Tras la nebulosa neblina que opacaba la vereda de octubre espera impaciente: el adiós. Orgulloso y soberbio entre las sombras raudo camina hacia el engaño, deja atrás la infantil visión de la niña que llevó a la ilusión. Su voz en una mesa, no le importó sentir la tristeza oculta bajo una sonrisa. Abandonando caricias de hombre sobre su recuerdo. Deja cabellos cortados con sus propias manos, arrojados al pavimento. Frías palabras como trozos de hielo puso sobre ella. En la colina de asfalto una llovizna cubría sus palabras. Inútil fue el tiempo derramado bajo las hojas secas. Sin horas ni minutos que contar ahora, cada día una línea olvidada, cada caricia despreciada; la lejanía fue sentenciada. No más voces, no más versos, no imágenes en el espacio virtual. Ya nada existe en este seco e impredecible llano que a pesar del olvido renacerá.
Micaela.