Repasando a Butler desde nuestra realidad
Por Gonzalo Rivera
El presente comentario son algunas de las ideas suscitadas a partir de la discusión del primer capítulo del libro “Marcos de guerra. Las vidas lloradas” de Judith Butler (2010) como parte del curso: “Intervención comunitaria en conflicto armado interno y desastres”. Tomando ideas de la autora a continuación comento algunas reflexiones desde nuestra realidad peruana, limeña.
– El cuerpo es fundamental en la producción de Butler. En este sentido, sus preguntas más potentes sigue siendo: ¿qué cuerpos merecen ser llorados? ¿qué cuerpos merecen ser enterrados? ¿que muertes merecen un duelo? Parecen preguntas sencillas pero son esenciales porque nos ayudan a develar que la vida es valorada de manera diferente dependiendo de las líneas divisorias trazadas entre aquellos/as que reconocemos como parte de mi comunidad y aquellos/as a los/las que no. Esta idea me remite inmediatamente a la matanza ignorada por años de miles de campesinos/as de la sierra central de nuestro país y me interpela también en torno a la poca importancia asignada a las exhumaciones de sitios de entierro clandestino. Por ello, creo que un primer aporte significativo del texto es facilitar la reflexión acerca de la “reconocibilidad” de los otros/as y las implicancias del respeto y cuidado que hay que procurar en toda intervención comunitaria.
– La otra idea interesante es la manipulación de los afectos por parte de las políticas enmarcadas en la guerra. Butler resalta la insistencia de los medios en el siguiente mensaje: “la destrucción del otro/a es justificada y mi destrucción es imposible”. Esta lectura crítica del mensaje tiene dos aristas importantes. La primera es que lo que sentimos es manipulable y que es una construcción que se configura con cierta influencia de los discursos de nuestro medio social. La segunda es que existe un interés político de manipularnos y con ello lograr en nosotros razonamiento morales tan contradictorios como pedir pena de muerte para quien viola a una mujer en Miraflores y pedir absolución a quien violó a una mujer en la sierra ayacuchana. Nuevamente me remito al conflicto armado interno, durante el cual los limeños y limeñas nos sentimos seguros y justificamos la violencia sistemática en la sierra del país. Creo que debemos estar atentos/as en todo contexto de intervención en el cual se plantee el mensaje de invencibles y enemigos ya que este se repite en varios contextos y debe ser problematizado críticamente.
– Finalmente, creo importante mencionar la idea de una responsabilidad compartida como criterio sostenedor de la conducta moral. Butler propone que los Estados y los/las ciudadanos/as debemos reconocer nuestro estado de precariedad y dependencia de los otros/as. Nuestra misma existencia como valor universal está íntimamente relacionada con otro/a que nos constituye. En este sentido, la tortura y la violencia – sin importar sobre quien sea ejercida – no hace otra cosa que deshumanizarnos y, por tanto, es insostenible desde cualquier noción de moralidad.
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