Calles de muchedumbre
donde cada esquina esconde pequeñas miradas.
Voces entre la multitud se asoman
no encuentra una razón,
es la soledad de la miseria.
Deambula el hambre en cada noche
convive entre el monóxido esparcido
y papeles regados,
recicladores de la medianoche en pleno trabajo.
Mas el ruido opaco, los gemidos de siluetas
en una noche fría de invierno Limeño,
una sirena presurosa entre las calles
acompañan la caminata nocturna.
Ni una taza caliente de recuerdos en el comedor
aplacarán la sed de compañía.
Un trapo roto abriga un pequeño cuerpo,
abandonado a su suerte en la puerta de una iglesia.
Va sin rumbo entre sus sueños
serán días interminables de frío.
No verán aquel padre que los abandonó
ni la madre que la vida les apartó
tan sólo una familia, mendigos de cariño, que los adoptó.
Son sus lágrimas gotas de rocío hechas de hielo
que gota a gota caen por el asfalto
detenidas en una noche sin hablar.

Micaela