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Sentadas las bases institucionales para la superación de la crisis hondureña con la toma de posesión por el nuevo Presidente Porfirio Lobo, es hora de analizar deficiencias y condicionantes de algunas respuestas políticas y diplomáticas al golpe de Estado de 28 de junio de 2009.

Esas deficiencias fueron patentes en la actuación de la Organización de Estados Americanos (OEA); si bien consiguió aunar posiciones comunes de los países miembros en la condena al golpe de Estado, no fue capaz de evitarlo ni supo incidir en las causas que lo provocaron, incluido el comportamiento y actitudes del Presidente Zelaya. La acción de la OEA posterior al golpe tampoco facilitó una salida a la crisis; su posición cerrada de retorno a la situación previa, ignorando el comportamiento de las instituciones hondureñas –nuevo Presidente, Parlamento y judicatura-, condujeron una situación de bloqueo debida a la intransigencia de las partes. De ahí la preponderancia de la acción desplegada por la diplomacia estadounidense, cuya misión encabezó Thomas Shannon. Por último, la perseverancia de la OEA en no reconocer el proceso electoral y sus resultados ahonda más su papel irrelevante en relación a Honduras.


CONDICIONANTES DE LA ACCION DE LA OEA Y BRASIL EN LA CRISIS HONDURENA

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