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2010 ha sido un año turbulento para la política exterior de la Unión Europea. El Tratado de Lisboa no ha logrado alcanzar los prometidos avances en materia de cooperación al desarrollo e influencia europea, sino todo lo contrario. La crisis del euro ha estado a punto de romper Europa; las potencias emergentes han aumentado su influencia en los debates internacionales; los Estados miembros han estado inmiscuidos en peleas internas sobre cuestiones institucionales secundarias; y los gobiernos europeos endeudados han disminuido su participación internacional.