Un pensamiento en “Melodías disonantes

  1. Orlando Ordóñez Santos

    BREVE COMENTARIO DE: MELODÍAS DISONANTES

    (APARTE)

    Micaela, nunca es tarde, primero gracias por tenerlo entre manos cual esmeralda tu poemario, luego, cuando uno quiere expresar con sinceridad
    Lo que hallé en MELODÍAS DISONANTES, primero la ternura del camino
    Que siempre fue para mí, camarada leal, pese a sus piedras o curvas
    En ella sólo hallé placidez de trotamundos. Otra faceta subyugante y refinada como sutil, desparramas en tus versos pinceladas eróticas, esas que hace más luminoso a la belleza cuando se ama sin tapujos.

    I VESPERTINA TRAVESÍA

    Micaela,, ya Antonio Machado en su trinar sentenciaba que, caminos no existen, por tanto, razón tienes al confesar: el silencio me sigue , porque el silencio es comprobación de la nada, lo desconocido, la inexistencia y esto es cierto cuando terminas: ahí donde me espera el vacío.
    -Los más sabemos que tantos caminos y caminantes están juntos con nosotros mismos compartiendo, todas las simplezas de la vida, pero los ojos poéticos descubren que nada permanece en quietud, sino si: alguien se detiene / mira confundido… / prosigue su camino.
    -Ah, cuando agobiado y carcomido, pides misericordia, súplicas, perdón: te perdonan; al día siguiente dichosa te olvidas del templo.

    II ATMÓSFERA INCIERTA

    -Vibrantes versos que impregnado de atmósfera viva, descubrimos el daño cometido, contaminándola, amenazadoramente preguntamos ¿por qué destruirla?

    III MUJER DE MADRUGADA
    -Es tiempo de cavilar, pero siempre rescatando una fecunda sed de meditación y cordura, porque las lágrimas de oro despojados / fecundan las flores negras.
    -Todo es nada cuando la orfandad e indiferencia te carcomen
    En el concierto de cajas, fierros, botellas recogidas.
    -Cuando las hojas de otoño te abrume siempre habrá quién precie los despojos arrebatados por el viento y cuántas veces inadvertidas estrujamos la vida misma plasmada en los versos.

    IV VINO DE MEDIANOCHE

    -Micaela tú debes saber que la yema de mis dedos soñaron perderse algún día entre las teclas negras y blancas. Más cuando quisiera pulsar entre mis brazos aquella guitarra misteriosa para arrancar de sus cuerdas no sólo gemidos, sino musicalizar latido a latido la razón de la vida, bajo el plenilunio.
    -¿Qué hacer? Cuando escurridizo los cuerpos ajenos el no vive en esta realidad / … ni ella existe en el recuerdo. Al final dejad a los amantes se estremecen en la madrugada, y que libre, rebelde, universal viva el suave capullo rosa.
    -Comparto con celo y envidia cada verso de Vino de medianoche, límpida lección amatoria, humana, sublime, qué más decir, sino como tú: un beso en la mejilla / un libro regalado / un poema y yo / a la poesía arrojado.

    Orlando Ordóñez Santos
    Enero del 2013
    Campo de Marte (Jesús María)

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