Category: Otros cosas

Para que no te olvides

Estudiante universitaria, detenida en Octubre de 1992 por efectivos militares. Luego de ser torturada y violada, es pasada a la DINCOTE [Dirección Nacional Contra el Terrorismo]. Se le condena a 20 años a partir de pruebas prefabricadas. Consigue el indulto [libertad] después de más de cinco años en prisión en 1998.

‘El 30 de Octubre de 1992 me dirigí a la Universidad de la Cantuta a dejar unas fotos que faltaban para mi matrícula, ya que recién acababa de ingresar a esa casa de estudios.
Cuando salí de la universidad me dirigí a comprar a un quiosco que queda frente a la puerta de dicha universidad, y cuando me acerqué al quiosco sentí que alguien me abrazó por el cuello. Quise voltear para ver quién era, pero no lo logré porque me apretó el cuello y sólo logré ver un Volkswagen de color verde que estaba a mi lado. De pronto escuché una voz que decía ‘tápale los ojos’, y cuando me taparon los ojos sentí miedo y grité. De inmediato me taparon la boca con un trapo y luego me envolvieron con una frazada y me subieron al carro que estaba a mi lado. Sentí que dos hombres se sentaron encima de mí mientras el carro arrancaba’.

‘La verdad es que no sabía de qué se trataba ni a dónde me llevaban. Después de una hora y media más o menos me hicieron llegar a un lugar en donde me bajaron del carro, me sacaron la frazada y me pusieron una venda en los ojos que no me permitió ver nada. Me preguntaron por muchas personas que yo no conocía; me preguntaron si yo era Rocío de la promoción 88 de La Cantuta. Yo loes dije que no, porque en el año 88 yo todavía estaba en el colegio. Entonces me preguntaron ‘¿qué nombre te decían?’. Yo les respondí que mi nombre es María Magdalena y que me dicen Magda de cariño, que no tenía otro nombre. Luego me preguntaron si conocía a alguna chica llamada Rocío que estudia en La Cantuta desde el año 88. Yo les contesté diciendo que no conocía a las personas que estudian en esa universidad porque yo no estudio allí, que acababa de ingresar’.

‘Todo lo que yo contestaba era la verdad, pero esos hombres me insultaron diciéndome palabras que nunca en mi vida me dijeron. Me cogieron del cabello y me golpearon la cabeza contra la pared como si mi cabeza fuera una pelota. Me daban cachetadas en la cara. Sentí que me pintaron la boca, con un lápiz labial. Me sacaron la ropa a la fuerza diciéndome palabras que me da vergüenza repetir. Luego me inyectaron en el brazo y a partir de ese momento me sentí mareada. Entonces abusaron sexualmente de mi persona y a pesar de que me inyectaron he sentido el terrible dolor. Para que no gritara me taparon la boca con un trapo y de esa manera me quitaron lo que tanto cuidé: mi virginidad. No me consideraron como un ser humano sino como un objeto sexual. Hasta me bañaban para utilizarme como si yo hubiese sido un muñeco de plástico. La verdad es que yo me sentía un desastre humano que no servía para nada, y todo el cuerpo me dolía; no podía caminar, ni hacer mis necesidades. Estaba totalmente mal física y psicológicamente’.

‘Después de todo un hombre se acercó, me dio mi ropa y me habló con amabilidad, diciéndome: ‘No me tengas miedo, mamita; yo no te voy a hacer nada porque yo no soy malo como mis amigos. Lo único que quiero es que tú nos ayudes, y si tú no quieres ayudarnos entonces yo te voy a dejar con mis amigos. Como ellos son muy malos, te van a seguir haciendo lo que te han hecho y hasta te van a matar; y no solamente a ti, sino también a tus padres y hermanos. Por eso piénsalo bien y ayúdanos‘. Y yo, por el terror que maten a toda mi familia, le dije en qué los puedo ayudar; y él me contestó: ‘En aceptar que tú eres Rocío y que conoces a Marisol’. Y así me dieron una serie de instrucciones que tenía que cumplir para que no dañasen a mi familia. De esta manera acepté decir todo lo que me dijeron’.

‘Cuando terminó mi manifestación yo me encontraba en el penal, y allí me di cuenta de que estaba embarazada a causa de la violación que tuve. La verdad que esto sí que era lo peor para mí, y antes de que mi familia llegue a saber quise matarme. Lo intenté en dos oportunidades: la primera cuando tenía tres meses de embarazo y la segunda cuando tenía cinco meses, pero en ninguna lo logré. Me sentía tan mal que no encontraba ningún sentido a mi vida; no sabía ni para qué existo, pero las autoridades del penal me ayudaron moralmente y a comprender mi vida’.

‘Cuando tenía ocho meses de embarazo me llamaron a juicio con los jueces sin rostro. Cuánto deseaba ver directamente a las personas que me juzgaban, para contarles la verdad y todo lo que me estaba pasando; pero no: sólo escuchaba voces de hombres detrás de esas lunas. Me daba miedo, porque parecían voces de terror. Una idea se cruzó por mi mente: que esos hombres que me torturaron, me violaron y me amenazaron con matar a mi familia podían estar tras esas lunas, y es por esta razón que volví a decir lo mismo que dije en la DINCOTE y en el juzgado, porque hasta allí todavía me acordaba. Hoy no me acuerdo casi de nada, y lo único que yo cuidaba en esos momentos era la vida de mi familia. Me sentenciaron a 20 años y al poco tiempo me confirmaron la sentencia’.

‘Durante todo el embarazo rechacé a mi hija porque fue concebida contra mi voluntad y era bien difícil aceptarla; pero cuando nació me di cuenta de que ella no tenía la culpa de venir al mundo: ella es un ser inocente de todo y la acepté con todo mi cariño, porque es mi hija. La he llegado a querer mucho, y por ella puse todo de mi parte para olvidar todo y de esa manera superar esa violación traumática. No me gusta recordar, porque cada vez que lo recuerdo me siento mal. Y si hoy lo recuerdo para escribir estas líneas es por mi hija, porque hoy ya no se trata de una persona sino de dos. Mi niña necesita el calor de su madre, pero a los ocho meses nos separaron porque este lugar no era adecuado para ella; esto es una cárcel’.

Casi seis años después, Magdalena fue indultada. Hoy vive con su hija en Chiclayo. Para subsistir económicamente y ahorra un poco está sembrando arroz, pero sus planes son volver a estudiar, pero esta vez Derecho.

Memorias y Batallas en nombre de los inocentes. Perú 1992-2001 (resumen), separata de la Revista Ideele Nº 141, octubre del 2001, pp. 13-15. Leer más

Día de la madre

– ¿No lo sentías, en mi barriga? Él me golpeaba desde antes que tú nacieras -le dijo en su embriaguez.

– Eso no importa ahora -le acercó una taza con café-. Tómate este café rápido que en cualquier momento llega. Si te ve en este estado podría…

– Perdóname. En serio, perdóname por haberte dado ese padre -la nariz se le sonrojó. Lloró-. Pero no lo odies, él te quiere.

No hubo respuesta.

– Prométeme que no lo vas a odiar -le rogó-. No le tengas rencor hijito.

– Toma tu cafecito ¿sí? -le devolvió la súplica- Por favor. Leer más

Atraco

No recuerda a este punto cómo es su verdadera silueta. La sombra que tiene delante le sugiere deformidad. Mira la de al lado, la sombra de su padre es un delgado extenso cono que concluye, en lo que parece, una cabeza de huevo diminuta. Se posa tras las dos sombras una nueva, más alta. Siente una frenada.

Una mano apunta contra la espalda del padre. Un largo susurro. ‘Dame todo tu real y no pasa nada chamo‘.

Siente el apretón de la mano de su padre. Envuelve la suya. Sabe que la causa reposa en la aparición del nuevo personaje. Alza la mirada. Un joven se concentra en el oído de su padre. En su mano derecha sostiene un colorete dorado, como el que usa su tía. Hace presión sobre la espalda de su padre. La otra mano, coge su hombro izquierdo. Llega hasta los ojos. Los detuvo en la mirada del muchacho. Desesperación y ferocidad. Antes había visto estos ojos, pero dónde.

‘No delante de mi hijo’. Dice el padre rompiendo el susurro. ‘No tengo nada de billete’, busca el primer objeto de valor rápidamente con la cabeza y concluye en su muñeca izquierda. Sin voltear al malandro, el padre desabrocha su reloj de pulsera y propone. ‘Te doy este reloj, sólo ándate’. El reloj se suspende en el aire, espera una respuesta.

Ahora la concentración del muchacho analiza detalladamente el reloj, no lo toca. Toma su tiempo, parece que la desesperación primera está desapareciendo. Da cuenta que el niño le persigue con los ojos. Un segundo, cruce de miradas. Por qué hace esto, por qué ese chamo es tan bromista con mi papá. Todo tiene un comienzo. ‘Hola’. Empieza el niño con una sonrisa.

Las cejas estiradas, los ojos abiertos de par en par. La sorpresa del ladrón ante la iniciativa del niño. El padre continúa inmóvil. El reloj, aún en el aire.

Otros segundos más de silencio. ‘Hola carajito‘. Al fin la respuesta. Despierta. Vuelve al reloj. Lo coge inmediatamente y procede a guardarlo en su bolsillo. Retrocede sin soltar el hombro de su papá. A una distancia corta, el correr.

El padre ya de vuelta, no logra ver el rostro del delincuente. Pierde de vista su rastro. No lo busca.

Siente las manos paternas que lo sostuvieron siempre, caer sobre sus hombros. Le sonríe. Su papá se agacha. A la misma altura, un abrazo extenso. Mira a su derecha, sólo existe una sombra, grande, ya como él. Leer más

Objeto contundente

‘Cuando llegué de mi viaje por Alemania, no sabía ya como cruzar una pista’.

Nos dio a entender que en esta ciudad los transportes públicos no respetan peatón alguno.

‘Un día le pregunté [por fastidiar] al policía de tránsito de la puerta de la universidad por dónde debe cruzar el peatón siempre. Me respondió: ‘Por ahí… por los huecos en donde no pasen los carros’. Es decir ¡Tenía que esquivar los carros para por fin cruzar la pista! Lo peor de todo es que me lo explicó como si tuviera algún problema mental, que no entendía lo obvio. Yo no le respondí’.

Luego de mencionar, en un paréntesis, un conjunto sabotaje a la tentativa de la construcción un puente peatonal en la puerta principal de la universidad, continuó:

‘Es increíble. Los carros, entre ellos, guardan más espacio que el espacio necesario para con un peatón. Hasta te pueden rozar cuando cruzas sin mucho cuidado. Increíble, en verdad’.

Y al fin nos incluyó en un nuevo ‘sabotaje’ ante tal situación:

‘Sin embargo, yo creo tener una solución, pero tiene que ser conjunta, difundida y practicada por todos para que resulte. La idea es que cuando se cruce la pista en lugares tales como el óvalo Higuereta, llevar siempre un objeto contundente. Un día lo experimenté, me puse una comba al hombro, crucé la pista y ningún carro se me acercaba a menos de 20 metros’.

Las risas inundaron el aula. Imaginar al profesor cargando en el hombro tal ‘objeto contundente’ como una comba fue demasiado hilarante. Continuó:

‘Ya saben. La solución es un objeto contundente, puede ser un pico, una sierra, cualquier cosa. Incluso, con un ladrillo basta. Hagan la prueba’.

Las risas redoblaron las potencias, la de Esteban minimizó al resto. Mientras reía a carcajadas máximas, sus brazos simulaban el cargar del objeto contundente que él elegiría. El profesor Alegría entendió entonces que era momento de volver al tema central de la clase y tranquilizar el entusiasmo del buen Esteban… una vez más.

‘Bueno. Volviendo al tema de la moral de Kant…’

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Taxi driver

Ella se paró en el medio de la pista, se acercó a mi taxi y dijo llorando ‘Sácame de acá. Te pago lo que sea pero sácame de acá ahorita’. Carajo, no entendía por qué lloraba tanto una mujer tan bonita. Terminé aceptando que suba al taxi. Tú sabes como es la gente. A esas horas hay que tener mucho cuidado con quién se sube al taxi. Imagínate, al principio creí que era una loca más.

Fui un poco atrevido cuando le pregunté porqué lloraba pero me dio a entender que había visto a su marido bailando y besándose con otra mujer en una fiesta cerca donde la recogí, en la Victoria si más no recuerdo. Que estaba deshecha porque él había sacado los pies del plato.

Mi hermano, no sabes la pena que me dio. Una mujer tan bella, esposa de uno de los empresarios más platudos de Gamarra, siendo cachuda. El tipo estaba borracho pe‘, seguramente se le había pasado la mano con alguna mujer o algo así.

Solita se tranquilizó la flaquita. Me contó algunas cosas más de sobre su esposo, sobre la empresa que tenían y su relación en pareja. Al final, me pidió disculpas. Se secó las lágrimas y me dijo ‘Acompáñame en mi departamento por favor’.

Yo le dije que no podía, que tenía que trabajar toda la noche. Pero ella me dijo ‘Te pago lo que sea. Lo mismo que vas a sacar taxeando o más si quieres’.

La pensé. Te lo juro. De repente venía su marido borracho y me hacía problemas y luego… qué pasaría. Ella me dijo que aunque viniera no le iba a abrir la puerta. Que le iba a decir al guardia del edificio que no lo dejara entrar esta noche.

Ya pe‘ dije ‘A la mierda’. Llegamos a un edificio en una zona bien pituca, me metí con ella a su departamento. Bien bonito hermano, para qué te voy a mentir. Tenía un televisor grandote. Bonitos muebles. Tenía la casita bien arreglada.

Me preguntó si quería comer algo y se fue a calentarme unos bocaditos que dijo que tenía por ahí.

Cuando regreso, carajo, tenía puesto un baby doll transparente y traía trago en una mano y los bocaditos en la otra. Nos pusimos a tomar mientras me contaba más sobre ella. Luego me empezó a insinuar, a tocar, tú sabes. Bueno y la carne es carne. Yo ya sabía que quería compañía y algo más. Me daba cólera que ese baboso la haya hecho cachuda. Ella me dijo que no quería saber nada de ese idiota esa noche. Que quería desquitarse de él como sea.

No pensé en nada más. Me agarró y me jaló a la cama.

¡Miércoles pero qué mujerón! hicimos de todo, de todo, ni te imaginas. Qué rico tiraba la tía caray. Todavía, parece que el tipo no la hacía feliz en la cama. Ese idiota, perder una mujer tan hermosa como ella con el primer taxista que se encuentre. Qué suerte que haya sido yo.

Encima, se levantó más temprano que yo y me preparó un desayuno… ya no ya. Me dijo ‘te espero en el jacuzzi‘. Me metí nomás y nos bañamos juntos. Nunca había entrado en un jacuzzi, no arrepiento hermano. De nada. De nada de lo que pasó esa noche.

Como ya era de mañanita tenía que irme. Me dio un billete de 100 dólares y me dijo ‘La he pasado de maravilla contigo’. Me acompañó hasta la puerta principal del primer piso y me despidió con un beso.

Subí a mi taxi y me fui a casita más feliz que nunca, una de las mejores noches que he tenido en mi vida carajo.

Hasta ahora no he regresado a su departamento otra vez y no creo que vuelva a visitarla jamás. Es más, no creo que quiera acordarse de mí tampoco.

Así son las historias de un taxista mi hermano. Nos pasan cada cosa día a día. Leer más

Mañana

¡Qué asco! Leer más

Día catorce

San Valentín dicen… Leer más

Niño TV (Retransmisión)

Él subía al cuarto de su prima siempre que visitaba a la abuela. Encendía la tele‘ sabiendo que iba a dar con su programación diaria favorita.

A veces tenía la compañía de sus primos pero casi siempre se quedaba solo con el televisor prendido.

Trataba de sintonizar el canal 7 (canal estatal) al máximo para al fin lograr ver un muñeco marrón japonés llamado Gonta. Bailaba y bailaba, gruñía con un lenguaje animal inigualable. Él nunca supo qué animal quiso representar Gonta-kun.

Trataba de memorizar todos los episodios. Guardaba en su mente los ojitos de un cangrejo hecho con una cajita de leche. Un día le preguntó a su madre dónde podía conseguir esa caja de leche (pequeña y blanca) cuando la única leche que conocía era la de tarro marca Gloria.

Al lado del gran monigote, siempre escurridizo se encontraba NoppoSan. Este japonés demasiado hábil con las manos, todo lo que hacía era casi perfecto. Usaba siempre un sombrero extraño, pero él se encariñó con su aspecto.

Una voz femenina, era la narradora. Era una de las voces más positivas que había escuchado hasta el momento: estaba llena de pura viva curiosidad. Siempre tan cómplice del televidente. No sabía que manualidad estaba haciendo la dupla hasta que terminaba, y al finalizar para nada escondía su emoción por el acierto.

¿Puedo hacerlo yo? no era el único atractivo japonés para él. Había un programa cuyo fondo azul de la intro‘ iluminaba el cuarto. En ésta, aparecían y desaparecían mariposas y estrellas mientras se oía una tierna canción en un idioma foráneo.

El capítulo de este programa era un misterio. Sin embargo, siempre fue para él un gusto ver a esas marionetas ser reales. Sentir. Interactuar. Apasionarse.

Él recuerda la adaptación del cuento de la niña de los fósforos. Recuerda una quebrada voz. Recuerda que nevaba, el frío invadía su habitación cada vez que veía este cuento. Recuerda la mirada celeste de la niña títere, la desgreñada rubia cabellera, el desdén de los otros títeres: viejos enternados caminando abrigados hacia sus hogares. Recuerda que encendía sus fósforos por necesidad de calor. Recuerda que encontró a su abuela en esa tibieza momentánea, recuerda cómo era la abuela. Recuerda que el fósforo se consumió…

También recuerda de otros cuentos: un infierno, una mujer que encantada era un cisne, un niño mitad humano mitad mono (tan idéntico a Gokú de Dragon Ball), un labrador de tierras. Y no recuerda más.

Él cambiaba de canal cuando empezaba 1, 2, 3 Matemáticas con Niko y Tap, no soportaba ver el recorrido citadino de un lugar que no conocía en la búsqueda de números, figuras geométricas, colores, etc.

Y era fanático de La Familia Ness, Jimbo y Penny Crayon. Sabía que eran diferentes a los programas anteriores aunque nunca supo nada del Reino Unido hasta que llevó Geografía en el colegio.

Soñaba tener una crayola como Penny Crayon ¿quién no?

Le gustaban las canciones de las intro‘s de estas caricaturas. Las tarareaba sin saber qué lo que decía cada una. Solía sumergirse en las aventuras de sus personajes favoritos.

Luego estaba un perro gigante llamado Dinky, una marioneta marina parecida a una serpiente llamada Cecilio y un niño con una hélice en su gorrito llamado Benito.

Él reía con las boberías de un bebé pato superdesarrollado llamado Huey. Y un heroico perro que hablaba, su nombre UnderDog.

Aunque comerciales, coloridas y estereotipadas (eterna lucha del bien vs el mal), los norteamericanos cartoons fueron parte de su infancia también.

Él ahora tiene 19 años. Se está rompiendo el cerebro tratando de recordar todo lo que puede de su niño TV.

Tiene a su poder un recurso tan poderoso como el Internet. Es una lástima que no haya sido documentado cada capítulo de los programas que recuerda.

Sólo son cúmulos de ideas sueltas en su cabeza. Aparecen. Se esfuman.

Si tan sólo hubiera grabado un programa entero de ¿Puedo hacerlo yo?… si tan sólo hubiera escrito un cuento japonés para la posteridad… si tan sólo pudiera volver a llorar con el cuento de la niña de los fósforos… si tan sólo tuviera más memoria…

Pero él es un simple mortal… y acá acaba su transmisión.
 


                     ║Intro‘ de Jimbo and the Jetset║


Intro‘ de The Family Ness

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Frenesí mecánico

La fila de personas serpentea lentamente, se detiene unos minutos para otra vez volver a su infinito consumir, nos incita a entrar en ella.

La ves de lejos: ‘A esperar nomás, qué nos queda’. Pronto te unes y te sigue pareciendo ‘lenta’.

Impredecible llega. Sientes asco. Te apartas del resto y miras al suelo. Las huellas en la arena son ‘la historia anacrónica de la diversión’. Cierras los ojos para no marearte más. Por momentos la negra plataforma viene y va: la saliva salada.

Abres los ojos: ‘No voy a vomitar’. Piensas en otra cosa rápidamente y te incorporas a la cola una vez más.

‘Si así te sientes por la borrachera de ayer, cómo terminarás cuando estés en el juego mismo’

Estás demasiado cerca ahora. Te detienes para contemplar la máquina que te mira a unos pasos.

Metales gruesos a medio oxidar, neón multicolor, polvo sobre polvo, dinamismo momentáneo: mecanismo. Todo esto forma al monstruo gigante. Llamativo, imponente, no teme a enfrentarnos.
Nos obliga a gritar de satisfacción y de susto, pronto saborearé esa sensación.

Te late el cerebro. Quiere salir y destrozar tu cráneo. Quiere escapar, huir de ti y del monstruoso aparato frente tuyo.

Tratas de descansar la mirada en otro lado: hay una mano de niño bajo el juego que se desliza, levanta cúmulos de arena, busca algo.
Imprevisto, caen del cielo monedas. Suenan secas al impactar en la arena a los pies del gigante. La mano se pierde tras capturar algo de la pequeña fortuna.
Vuelve inmediatamente a asomar la palma ahora vacía. Esta vez el operador del juego cae en la astucia del niño.
Un fastidio cotidiano se hace notar en su ojeroso rostro. Suelta algunos insultos y a un pesado andar se dirige a la parte trasera del aparato eléctrico. Para cuando hubo llegado a su destino, la manita había desaparecido instantes atrás sujetando más monedas.

Llega tu turno: ‘Espero no vomitar’. Subes. Otro desganado operador mecánico [cual pieza adicional de la estructura metálica del monstruo] te ‘asegura’ la vida. Empieza la acción.

Siente como te eleva. Ahora te suspende. Continúa. Te divierte. El éxtasis te hace olvidar sobre esos mareos en la tierra. Te gusta el placer de este momento.
Unos segundos más. Unos segundos más.

Luego, caes: ‘¡Otra vez, otra vez! Necesito volver a subir’.

El gigante comienza a moverse nuevamente. Cobra vida, se alimenta de personas, nos reta. Leer más

Construcción UTPMP – Enero

Están todos invitados participar de la construcción de 200 viviendas de emergencia (del 18 al 26 de enero) a las familias en mayor pobreza extrema en AAHHs de Ventanilla, Carabayllo, San Juan y Villa María del Tirunfo. Reserven sus cupos, las inscripciones van hasta el jueves de esta semana.

 


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En la oficina de UTPMP:


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Información adicional en la dirección web: http://www.untechoparamipais.org.pe

P R O H I B I D O   D E T E N E R S E

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