Según este documento de Susane Gratius, el simultáneo aumento de la violencia y la reducción de la pobreza en América Latina pone en tela de juicio la existencia de una relación directa entre desarrollo y seguridad, tal y como lo sugiere la política de la UE. Los máximos beneficiarios latinoamericanos de la ayuda europea –los países centroamericanos y andinos– siguen siendo los más inestables. Aparentemente, reducir la pobreza y la desigualdad no conduce a la disminución de la violencia.
Por tanto, habría que revisar las prioridades de la política de la UE hacia América Latina. Aunque Europa ni quiere ni puede equipararse con Estados Unidos, sí puede contribuir a desarrollar un nuevo paradigma para disminuir los niveles de violencia y tener más presencia y perfil propio en los debates y políticas sobre seguridad en las Américas.