draghi no cogió el timón del Banco Central Europeo los europeos eran los grandes perdedores en la guerra de divisas. Tenían la segunda moneda de reserva del mundo, pero no sabían (o no querían) manipular su valor para estimular la economía. Tenían una moneda dura, fuerte, pero su poder monetario era débil.

Desde Fráncfort se decía que no se quería entrar en una espiral de devaluaciones competitivas que llevase a un recrudecimiento de la guerra de divisas. Esto hizo que Arnaud Montebourg, el ministro de Industria de Francia, llegase a decir que los europeos eran “los idiotas del pueblo global”.

Todos estaban devaluando sus monedas. Los americanos, los chinos, los japoneses, los coreanos, hasta los suizos, menos los “tontos” europeos. Esto ha cambiado con Draghi. Un ex Goldman Sachs sabe muy bien cómo librar batallas en el mercado FX. De marzo de 2014 a marzo de 2015 el euro ha pasado de 1,40 a 1,05 dólares, lo que supone una devaluación de casi el 25%. Esto duele tanto en EEUU como en China.

El banco central chino

Esta bajada, junto con la caída en los precios del petróleo, ha sacado la zona euro de la recesión, pero ha reducido todavía más la demanda global. Es en este contexto que hay que analizar los movimientos del banco central chino de esta semana.

China y su moneda, el yuan, están ante un enorme desafío. Integrarse plenamente en el sistema financiero mundial. Al mismo tiempo, esta integración también es un desafío para EEUU y Europa, ya que por primera vez en dos siglos el destino de la economía mundial ya no está bajo su control. China está teniendo cada vez más poder comercial, financiero, diplomático y monetario. En este sentido es importante entender tanto la economía política doméstica como su impacto a nivel internacional.

No hay duda de que el modelo de crecimiento chino está agotado. Sin embargo, pensar que China va a pasar en una década de ser una economía basada en las exportaciones y la inversión a una sustentada en la demanda interna es un error.

Algunos leen los comunicados del Partido Comunista Chino (PCC) anunciando ese objetivo y se lo creen a pies juntillas. Pero la dimensión temporal china es muy distinta a la de Occidente. Los ciclos políticos son de diez años, no de cuatro, por lo tanto las reformas estructurales, sobre todo las que tienen que ver con determinar el equilibrio entre estado y mercado, son mucho más lentas y basadas en “prueba y error”.

Como dicen los chinos, es importante cruzar el río lentamente, sintiendo las rocas firmes bajo los pies. Los que piensan que la economía china va a estar basada en la demanda interna a finales del mandato de Xi Jinping se van a llevar una decepción. El liderazgo chino está convencido de que la trampa de la renta media se supera a base de mayor inversión y productividad, no con más consumo.

La idea de fondo es clara. Un país que tiene una renta per cápita de 7.500 dólares (lo mismo que Botsuana), si quiere algún día ser una economía avanzada, tiene que seguir ahorrando e invirtiendo. China tiene que conseguir primero ser rica (antes de ser vieja), y solo después se dedicará a consumir. Por lo tanto, lo más normal es que la inversión y las exportaciones sigan siendo los motores del crecimiento.

Eso sí, los líderes chinos saben que necesitan otro tipo de exportaciones. La inversión tiene que ir hacia la educación, la investigación y la innovación para lograr exportaciones con mayor diferenciación y valor añadido.

En este campo ya se han logrado avances. En 2001, China presentó 265 patentes ante la oficina de patentes de los EEUU mientras que España llegó a las 340. En 2014, España registró 857 patentes, un aumento del 152% que demuestra la capacidad innovadora que tiene nuestro país, pero esa superación es mínima si se compara con China que ha presentado 7.921 patentes, es decir, ha aumentado su cifra en un 2.889%. Este es el gran desafío chino para España y para Europa en general.

Esto no quiere decir que China no tenga problemas estructurales serios. El estímulo que se aplicó para superar la crisis financiera global trajo daños colaterales importantes. El gasto fiscal y la liquidez monetaria inflaron varias burbujas: la inmobiliaria, la de la deuda de los gobiernos locales y las compañías estatales, y la de la bolsa que acaba de pinchar. La sobrecapacidad es inmensa, la desigualdad es preocupante y el medio ambiente está muy deteriorado.

Sin embargo, para los líderes chinos éste es el precio que hay que pagar si se quiere alcanzar en 40 años el nivel de industrialización que Reino Unido logró en un siglo. En esta larga marcha hacia la modernización, macroeconómicamente, los chinos son muy keynesianos. Cada vez que se acercan obstáculos por el camino y hay una desaceleración, el estado saca de talonario y empieza a gastar.

Keynes decía que en una recesión, en caso extremo, había que poner a los trabajadores a cavar fosas y llenarlas de nuevo. Sería ineficiente, pero mantendría el empleo. Los chinos aplican esta misma lógica, pero con puentes, autopistas y ciudades fantasma. Hay una China que innova, mientras que hay otra que simplemente se mantiene ocupada (con un coste medioambiental proporcional).

¿Es esto sostenible? Sí, mientras el PCC controle y gestione bien el circuito del dinero sin provocar inflación. Al final, en última instancia, la deuda siempre se puede reestructurar o cancelar. Los mandarines tienen siglos de experiencia en ese arte. El problema vendrá cuando haya más capital privado y extranjero en ese circuito.

China tiene mucho poder monetario porque está aislada financieramente del mundo. Es decir, con su control de capitales y represión financiera tiene la capacidad de manipular el tipo de cambio como lo ha hecho esta semana.

Retóricamente (otra baza en el poder monetario), el banco central chino dirá que quiere que el valor del yuan esté determinado por las fuerzas del mercado para que se incluya en la cesta de los derechos especiales de giro del FMI, y así lograr el prestigio que supondría para el yuan equipararse al dólar, el euro, la libra y el yen, pero como buenos keynesianos que son los líderes chinos desconfían de la eficiencia de los mercados. Más bien creen en “equilibrios de mercado gestionados administrativamente”, y en este momento un yuan más débil no viene mal.

Es por eso que si el liderazgo chino finalmente decide darle más cancha al mercado para estimular todavía más la innovación y la creatividad de su economía solo lo hará gradualmente y con capital privado chino. Si funciona, quizás el líder después de Xi Jinping abra la puerta al capital financiero extranjero. Hasta entonces, lo más probable es que la locomotora china siga avanzando a su ritmo sobre la inversión y unas exportaciones cada vez más sofisticadas en sectores de alto valor añadido, convirtiéndose así en un mayor desafío si cabe para EEUU y Europa.

TESIS

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La BVL pelea la baja: los efectos de pasar de ‘mercado emergente’ a ‘mercado frontera’

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La Bolsa de Valores de Lima (BVL) se desplomó 5.25% el viernes de la semana pasada, debido a que la firma financiera Morgan Stanley Capital Index (MSCI) anunció que evalúa retirar al Perú del MSCI Emerging Market Index (EM) y ponerlo dentro del MSCI Frontier Markets Index (FM). Esta categoría, la más baja del MSCI, aplicaría al país debido a que la bolsa peruana no cumple con los requerimientos de tamaño y liquidez para ser considerada un mercado emergente, indicó MSCI en un comunicado.
Actualmente el Perú tiene 0.4% de peso en el índice emergente. En el FM su peso sería 12.84%, mucho mayor, pero dentro de un grupo de mercados que recibe menores montos. El Perú sería el segundo país latinoamericano que es recalificado de emergente a frontera, después de Argentina, que pasara por lo mismo en el 2009. El último país que sufrió esta rebaja fue Marruecos, en el 2013, también por escasa liquidez.

DE EMERGENTE Y FRONTERIZO

La clasificación de un mercado de valores  se basa en el desarrollo económico, el tamaño y la liquidez del mercado de capitales y su nivel de acceso para el inversionista extranjero. “Hay que saber diferenciar qué es una clasificaron por un proveedor de índices, no es que sea el FMI, ni el Banco Mundial, es una clasificación únicamente de mercado y por una metodología de ellos”, comenta Luis Ordóñez, jefe de análisis de Intéligo SAB.

emergente_____

La principal diferencia entre el EM y el FM es la cantidad de dinero que se invierte en cada uno. “El mercado emergente es varias veces más grande que el frontera, múltiplos de dos dígitos”, agrega Hector Collantes, jefe de análisis de emisores de Credicorp Capital.

“Estos mercados emergentes son un universo de activos muchísimo más grande que los mercados frontera. El Perú representa 0.4%, y por más pequeño que sea en términos porcentuales, es relevante en términos de monto”, comenta Fernando Manrique, gerente de renta variable de Prima AFP.

frontera______________-

PROBABILIDAD DE SALIDA

En el caso de la bolsa peruana, los criterios que son materia de observación y que pueden justificar una reclasificación son la escasa liquidez y el tamaño del mercado. Solamente tres acciones (Credicorp, Buenaventura y Southern Copper) cumplen con los criterios relevantes de inversión propios de un mercado emergente.

Todos los analistas entrevistados por SE para elaborar este informe coinciden en señalar que, desde un punto de vista ceñido a los requisitos, la BVL corresponde al FM. “Si ves los números en frío, sí hay un caso para justificar que el Perú no es un mercado emergente, sino un mercado frontera”, opina Diego Marrero, gerente de finanzas de AFP Habitat. “En el papel, la BVL tiene más características de mercado frontera que de emergente, lastimosamente es la verdad, [la BVL] está muy golpeada, ya no hacemos [en montos negociados] ni 3 millones al día, o 3.5 millones con buena suerte; antes teníamos 20 millones al día”, agrega Ordóñez.

Pese a ello, la rebaja no es segura. Hay algunas iniciativas de la BVL y las autoridades para promover la liquidez en el mercado, destaca Marrero. Además, el Perú es fuerte en apertura a propiedad extranjera, facilidad en flujo de capitales y estabilidad institucional comparado con otros países del FM, según Credicorp Capital.

BVL MSCI criterios

“Si bien es cierto que las maneras de inclusión en estos índices son básicamente cuantitativas, existen algunos factores que podrían ser mitigantes. Además, esto ha entrado en consulta a inversionistas y existe la  posibilidad de que se postergue o que se quede en revisión”, agrega Manrique.

SALIDAS Y CAÍDAS

Los efectos de poner en revisión la permanencia del Perú ya tienen efectos en el corto plazo. La bolsa cayó 5.25% el viernes de la semana pasada y el lunes cerró con otra caída de 1.6% debido al anuncio de MSCI. “El principal efecto que ya se está dando es el mayor ruido a la bolsa, de darse la reclasificación o no, la bolsa ya está siendo afectada”, destaca Ordóñez.

Sin embargo, el mayor efecto se daría si finalmente se produce la reclasificación. La principal consecuencia sería la salida de inversionistas. “Hay algunos fondos en EEUU que invierten en emergentes, entonces utilizan el MSCI EM como benchmark. Con un 0.4% que tiene el Perú, el inversionista puede sobreponderar o subponderar. Pero si el Perú sale del índice, todos estos fondos no tienen por qué tenerlo”, explica Alberto Arispe, gerente general de Kallpa SAB.

“Vas a salir del mapa de muchos inversionistas que invierten en emergentes, que por mandato ya no van a poder invertir en el Perú”, según Diego Marrero, de AFP Habitat. “Algunos ni van a mirar al Perú, porque ya no es emergente. Una comparación con el fútbol es que emergentes es segunda división y los frontera ya es tercera división”, agrega Arispe.

Las acciones de Credicorp (BAP) y Buenaventura (BVN), que cayeron 5.6% y 7.1% el viernes, respectivamente, serían las más afectadas de darse una reclasificación, pues concentran la mayor parte de las ventas (ver gráfico). Las salidas de capitales de emergentes sería de US$1,500 millones a US$1,800 millones –concentrados en Credicorp, Southern y Buenaventura–, mientras que los ingresos de capitales a fondos frontera serían sólo de US$300 millones a US$400 millones, estima un reporte de Credicorp Capital.

Según cálculos de Morgan Stanley, las salidas de flujos podrían llegar hasta 27 días de trading para Credicorp y 12 días para Buenaventura, es decir, una  venta masiva, porque muchos fondos internacionales van a tener que desprenderse de sus acciones. Tanto Credicorp como Buenaventura pasarían a ser mercado frontera a pesar de tener características de emergentes, comenta Ordóñez.

Credicorp,BVN

Incluso considerando el efecto neto de las salidas de emergentes e ingresos de inversionistas frontera, se daría una salida neta de flujos de inversión de US$350 millones, según Credicorp Capital. Los fondos de inversiones pasivas que usan el MSCI EM (con el Perú 0.39%) o el MSCI LatAm (con el Perú 3.1%) como benchmarkretirarían US$440 millones, mientras que fondos que usan MSCI FM como benchmark sólo ingresarían US$90 millones a acciones peruanas. Esto obedece a que las políticas de inversiones de muchos fondos globales establecen restricciones para la entrada a mercados frontera.

Sólo quedarían inversionistas locales o que ya conocen el mercado, como los fondos de pensiones, que no dejarían sus posiciones. “Como fondos de pensiones, tenemos un horizonte de inversiones más largo, por lo que el hecho de que una acción esté o no esté en un índice no cambia su valor fundamental”, comenta Fernando Manrique, gerente de renta variable de Prima AFP.

Otro efecto importante es que se vería afectada la percepción de riesgo del país. “También habría un efecto negativo sobre la percepción de la fortaleza institucional peruana, lo cual sería injusto, pues la consulta se hizo por problemas de liquidez y no por apertura de mercado, control de capitales o estabilidad macro. Puede que otros no lo vean así y la percepción de riesgo suba”, señala Collantes.  Esto no debería ocurrir en un país con grado de inversión, que no ejerce control de capitales y que tiene un sistema más desarrollado con fondos de pensiones y bancos, agrega Manrique.

RESPONSABILIDADES

“Todo esto es resultado de la inacción de todo el mercado, incluido el Estado, la Superintendencia de Mercado de Valores, la Bolsa de Valores, las sociedades agentes de bolsas, los bancos, todos los involucrados en esto no hemos logrado desarrollar nuestro mercado”, comenta Alberto Arispe, gerente general de Kallpa SAB.

La búsqueda por mejorar la situación de liquidez de la bolsa local puede evitar la reclasificación. “Yo creo que sí tendría efecto, pero necesitarían [las autoridades] ser creíbles y tener capacidad de reacción rápida. El Poder Ejecutivo aún cuenta con las facultades legislativas que se le delegaron hace poco”, opina Collantes.

“Yo creo que se debe generar más vehículos de inversión, alinear los costos con los de la región, incrementar el número de emisores y resolver el tema impositivo”, comenta Manrique. Hay reformas que recién se están haciendo. No se tomaron las medidas justamente cuando era el país que más crecía en la región; esa ventana no se pudo aprovechar, agrega.

SEMANAeconómica buscó comunicarse con la BVL para conocer qué medidas tomarán ante el anuncio de MSCI, pero no sus voceros no quisieron brindar declaraciones.

Un recorrido por la actualidad de la República de Perú.

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Entrevista de Coyuntura Económica, Social y Política en Perú, Agosto 2015. By Sandro Villanes R.

 

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La reelección de Putin podría fortalecer las relaciones ruso-latinoamericanas

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Las agencias de seguridad privada de Latinoamérica están armados hasta los dientes

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Ollanta Humala jura como presidente de Perú en medio de protestas 2011

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Global population forecasts

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NEW population forecasts from the United Nations point to a new world order in 2050. The number of people will grow from 7.3 billion to 9.7 billion in 2050, 100m more than was estimated in the UN’s last report two years ago. More than half of this growth comes from Africa, where the population is set to double to 2.5 billion. Nigeria’s population will reach 413m, overtaking America as the world’s third most-populous country. Congo and Ethiopia will swell to more than 195m and 188m repectively, more than twice their current numbers. India will surpass China as the world’s most populous country in 2022, six years earlier than was previously forecast. China’s population will peak at 1.4 billion in 2028; India’s four decades later at 1.75 billion. Changes in fertility make long-term projections hard, but by 2100 the planet’s population will be rising past 11.2 billion. It will also be much older. The median age of 30 will rise to 36 in 2050 and 42 in 2100—the median age of Europeans today. A quarter of Europe’s people are already aged 60 or more; by 2050 deaths will outnumber births by 32m. The UN warns that only migration will prevent the region’s population from shrinking further.

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