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En la era de la globalización, los Estados están pasando a una fase de cooperación en la que hay competencia y colaboración en busca de acuerdos de cooperación económica, científica, cultural, técnica y política, y el debate internacional se ha ampliado a nuevos actores que entienden que ha crecido nuestra conciencia mundial, que compartimos el mismo planeta, que los seres humanos tenemos los mismos derechos —los cuales deben ser respetados en cualquier lugar del mundo— y, por tanto, debemos generar acuerdos sustentables que preserven la paz y aumenten el bienestar de todas y todos.

El Congreso Nacional de la República de Chile no ha escapado a este fenómeno, y ha asumido un papel activo y protagónico con la reapertura de nuestro país al mundo desde la recuperación de la democracia en 1990. Hemos trabajado en una relación virtuosa y de complementariedad con el gobierno, que nunca ha desconocido el papel que la ley le otorga al Jefe o Jefa de Estado, en la conducción de las relaciones internacionales del país.

De acuerdo con el artículo 53 de la Constitución Política de Chile, el Senado posee como atribuciones exclusivas, tres materias: 1) La otorgación de su acuerdo para que el o la titular del ejecutivo pueda ausentarse del país por más de 30 días, 2) La entrega de su dictamen a la Presidenta o al Presidente de la República, en los casos en que aquel lo solicite, y 3) La autorización para permitir la entrada de tropas extranjeras y la salida de contingentes militares nacionales a misiones fuera del territorio nacional.

Aunado a esto, también es en el parlamento donde se aprueban los tratados y convenios internacionales que suscribe el poder ejecutivo. Allí se busca el más amplio consenso entre todas las fuerzas políticas, como expresión palpable de que las relaciones internacionales son asumidas como una política de Estado.

Sin duda, la colaboración del Congreso Nacional ha potenciado las tareas del ejecutivo durante los sucesivos gobiernos democráticos. Esto ha permitido al país extender sus acuerdos internacionales a prácticamente todos los continentes y establecer importantes convenios políticos, económicos y de cooperación con un gran número de países, que expresan la amplia apertura que ha emprendido Chile desde hace más de 20 años.

El papel que el Congreso chileno ha desempeñado en estos años es parte de una tendencia mundial. De hecho, el sector académico ha acuñado ya el concepto de “diplomacia parlamentaria”, ha escrito la historia de su trayecto, ha señalado sus características, actores, temas de reflexión e influencia en las relaciones internacionales y ha reconocido las aportaciones del encuentro entre actores que representan la diversidad política, tanto en el ámbito regional como en el local.

Además de las relaciones entre gobiernos, el Congreso chileno ha multiplicado sus canales de contacto y comunicación. En este sentido, el poder legislativo se ha diversificado y ha establecido vínculos con instituciones públicas y actores privados, nacionales y regionales, del ámbito científico, económico y social. Esta nueva forma de entender a las relaciones internacionales ha dado lugar a un fenómeno que se ha denominado “paradiplomacia”.

Al mismo tiempo, el Congreso Nacional establece relaciones bilaterales y multilaterales con otros parlamentos del mundo, sean de representación trasversal o de una misma corriente política, así como con presidentes de parlamentos o con parlamentarios especializados en temas específicos.

La diplomacia parlamentaria constituye un complemento de la diplomacia gubernamental. Apoya coordinadamente sus iniciativas y contribuye al marco de cooperación en las dimensiones políticas más amplias. Gracias a la flexibilidad de las instituciones representativas, resaltan cuatro expresiones de la diplomacia parlamentaria.

173 parlamentaria-allende FOTO 02 (EFE - Ian Langsdon)

En primer lugar, la actividad internacional de los Presidentes de las Cámaras legislativas. Al respecto, hay que destacar las visitas oficiales de carácter bilateral del Presidente o la Presidenta para dinamizar relaciones parlamentarias al más alto nivel. Su agenda se complementa con la asistencia a importantes foros organizados por sus pares, como la Conferencia Mundial de Presidentes de Parlamentos o la Conferencia de Presidentes de Parlamentos del mundo, que se verifican cada 4 años.

En segundo lugar, otra expresión de la diplomacia parlamentaria son las “relaciones interparlamentarias”, que comprenden los encuentros de delegaciones permanentes u ocasionales de representantes parlamentarios en foros o asambleas parlamentarias de instancias mundiales, como la Unión Interparlamentaria Mundial, que agrupa actualmente a 162 parlamentos del mundo y constituye el equivalente parlamentario de la Organización de las Naciones Unidas (ONU). El Congreso de Chile se afilió en 1950 y ha tenido una participación activa, salvo por el periodo de la dictadura militar, cuando fue expulsado de la organización.

El Congreso chileno también participa en grupos suprarregionales, como la Asamblea Parlamentaria Euro-Latinoamericana, creada en el marco del Acuerdo de Asociación Chile-Unión Europea y que inició sus trabajos en 2003, lo mismo que regionales, como el Parlamento Latinoamericano, que está conformado por los congresos de todos los países de Latinoamérica y el Caribe y funge como un órgano de consulta y propuesta.

El Congreso chileno cumple un papel activo en estos tres organismos, que son de carácter deliberativo y propositivo y cuyas resoluciones constituyen valiosos aportes para el trabajo de las organizaciones de sistema de la ONU y para los organismos intergubernamentales de carácter regional. Además, el Congreso participa en el Foro Parlamentario Asia-Pacífico —contraparte parlamentaria del Foro de Cooperación Económica Asia-Pacífico— y en las Cumbres Parlamentarias Iberoamericanas, que se realizan al mismo tiempo que las Cumbres Iberoamericanas de Jefes de Estado y de Gobierno.

De igual forma, la Red Parlamentaria Global de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos, creada en 2009 con el objetivo de incorporar a los parlamentarios de los países miembros en el seguimiento de temas prioritarios, como la competitividad, el desarrollo sustentable, el fomento de libre comercio, las ventajas comparativas y la productividad.

También cabe destacar la constitución de la Comisión Interparlamentaria de la Alianza del Pacífico (Chile, Colombia, México y Perú), la Comisión Parlamentaria Mixta Chile-Unión Europea, establecida a partir del Tratado Chile-Unión Europea, y la Comisión Parlamentaria Conjunta Argentino-Chilena, entre otros.

Los grupos parlamentarios entablan

un diálogo más directo e informal,

lo que amplía los esquemas estructurados

 de la diplomacia tradicional.

Asimismo, el Congreso chileno participa en redes de cooperación interparlamentaria como, por nombrar algunas, la Acción Mundial de Parlamentarios (que trata de asuntos políticos y de desarrollo) o la Red de Mujeres Parlamentarias de las Américas.

El tercer aspecto importante de la diplomacia parlamentaría es la conformación de Grupos Parlamentarios de Amistad, organismos bilaterales a los que se integran parlamentarios de los países participantes. En Chile, el criterio para la creación de grupos de amistad es muy amplio, al punto de que en ambas cámaras del Congreso se han formado grupos con más de 40 países. Estos grupos son muy diversos, tiene distintos niveles de trabajo y, en general, su objetivo fundamental es estrechar lazos políticos, económicos y culturales entre los países.

Por último, hay que señalar la acción de las delegaciones parlamentarias ad hoc para ejercer como garantes de la comunidad internacional en procesos electorales como observadores, en negociaciones y procesos de paz o en foros internacionales de protección de derechos y libertades individuales y sociales.

Hasta ahora, la experiencia de la diplomacia parlamentaria ha resultado ser de gran ayuda para formar una idea nacional sobre los asuntos internacionales, dado que las delegaciones parlamentarias representan tanto al gobierno como a la oposición. Además, los grupos parlamentarios entablan un diálogo más directo e informal, lo que amplía los esquemas estructurados de la diplomacia tradicional.

De este modo, la diplomacia parlamentaria se ha convertido en un elemento catalizador de las relaciones bilaterales  que canaliza variados intereses, sean políticos, sectoriales, comerciales o culturales, a los que la diplomacia clásica normalmente no accede.

Ahora bien, con el avance de las comunicaciones que ha posibilitado la tecnología, ha cambiado nuestra forma de estar en el mundo. Con la velocidad del transporte y el dinamismo mundial de los intercambios políticos, comerciales y sociales, la diplomacia parlamentaria se ha extendido a nuevos canales y redes, de modo que, como Congreso chileno, nos enfrentamos a múltiples desafíos.

En primer lugar, en el marco de la relación entre el Ejecutivo y el Legislativo de Chile, tenemos que reforzar los lazos en la gestión conjunta, con reuniones permanentes de carácter informativo sobre los avances de la política exterior en las comisiones de Relaciones Exteriores del Congreso.

De igual forma, es importante profundizar en el aporte de los exparlamentarios que desempeñan funciones en el Ministerio de Relaciones Exteriores o de quienes adquirieron experiencia en esta repartición pública y hoy ejercen como diputados o senadores, y aprovechar su experiencia acumulada en ambas instituciones.

Parlamentarians for Global Action

También es necesario promover la actividad interparlamentaria por su carácter político y de diálogo, como pilar fundamental de la confianza, los lazos humanos y los avances entre países. Además, es necesario impulsar las reuniones de las comisiones binacionales de relaciones exteriores, sistema que ha sido empleado con Argentina, Bolivia, Brasil y Perú, para fortalecer los vínculos de información, los contactos y los posibles proyectos conjuntos.

El Congreso chileno —y en específico las comisiones de Relaciones Exteriores de ambas cámaras— también puede y debe acoger las inquietudes, intereses y demandas de los distintos actores de la sociedad civil, como  organizaciones no gubernamentales, fundaciones, universidades, asociaciones gremiales, sindicatos, grupos empresariales y organizaciones ciudadanas, para formular de manera más inclusiva las iniciativas del país en materia de relaciones exteriores.

Finalmente, es fundamental establecer un diálogo más permanente entre la Academia Diplomática de Chile y las comisiones de Relaciones Exteriores de ambas cámaras, a través de una colaboración mutua e institucionalizada, para avanzar a una relación permanente que establezca itinerarios comunes a modo de potenciar el trabajo de las partes y acelerar los contactos y la transferencia de información que sirva a los intereses del país.

Hay una firme esperanza en los resultados de este diálogo multilateral y multitemático que son las relaciones internacionales con el fin de que revaloricen la democracia, refuercen una visión común del ser humano como un sujeto de derechos y reconozcan que la diversidad enriquece antes que dividir. La política internacional del Estado chileno compete a todos los ciudadanos. Tal conducta está arraigada en nuestro acervo nacional, y la diplomacia parlamentaria lo seguirá haciendo en pos del acuerdo entre los pueblos y los países. avatarDefault

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