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Van más de cuatro años de guerra civil en Siria. Más de 200.000 muertos. Casi cuatro millones de refugiados. Siete millones y medio de desplazados internos. Y dos grandes beneficiados de este caos: elEstado Islámico (EI), que avanza posiciones mientras la oposición moderada se atomiza; y Bachar el Asad, que recupera terreno y se postula ante la comunidad internacional como mal menor ante el avance de los yihadistas.

Entrevistamos a Ignacio Álvarez-Ossorio, profesor titular de Estudios Árabes e Islámicos de la Universidad de Alicante y coordinador de Oriente Medio y Magreb del OPEX de la Fundación Alternativas, y a Natalia Sancha, periodista especializada en Oriente Próximo, sobre el dilema al que se enfrenta Occidente.

 Cuando John Kerry admite que ha llegado el momento de hablar con El Asad, ¿a qué se refiere en realidad? ¿Al conflicto sirio, al avance del EI, a la situación en Oriente Próximo, a todo ello?

Ignacio Álvarez-Ossorio (IAO): En mi opinión se refiere a la situación en su conjunto. La situación en 2015 no es la misma que en 2011, sobre todo por tres circunstancias: la irrupción el EI sobre el terreno, el avance de las fuerzas del régimen y la sectarización del conflicto. Las cancillerías occidentales han pasado a ver a El Asad como un mal menor en comparación con el EI, y como parte de una eventual solución ante su probada capacidad de resiliencia.

Natalia Sancha (NS): A nivel diplomático y en el caso de que avancen las negociaciones sobre el dossier nuclear con Irán, una de las mayores incógnitas del impacto sobre Siria es si se hablará con o sobre El Asad. Irán puede optar por mantener su influencia sobre un régimen de transición, relegando a un lado al actual presidente sirio. En cualquier caso, Estados Unidos ya está hablando con El Asad. La fuerza aérea de ambos países bombardea ala con ala a objetivos del EI y de la filial de Al Qaeda, el Frente Al Nusra. Para ello han de mantener comunicaciones y compartir informaciones sobre dichos objetivos. Aún no queda claro que la administración estadounidense esté dispuesta a entablar un diálogo público y abierto con El Asad, como no lo está que Rusia o Irán estén tan apegados a su figura que no puedan aceptar dejarle caer ante un generoso acuerdo con Washington. Finalmente, EE UU ha demostrado querer desvincularse militarmente de las ofensivas terrestres en Oriente Próximo. Para ello, necesita de sus aliados regionales como Arabia Saudí (o incluso Turquía), que ahora actúa como potencia proactiva en el área bombardeando a sus enemigos en Yemen. No queda claro que Washington vaya a poner freno a la influencia saudí que arma y alimenta a las milicias suníes en Siria.

¿Qué situación sobre el terreno está llevando a la comunidad internacional a prepararse para unas negociaciones con El Asad?

IAO: La guerra civil siria ha llegado a un callejón sin salida. Parece que ninguno de los bandos es capaz de imponerse sobre el terreno. La oposición moderada está cada vez más fragmentada y ha perdido mucho terreno ante el avance de los grupos salafistas y yihadistas hasta convertirse prácticamente en irrelevante. Tanto el régimen sirio como las potencias regionales han tenido una especial responsabilidad en esta situación, porque a ambos les interesa apagar las voces prodemocráticas y llevar el enfrentamiento al campo sectario.

NS: El EI se ha convertido en una prioridad absoluta, devolviendo a la comunidad internacional a la dialéctica de la lucha antiterrorista e intentado frenar el avance del EI antes de que llegue “a sus fronteras”. Sería regresar al mismo discurso que prevalecía en la década anterior a la primavera árabe que comenzó en 2011, en el que la Unión Europea lidiaba con regímenes como el de Ben Alí, Mubarak o El Asad sin mayores frenos. Hoy, serán los pueblos de los regímenes depuestos quienes pongan los límites en ese diálogo.

El coste invertido en los bombardeos de la coalición liderada por EE UU es desproporcionado comparado al número de yihadistas eliminados. Todos los expertos  militares apuntan que la única forma de acabar con el EI y Al Nusra es implicando a tropas en el terreno. Una tarea en la que la comunidad internacional no quiere invertir con las vidas de sus propios hombres. Para ello ha de recurrir a armar a fuerzas en el terreno y en los países vecinos, tarea en la que el régimen sirio ha de colaborar.

A nivel regional, la implosión de Siria e Irak perjudicaría simultáneamente a las dos mayores potencias enfrentadas entre sí: Irán y Arabia Saudí.

Parece claro que El Asad tendrá definidas sus posturas y cuestiones para esa posible “conversación”. ¿Qué tipo de compromiso podría admitir para el futuro de Siria?

IAO: La principal prioridad de El Asad es mantenerse en el cargo. No ha llegado tan lejos ni ha derramado tanta sangre para abandonar el poder. Por tanto, su posición choca abiertamente con la de los grupos opositores que reclaman un gobierno de transición en el que no participen responsables de haber cometido crímenes de guerra y lesa humanidad. Parece difícil alcanzar un mínimo denominador común entre ambos bandos. Además, debe sumarse la presencia de grupos salafistas y yihadistas, que controlan el 40% del territorio sirio y que pretenden imponer, por la fuerza de las armas, un Estado islámico regido por la sharía.

NS: Es muy poco probable a estas alturas del conflicto sirio que El Asad acepte una transición en la que no esté involucrado. Todo depende de las presiones que reciba de sus aliados. El Asad podría aceptar una transición que incluyera a terceros actores de la “oposición interna”, pero es poco probable que admita papel relevante alguno por parte del Consejo Nacional Sirio establecido en el extranjero. Concesiones podrían hacerse referente a los territorios kurdos para otorgarles mayores derechos e incluso mayor autonomía.

Desde el principio, El Asad se ha mantenido firme en su discurso de “lucha contra el terrorismo”, por lo que esta jugará un papel importante, decidiendo dónde, cómo y a quién se apoyará la hora de combatir en el terreno sirio al EI o a Al Nusra.

Por otro lado, en una futura reconstrucción del país, la política de sanciones económicas impuesta sobre Siria en la última década sería uno de los puntos a renegociar.

SYRIA-TURKEY-IRAQ-US-CONFLICT

Cuatro años de guerra, sin embargo, hacen imposible pensar en una vuelta al régimen de 2010. ¿Cómo podría cerrarse el conflicto civil?

IAO: La Cumbre de Ginebra I fijó la hoja de ruta a seguir: establecimiento de una autoridad interina y celebración de elecciones legislativas y presidenciales. En mi opinión, esta propuesta ya no es válida, porque la situación sobre el terreno ha cambiado notablemente. Hoy tenemos a cuatro millones de refugiados y siete millones de desplazados internos. Además, la oposición está dividida, el régimen se ha fortalecido, han irrumpido las fuerzas yihadistas y se ha acentuado el papel de las potencias del golfo Pérsico. Todo ello nos indica que la solución no puede ser solo local, sino regional. Siria es uno de los países donde Arabia Saudí e Irán libran su particular guerra fría. Tan solo la involucración activa de estos dos actores puede ayudar a resolver la tragedia siria. Por tanto, la solución siria vendrá de un nuevo reparto de zonas de influencia que también debe afectar a Irak, Líbano y Yemen.

NS: Por la vía política y una vasta inversión económica en la reconstrucción. La táctica del régimen en los últimos dos años ha sido la de ahogar a los focos insurgentes autóctonos en la principales urbes del país, con cercos de larga duración. Busca la rendición de los insurgentes. Los comités de reconciliación locales (con figuras sociales y religiosas respetadas localmente), así como el ministerio de Reconciliación Nacional podrían jugar un papel importante para reinsertar a parte de los combatientes opositores. Esta opción vale para la población ciudadana, pero es difícil que se aplique a todos los armados. Muchos de los que combaten en el bando rebelde seguramente abandonen el país de mantenerse El Asad, por miedo a represalias y sumándose a las huestes de refugiados en terceros países. La amnistía para con los presos políticos y el dossier de los desaparecidos también son un punto clave. La comunidad internacional podría barajar proveer fuerzas de interposición en un periodo transitorio.

¿Qué actores internos e internacionales deberían participar en esa posible negociación?

IAO: Hoy por hoy, la oposición moderada está en una posición de manifiesta debilidad y, por tanto, no puede plantear exigencias maximalistas al régimen. Por otra parte, El Asad está invalidado como interlocutor porque es el principal responsable de la situación actual. No parece fácil que, a día de hoy, se pueda alcanzar una solución entre ambas partes, si no es con una activa implicación de la comunidad internacional y en el marco de un entendimiento entre saudíes e iraníes, algo poco factible en la situación actual.

NS: La solución política debería llegar de un acuerdo regional en un primer paso y de un acuerdo entre los diferentes actores sirios en una segunda etapa. La aplicación de los puntos acordados en tales negociaciones podría ser observada por fuerzas internacionales apostadas en el país, así como todo aquello relevante a los derechos humanos en una situación de posguerra.

Todos los actores sirios deberían participar en una solución política, ya que hasta ahora la vía armada ha demostrado haber fracasado. Para frenar el conflicto armado, sería necesario una primera negociación entre las potencias que interfieren en el país a través de sus proxies: Irán, Catar, Turquía y Arabia Saudí. Un acuerdo político regional entre los que financian y mueven a las milicias en el terreno podría propiciar una alto el fuego para una segunda ronda de negociaciones nacionales.

Sin embargo, es poco probable que el gobierno sirio en el extranjero (con pocos lazos en el terreno sirio), se siente a negociar con la oposición interna cooptada siria o con la oposición interna laica o religiosa hoy desperdigada entre Europa y Oriente Próximo. Un escenario más realista sería proponer a la oposición interna exiliada (que no forma parte ni de la cooptada ni del gobierno en el extranjero) para mediar una primera ronda de negociaciones entre los líderes de las principales milicias locales y grupos armados por un lado y el régimen sirio por otro. En una segunda fase, se podría incluir al gobierno sirio en el extranjero.

Pese a que hablar a estas alturas de líneas rojas no tiene mucha credibilidad, ¿sobre qué asuntos no deberían ceder estadounidenses ni europeos?

IAO: Ni unos ni otros están en condiciones de dar lecciones, ya que durante los últimos cuatro años han asistido impasibles a la destrucción de Siria. Más bien su interés se ha limitado a evitar que el conflicto se desbordase a los países vecinos y acabase afectando a algunos de sus aliados regionales. Su máxima preocupación parece ser evitar el avance territorial del EI y, en consonancia con esta posición, podrían buscar un entendimiento progresivo con el régimen sirio a la hora de combatir a los elementos yihadistas.

NS: La exacciones y limpiezas sectarias de posguerra son un escenario previsible que la comunidad internacional no debería permitir, tal y como ocurrió entre chiíes y suníes bajo los ojos de las tropas extranjeras en Irak. Exacciones que destaparon la caja de pandora sectaria, propiciando una década después el germen y rápido avance del EI en Irak.

Cerrado el primer tramo de negociación con Irán, ¿qué escenario se dibujaría para Oriente Próximo si las conversaciones con El Asad logran poner punto y final al conflicto civil?

IAO: Hay que tener en cuenta que todavía no se han iniciado ningunas negociaciones formales por parte de la comunidad internacional ni de los países occidentales. El único movimiento que se ha registrado en esta dirección fue la cumbre de Moscú, en la que participó el régimen y una ínfima parte de la oposición siria, la tolerada a nivel doméstico. Tampoco está claro que la consecución de un acuerdo definitivo sobre el programa nuclear entre Irán y el G5+1 vaya a implicar una mejoría de la situación en Siria, ya que podría ser respondido con un mayor respaldo de los países del Golfo a las facciones salafistas, lo que sin duda alguna implicaría un recrudecimiento de la violencia.

NS: Irán ganaría una vitoria diplomática con el anillo chií que hoy forman Líbano (Hezbolá dispone de poder de veto en el gobierno), Siria, Irak y a expensas de cómo evolucione la crisis en Yemen. Un escenario al que tanto Riad como Tel Aviv se oponen y bien pueden optar por mover sus peones para frenar el establecimiento de ese anillo chií. Para Irán y Siria el levantamiento de las sanciones económicas permitiría recobrar cierta estabilidad y legitimidad interna. Con Damasco y Teherán estabilizados, estos no necesitarían recurrir a sus proxies en la región, ya sea en Irak como en Líbano o en Yemen. Paralelamente, el fortalecimiento de las potencias chiíes puede provocar la respuesta de los grupos más conservadores suníes en la región, propiciando una unión coyuntural.

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