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Los 10 Estados que ocupan los primeros puestos del Índice de Estados fallidos este año –las naciones más vulnerables del mundo– son un grupo tristemente familiar. Somalia, un país destruido, ocupa el primer lugar desde hace tres años, y ninguno de los 10 primeros ha dado muestras de mejorar mucho, o nada, desde que Foreign Policy y el Fondo por la Paz empezaron a publicar la lista en 2005. En conjunto, los 10 primeros puestos los han ocupado en rotación 15 desgraciados países en los seis años del Índice. Da la impresión de que la quiebra del Estado es una enfermedad crónica.

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El Índice de este año se basa en 90.000 fuentes de información públicas para analizar 177 países y evaluarlos con arreglo a 12 parámetros de descomposición del Estado, desde los movimientos de refugiados hasta la implosión económica, desde las violaciones de los derechos humanos hasta las amenazas para la seguridad. El comportamiento de un país en relación con esta batería de indicadores nos dice hasta qué punto es estable o inestable. Y, por desgracia para muchos de los 60 más problemáticos, las noticias recogidas en 2009 son graves.
En lo alto de la lista, Somalia volvió a vivir otro año plagado de anarquía y caos, con los piratas recorriendo la costa mientras las milicias islamistas radicales reforzaban su control de las calles de Mogadiscio. Al otro lado del Golfo de Adén, Yemen, tanto tiempo ignorado, saltó a los titulares cuando un terrorista suicida que se había entrenado allí intentó hacer estallar un vuelo de pasajeros con destino a Detroit. Afganistán e Irak se intercambiaron los puestos en el Índice, coincidiendo con la salida de las tropas de combate estadounidenses de ambos países, el ya aislado Sudán vio cómo su dictador, Omar Hassan al Bashir, desafiaba una orden de detención de la Corte Penal Internacional y la República Democrática del Congo volvió a demostrar que de país tiene poco más que el nombre.
Incluso las buenas noticias les llegaron mitigadas por otras malas a estos Estados llenos de problemas. Un Gobierno de coalición en Zimbabue fue capaz de controlar el segundo peor brote de hiperinflación de la historia e impulsar el primer año de crecimiento positivo del país en más de una década, y Sri Lanka aplastó la rebelión de los tigres tamiles. Pero los gorilas de Robert Mugabe siguen campando a sus anchas por Harare y el Gobierno de Sri Lanka está acusado de cometer graves violaciones de los derechos humanos.
Con tiempo y si se dan las circunstancias apropiadas, los países se recuperan. Sierra Leona y Liberia, por ejemplo, ya no figuran entre los 20 peores Estados, y Colombia se ha convertido en un asombroso ejemplo de triunfo. Pocos se acuerdan hoy de que la República Dominicana se disputaba en otro tiempo con su vecino Haití el título de “peor caso” del Caribe. Pero, en general, el Índice de Estados fallidos muestra una constancia descorazonadora, y 2010 es otra muestra de ello: las crisis en Guatemala, Honduras, Irán y Nigeria –entre otros– amenazan con empujar a esos países inestables al abismo.

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