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Iberoamérica fue un bonito invento de españoles y portugueses desde que en 1990 se crearon las cumbres anuales de jefes de Estado y de Gobierno para dar un nuevo rumbo a sus destinos en democracia junto a sus ex colonias. Pero este marco para una vasta comunidad cultural es menos operativo políticamente que en el pasado. La razón reside en los cambios que se han producido en la región latinoamericana, en la que España y Portugal han perdido su relativa influencia política y económica en países clave como Brasil, Argentina, Chile o México –en favor de Asia o América del Norte–, o en la esfera de los díscolos (Venezuela, Bolivia). En este proceso ha tenido mucho que ver la imbricación cada vez mayor de la península Ibérica en los avatares del proceso de construcción y ampliación de Europa.