Category: Otros cosas

El ‘Mero Loco’ en Twitter

A continuación, un extracto de una entrada en DrMonique.blogspot dedicada a la aparición del Mero Loco -el peculiar personaje de la farándula limeña- en el mundo Twitter:

What are you doing?

hoy he creado mi cuenta de twitter a pedido de mis fans enamoradas
10:20 AM May 21st from web

[FASE I: Un Comienzo tan auspicioso como demoledor. Tras un silencio de dos semanas, el Mero Loco inicia su contraataque. Como era previsible, empieza haciendo en Twitter lo mismo que hace en televisión: promocionarse a diestra y siniestra. La escuela de Susy, le dicen]

hola a todos mis seguidores tuiteros, los quiero mucho y los espero en mis dos locales de la molina para hacerles un descuento tuitero
4:58 PM Jun 3rd from web

estamos en la av. flora tristan 619 la molina
6:56 PM Jun 3rd from web

mi teléfono para contratos: 995733798
6:57 PM Jun 3rd from web

llegas y me dices por el descuento para tuiteros
6:58 PM Jun 3rd from web

y en la noche estamos en el burger kin vendiendo hamburguesas con los wolswaguen clasicos
6:59 PM Jun 3rd from web

[FASE II: Comportamiento clásico de todo aquel hijo de vecino que gusta de hacer huevadas en televisión: llamar desesperadamente la atención]

hola, aca el mero loco
7:05 PM Jun 3rd from web

ablen
7:07 PM Jun 3rd from web

soy el mero loco
7:10 PM Jun 3rd from web

hola haganme caso, hay alguien ally
7:12 PM Jun 3rd from web

no se que acer
7:13 PM Jun 3rd from web

contestenme peeeeeeee
7:16 PM Jun 3rd from web

[FASE III: Llegado este punto, Mero Loco saca las garras. Pone en evidencia sus bajos instintos y el verdadero motivo de su presencia en Twitter: conseguir mujeres. El tipo no puede con su genio]

hola muriel1311 conoces tumbes?
7:18 PM Jun 3rd from web

tengo una jatito en mancora
7:18 PM Jun 3rd from web

fatimatv que tal
7:19 PM Jun 3rd from web

este es mi fono 995733798
7:22 PM Jun 3rd from web

invitame a un karaoke
7:23 PM Jun 3rd from web

@morgana_pe mi numero es 995733798
6:23 PM Jun 5th from web

@muriel1311 este es mi nextel 8306219
7:24 PM Jun 3rd from web

este fin de semana te voy a invitar un caldo de choros con su leche de tigre
7:26 PM Jun 3rd from web

@fatimatv @muriel1311 a todas quiero conocerlas
7:29 PM Jun 3rd from web

las conchas son lo maximo pa el muñeco jejeje
7:30 PM Jun 3rd from web

[FASE IV: Mero Loco se despide hasta una próxima oportunidad, no sin antes mandarse con una chiquita y maletear a la competencia]

gaston es huevon, no cocina ni michi
7:31 PM Jun 3rd from web

– Entrada completa: El Twitter de Mero Loco (8 de junio de 2009).
– Sigue el Twitter de @meroloco. Leer más

La dama y el vagabundo

Falla. Otra vez Bomky lleva su pata a la mandíbula, nuevamente la fricción. Siente el alivio: ahora sí tal molestia debe desaparecer, anhela. Apoya el hocico al suelo rojo, lo quiere frío. Ya está acostumbrado a seguirla en estos gélidos lugares del infierno.

Trata de cerrar los ojos, pero el intenso coqueteo del nuevo amante lo aturde. En cambio, los jadeos de ella son un coro de querubines, quizás por ello le encante tanto estar a su lado; ello lo calma, lo calma más que todas las uñas limando su mandíbula.

Ya no le molesta que toquen a su ama, la primera vez saltó a la cama, ella lo castigó encerrándolo en el baño. Una tortura pensar que agreden a su dueña, esos gritos. Se encontraron solos cuando decidió liberarlo de su encierro. Ella lo llevó a sus sábanas con un abrazo y prosiguió una lluvia de besos. Algo parecía descubrirse tras una fina cascada de lágrimas: no sólo para ti es la primera vez, Bomky.

Ella ya conoce su esquina. Sabe quién es la nueva y quién no. No deja que otras tomen posesión de su oficio, es celosa. Una mala noche le enseñó el cuchillo a una aprendiz que quiso ‘dárselas de viva’. Ella se lo buscó, repuso a la mami mientras sostenía el arma ensangrentada. Le había dibujado una cicatriz a la altura del pómulo. Lo consiguió, la esquina sólo para Bomky y ella.

Recuerda la tarde aquella en la que lo encontró. Todavía no ejercía el oficio. Era el cachorrito más enjuto de la jauría, lo único que le daba vida era un diminuto estómago que aparentaba una pelota. Su madre lo abandonó en una rota sucia caja de cartón, se identificó tal vez. Lo recogió, no miró al resto de cachorros que corrían la misma suerte. Se lo llevó.

Bomky no puede vivir sin ella, siempre la acompañó al paradero cuando ella pretendía encontrar trabajo. Le es desesperante la soledad, sin ella. Pensar en esperarla en la entrada del apartamento, soñar esos pasos, sentir sus tacones cerca.

Un anuncio en el periódico más caro de la capital. Se requiere buena presencia. Esta puede ser su oportunidad. La misma danza: Bomky con los ojos puestos en la rendija de la puerta, esperándola. Llega ella con la mirada roja. Se tira a la cama y rompe en llanto maldiciendo a alguien. Bomky se aproxima y salta a su lado. Ella lo abraza, la tibieza del pelaje la adormece. Ambos duermen.

Dos noches luego se puso los tacones más altos, el perfume más caro de todos los que colecciona, el vestido más pequeño que pudo encontrar en el armario. Se despidió con la puerta cerrada. El miedo de Bomky hizo retumbar la puerta, los empujones estallaron a unos pasos de la casa. Hubo algo diferente: se volvían más intensos. Ella retrocedió; acompáñame, lo llamó a puertas abiertas.

La noche se volvió toda de ellos. Saludó a la señora que la cuidaría unas cuadras más adelante. No se preocupe por el perro, él se cuida solo, aseguró. Empezó a perder la timidez. Debía hacerlo.

Bomky tiene pulgas, le ha advertido ‘la Perli’, su compañera. El can no se resiste, el rascar emite un desesperante sonido rítmico cada vez más prolongado. Ella promete que lo llevará al doctor mañana ‘en la mañanita’, esta noche, le ha tocado un cliente difícil, de estos exigentes que quieren probar cosas nuevas.

Él llega en su propio taxi. Quiere irse del lugar lo más pronto posible. El precio está sobre la mesa. Tiene que ser con Bomky si no nada ah, le condiciona al parroquiano. Quién es Bomky, pregunta. Mi escolta, lo alza a la luna del taxi. El taxista ríe. Al cliente le da igual.

El hotel está cerca, Bomky no soporta los taxis. Las escaleras amarillas los conducen al lecho. Bomky ya los mira desde arriba, esperándolos. Ella va al baño, él enciende un cigarrillo, el perro encuentra un buen lugar a los pies de la cama. Todo listo: sobre la cama se exhiben los aparatos que él quiere explorar. Está obligada a lucir experta, no debe temerle a esos artefactos. Empieza el ritual sexual.

Ahí regresa, el malestar, el cosquilleo. Termina de rascarse pero ese gemido no sale de su hocico, es de ella. Ya sabe qué hacer, relajarse, no ocurre nada malo. Debe vencer por más que le fastidie el hormigueo… es imposible, no aguanta. Leer más

¿Quién es ese pokémon?

Se detuvo, encontró su atajo invadido: un ‘dos-patas’ descansando en la banca junto a la pileta. Lo miró, supo que lo llamaba ¿ir con él? Ni en sueños. No sabe acaso que ya le ha hecho suficiente daño con remodelar su paraíso, con instalar contenedores llenos de más depredadores. Y qué buenos, dejaron al menos el canal; pero para qué… sólo para degradarlo con su hediondo sarcasmo. Lo llenaron de olor a muerte, envenenaron a los míos.

La mirada recorrió los detalles particulares del animal. El dolicocefálico hocico rosado, las orejas plásticas apuntando a las pocas estrellas en el cielo, el abundante gris pelaje desordenado, los ojos llorosos de un perro, la cola de rata muy larga.

¿Qué cree? que soy un prisionero como aquellos que suelen vivir de ellos y piensa que voy a dejarme capturar también. Escapar, decide. Se alejó entrando a oscuros arbustos ágilmente dando brincos.

Lo terminó de analizar en la memoria fotográfica consecutiva. ¡Espera! Un escalofrío lo invadió ¿Quién es ese pokémon? Leer más

Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer

La historia de la canción era sencilla: el chico más enamorado del mundo le pedía disculpas a su pareja. El motivo… ¿qué importa la letra cuando el tonito suena bien?

Usualmente él no entra a explorar detalles de las cumbias ya que prefiere el tarareo y las ganas de bailar. Sin embargo, esta vez optó aclarar oídos al parecerle haber captado un error en el coro:

Perdóname mi vida, perdóname.
No voy a volver a pegarte de nuevo.
Esa noche estaba bajo el alcohol.
Perdóname mi vida, perdóname.
Si tú sabes que te amo.

Ni pudo salir de su asombro cuando el coro se repitió por tercera vez, no supo cómo manejar tal mensaje. Estaba en medio de la risa, la vergüenza y el repudio. ‘¡Qué le ocurre a la gente!’ gritó negando una burla.

La canción terminó. El programador de la estación radial empezó a presentar la ‘más pedida de la semana’ augurando éxitos futuros para la anterior canción mientras él extendía su brazo para apagar la radio…

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Lo que no esperabas leer

El 15 de octubre de este año, el tema universal del Blog Action Day fue la pobreza. Lastimosamente, se me pasó la fecha y postergué esta entrada hasta hoy. Las ganas quedaron intactas desde siempre.

El tema es amplio, y no sólo se reduce a lo que está escrito aquí. Únicamente relato el primer encuentro de un niño (de afuera, observador, preguntón) con la pobreza (incluso posiblemente con la indigencia). Ésta es una de las tantas caras como se muestra la situación de pobreza; quise coger la más próxima a todos, la que está en las calles esperando unos céntimos. Finalizo no pretendiendo dar respuestas, quisiera que tú las des. Disfrútenlo. Aunque mejor… que les joda un poco.

El gris celestial contagia a los habitantes del Centro de Lima. Los grupos crudos de masa se movilizan siempre con prisa, mecánicos, contra el tiempo. Alguien capturó su atención, una señora de polleras coloridas sentada en una esquina negra. En brazos, un bebe. A sus pies, una mugrienta taza de plástico amarilla. Las multitudes siguen sus respectivos rumbos. La ignoran.

Al pasar por su lado, la desdentada boca le dijo “colabórame, unas moneditas por favor”. Él no tenía un solo centavo en el bolsillo. Pidió a sus padres que le regalara una moneda para darle a la señora; “No tengo sencillo”, “otro día le das”, sugirieron ellos. Y así tuvo que continuar su recorrido en los jirones coloniales hacia la Plaza Mayor.

No quiso dejar de mirarla. Ella seguía repitiendo “colabórame pe‘, no seas malito”. Le juró que regresaría y continuó tras los pasos de su mamá.

A unas esquinas, otra señora y sus dos niños vendiendo caramelos le interceptaron. Sus padres siguieron caminando. Él tuvo que hacer lo mismo, pero su cabeza los seguía mirando. La niña era de su edad.

Incontables. Una lluvia de personas que nadie veía (o no querían ver). Algunos ofreciendo algo a cambio, otros sólo pidiendo con la palma en alto. Esto no está bien. No puede seguir así, ¿por qué nadie hace algo?

En casa, se propuso juntar todas sus propinas y volver al Centro a repartir lo mismo entre toditos. Su madre le compró una alcancía en forma de chanchito. Empezó. Cada fin de semana, céntimos tras céntimos. Su objetivo siempre ahí. ¿Qué otra cosa podría hacer con ‘dinero’? a veces pensaba. No encontraba otra finalidad. Tampoco le gustaba tener monedas en la mano.

Al fin, el chanchito sonaba lleno al sacudirlo. Le pidió a su papá que lo rompa. El suelo se esparció de piezas rosadas y monedas. “Qué bien… junté cuarenta y siete soles y… treinta céntimos ¡Guau!”, terminó, “al fin”. Ahora al siguiente paso.

Le pidió a su primo mayor que lo llevara al Centro de Lima. Sus padres no lo pudieron llevar. La bolsita donde tenía la plata pesaba. Su primo le preguntó qué iba a hacer con el dinero. Respondió “voy a repartirle a las señoras y señores que están sentados en las esquinas, seguro lo necesitan mucho”. “Qué tonto, mejor cómprate algo enano”. “No quiero”. “Allá tú… vas a tirar la plata”.

Empezó con la señora que vio por primera vez en esa situación. “Señora, he regresado” le dijo. La señora parecía no recordarlo. No había pasado tanto tiempo. Sin embargo, comprendió que en ese par de semanas la señora ha visto a miles de peatones a su lado.

“Tome señora”, le dio una moneda de un nuevo sol y tres monedas de céntimos cobrizos. “Muchas gracias hijito”. Él se sintió mejor ahora, no sólo había “colaborado” sino también cumplió con su promesa de regresar.

Así continuó con el resto del jirón. Algo más de un sol por persona que encontraba sentada con los vasos alzados. Estaba emocionado, los saltos que daba entre pasos lo impulsaron más y más lejos. En otro jirón, un señor gordo y descuidado. Otra niñita de su misma edad. Una nenita con caramelos de limón en la mano. Otra embarazada. Otra señora con bebe en brazos. Un niño con los moquitos al aire y más caramelos de limón. Y así continuó. Y seguía feliz. Su primo se aburría ‘Ya nos vamos, ya no tienes plata nada más que para los pasajes. Ni un helado te pudiste comprar, enano malcriado’.

Un tiempo pasó cuando regresó al Centro nuevamente. Se sorprendió. Otra vez la misma señora en la misma esquina, en la misma situación. Se desprendió de sus padres y se le acercó. “Señora ¿qué le pasó? ¿Por qué sigue acá?”. La señora le respondió, “colabórame por favor hijito”. “Pero ya le di la otra vez”. No lo reconoció. Una mano lo cogió del brazo. “Vamos, oye”. Lo obligaron a continuar.

Ella no era la única, al seguir vi a todos los demás en los mismos lugares. Se sintió inútil, todo había sido un fracaso. La señora no dejó de pedir “limosnita”. Inútil el sol cincuenta que le facilitó.

Le preguntó a su papá “¿‘, por qué la señora me pide más?”. “Porque es floja” respondió colérico.

No es cierto (esa respuesta es el escape de “los adultos”), debe haber algo, algo, algo. Un motivo. Pero qué, qué. Pensaba.

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Mil ojos, mil oídos

Alguna vez le había explicado al presidente que la política es así: el gobierno es un asunto de gobernar o no gobernar, presidente, de ganar o de perder, nadie empata en la política, ¿me entiende?, empatar es perder, o uno gana mucho o pierde, y ahora escúcheme bien, si no ganamos, si no gobernamos, entonces estamos jodidos para siempre, estamos perdidos para siempre, estamos fritos, yo sé, hágame caso, esto es una guerra, o sea es el arte de la guerra, acá no hay cojudeces, tenemos que quedarnos porque si no, fíjese, le hablaba mirándolo de frente, haciendo el intento de desmoronar los anteojos, abrir la piel. La cara del presidente lo asimilaba sin moverse, era una trinchera: dos o tres arrugas nuevas, el vago temblor en los párpados, el muro de la boca. Ya sabemos quién es quién, los celulares, los micrófonos, los teléfonos, los archivos. Tenemos que quedarnos.

Sí, tenemos que quedarnos, doctor, pero hasta cuándo cree usted. Hasta que podamos, presidente. Confíe en mí, ¿y después?, después vendrá otro y otro, yo sé lo de todos, y siempre va a haber alguien conocido, uno de los nuestros, no se preocupe. Eso he aprendido de Abimael, que es un genio del mal pero un genio, señor presidente: que tenemos ojos y oídos en todas partes. ¿Eso aprendiste? Ya sabías eso, Vladi. Eso ya sabías. Mil ojos, mil oídos. Sonríe, le mira la corbata. ¿Me estás filmando ahorita, Vladi?»

En Grandes Miradas de Alonso Cueto.

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‘Ahora quiero ver más’

«Tomó el corrector Ginger para disimular las ojeras, intensificadas por la mala noche. Alguien la miraba, eso estaba claro. Alguien con una enfermedad mental quizá. Pero la miraba. Llevaba un buen tiempo sin sentirse mirada de verdad. No es lo mismo una mirada al paso que una mirada penetrante, deliberada, una mirada que no busca respuesta, que se solaza en su propio objeto mirado sin esperar nada a cambio. Una mirada gratuita. Se aplicó el brillo de rostro Seychelles.»

En Pudor de Santiago Roncagliolo. Leer más

Rojiblanca

Hoy me impresionó ver las portadas de los periódicos vestidas con la rojiblanca.

Y no, el rojo no era por la sangre muerta de las carreteras Panamericanas. Ni el blanco era por la cocaína confiscada en los vuelos internacionales.

Era, sin bromas, algo más sensacional. Algo que no veía hace mucho en la prensa escrita. Un sentimiento nacional de apoyo a las selecciones deportivas peruanas… Leer más

Un año, dos semanas y tres días

– Dime, ¿qué estabas haciendo cuando ocurrió el terremoto?

Los cuatro niños le miraron. Sabían que les iban a preguntar sobre esto en algún momento, aquella noche. Uno de los más habladores contestó.

– Yo estaba en la fiesta de la Siomara. Ahí estábamos un montón de gente cuando comenzó. Salimos corriendo como locos. Felizmente la casita de la Siomara no se cayó, pero sí se rajó –movía las manos tratando de regalar imaginación-. Afuera no se veía nada, todo estaba oscuro y la gente seguía corriendo. Cuando regresé a mi casa, una pared había aplastado a mis patitos.

– Qué piña la Siomara –replicó una niña a su lado-. Justito en su cumpleaños pasa todo esto.

Entonces tomó la palabra Javiercito.

– Yo me había quedado dormido. Estaba viendo ‘La hora Warner’ y me quedé dormido –cuando el resto escuchó ‘La hora Warner’ empezó una tenue cortina de cuchicheos sobre los personajes favoritos-. No me había dado cuenta del comienzo del terremoto. Me desperté por el grito de mi mamá. Todo se movía y salí corriendo a oscuras, mi mamá ya estaba afuera de la casa. Bien feo ah, todo se movía feo, los árboles, el suelo. Afuera, mi mamá me gritó más y lloró porque se había caído una parte de la casa. La abuela nunca salió en el terremoto. Al final nos metimos para ver si estaba bien, sólo estaba dormida nomás. No le cayó nada.

– Una señora murió –dijo otro niño-. Una vecina. Ya había salido del terremoto. Cuando regresó para sacar sus cosas, ¡Plash! le cayó el techo en la cabeza.

– Qué feo ¿no? –volvió Javiercito-, y tú… ¿qué hacías?

Le tocaba el turno de compartir su experiencia.

– Yo estaba en la computadora esa noche. De la nada comenzó todo y ¡Pufff! salí volando instantáneamente a la puerta. Gritaba ¡Stocky!, llamaba a mi perro y me seguía. Cuando bajé al primer piso, el terremoto continuaba y mi ‘ no había bajado todavía. Mientras lo esperaba me había quedado boquiabierto por la vereda. Se movía así –hizo ondas tras ondas con sus brazos- y yo estaba inmóvil sorprendidísimo. Luego miraba alrededor. El poste más cercano se tambaleaba de un lado a otro y había gente a sus pies. Gritábamos ‘No sean locos; salgan de ahí ¡se puede caer!’. Luego una vecina empezó a correr de esquina a esquina rezando el ‘Padre nuestro’ en voz alta. Eso nos hizo sentir mal. Por ahí se escuchaba ‘Fin del mundo’… en verdad, sí lo parecía –una niña afirmó que la Sra Carmela también dijo lo mismo en su momento-. En el cielo se prendían y apagaban luces, parecían rayos lejanos. Pensé, ¿relámpagos en Lima?, esto anda mal, muy mal. Y al fin, el terremoto terminó.

Las caritas dibujaron interrogantes sobre el origen del fenómeno, las luces en el cielo. No halló una manera científica-didáctica de explicar el suceso. Prefirió continuar.

– Lo peor fue cuando terminó. No sabíamos dónde era el epicentro y temíamos a que se saliera el mar. A mi ‘ se le vinieron estas predicciones medias dudosas de Santa Rosa de Lima, decía que el mar saldría en cualquier momento e iba a inundar todo hasta el centro de Lima –prefirió no profundizar estas teorías-. Igual, era mejor prevenir que lamentar. Así que toda la noche [con nuestras maletas hechas] estuvimos pendientes del mar por la tele‘ para ir corriendo al centro de Lima en el primer taxi.

– En Pisco el mar se salió también –dijo Javiercito-. Mi tío me dijo que toda la plaza al lado del mar estaba llena de agua y las casas de por ahí inundadas.

– Cierto –aportó el mayor de edad-. Cuando fui por primera vez a Pisco encontré algas en las ventanas de las casas al costado del mar. Claro, el mar ya había cedido.

– ¿Sí? ¿era verdad entonces? -Javiercito y el asombro-. A su…

En silencio, cada niño recordó escenas de aquella noche. Los gritos de desesperación en las sombras. La primera vigilia.

– Ciertamente chicos, de un modo u otro, a todos nos ha sacudido horrible ese terremoto. Por eso estamos acá.

Luego de otro pequeño mutis, la infancia los hizo retornar a ‘La hora Warner’ para no darle más vueltas a la catástrofe. Ya otro día llegará el momento en el que vuelvan a tocar ese tema una vez más. Empezaron con pato Lucas.

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La odisea sideral

El pequeño plateado astronauta se preparó para su misión.

– Capitán, estoy partiendo rumbo a la tercera estación galáctica.

– Entendido teniente. Cambio y fuera.

Los motores estaban prendidos. Su viaje había iniciado.

– Todo es mágico. La Tierra parece tan chiquita desde acá. Ojala mis hermanos pudieran ver lo mismo en este momento -anheló a la suerte. Despertó, volvió a lo que tenía delante-. Cuán bello el color de ese planeta. Y qué hermoso el halo que rodea aquel otro.

De pronto, a unos cuantos satélites más adelante, el propulsor comenzó a emitir un sonido ensordecedor. El astronauta decidió aterrizar en el planeta desierto más cercano para revisar los defectos del aparato.

– El traje que me han dado es demasiado moderno y útil. La investigación ha invertido bien en los uniformes, pero ¿por qué no gastaron lo mismo en los propulsores?

Apenas concluida la pregunta, por uno de los escapes del propulsor se asomó la cabeza de un misterioso ser.

– Hola terrícola -dijo lentamente-. No me temas por favor.

El nuevo personaje tenía las orejas diminutas y tres ojos gigantescos que no paraban de dar vueltas. Además era cabezón y al parecer más bajo que un niño terrestre de siete años. El astronauta se había sorprendido que haya estado metido en su propulsor durante todo ese tiempo. Sin embargo, no quiso ser descortés.

– Hola amigo, soy un astronauta de la tierra y tengo como misión llevar esta información a mi estación galáctica -le mostró los códigos de unas piedritas doradas que guardaba en su bolso hermético.

– Sé quién eres. Coincidentemente, tengo una misión también. Me han encargado conocer más la vida de los seres terrícolas. Ahora que he visto que son confiables, quisiera llevarte directamente a mi planeta sólo un ratito.

– ¿Está muy lejos? No puedo desobedecer las órdenes del capitán -no obstante, tampoco quiso desairar al marcianito-… pero creo que si le explico bien sobre esta situación entenderá gustosamente.

– Maravilloso. Entonces no perdamos valioso tiempo y vamos.

El cuerpo del alienígeno empezó a brillar. Su tentáculo cogió el hombro del audaz astronauta y juntos viajaron hacia el infinito universo a sus cabezas. Los planetas y demás constelaciones eran un baile de lucecitas alrededor de ambos.

Se detuvieron en seco. Efectivamente, no había pasado mucho desde que partieron de aquel desierto planeta.

– Llegamos mi estimado terrícola. En este planeta los superiores te recibirán con honores. Además, nos gusta ser muy hospitalarios con nuestras nuevas visitas siempre.

El astronauta supuso que ese gesto en el rostro de su amigo debió ser una sonrisa. Hizo una pequeña reverencia y le sonrió agradecidamente por sus palabras.

De pronto algo irrumpió en el planeta. ¡Prank! ¡Un marciano gigante nos invade!

– Oye, ¿qué estás haciendo con esas piedras? ¡Te estás ensuciando! No es momento para jugar en el jardín. Regresa a la sala, la abuelita nos está esperando.

– Adelante Capitán. Volveré a transmitir información en breve. Cambio y fuera. Leer más

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