Month: diciembre 2008

Rusia se adapta a la guerra híbrida del siglo XXI

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Rebelde pro-ruso hace guardia en Debaltseve, ciudad del óblast de Donetsk, en Ucrania, marzo de 2015. Dimitar Dilkoff/ AFP/Getty Images)

La guerra del Donbass en Ucrania posee conceptualmente una complejidad que permite identificar elementos en ella de distintas aproximaciones como son la guerra civil, guerra proxy (guerra por delegación), guerra asimétrica, guerra de cuarta generación o guerra en red. En el último año el concepto más en boga para referirse en conjunto a lo acontecido en Crimea y el Donbass es el de conflicto no lineal o el más común de guerra híbrida.

A diferencia de una invasión militar a gran escala o una contienda bélica con frentes clásicos, la guerra híbrida combina el empleo de estrategias militares no convencionales con operaciones hostiles de inteligencia, información, comunicación o amenazas y presiones políticas que entran en el terreno de la guerra psicológica. Acciones que buscan derrotar, debilitar o someter la voluntad del adversario. Operativos de fuerzas especiales encubiertos, grupos armados actuando como proxies, inteligencia subversiva, sabotaje, ciberguerra, guerra de información o la presión económica y amenaza de sanciones, entre otros, son instrumentos de guerra híbrida. Comúnmente, en esta modalidad bélica distintos actores externos patrocinan y asisten a uno de los contendientes. Por ello, las acciones de terceros Estados en este contexto se miden en su nivel de intensidad pero también en el grado de autoría asumida, ya que muchas de esas actuaciones son clandestinas o encubiertas. Aunque el empleo en uno u otro grado de este tipo de estrategias es común a toda potencia mundial, Estados Unidos y la CIA no necesitan maestro, en el vocabulario de inteligencia ruso hay dos conceptos de larga tradición que encajan en una guerra híbrida: las aktivnye meropriyatiya (medidas activas), operaciones de inteligencia en el exterior dirigidas a influenciar la vida política de un determinado país; y los métodos demaskirovka, tácticas de engaño y falsificación utilizados por las Fuerzas Armadas (FFAA) de Rusia.

Si bien en el debate de la crisis ucraniana se han presentado este tipo de prácticas como novedosas y sacadas de la mente ladina y atestada de ardides del presidente ruso, Vladímir Putin, su empleo es tan antiguo como lo es la propia guerra. En esencia sus planteamientos teóricos ya están en los clásicos occidentales, como Carl von Clausewitz, u orientales, como Sun Tzu. El ejemplo seminal de guerra híbrida contemporánea, distinguida principalmente por el salto tecnológico experimentado, es la Guerra del Líbano en 2006 que enfrentó a Israel y a la organización libanesa chií Hezbolá. Ejemplo que sirvió al periodista Frank Hoffman para conceptuar la guerra híbrida del siglo XXI. Pero las experiencias hostiles híbridas son una constante histórica. No menos en el contexto ruso. El investigador Vladímir Voronov, tras navegar en los archivos soviéticos, confirma que las aktivnye meropriyatiya están ya presentes en las tácticas de Josef Stalin y la inteligencia soviética en sus operaciones en Manchuria y Polonia en los años 20 y 30 del siglo pasado. En cuanto a los métodos de maskirovka, mucho antes de los hombrecillos verdes de Crimea, la propia invasión de Afganistán en diciembre de 1979 se inició con 700 spetsnazprocedentes del Asia Central soviética ataviados con uniformes afganos. Ellos serían los primeros en ocupar el palacio del presidente Jafizulá Amin.

En los últimos tres años las páginas de la publicación rusa Voenno-promyshlennyi kurer (El Correo Industrial-Militar) recogen un debate acerca de la modernización de tácticas y técnicas asociadas a la guerra híbrida. El artículo probablemente más influyente, y seguro más citado, lleva la firma del Jefe del Estado Mayor de las FFAA de Rusia Valery Gerasimov, quien adapta los fundamentos teóricos de la guerra híbrida, que él denomina guerra no lineal, a los actuales desafíos de la Federación Rusa. Hay quien ya habla de la “Doctrina Gerasimov”, lo cual es arriesgado por dos motivos. Primero porque muchas de las tácticas puestas en práctica en Crimea o el Donbass fueron ya introducidas por su predecesor en el cargo, Nikolai Makarov, así como por otros teóricos militares como el General Majmut Gareyev o el Coronel General Anatoly Zaitsev. Segundo, porque como el mismo Gerasimov subraya no hay un modelo de guerra híbrida aplicable a distintos escenarios. No hay una doctrina militar holística. Cada conflicto exige un enfoque particular que no puede ser aplicado como una plantilla en la siguiente contienda. De hecho, la flexibilidad es un rasgo intrínseco a la guerra híbrida.  

Sea como fuere, la guerra híbrida ya forma parte del vocabulario del conflicto de Ucrania. La OTAN en su cumbre de Cardiff de septiembre de 2014 ya apuntaba la necesidad de dar respuesta a “amenazas de guerra híbrida” y “amenazas híbridas”. En paralelo se hacía publica la creación de la fuerza acción inmediata en los Estados miembros de Europa del Este. Desde Rusia, la respuesta para la galería la dio elministro de Defensa, Serguéi Shoigu, utilizando el concepto para definir las revoluciones de colores según él orquestadas por Occidente. Y la respuesta real llega con la creación del Centro Nacional para la Defensa, básicamente un órgano capaz de coordinar y gestionar una guerra híbrida con la mayor precisión. Finalizando, el fundamento teórico-práctico de una guerra híbrida se puede dividir en los siguientes cuatro puntos:

En primer lugar, comúnmente, como sucede en una guerra por proxy, una guerra híbrida incorpora la implicación de una o varias potencias que tratan de influir en un conflicto de manera determinante sin intervenir directamente a gran escala. Se desarrollan tácticas que permiten interferir en conflictos fuera de sus fronteras, maximizar las debilidades del enemigo y, al mismo tiempo, evitar una confrontación abierta. La esencia táctica es alcanzar los objetivos sin abrir fuego y mantener al ejército regular como elemento de disuasión y contención.

En segundo lugar, a causa del tipo de fuerzas que entran en contienda, su organización, sus estrategias, tácticas y objetivos, la guerra híbrida reúne particularidades de la guerra asimétrica. Mark Galeotti se refiere a la guerra del Donbass como una geopolítica de guerrillas, y es que existen no pocas similitudes con la clásica guerra de guerrillas: una cadena de mando descentralizada, unidades sin contacto entre sí, flexibilidad estratégica, los enfrentamientos frontales de largas formaciones dejan paso a emboscadas, maniobras envolventes y cercos a unidades completas. Como subraya Gerasimov en las operaciones las “diferencias entre niveles estratégico, operacional y táctico, así como entre ofensivo y defensivo, se diluyen”. Sin grandes frentes, la no linealidad convive con la multilinealidad en que las acciones asimétricas son de uso masivo, “capacitando la anulación de las ventajas del enemigo”. Por último, Gerasimov prioriza garantizar la operatividad de las infraestructuras, comunicaciones y suministros en los territorios ya controlados, así como quebrar las del enemigo.

En tercer lugar, la guerra híbrida es multidimensional. El conflicto trasciende el escenario militar para alcanzar también la economía, las nuevas tecnologías de comunicación (ciberguerra), la inteligencia o los medios de comunicación y redes sociales mediante la llamada guerra de la información. La relevancia de los métodos no militares en la consecución de los fines estratégicos es creciente. Estas dimensiones de contienda o competición se dan en tres campos de batalla: el propio del enfrentamiento armado, el de la percepción de la población local; y el que acontece en la comunidad internacional. El elemento central en los métodos no militares es la comunicación. Siendo los medios y las redes sociales tanto instrumento como arena de enfrentamiento bélico. El propio conflicto de Ucrania puede ser definido como la principal guerra de la información en la era online.

Por último, una guerra híbrida es una contienda con objetivos flexibles y opacos. Una idea destacada por Gerasimov es que no importa que las fuerzas del enemigo sean superiores, siempre se pueden encontrar métodos para vencer maximizando sus debilidades y ajustando los objetivos. Es un reconocimiento explícito de inferioridad militar frente a EE UU y la OTAN hoy –y probablemente China mañana–, e implícito de que la solución para Moscú no es renunciar a los conflictos, sino jugarlos en las mejores condiciones para ganarlos. Para ello, los objetivos de las operaciones deben ser ajustados a lo alcanzable (para ganar no es necesario independizar toda la Nueva Rusia del Donbass hasta Transnistria, sino crear condiciones de desestabilización en Ucrania), opacos (tanto para los enemigos como para los aliados) y flexibles (en tanto que no se busca una victoria total, la maniobrabilidad en este sentido es amplia). Sin plantillas reutilizables, cada guerra es única y ha de ser diseñada en función de sus singulares exigencias.

Cumbre del G7: ¿Hace falta Putin?

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La anfitriona Angela Merkel recibe a los jefes de gobierno de los países industrializados más poderosos del mundo. Pero los países del G7… ¿son verdaderas potencias? ¿no pierden importancia ante el fuerte desarrollo económico de los países emergentes?
El grupo del G7 se ha visto además debilidado con la expulsión de Rusia, por eso resulta aún más significativo para los siete mandatarios mostrarse al mundo como un grupo unido de naciones industrializadas, democráticas y poderosas.

Bajo el lema “Pensar en el mañana. Negociar de manera conjunta” se debatirá sobre la protección del medio ambiente, la prevención sanitaria a nivel global y se tratarán temas económicos clásicos como el tratado de libre comercio con Estados Unidos.
Muy críticos se muestran los dos ex cancilleres alemanes Helmut Schmidt y Gerhard Schröder ante la cumbre. Ambos consideran un

http://www.dw.de/cuadriga-cumbre-del-g7-hace-falta-putin-2015-06-04/e-18460026-9797

Joseph Nye: las formas del poder

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¿Ha escuchado hablar del “poder inteligente” y el “poder suave”? Importantes líderes mundiales han incorporado estas ideas a sus estrategias y propuestas.

El profesor Joseph Nye, de la Universidad de Harvard, es el creador de estos conceptos y sus investigaciones y publicaciones son determinantes en el estudio de las relaciones internacionales y la geopolítica. Nye no es solo un académico: ha asesorado al gobierno estadounidense en materia de seguridad y estuvo al frente del Consejo de Inteligencia de Estados Unidos. Moisés Naím conversó con el profesor Nye, quien dijo cosas como las siguientes:

“Hay tres maneras de conseguir que los demás hagan lo que uno quiere. Una de ellas es a través de la fuerza, ‘a palos’. La segunda es con dinero. Y la tercera es a través de la atracción o la capacidad de persuadir a la gente”.

“El término de poder suave, también llamado poder blando, se refiere a la capacidad de conseguir que los demás hagan lo que uno quiere sin recurrir a la represión o al dinero”.

“ISIS sí ejerce mucho poder blando en la mente de aquellos a quienes atrae. Una de las razones por las que utilizan estos videos grotescos de decapitaciones es que buscan llamar la atención de aquellas personas que pueden sentirse atraídas por eso. Bin Laden tenía ese mismo tipo de poder blando”.

“El poder inteligente es la capacidad de implementar una estrategia exitosa combinando el poder duro y el poder blando de la manera más eficaz posible. Muy a menudo, si uno no tiene una estrategia de poder inteligente, el poder blando y el poder duro se contraponen”.

“Den rienda suelta a la sociedad civil. Esa es la verdadera fuente del poder blando”.

http://efectonaim.net/joseph-nye-las-formas-del-poder/

Hi, Robot

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From the cotton gin and the steam engine to electricity and the transistor, new technologies have been revolutionizing the world for centuries, transforming life and labor and enabling an extraordinary flourishing of human development. Now some argue that advances in automation and artificial intelligence are causing us to take yet another world-historical leap into the unknown.

But is that really the case? Will the rise of the robots threaten our jobs, our purpose, our very self-definition as humans? At Foreign Affairs, we’ve been intrigued by the discussion but not yet convinced, so for the lead package in this issue, we’ve pulled together an all-star team of authors to tell us just what’s going on and what it all means.

Estado Islámico en las fronteras libias

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Entrevista a Claudia Gazzini, investigadora senior de Libia en International Crisis Group, sobre la situación actual del país y la mayor presencia del Estado Islámico en las fronteras libias. Gazzini asegura que la terrible situación humanitaria y la división interna de Libia solo se pueden resolver si se deja de dar apoyo armamentístico y económico a las partes involucradas y si se impulsan las negociaciones de paz.

El valor global de América Latina

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Más allá de fluctuaciones y coyunturas diversas para diferentes bienes, el patrón de especialización productiva basado en la explotación de los recursos naturales en términos mercantiles –commodities– ha inhibido a América Latina de acceder a los segmentos más dinámicos del mercado mundial tanto desde el punto de vista tecnológico como desde el punto de vista de la expansión de la demanda.

La crisis financiera y económica global y las sendas de crecimiento diferente de las economías industrializadas y las de los países (re)emergentes en el periodo posterior a la crisis han acelerado los patrones de convergencia en las cadenas globales de valor. Alrededor del 60% del comercio mundial corresponde al comercio de bienes y servicios intermedios que se incorporan en diversas etapas en los procesos de producción de bienes y servicios destinados al consumo final. La fragmentación de los procesos de producción y la dispersión internacional de las tareas y actividades que los componen han dado lugar a sistemas de producción sin fronteras.

Conocidas como cadenas de valor, estos procesos pueden ser cadenas secuenciales o redes complejas de alcance mundial o regional. Con frecuencia, los eslabones de estas cadenas regionales son más importantes que los de las mundiales, aunque, en las economías en transición –América Latina y el Caribe y África– las primeras están relativamente menos desarrolladas.

Su irrupción en la economía mundial ha dado origen a una renovada atención al espacio regional, ya que las principales redes mundiales de producción se estructuran en torno a regiones específicas. No obstante, la experiencia de América del Norte, Asia Oriental y Europa, pone de manifiesto que la proximidad es condición necesaria, pero no suficiente, para el desarrollo de unas redes modernas.

En una economía mundial que opera cada vez más sobre la base de “macrorregiones” integradas, la convergencia entre los distintos esquemas de integración latinoamericanos y caribeños parece, no solo necesaria, sino urgente. Y es que el principal desafío a comienzos del siglo XXI se centra en la posibilidad de tender puentes entre las distintas agrupaciones e iniciativas existentes.

Este hecho plantea la necesidad de avanzar hacia marcos normativos comunes que incentiven a las empresas de cada país a articular sus operaciones con otras situadas más allá de las fronteras nacionales; pero también avanzar en políticas explícitas de apoyo a la integración productiva, acompañadas de una adecuada infraestructura de transporte, logística, energía y telecomunicaciones. En ausencia de estos elementos, la integración productiva se vuelve una aspiración más que una realidad.

La región dispone de importantes activos ante ese desafío, como la calidad de sus políticas macroeconómicas, la expansión de sus mercados internos, y su dotación de recursos naturales -energía, minerales y alimentos- en un contexto mundial con creciente demanda. Un activo estratégico muy presente en toda la geografía en distintos sectores como, por ejemplo, la minería: Chile es el mayor productor mundial de cobre, mientras que Brasil es el tercero de hierro; México es el primer productor de plata; Perú se ubica entre los primeros puestos mundiales de oro y plomo; por su parte, Colombia es el séptimo productor de níquel refinado y así un largo etcétera.

Sin embargo, existen riesgos asociados a una “recaída” de la crisis (double-dip recession) así como el proceso de “reprimarización” de la estructura productiva y las exportaciones en el conjunto de la región latinoamericana, en particular, en América del Sur. Las implicaciones negativas de este proceso se encuentran en la desindustrialización, con la consiguiente destrucción del tejido industrial y la pérdida de capacidades tecnológicas y humanas, así como la apuesta por actividades de poco valor agregado que dificultan la inserción en cadenas globales de valor.

Uno de los principales desafíos que la región tiene por delante es interno y consiste en vincular la agenda regional de innovación y competitividad a la actual relación con la economía mundial. En este contexto, la principal oportunidad para que América Latina y el Caribe pueda mantener el ciclo de crecimiento económico del último decenio depende, considerablemente, de la formación de cadenas de valor regionales. No se trata solo de ser parte de estas cadenas. El desafío consiste en incrementar la participación del valor agregado generado localmente así como transitar desde actividades simples a otras de mayor complejidad.

Un hecho fundamental que debemos de tener en cuenta en el presente análisis, en su relación directa con el establecimiento estas cadenas, tanto regionales como globales, son los cambios en las relaciones económicas externas (comercio e inversión) de América Latina en los últimos años, y en particular, el cambio de posición relativa de EE UU, la Unión Europea y los países de Asia (con especial referencia a China). Una realidad que ejemplifica un momento de inflexión en la economía mundial, cuyo centro de gravedad se traslada hacia los denominados países (re)emergentes, en particular hacia Asia-Pacífico.

Este escenario está supeditado a las grandes negociaciones que vinculan a los Estados Unidos, Europa y Japón. “Megaacuerdos” que pueden inducir corrientes de comercio e inversión, así como nuevas reglas para el funcionamiento y la interacción de dichas cadenas de valor que afecten a las relaciones económicas externas de América Latina y el Caribe. Puesto en términos simples, con el establecimiento de estos tratados, se busca combinar la tecnología, la innovación y el know-how de los países desarrollados (economías de matriz) con los menores costes de mano de obra de los países en desarrollo (economías de fábrica).

En concreto, el Acuerdo Transatlántico sobre Comercio e Inversión (TTIP, por sus siglas en inglés) tiene el propósito de renovar y reforzar la alianza entre los Estados Unidos y Europa. Para los países centroamericanos y sudamericanos que tienen una fuerte vinculación con las redes de producción centradas en los Estados Unidos, que a su vez han suscrito un Acuerdo de Libre Comercio con la Unión Europea, la acumulación de origen y la armonización de reglas que se generarían a través de este proceso abrirían importantes oportunidades de incorporarse a cadenas de valor transatlánticas. Ahora bien, no se pueden olvidar los riesgos derivados de que las reglas negociadas entre dos socios con un alto nivel de desarrollo no necesariamente serán óptimas ni de fácil acceso para los países de la región.

Por otro lado, el Acuerdo de Asociación Transpacífico (TPP, por sus siglas en inglés) se inserta en el contexto de una orientación estratégica, definida por la Administración Obama, que apunta a aumentar la presencia de los Estados Unidos en la región de Asia y el Pacífico. Los tres países latinoamericanos que forman parte del TPP forman dos grupos claramente diferenciados en función de su inserción en la economía política internacional. Por una parte, México ha construido un modelo de inserción internacional apoyado en la participación en las cadenas de valor, pero al mismo tiempo abre opciones de complementariedad y cooperación aprovechando el acceso privilegiado al mercado de los Estados Unidos. Chile y Perú, por su parte, se han posicionado como exportadores de materias primas a Asia, con escasos indicios de comercio intraindustrial.

Por lo tanto, una política exterior que favorezca la promoción de procesos de innovación, la competitividad e internacionalización de las empresas, dar mayor relevancia a las relaciones comerciales intrarregionales y la profundización de las relaciones exteriores de mayor calidad con China y la región de Asia-Pacífico, será la clave del éxito para la región latinoamericana en un contexto marcado por su inestabilidad y continua transformación.

Se trata fundamentalmente de avanzar en la propuesta de “cambio estructural” que dependerá en gran medida del desplazamiento hacia actividades productivas más intensivas en conocimiento, una mejora en las condiciones de acceso a los mercados internacionales a través de la integración regional y la negociación de acuerdos en marcos bilaterales o multilaterales.

Una regionalización eficiente requiere de una integración regional sólida. Argumentos clásicos a favor de ésta que recobran hoy su vigencia y validez, por sus beneficios en términos de reducción de las situaciones de conflicto, la mayor resistencia a choques externos, el aprovechamiento conjunto de oportunidades en la economía mundial, así como la necesidad de la acción colectiva para enfrentar los desafíos del cambio climático y la gobernanza de los recursos naturales compartidos.

Ante este panorama, parece haber llegado el momento para la región en su conjunto de reflexionar con mayor profundidad sobre la calidad de la inserción internacional y el rol que en ésta puede cumplir la integración regional.

La nueva diplomacia parlamentaria

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En la era de la globalización, los Estados están pasando a una fase de cooperación en la que hay competencia y colaboración en busca de acuerdos de cooperación económica, científica, cultural, técnica y política, y el debate internacional se ha ampliado a nuevos actores que entienden que ha crecido nuestra conciencia mundial, que compartimos el mismo planeta, que los seres humanos tenemos los mismos derechos —los cuales deben ser respetados en cualquier lugar del mundo— y, por tanto, debemos generar acuerdos sustentables que preserven la paz y aumenten el bienestar de todas y todos.

El Congreso Nacional de la República de Chile no ha escapado a este fenómeno, y ha asumido un papel activo y protagónico con la reapertura de nuestro país al mundo desde la recuperación de la democracia en 1990. Hemos trabajado en una relación virtuosa y de complementariedad con el gobierno, que nunca ha desconocido el papel que la ley le otorga al Jefe o Jefa de Estado, en la conducción de las relaciones internacionales del país.

De acuerdo con el artículo 53 de la Constitución Política de Chile, el Senado posee como atribuciones exclusivas, tres materias: 1) La otorgación de su acuerdo para que el o la titular del ejecutivo pueda ausentarse del país por más de 30 días, 2) La entrega de su dictamen a la Presidenta o al Presidente de la República, en los casos en que aquel lo solicite, y 3) La autorización para permitir la entrada de tropas extranjeras y la salida de contingentes militares nacionales a misiones fuera del territorio nacional.

Aunado a esto, también es en el parlamento donde se aprueban los tratados y convenios internacionales que suscribe el poder ejecutivo. Allí se busca el más amplio consenso entre todas las fuerzas políticas, como expresión palpable de que las relaciones internacionales son asumidas como una política de Estado.

Sin duda, la colaboración del Congreso Nacional ha potenciado las tareas del ejecutivo durante los sucesivos gobiernos democráticos. Esto ha permitido al país extender sus acuerdos internacionales a prácticamente todos los continentes y establecer importantes convenios políticos, económicos y de cooperación con un gran número de países, que expresan la amplia apertura que ha emprendido Chile desde hace más de 20 años.

El papel que el Congreso chileno ha desempeñado en estos años es parte de una tendencia mundial. De hecho, el sector académico ha acuñado ya el concepto de “diplomacia parlamentaria”, ha escrito la historia de su trayecto, ha señalado sus características, actores, temas de reflexión e influencia en las relaciones internacionales y ha reconocido las aportaciones del encuentro entre actores que representan la diversidad política, tanto en el ámbito regional como en el local.

Además de las relaciones entre gobiernos, el Congreso chileno ha multiplicado sus canales de contacto y comunicación. En este sentido, el poder legislativo se ha diversificado y ha establecido vínculos con instituciones públicas y actores privados, nacionales y regionales, del ámbito científico, económico y social. Esta nueva forma de entender a las relaciones internacionales ha dado lugar a un fenómeno que se ha denominado “paradiplomacia”.

Al mismo tiempo, el Congreso Nacional establece relaciones bilaterales y multilaterales con otros parlamentos del mundo, sean de representación trasversal o de una misma corriente política, así como con presidentes de parlamentos o con parlamentarios especializados en temas específicos.

La diplomacia parlamentaria constituye un complemento de la diplomacia gubernamental. Apoya coordinadamente sus iniciativas y contribuye al marco de cooperación en las dimensiones políticas más amplias. Gracias a la flexibilidad de las instituciones representativas, resaltan cuatro expresiones de la diplomacia parlamentaria.

173 parlamentaria-allende FOTO 02 (EFE - Ian Langsdon)

En primer lugar, la actividad internacional de los Presidentes de las Cámaras legislativas. Al respecto, hay que destacar las visitas oficiales de carácter bilateral del Presidente o la Presidenta para dinamizar relaciones parlamentarias al más alto nivel. Su agenda se complementa con la asistencia a importantes foros organizados por sus pares, como la Conferencia Mundial de Presidentes de Parlamentos o la Conferencia de Presidentes de Parlamentos del mundo, que se verifican cada 4 años.

En segundo lugar, otra expresión de la diplomacia parlamentaria son las “relaciones interparlamentarias”, que comprenden los encuentros de delegaciones permanentes u ocasionales de representantes parlamentarios en foros o asambleas parlamentarias de instancias mundiales, como la Unión Interparlamentaria Mundial, que agrupa actualmente a 162 parlamentos del mundo y constituye el equivalente parlamentario de la Organización de las Naciones Unidas (ONU). El Congreso de Chile se afilió en 1950 y ha tenido una participación activa, salvo por el periodo de la dictadura militar, cuando fue expulsado de la organización.

El Congreso chileno también participa en grupos suprarregionales, como la Asamblea Parlamentaria Euro-Latinoamericana, creada en el marco del Acuerdo de Asociación Chile-Unión Europea y que inició sus trabajos en 2003, lo mismo que regionales, como el Parlamento Latinoamericano, que está conformado por los congresos de todos los países de Latinoamérica y el Caribe y funge como un órgano de consulta y propuesta.

El Congreso chileno cumple un papel activo en estos tres organismos, que son de carácter deliberativo y propositivo y cuyas resoluciones constituyen valiosos aportes para el trabajo de las organizaciones de sistema de la ONU y para los organismos intergubernamentales de carácter regional. Además, el Congreso participa en el Foro Parlamentario Asia-Pacífico —contraparte parlamentaria del Foro de Cooperación Económica Asia-Pacífico— y en las Cumbres Parlamentarias Iberoamericanas, que se realizan al mismo tiempo que las Cumbres Iberoamericanas de Jefes de Estado y de Gobierno.

De igual forma, la Red Parlamentaria Global de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos, creada en 2009 con el objetivo de incorporar a los parlamentarios de los países miembros en el seguimiento de temas prioritarios, como la competitividad, el desarrollo sustentable, el fomento de libre comercio, las ventajas comparativas y la productividad.

También cabe destacar la constitución de la Comisión Interparlamentaria de la Alianza del Pacífico (Chile, Colombia, México y Perú), la Comisión Parlamentaria Mixta Chile-Unión Europea, establecida a partir del Tratado Chile-Unión Europea, y la Comisión Parlamentaria Conjunta Argentino-Chilena, entre otros.

Los grupos parlamentarios entablan

un diálogo más directo e informal,

lo que amplía los esquemas estructurados

 de la diplomacia tradicional.

Asimismo, el Congreso chileno participa en redes de cooperación interparlamentaria como, por nombrar algunas, la Acción Mundial de Parlamentarios (que trata de asuntos políticos y de desarrollo) o la Red de Mujeres Parlamentarias de las Américas.

El tercer aspecto importante de la diplomacia parlamentaría es la conformación de Grupos Parlamentarios de Amistad, organismos bilaterales a los que se integran parlamentarios de los países participantes. En Chile, el criterio para la creación de grupos de amistad es muy amplio, al punto de que en ambas cámaras del Congreso se han formado grupos con más de 40 países. Estos grupos son muy diversos, tiene distintos niveles de trabajo y, en general, su objetivo fundamental es estrechar lazos políticos, económicos y culturales entre los países.

Por último, hay que señalar la acción de las delegaciones parlamentarias ad hoc para ejercer como garantes de la comunidad internacional en procesos electorales como observadores, en negociaciones y procesos de paz o en foros internacionales de protección de derechos y libertades individuales y sociales.

Hasta ahora, la experiencia de la diplomacia parlamentaria ha resultado ser de gran ayuda para formar una idea nacional sobre los asuntos internacionales, dado que las delegaciones parlamentarias representan tanto al gobierno como a la oposición. Además, los grupos parlamentarios entablan un diálogo más directo e informal, lo que amplía los esquemas estructurados de la diplomacia tradicional.

De este modo, la diplomacia parlamentaria se ha convertido en un elemento catalizador de las relaciones bilaterales  que canaliza variados intereses, sean políticos, sectoriales, comerciales o culturales, a los que la diplomacia clásica normalmente no accede.

Ahora bien, con el avance de las comunicaciones que ha posibilitado la tecnología, ha cambiado nuestra forma de estar en el mundo. Con la velocidad del transporte y el dinamismo mundial de los intercambios políticos, comerciales y sociales, la diplomacia parlamentaria se ha extendido a nuevos canales y redes, de modo que, como Congreso chileno, nos enfrentamos a múltiples desafíos.

En primer lugar, en el marco de la relación entre el Ejecutivo y el Legislativo de Chile, tenemos que reforzar los lazos en la gestión conjunta, con reuniones permanentes de carácter informativo sobre los avances de la política exterior en las comisiones de Relaciones Exteriores del Congreso.

De igual forma, es importante profundizar en el aporte de los exparlamentarios que desempeñan funciones en el Ministerio de Relaciones Exteriores o de quienes adquirieron experiencia en esta repartición pública y hoy ejercen como diputados o senadores, y aprovechar su experiencia acumulada en ambas instituciones.

Parlamentarians for Global Action

También es necesario promover la actividad interparlamentaria por su carácter político y de diálogo, como pilar fundamental de la confianza, los lazos humanos y los avances entre países. Además, es necesario impulsar las reuniones de las comisiones binacionales de relaciones exteriores, sistema que ha sido empleado con Argentina, Bolivia, Brasil y Perú, para fortalecer los vínculos de información, los contactos y los posibles proyectos conjuntos.

El Congreso chileno —y en específico las comisiones de Relaciones Exteriores de ambas cámaras— también puede y debe acoger las inquietudes, intereses y demandas de los distintos actores de la sociedad civil, como  organizaciones no gubernamentales, fundaciones, universidades, asociaciones gremiales, sindicatos, grupos empresariales y organizaciones ciudadanas, para formular de manera más inclusiva las iniciativas del país en materia de relaciones exteriores.

Finalmente, es fundamental establecer un diálogo más permanente entre la Academia Diplomática de Chile y las comisiones de Relaciones Exteriores de ambas cámaras, a través de una colaboración mutua e institucionalizada, para avanzar a una relación permanente que establezca itinerarios comunes a modo de potenciar el trabajo de las partes y acelerar los contactos y la transferencia de información que sirva a los intereses del país.

Hay una firme esperanza en los resultados de este diálogo multilateral y multitemático que son las relaciones internacionales con el fin de que revaloricen la democracia, refuercen una visión común del ser humano como un sujeto de derechos y reconozcan que la diversidad enriquece antes que dividir. La política internacional del Estado chileno compete a todos los ciudadanos. Tal conducta está arraigada en nuestro acervo nacional, y la diplomacia parlamentaria lo seguirá haciendo en pos del acuerdo entre los pueblos y los países. avatarDefault

Bilderberg Kingpin Henry Kissinger Admits ISIS Gets Its Weapons from US

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Bilderberg steering committee member and architect of a globalist order, Henry Kissinger, told Fox News on Wednesday the United States is responsible for arming ISIS.

Kissinger did not say the arming of the Islamic State was a deliberate process.

In March, Qasim al-Araji, the head of the Badr Organization in Iraq, told parliament he had evidence the U.S. has deliberately armed the Islamic Army, according to a report carried by the Arabic language Almasalah.

Iranian media and other sources have claimed on at least two occasions U.S. military aircraft dropped weapons in areas held by the Islamic State.

“The Iraqi intelligence sources reiterated that the US military planes have airdropped several aid cargoes for ISIL terrorists to help them resist the siege laid by the Iraqi army, security and popular forces,” Iraqi intelligence claimed in December.

“What is important is that the US sends these weapons to only those that cooperate with the Pentagon and this indicates that the US plays a role in arming the ISIL.”

In January Iraqi MP Majid al-Ghraoui said American aircraft delivered weapons and equipment to ISIS southeast of Tikrit, located in Salahuddin province.

The London-based organization Conflict Armament Research previously reported that ISIS fighters are using “significant quantities” of arms including M16 assault rifles marked “property of the US government.”

In June Aaron Klein, writing for WorldNetDaily, reported that members of ISIS were trained in 2012 by U.S. instructors working at a secret base in Jordan, according to informed Jordanian officials.

Kentucky Senator Rand Paul said last year ISIS was able to capture large areas of Iraq due to arms transfers from “moderates” in Syria fighting a proxy war against the government of Bashar al-Assad.

“I think we have to understand first how we got here,” he told CNN.

“I think one of the reasons why ISIS has been emboldened is because we have been arming their allies. We have been allied with ISIS in Syria.”

Kissinger Disagrees with Rand Paul on ISIS

Kissinger told Fox News he strongly disagrees with Rand Paul’s approach on ISIS.

In September Paul said US interventionist policies are responsible for the situation in the Middle East.

Paul said from the Senate floor there “were no WMDs” in Iraq and “that Hussein, Qadhafi, and Assad were not a threat to us. Doesn’t make them good, but they were not a threat to us.”

“Intervention created this chaos,” he added. “To those who wish unlimited intervention and boots on the ground everywhere, remember the smiling poses of politicians pontificating about so-called freedom fighters and heroes in Libya, in Syria, and in Iraq. Unaware that the so-called freedom fighters may well have been allied with kidnappers and are killers and jihadists.”

Obama Sends Hundreds of US Troops Into Iraq

Kissinger told Fox News that he opposes “boots on the ground” in Iraq and Syria to defeat ISIS. He said, however, the United States should send special forces to work with Sunni, Shia and Kurdish groups fighting against the terror organization and also provide intelligence and target spotters for the Iraqi military.

Obama has approved a plan to send an additional 450 U.S. troops to Iraq. Moreover, the administration has approved a plan to create a training base at al-Taqaddum in western Iraq between the key Anbar provincial cities of Ramadi and Fallujah which are currently under ISIS control.

“I don’t think it’s a new strategy … because we’re continuing to execute the strategy that we have,” U.S. Army Chief of Staff Gen. Ray Odierno told CBS News.

Las ideas de Piketty no funcionan en los países del Sur

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En la imagen el contraste entre los barrios de Boca La Caja (en primer plano) y Punta Pacífica (al fondo) en Ciudad de Panamá. (Rodrigo Arangua/AFP/Getty Images)

Las teorías expuestas en el libro El capital en el siglo XXI del economista francés Thomas Piketty han generado controversia y un debate que sigue abierto. Si aquellas se pueden aplicar a todas las regiones, países y sociedades del mundo por igual es parte también de esta discusión.

El economista francés Thomas Piketty ha generado un gran impacto en Estados Unidos y Europa con su crítica sobre las crecientes desigualdades en las sociedades contemporáneas. Aunque su bestseller, El capital en el siglo XXI, es una obra compleja con distintos puntos de vista, su idea central es que los grandes multimillonarios acumulan hoy tanta riqueza como lo hacían hace 100 años. El lento crecimiento económico, el frenazo demográfico y la liberalización de los flujos financieros han provocado que desde los años 80 los ricos hayan multiplicado fácilmente su capital, mientras que las clases medias -que dependen de los ingresos que obtienen por su trabajo- se han estancado. Pero, ¿se puede aplicar sus tesis al mundo en desarrollo? ¿Es realmente hoy el mundo tan desigual como lo era hace 100 años?

Si nos olvidamos de Washington y Bruselas, un primer vistazo a los países del Sur nos permitiría de hecho llegar a la conclusión contraria. Aunque las diferencias de renta parecen haber crecido en el interior de los países, lo cierto es que las diferencias entre países se han reducido considerablemente. El crecimiento económico en América Latina, África y Asia ha permitido a muchas naciones escapar de la pobreza y recortar las distancias con los países más ricos. Si entre 1900 y 1980 el 70-80% de la producción global de bienes y servicios estaba en Europa y América, para el año 2010 la cifra se había reducido al 50%. “Independientemente de la forma en que se mida, el mundo parece haber entrado claramente en una fase en la que los países ricos y pobres están convergiendo en ingresos”, reconoce el propio Piketty en el primer capítulo de su obra.

Esa reducción en las desigualdades globales ha estado liderada por naciones muy pobladas como China, India o Brasil. Según una investigación publicada en el National Bureau of Economic Research (NBER), estos tres países emergentes fueron los grandes causantes de que las diferencias en Producto Interior Bruto (PIB) per cápita entre el Norte y el Sur se redujeran en un 28% entre 1990 y 2009. Las diferencias no se limitan al ámbito económico: según el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), las naciones que más han mejorado en las últimas décadas su Índice de Desarrollo Humano (IDH) están en el Sur; entre ellas Chile, Argentina, Malasia, Túnez, Turquía, México, Argelia y Panamá.

Desde este punto de vista, y aunque permanecen las diferencias entre países ricos y pobres, el mundo nunca había sido tan igualitario desde la Revolución Industrial. Si en los años 80 las clases medias en Europa y Estados Unidos comenzaron a estancarse (al menos en comparación con los más ricos), lo cierto es que el resto del planeta ha vivido la mayor creación de clases medias de la historia. Según un estudio del Brookings Institute, el fenómeno tan sólo acaba de empezar: América Latina, África y Asia contaban en el año 2009 con 843 millones de personas dentro de las clases medias (los que disponen de entre 10 y 100 dólares al día,medidos en paridad de poder adquisitivo); una cifra que para el año 2020 se elevaría a 2.213 millones, sobre todo gracias al crecimiento en la región Asia-Pacífico.

Esto no quiere decir, sin embargo, que los países del Sur no tengan problemas de desigualdad. De hecho, lo paradójico es que muchas de las naciones que han recortado las distancias con el Norte lo han hecho a base de aumentar las diferencias entre ricos y pobres dentro de sus fronteras. Según los datos del Banco Mundial, China tenía en 1984 un índice de Gini de 27,7, mientras que en el año 2008 se había disparado hasta 42,6 (a mayor número, mayores desigualdades en las rentas de las familias); Sudáfrica, por su parte, pasó entre 1995 y 2009 de un índice de Gini de 56,6 a uno de 67,4.

La globalización, que ha traído consigo un aumento de la inversión extranjera en losbpaíses en desarrollo y mayor libertad en el flujo de capitales, es uno de los factores que está detrás de esta historia de creación de riqueza y, al mismo tiempo, crecientes desigualdades. Thomas Piketty se ocupa, aunque de manera breve, de este tema en su libro, y llega a la conclusión de que también en los países del Sur (en su caso habla de Colombia, Sudáfrica, Indonesia, India, China y Argentina) el 1% más rico ha incrementado durante los últimos 30 años su porcentaje de la riqueza nacional. El ejemplo más claro son los nuevos súper ricos: si entre 1987 y 2009 las mayores fortunas del planeta eran japonesas o estadounidenses quien lidera la lista desde el año 2010 es el mexicano Carlos Slim. Una relación de nombres que que cada vez cuenta con más indios (Lakshmi Mittal), chinos (Wang Jianlin) o brasileños (Jorge Paulo Lemann).

Piketty centra su análisis en la evolución económica de países como Francia, Reino Unido y Estados Unidos pero algunas de sus tesis más importantes no encuentran acomodo cuando se aplican a estos países del Sur. Dentro de su argumentación, una de las teorías más importantes es que las desigualdades crecen cuando el rendimiento de capital (bienes inmuebles, acciones, intereses…) aumenta más rápido que el crecimiento del Producto Interior Bruto: es su famosa fórmula r > g. Su tesis funciona pero al aplicarla a los países desarrollados, que desde los años 80 tienen tasas de crecimiento económico bajas, no así cuando se aplica a los países de América Latina, Asia y África, que en algunos casos han mantenido cifras de crecimiento por encima del 5% o el 6%. “India y China son países que han tenido tasas de crecimiento económico muy alto, así que si utilizáramos la lógica de Piketty, entonces India y China no tendrían un problema de desigualdad tan grave como el de los países que crecen a ritmos más bajos”, explica el economista Mudit Kapoor, profesor asociado de la Indian School of Business. Ese, sin embargo, no parece ser el caso, y es precisamente en los países con mayor crecimiento, como China, donde más han crecido las desigualdades.

El libro de Piketty ha despertado de todas formas mucho interés en los países del Sur (se están preparando traducciones, entre otros idiomas, al chino), pero algunos economistas encuentran difícil su aplicación fuera de las economías desarrolladas. Thomas Piketty se centra sobre todo en las desigualdades entre los súper ricos y las clases medias (el famoso 99% del movimiento Occupy Wall Street) pero muchos países del Sur todavía tienen que enfrentarse a problemas de pobreza extrema, acceso a agua potable, educación y sanidad. En los países en vías de desarrollo, algunas de las desigualdades más importantes se centran en la brecha entre el mundo rural y el mundo urbano, entre el sector servicios y la agricultura o entre unas regiones y otras del país. El acceso a una educación de calidad, la corrupción de los gobernantes o la discriminación de la mujer son en ocasiones factores mucho más vitales para las naciones en vías de desarrollo que la riqueza acumulada por el 10% o el 1% más rico del país, que es la medida que Thomas Piketty utiliza de forma sistemática para hablar de desigualdades. El economista francés prácticamente no habla en su obra de acabar o reducir la pobreza extrema, pero para muchos gobernantes esa es la prioridad número uno a la hora de crear sociedades más justas.

Lo curioso del libro de Thomas Piketty es que algunos de los países que más analiza en su libro como Francia, Alemania o Suecia, se encuentran entre los más igualitarios del planeta. La excepción sería EE UU, el único país desarrollado que tiene niveles de desigualdad similares a los del Sur. Las desigualdades más grandes y escandalosas, aquellas donde se mezclan los niños que pasan hambre con los multimillonarios hombres de negocio, se encuentran en el Sur. Y es aquí donde menos convencen las teorías de Piketty.

Brazil’s Potential Output: A Case of Cognitive Dissonance?

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The International Monetary Fund’s most recent World Economic Outlook (WEO) report (IMF 2015) confirms many economists’ continued low expectations for Brazil’s potential output and growth.

Although estimating potential growth is subject to well-known pitfalls, the importance of such estimates in the policymaking process requires them, however imperfect. As the recent WEO pointedly underscores, the economic definition of potential output requires a framework based on economic theory, not historical averages or econometric filters that characterize various measures of trend output. Typically, estimates of potential output are based on specifications for the country’s production function, including the physical capital stock, education and measures of human capital, demographics, the total labor force, and productivity, among other factors.

The economic definition of potential output also differs from the widely used concept of “sustainable” output. Potential output measures how much an economy can grow without igniting undue inflationary or deflationary pressures, while most uses of “sustainable” output refer to an economy’s capacity to grow while maintaining macroeconomic stability, more broadly defined. If a country is growing at or close to its potential rate due to rapid expansion in public sector credit and other stimulus policies while experiencing large capital inflows that appreciate the currency and keep inflation at bay, its growth may not be sustainable; once capital flows subside, macroeconomic imbalances will force a painful adjustment process. This is a simple but fairly accurate description of Brazil’s growth trajectory during much of the recent period (2004–15).

Although potential output estimates are subject to statistical and model uncertainty and may vary according to the applied methodology, they generally deliver qualitatively similar results when the time horizon used is broadly the same.

Table 1 Variations in Potential Growth Estimates for Brazil (percent)

Barbosa-Filho 2011 (2) 3.5
Bacha and Bonelli 2012 (1) 4.0
IMF 2013 (3) 3.5
OECD 2013 (1) 3.7
Bacha and Bonelli 2014 (1) 3.3
IMF 2015 (4) 2.3

  1. Unspecified time horizon
  2. Estimates for the next ten years (2012–22)
  3. Estimates for 2010 to 2030
  4. Current WEO database estimates for 2015 to 2019

Sources:Bacha and Bonelli (2012, 2014), Barbosa-Filho 2011, IMF (2013, 2014), OECD 2013.

Table 1 shows that, in line with the WEO’s findings, different methodologies and specifications for the production function yield broadly similar results. However, the table also suggests that the starting point matters: If the analysis is undertaken during or shortly following a period of robust growth, estimates tend to be more favorable, whereas if it is done during harsher economic times, potential growth estimates may well suffer.1 Although the Brazilian economy was already decelerating substantially between 2011 and 2013, average growth during the period was still above 3 percent. During the second half of 2014, and into the first quarter of 2015, growth stagnated on average—in the first three months of 2015, the economy contracted 0.9 percent on a cumulative basis.2 These developments may have driven the IMF (2015) potential growth projection of 2.3 percent, in sharp contrast to the recent literature and to its own estimates made only two years ago.

Interestingly, potential output estimates by market participants suffer a similar bias. Figure 1 shows the evolution of median forecasts of real GDP growth four years ahead from the Central Bank of Brazil’s weeklyFocus Survey. Provided that analysts expect the output gap to close within a four-year time horizon, this measure may serve as a reasonable proxy for potential output projections. While projections for four years ahead remained close to 3 percent even late into 2014, they have since plummeted to only 2.3 percent in 2015, underscoring the impact of current conditions on medium-term market forecasts. In addition, the evolution of estimates during Brazil’s boom years—from 2003 to 2010—highlight the optimism bias identified by Ho and Mauro (2014): Estimates of potential output during this period reflected not the deep structural problems that have plagued the economy for years but a misguided perception that these problems would be resolved as long as growth could be sustained by substantial external windfalls.

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Where does this leave us? Global growth is currently mired in uncertainty. As recent IMF research shows, the financial crisis had a substantial and lasting effect on potential growth across the globe. While it may be reasonable to assume that potential growth is destined to disappoint both in advanced and emerging economies, the psychological discomfort generated by any incoming conflicting information should not sway estimates. The case of Brazil shows just how much the constant struggle to reduce mental stress from clashes between beliefs and information can set policies on a very painful path.