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La muerte de Osama bin Laden, que puede considerarse un éxito para la estrategia contraterrorista del presidente Barack Obama, no supone el fin de al-Qaeda, y mucho menos de la amenaza del terrorismo global. Pero, del mismo modo que deteriora aún más a aquella estructura terrorista y a su estrategia de desgaste, puede incidir a corto y medio plazo sobre el modo en que se configura el entramado transnacional del terrorismo yihadista. Mientras tanto, este fenómeno mantiene su carácter polimorfo y se encuentra, paradójicamente si se quiere, extendido como nunca antes en una multiplicidad de focos de amenaza terrorista. En la urdimbre del terrorismo global es posible distinguir analíticamente cuatro grandes componentes: (1) al-Qaeda; (2) sus extensiones territoriales; (3) los grupos y las organizaciones afines; y (4) las células independientes e individuos aislados. La amenaza que el terrorismo global plantea para distintos países o regiones del planeta dependen precisamente del modo en que eventualmente se combinen diferentes actores correspondientes a esos distintos componentes. Y de cualquiera de ellos pueden provenir represalias por el abatimiento de Osama bin Laden.