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Por arena, tierra y piedra
vas surcando los arenales.
El candente reflejo de una mujer a cuestas,
al hombro bolsas de agua llenas
que repartidos entre el desierto se evaporan.
Abandonados niños esperan su regreso,
cinco manos que se extienden,
esperan mendrugos de pan.
Tierra escurrida entre las sucias manos
recuerdan el abandono del desconocido padre.
Mujer, en tus brazos está la vida
y en tus pies la gloria.
Escalas entre múltiples parásitos
sólida fuente del último aliento vivido,
flor que se consume.
En la tibieza del arenal, el atardecer vende
el último pan de los costales traerás feliz;
alimentos hoy sí hablan.
Pequeños pasos alcanzan tu sonrisa
abrazan tu cansancio al anochecer.
Tu lecho abrazas,
esperas otro amanecer.
Micaela