Butler y nuestro conflicto armado interno: Vidas que merecen ser lloradas, vidas que merecen ser reparadas
Por Elena Correa – Alumna de la Maestría de Psicología Comunitaria
El documento de Judith Butler “Marcos de guerra: las vidas lloradas” revisado en este semestre en el Curso “Intervenciones Comunitarias en Conflicto Armado Interno y Desastres” nos invita a reflexionar sobre cómo nuestra existencia está enmarcada dentro de un contexto social, nuestra esencia como seres humanos depende y está en íntima relación con lo que está afuera, depende de “otro” sea conocido o desconocido por nuestros sentidos. Existimos porque existen otros y sin ellos no podríamos existir/ ser; por lo tanto hay una condición “expuesta” de nuestras vidas lo cual nos hace vulnerables, es por ello que nuestras respuestas a este mundo exterior se circunscriben en respuestas afectivas.
Butler menciona que nuestras respuestas afectivas son elaboradas o sostenidas por marcos interpretativos que hacemos de la realidad, aquí pueden producirse vacíos porque tendemos a legitimar aquellas realidades que son reconocidas por nuestros sentidos asumiendo un grado de responsabilidad pero ¿qué pasa con aquellos que no reconocemos? ¿Somos responsables también de ellos?
Para Butler hay una respuesta afectiva que como seres humanos debemos adoptar en nuestro cosmos, es la responsabilidad global lo cual nos permitiría mirar más allá evitando discriminar en cuanto a qué vidas debemos llorar y que otras no en un marco de guerra.
A propósito del 8° aniversario del Informe Final de la Comisión de la Verdad y Reconciliación que recientemente se ha conmemorado, vienen a la memoria los años marcados por la violencia política en nuestro país, en que los más pobres estuvieron en medio de un fuego cruzado, siendo la mayoría de víctimas campesinos, indígenas pobres de las zonas rurales que hasta ahora esperan justicia.
En torno a esta reflexión surgen muchas preguntas ¿hay responsabilidad de todo un país, por las muertes injustas de campesinos? ¿por qué -como sociedad civil- no exigimos justicia para llevar a cabo las reparaciones a miles de compatriotas afectados? ¿por qué hay demoras? ¿por qué se postergan las decisiones en relación a las reparaciones materiales o psicológicas que debieron llegar hace 8 años? ¿por qué sólo algunos lloran las vidas pérdidas, si como peruanos y peruanas todos pasamos por este mismo dolor?
Según Butler, el concepto de responsabilidad individual, queda postergado para dar lugar a una responsabilidad global en donde nuestro campo de reconocibilidad de un otro o un nosotros tiene que ser repensado. ¿Qué pasó con nuestro campo de reconocibilidad en los tiempos del conflicto armado interno con las vidas que se perdieron? ¿por qué hay vidas debieron salvarse y defenderse y otras no?
Hoy en día la indiferencia de los gobiernos, la justicia postergada y la poca importancia al tema de exhumaciones nos dejan entrever cuánto “valen” esas vidas asesinadas así como también a quienes se debe llorar y por quienes se debe hacer duelo público. A esto debemos agregar el olvido al tema de reparaciones, por ejemplo, las comunidades de Contay y Chihua (Ayacucho) que vivieron la experiencia del conflicto armado y que no recibieron ninguna forma de reparación ni material ni psicológica.
En Lima no sufrimos tanta crueldad como si lo padecieron nuestros hermanos y hermanas de las provincias, sin embargo, la poca o nula información pertinente que se difundía limitó nuestra capacidad de respuesta, limitó el poder del afecto, de la indignación por lo que se estaba viviendo al interior del país.
Sendero Luminoso aprovechó esta brecha de escasa comunicación y atención a las zonas rurales para incitar al levantamiento de una “guerra popular por el bien del país”. Ahora le toca al Estado establecer canales de diálogo con las comunidades campesinas y nativas respetando su identidad cultural y sus derechos para que no se repita.
Finalmente, como peruanos y peruanas, tenemos deudas que pagar, hay duelos postergados que tienen que cerrarse, hay familias que esperan reparaciones si bien materiales también psicológicas, debemos cerrar brechas de discriminación y exigir una plena reconocibilidad del otro porque no podemos existir fuera de los otros, de ser así estaríamos dejando de existir nosotros mismos.
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