En la carrera por la reconfiguración del sistema económico, la creación de ‘hubs’ tecnológicos es una apuesta recurrente. Países pequeños pueden liderar sectores económicos gracias a las inversiones en I+D+i. Israel, Corea del Sur, Singapur o Suecia están a la cabeza.
La tecnología, la industria farmacéutica o la biotecnológica son ejemplos recurrentes de polos económicos. Requieren tamaño para generar economía de escala, participación pública y privada, talento y capital. Por eso, son sectores que tienden a organizarse bajo esta fórmula. Silicon Valley es probablemente el ejemplo más conocido, gracias a la combinación de empresas tecnológicas, universidades de prestigio y capital riesgo. Pero en los últimos 10 años se han multiplicado los hubs creados en el nuevo entorno global. Un rápido examen del Nasdaq revela cómo se ha construido el nuevo mapa del poder tecnológico. El análisis de las publicaciones científicas de impacto es también revelador. La revista Nature publicó en diciembre de 2013 cómo ha declinado el factor de impacto de los estudios procedentes de Estados Unidos frente a la nueva competencia global, incluyendo Suiza, Reino Unido y China. Esta globalización del conocimiento se completa con los datos facilitados por la National Science Foundation de EE UU. En los últimos 20 años, la proporción de extranjeros que ha alcanzado el grado de doctor en ciencia y tecnología se ha duplicado. Como referencia, entre 1985 y 2008 el número de artículos y papers publicados por científicos con apellido chino pasó del 4,79 al 14,45 por cien, al tiempo que los apellidos de origen anglosajón pasaban del 56,6 al 45,56 por cien. Los apellidos denominados europeos disminuyeron también, pasando del 13,47 al 11,18 por cien.
Israel es el caso que todo el mundo cita. Cuenta con 63 empresas cotizadas en el Nasdaq. Invierte el 4,9 por cien del PIB en I+D, mientras que la media en el entorno de la OCDE fue de 2,3 (datos de 2009). Emplea a nueve de cada 1.000 trabajadores en ese campo, el doble que Japón o EE UU. Apuesta por el capital humano científico y tecnológico: cuenta con el mayor porcentaje de científicos e ingenieros por población, unos 135 por cada 10.000 trabajadores. Fomenta la iniciativa exportadora global y el acceso a la financiación. El venture capital per cápita alcanza los 144 dólares, mientras que en EE UU es de 72 dólares, Europa, siete, y España, uno. Hay más de 70 fondos activos y 14 de ellos son de capital internacional. Además, otros 220 fondos operan en el país. La tecnología militar es a menudo de doble uso, lo que retroalimenta el sistema de innovación y exportaciones. Con estos elementos, Israel ha construido un ecosistema emprendedor que favorece la internacionalización de las compañías desde su comienzo. Las empresas tecnológicas representan el 54 por cien de las exportaciones industriales y el 26 del total. Según datos facilitados por Technion, el Instituto Tecnológico de Israel, el país cuenta con la mayor concentración de empresas emergentes o start-ups tecnológicas del mundo, sin contar Silicon Valley.
Asia se mueve: Corea del Sur y Singapur
El caso de Corea del Sur es interesante. El milagro del río Han, se puede leer en prensa. Sin grandes recursos naturales, con dimensiones geográficas parecidas a las de Castilla y León pero una población similar a la española, se ha convertido en un caso de estudio por la velocidad de transformación y adaptación a los nuevos usos de la innovación tecnológica. La mezcla de emprendimiento, inversión en capital humano y promoción de la internacionalización actualiza la tradicional vinculación del Estado con las grandes corporaciones (chaebols). Se ha decidido cambiar el paso con una estrategia basada en la diversificación de las fuentes de competitividad y la promoción de un ecosistema de emprendimiento tecnológico. El gobierno repite como mantra la idea de “economía creativa”, que consiste en la aplicación de las buenas ideas y la inversión en creatividad e innovación. El gobierno ha contribuido al crecimiento con inversiones de capital y una campaña política que promueve el emprendimiento tecnológico. En 2014 se ha creado el ministerio de Ciencia, Tecnología y Planificación del Futuro, cuyo presupuesto alcanza los 12.000 millones de dólares. Se han comprometido 3.200 millones de dólares para apoyar la economía basada en ciencia, tecnología y emprendimiento. Con ese capital se renovarán los laboratorios tecnológicos y se crearán centros de innovación vinculados a las universidades. Asimismo, 50 empresas emergentes recibirán unos 600.000 dólares para su lanzamiento y promoción internacional, el gran reto de las empresas coreanas.
El principal desafío de Corea del Sur consiste en la reforma del sistema financiero, además de la captación de fondos procedentes de los principales inversores internacionales, la eliminación de trabas comerciales, la apertura a la llegada de empresas extranjeras y la liberalización de sectores. En Europa conocemos bien las grandes marcas de electrónica (Samsung o LG) y automoción (Hyundai o Kia). Estas han abierto los mercados internacionales y conectado con las nuevas generaciones digitales gracias a los dispositivos de gran consumo. Además, se ha creado una estrategia de diplomacia pública basada en el Hallyu (la Ola coreana) que abarca las industrias culturales, la gastronomía y el entretenimiento digital (en 2013, los videojuegos facturaron 6.300 millones de euros, el 11 por cien más que el año anterior). La música (K-Pop) sintoniza con esa población joven que consume aparatos electrónicos.
El plan está dando los primeros resultados. Recientemente, Bloomberg Global Innovation Index ha coronado el país como el número uno gracias a la combinación de intensidad en I+D y concentración de actividades investigadoras, densidad de alta tecnología, capacidades de manufactura y productividad, eficiencia en sectores relacionados y número de patentes. En concreto, lidera la penetración de la banda ancha y la capacidad de conexión (50 megabits por segundo). Se prevé que en 2020 ya esté operativa la red 5G, la más avanzada del planeta.
La experiencia coreana ofrece algunas lecciones. La primera es que el éxito no es casual. Es resultado de fuertes inversiones en tecnología, capital humano e internacionalización de las pymes. Detrás de las grandes corporaciones tienen que emerger las compañías que quieren estar en la globalización. La segunda es la necesidad de abrazar la globalización en todas sus dimensiones. Hasta el momento, el país ha sabido salir, exportar e invertir fuera de sus fronteras, pero no ha sido capaz de internacionalizar su mercado laboral, flexibilizar las políticas de migración o crear un puente entre el sistema de investigación y las empresas privadas. Aún queda camino por recorrer.
Singapur ha creado una estrategia que vincula dos elementos esenciales para la globalización comercial. A saber, la libertad de empresa y la dotación de infraestructuras para la distribución de mercancías desde el sureste asiático a los principales mercados por razón demográfica: China, India, Malasia, Filipinas, pero también América Latina o la costa Oeste de EE UU). La libertad de empresa ha sido reconocida por el Banco Mundial en el informe “Doing Business”, que sitúa Singapur como el primer país desde 2007. El informe evalúa las dificultades para iniciar un negocio, la relación con la administración y las regulaciones, el acceso a la energía, la protección de la propiedad intelectual e industrial, el sistema financiero y la relación con los inversores, entre otros elementos. Cuenta con acuerdos de libre comercio con el espacio de la Asociación de Naciones del Sureste Asiático (Asean), Corea del Sur, China, Australia y Nueva Zelanda, así como acuerdos preferentes con India y Japón. Cuenta con unas 9.000 empresas europeas instaladas. Con una imposición del cero por cien de aranceles comerciales, Singapur es el puerto principal para las reexportaciones a través de las más de 600 conexiones portuarias con 120 países. Además del propio negocio comercial, el país ha ramificado su especialización logística en los servicios conexos: reparación de barcos, refinería y energía para el transporte (42 millones de toneladas en 2012), cambio de divisas y otras industrias propias de la actividad mercantil.
El informe “Doing Business 2013” destaca que este conocimiento y capacidad de gestionar información se ha convertido en un eje de las exportaciones en la sociedad del conocimiento. México, Perú, Vietnam o Tailandia exploran cómo copiar el modelo y adaptarlo a su entorno particular. La baja fiscalidad promueve que las grandes multinacionales ubiquen sus sedes de operaciones Asia-Pacífico en el país. Es un centro financiero de seguros, banca y reaseguros que cuenta con infraestructuras tecnológicas para sistematizar la logística y las operaciones. Además, recibe un millón de turistas cada año, atraídos por el lujo.
La última decisión estratégica es la apuesta por la economía del conocimiento. En la medida que el país carece de recursos naturales y su ventaja competitiva es replicable, Singapur ha apostado por la educación ejecutiva y quiere ser el punto de encuentro para la clase directiva de la región. En 2000, el ministerio de Educación promovió la idea de “la Boston de Asia-Pacífico”, un espacio para la investigación, el intercambio de ideas y la promoción del conocimiento. Es una fórmula común de poder blando. Singapur ha dado facilidades para la llegada de universidades de referencia mundial. Chicago University o Insead han abierto campus con docencia regular. Otras como el Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT) o la Universidad Johns Hopkins han alcanzado acuerdos estables en Biotecnología, Ciencias de la Salud e Ingeniería. Esta transformación ha impulsado a la Universidad Nacional de Singapur y a la Universidad Tecnológica de Nanyang, como referentes de la región en Ciencias. Es, en suma, un país pequeño potenciado por sus infraestructuras y las tecnologías. La “Boston de Asia- Pacífico” es, de momento, un desiderátum alineado con la economía de la ciudad-Estado. Es el conocimiento, no la manufactura, lo que genera valor añadido para las compañías.
Europa, vivero de polos tecnológicos
En Europa, hay diversidad de propuestas. Tras la venta de Nokia, el continente carece de un gigante corporativo de las dimensiones de Google o Facebook, pero cuenta con un creciente vivero de polos tecnológicos y de investigación aplicada. Existe una suerte de disputa entre grandes ciudades por copar el desarrollo tecnológico, la creación de empresas emergentes y la innovación. La Comisión Europea ha presentado un análisis titulado “Mapping the European ICT Poles of Excellence: The Atlas of ICT Activity”, que investiga la investigación, desarrollo e innovación (I+D+i) y la creación de oportunidades de negocio y empleo. La concurrencia de tecnología, internacionalización y redes de trabajo es uno de los objetivos de la estrategia Europa 2020, que aspira a colocar la innovación europea en la esfera global. El informe sitúa Munich Kreisfreie Stadt en lo más alto, seguido de Inner London East y París. Otras ciudades relevantes son Cambridgeshire, Estocolmo, Uusimaa (Finlandia), Zuidoost-Noord-Brabant (Países Bajos), Ámsterdam y Lovaina. Madrid aparece en el tercer nivel de actividad, mientras que Barcelona y Valencia solo aparecen en listados parciales.
El ecosistema europeo es particular. La actividad innovadora en tecnología se concentra en determinadas áreas geográficas, que representan alrededor del 15 por cien de las regiones de la Unión Europea. El resto muestra poca actividad significativa. Antes que las ciudades, funciona la idea de región innovadora, lo que confirma la hipótesis de que la innovación requiere economías de escala, capital humano, talento, negocio, tecnología e inversiones. De forma aislada, las ciudades no alcanzan el nivel de excelencia requerido. Los gobiernos han captado la idea y se han lanzado a crear parques tecnológicos, polos de inversión o hubs especializados con el ánimo de revitalizar la economía, poner el foco en nuevos nichos de empleo y transformar parte de la actividad económica mediante incentivos fiscales o inversiones.
Algunos casos particulares son relevantes. La transformación sueca es paradigmática. Pero no casual. En los años noventa se apostó por un modelo económico intensivo en I+D, apoyado en la industria farmacéutica y tecnológica, en detrimento de otras actividades como los astilleros, menos intensivos. La crisis y el desempleo golpearon esos sectores, que acabaron por desaparecer o ser irrelevantes. Asimismo, Suecia vivió su propia crisis del sistema financiero en esa década que aceleró la liberalización de los servicios y la reestructuración (las cajas de ahorro se convirtieron en bancos comerciales convencionales, se redujeron el número de actores y se generaron mejores economías de escala, el tamaño del mercado obligaba a apostar por operaciones internacionales). El nuevo modelo requiere conocimiento, ciencia y tecnología para el mercado mundial. La inversión en I+D+i representa el 3,41 por cien del PIB. Las ingenierías y las tecnologías se orientan hacia el mercado global con socios, inversiones y producción. Según datos publicados por el ICEX, dos tercios de la producción ingeniera se destina al exterior, la ingeniería mecánica y eléctrica, los productos de metal y el transporte alcanzan el 50 por cien de las exportaciones y representan el 70 por cien de la inversión en I+D. La investigación se organizó en torno a grandes clusters tecnológicos a partir de la década de los noventa. Kista, The Swedish Wireless Valley, es un distrito de la región de Estocolmo que cuenta con 750 compañías que emplean a 28.000 personas. Se trata de un ejemplo de cómo promover la mentalidad emprendedora desde la educación universitaria, ya que mezcla la docencia, la investigación y la creación de empresas. Los programas de Ciencias de la Computación de la Universidad de Estocolmo (unos 3.000 alumnos) se imparten en este distrito para facilitar el intercambio de experiencias académicas y profesionales. El segundo gran cluster es TelecomCity, al sur del país. En el parque, hay alrededor de 75 compañías especializadas en telecomunicaciones y móviles que emplean a 5.000 personas, además de la relación privilegiada con la Universidad de Linköping. Ese entorno facilita que las grandes corporaciones tecnológicas globales cuenten con departamentos de I+D en el país. Encontramos instalaciones de TeliaSonera, Microsoft, Nokia o Nortel.
Con esos ingredientes, Estocolmo se ha situado como una de las ciudades punteras con su mezcla de emprendimiento social y nuevas tecnologías. En el argot, es un nuevo hotspot. Los éxitos de Spotify y Skype han hecho bandera de unas empresas nacidas en el entorno digital y orientadas desde el principio a los mercados globales. Por geografía, es un mercado local y pequeño (9,5 millones de habitantes), por lo que la perspectiva global es condición necesaria para sobrevivir. Cuentan con la herencia de Ericsson, compañía de referencia de la primera globalización tecnológica. Ahora Klarna, King y Mojang lideran el mercado de los pagos online y los juegos digitales, respectivamente. Según datos de Thomson Reuters publicados en Financial Times, las empresas suecas han captado más de 500 millones de dólares en inversión procedente de venture capital entre 2010 y 2012. En términos comparados, representa alrededor del 20 por cien del mercado inversor. Suecia destaca asimismo por la calidad del orden educativo. El capital humano ha sido educado en un sistema abierto e internacional gracias a su docencia e investigación en inglés. Son suecos, sí, pero también británicos, alemanes y otros nórdicos que emigran al país por su estilo y nivel de vida, su sociedad menos jerarquizada y su apertura al mundo. Se han habilitado espacios para el intercambio de experiencias y conocimientos, de modo que son los propios emprendedores tecnológicos quienes documentan los éxitos y fracasos empresariales. El más relevante es Swedish Startup Space. Encaja con la tradición social de jantelagen que aprecia más el valor compartido y los réditos para la comunidad que el éxito individual. En síntesis, el país es epítome de la triple corona del emprendimiento: talento y sistema educativo de alto nivel, acceso a los mercados, y un sistema financiero renovado, adaptado a la globalización.
Londres mantiene el liderazgo de las empresas tecnológicas europeas. El acceso directo al mercado financiero, la diversidad cultural, universidades de primer nivel mundial, la conexión anglosajona y la proyección internacional son activos sólidos. Este liderazgo se traslada a las empresas tecnológicas de nueva creación. Según datos del sector, Londres aún domina la captación de inversiones de venture capital y ha conseguido alrededor del 40 por cien del total, frente al 22 invertido en Francia y el 19 en Alemania (con Suiza y Austria). El mayor movimiento de nuevas compañías se produce en East London Tech City. El distrito promovido por David Cameron es el eje de la estrategia Tech City que pretende convertir un barrio devaluado en un espacio dinámico que reúna creativos, emprendedores, desarrolladores y otros profesionales de la economía del conocimiento. Se ha ganado el sobrenombre de Silicon Roundabout. Desde 2009, más de 600 empresas se han instalado allí, algunas tan conocidas como Last.Fm, SoundCloud o TweetDeck. Entre las medidas para atraerlas están el crédito para inversión en I+D, el visado para emprendedores extranjeros (visa start-up) o la reducción de impuestos para los pequeños negocios. El Seed Enterprise Investment Scheme permite deducirse el 50 por cien de la primera inversión en start-ups por valor de hasta 100.000 libras. Es una de las ofertas más generosas con el capital semilla en todo el mundo. En una segunda etapa, Enterprise Investment Scheme ofrece una exención del 30 por cien para inversores privados de venture capital. El objeto es la captación de fondos privados para nuevos proyectos. Finalmente, a través de Enterprise Capital Funds el gobierno ofrece una garantía de hasta dos tercios de capital invertido (hasta dos millones de libras).
La propuesta continúa con la creación de “incubadoras” de empresas tecnológicas que compartan recursos, genere nuevos conocimientos (aplicaciones y desarrollos) y creen redes nuevas de trabajo. Iniciativas como TechHub conceden espacios de oficinas compartidos y a bajo precio a emprendedores del sector. El objetivo es la creación de redes y la colaboración entre profesionales de trayectorias diversas (desarrolladores, publicistas, diseñadores o cualquier otra profesión creativa). El último anuncio ha sido el lanzamiento de un concurso de ideas innovadoras para la promoción del Internet de las cosas. Con una dotación de un millón de libras, el programa persigue la inversión en I+D y el desarrollo de aplicaciones relacionadas con esta nueva tecnología, así como el establecimiento de relaciones entre negocios emergentes y empresas ya consolidadas.
Lecciones para España
La necesaria transformación de la economía española parece ser una de las lecciones de la crisis. Después de años de inversión en infraestructuras y viviendas, el modelo se ha agotado. Y, si hemos aprendido algo, no deberíamos desear que volviera bajo la forma de EuroVegas o Barcelona World. Estas propuestas también son polos económicos (generan empleo, riqueza y tributos), pero no parecen la mejor apuesta para competir en la economía global.
España necesita otro modelo económico que se apoye en los activos tangibles ya disponibles. Si leemos los estudios sobre reputación internacional suelen destacar tres rasgos. A saber, infraestructuras de movilidad y transporte de primer nivel, sol y playa, y lengua y patrimonio cultural. Es, en suma, un país agradable para vivir y pasar las vacaciones pero no para invertir o comenzar proyectos empresariales. Ahí es donde se debe actuar. Sea como sea la propuesta de desarrollo económico, en la sociedad del conocimiento se deben impulsar las actividades I+D, procesar las actividades de innovación y promover los negocios innovadores e internacionalizables. Solo así se podrá generar crecimiento y empleo.
La primera idea es la apuesta por la educación superior, las universidades y las escuelas de negocios. España en general, Madrid y Barcelona en particular, podrían ser esos hubs que aúnen inversión en ciencia, empleo de calidad, mentalidad emprendedora y apertura exterior. Son ciudades bien conectadas y con una larga trayectoria en la educación ejecutiva, así como sede preferente de un número creciente de multilatinas. Esta suerte de EuroHarvard requiere una transformación del sistema educativo a través de medidas concretas que promuevan la movilidad, la reputación internacional y la apertura de las instituciones universitarias. Hay que internacionalizar las aulas y los claustros. Hay que fomentar la mentalidad emprendedora para que los graduados apuesten por sus propios negocios. Hay que aligerar las trabas a la creación de empresas. Hay que captar talento y extender lasvisa start-up para competir en el mercado global del talento tecnológico e innovador. España necesita esta mano de obra diversa y plural que aflora en otros polos tecnológicos mencionados. La diversidad de origen, etnia, estudios universitarios previos o trayectorias de investigación estimulan la innovación. En síntesis, se trata de innovar en la propuesta de valor de las universidades y estar preparados para el cambio.
En segundo lugar, no debe caer en el error de crear el enésimo Silicon. La innovación y la tecnología dependen de diferentes factores, por lo que no se puede exportar ese u otro modelo, sino que hay que adecuarlo a los condicionamientos españoles y encontrar la especialización oportuna. España necesita un modelo propio, esa es la lección principal. No existe un único modelo de innovación, si bien todos los casos analizados cuentan con la educación como eje principal, con diversidad, con sectores empresariales apoyados por la administración (pero no subvencionados) por su capacidad dinamizadora, con un mercado financiero dinámico, entre otras medidas. El ecosistema emprendedor ubicado en hubs tecnológicos es una alternativa real y tiene potencial para la creación de nuevos nichos de empleo. Pero requiere una estrategia integrada que favorezca la inversión privada y premie la asunción de riesgos, que incluya una educación superior diferente a la actual, que ponga en valor las infraestructuras que ya hay y que impulse las pymes en el tren de la globalización.
Por último, hay que mencionar la acción de gobierno y las políticas públicas. Hemos visto que el desarrollo tecnológico necesita el colchón de la investigación básica (STEM, por sus siglas en inglés, implica Ciencia, Tecnología, Ingeniería y Matemáticas). Además de las competencias y habilidades del emprendimiento, es fundamental incrementar la inversión en ciencias. No se inventan productos de última tecnología sin conocimientos de Matemáticas, Física o Química. La ciencia básica es el corazón de esta transformación. Sin una mirada al futuro, podremos cubrir la demanda de algunos empleos, pero no innovar y desarrollar nuevas áreas de trabajo. La desinversión tiene efectos perversos porque destruye el talento y las posibilidades de salir de la crisis por una vía distinta a la que se entró. No se requiere tanto una intervención directa en la creación de empresas o en su financiación pública, sino el establecimiento de un entorno que favorezca la inversión privada (en mejores condiciones que el ladrillo), que dé seguridad jurídica a la bancarrota, que internacionalice las compañías desde el primer momento, que crea en la comunidad iberoamericana como un mercado único, entre otras medidas. Finalmente, es contingente transformar el papel que desempeñan otros actores institucionales como sindicatos, confederaciones empresariales y administraciones públicas. No pueden poner trabas a la ejecución de nuevas ideas innovadoras que ponen en jaque el statu quo.