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El problema presente en América Latina tiene dos caras. Por un lado, la desigualdad socioeconómica. Por otro, la incidencia de lo que con frecuencia se ha llamado “neopopulismo” –una expresión actual del caudillismo populista de otros tiempos. Sabemos bien que la desigualdad en América Latina es, en términos comparados, muy profunda. Y también, que existen variaciones muy fuertes entre países, que abarcan un abanico de 1 a 3. Así por ejemplo, si atendemos a la diferencia entre la proporción de la renta en manos del 20% más rico y en manos de 20% más pobre, la media para el período de 1990 a 2003 se situó en 27,8 veces en Paraguay, como un extremo, y 10,4 en Uruguay, por otro. Durante ese mismo período de tiempo, además de Paraguay, la desigualdad de la renta entre el quintil más rico y el quintil más pobre de la población en Brasil, Guatemala, Panamá, Colombia y Honduras, era de más de veinte veces. Una desigualdad tan fuerte sólo se producía en algunos países africanos.