Category: Otros cosas

Personajes diarios

El jalador, el cobrador, el datero, los escolares, el canillita, el chofer, la emolientera, la seño del quiosco, el guachimán, el tío “Pare”, el tombo, don Filiberto, los patas, la tía, la madrina del Comedor Central, don Sósimo, la señorita Fénix, el tío Bigote, el canchero, los universitarios, el cobrador, el vende-caramelos, el chofer. Leer más

Recuerdo ilegal

En el paradero de Veterans Memorial Boulevard ella espera el bus de las 7.45 pm, uno de los últimos de la noche. Arriba, el cielo oscuro ha empezado a llorar. Pronto se avecinaría una tormenta.

Llega el bus. Sube con una sonrisa amable y con un dólar 25 centavos en su puño. “Good night!”, saluda al moreno conductor. En un ademán de cortesía, éste asienta. Introduce las monedas en la máquina. Inspecciona el bus y los otros pasajeros. Los pocos que la acompañan en el viaje la miran con recelo, al menos eso cree ella. Busca el asiento vacío más próximo.

Se sienta al lado de la ventana. Carga la bolsa blanca con su uniforme dentro. Las gotas que explotan tras la ventana y el lejano recorrido de las calles a medio iluminar de Metairie, la hacen sentir segura.

8 horas de acomodadora en Dollar General, el cansancio la atrapa mientras el bus cruza David Drive.

Pequeñas risitas en un amplio patio, en el medio dos niñas saltan. La ve, su hermana bajo un sol panameño de Febrero. Habla con otra niña, en español. Esa niña a su lado, es ella de pequeña. Juegan al avión. Piensa “tan tranquilas, no lucen preocupadas”. Recuerda, no tenían por qué. Una sombra más grande se dibuja en el piso. Es mediana, con el cabello recogido y el uniforme de minimarket puesto. Es ella, se da cuenta.

Las niñas la miran y la invitan a jugar. “No puedo” dice, sin embargo se dirige al avión dibujado en el patio de lo que parece su antigua casa. Saltos, saltos. Las sonrisas de las infantes la contagian. Se siente feliz. Una felicidad que no sentía hace mucho en Estados Unidos. Estados Unidos, ¿dónde estaba ella realmente?

Un avión se escucha por los cielos del aeropuerto y ella no está en el suyo aún. La ve, su hermana al lado. Despegará en pocos minutos. Es mejor despedirse ahora. El cálido abrazo de su hermana la empapa, presiente que no la verá en mucho tiempo. En ese momento tuvo toda la razón, piensa ahora. Las lágrimas de su hermana la contagiaron. Ella ya sabía que se iba a quedar ilegal en Norteamérica. La soñada Norteamérica.

Despierta. Trata de recordar en qué calle se encuentra, con tal lluvia le es difícil. Logra identificar el cruce con Bonnabel Boulevard, felizmente no ha pasado su paradero. Da un fuerte suspiro. Abraza la bolsa que sostiene en su regazo. Se limpia la lagrimilla derecha. Leer más

Cupido en ruedas

¡Claro! De todas formas este año me va a ir mejor que el año pasado. Sobre todo porque ha caído 14 un sábado. Sí pues, las parejitas toman puro taxi para ir a los telos. Más que todo para impresionar a la flaca ¿no? Tú sabes, se ve bien llevarla a un telo una o dos estrellas en taxi.

Hace dos años me pasó una bien buena. Una pareja subió para que los lleve a un telo por ahí, cerca. Como conocía la zona, los llevé a un telo barato y bueno. Cinco solcitos, los dejé en la puerta. Cuando estaba apunto de arrancar salieron y me dijeron que estaba full el lugar. ¿Te imaginas cuántas parejas van a los telos el 14? Negocio redondito pe’. Les cobré otros cinco soles para llevarlos al telo siguiente. Nada, también estaba todo lleno. Chesu, lástima, más que todo por el pata porque estaba recontra arriola y la flaca parecía bien arrecha, tanto así que ya desde atrás le tocaba todo.

Se volvieron a subir al taxi. Estaba buscando otro telo caleta para llevarlos pero me vino una idea. Telo-taxi. A sólo diez luquitas, hermano, ¿puedes creerlo? Ya pe’, entonces bacán dijo el flaco. Los llevé por un lugar oscuro pero ya estaban en pleno. Incluso el pata estaba tan agradecido que me jalaba la mano hasta la flaca y me decía “toca, con confianza tío, gánate con este tarrazo durito. Está rica ¿no?”. ¿Puedes creerlo?, encima salí ganado. Parecía incluso que a la chica le gustaba eso. Me bajé del taxi y los dejé solos hasta que el carro terminó de saltar. No quise meterme en esa relación porque de repente podría reaccionar mal el pata o la flaca, no quería problemas.

Así pues, hermano, me agradecieron y se fueron contentísimos. Además me dieron cinco luquitas de más porque les pareció que habían ensuciado mucho. Nada que no pudiera salir con agua. ¿Si fue peligroso? No, no creo que me quisieron robar, además yo saqué la llave del taxi y la plata. Era una pareja arrecha nomás, sin un lugar para tirar. La flaca estaba borracha, comprendía al pata. Sólo vi una oportunidad y ya. Esto es lo que tiene que hacer uno para ganarse unos solcitos de más. Leer más

Waqay

Ella insistió en ubicarnos ahí, en la oscuridad. Accedí por la seguridad para nuestros hijos. Tan ansiosos los dos por el nacimiento de éstos, buscábamos todas las mañana comida para llevarles. El clima ha cambiado, nosotros debemos adaptarnos o morir en el intento, nuestros nenes no merecen lo mismo. Al menos no aún.

De repente ocurrió. No estábamos en nuestro sitio cuando sucedió. Parece que “ellos” habían demorado toda la mañana poniendo una barrera para no poder entrar al recinto donde estaba nuestro nido. Me acordé, hay otras entradas por ahí. Ella estaba nerviosa, no podía concebir dejar a sus hijos sin protección. Yo la tranquilizaba, quizás era momentáneo, quizás no han descubierto aún nuestro nido. Seguía gritando desesperada.

Al llegar más alto encontramos un espacio abierto en la parte alta del recinto, la luz se proyectaba hasta el suelo. Nos metimos con toda velocidad al hueco donde estaba nuestro nido. Los encontramos, indefensos, nuestros hijos estaban tibios aún. Habían estado llorando toda la mañana por los ruidos de tal edificación. Desnudos, con los ojos cerrados, nos sentían. Los alimentamos.

¿Escuchaste eso? Parece que se ha metido un pajarito a la casa. Sí, me he dado cuenta que por acá hay un nido. ¿Un nido? ¿Dentro de la casa? Sí, en el hueco del ladrillo del techo. Los escucho, sí, en ese hueco ¿no? Ajá. ¿Y cuándo vendrá el maestro a trabajar el techo? La próxima semana, les queda una semana más para ser felices.

Mañana yo solo iré a buscar comida para los polluelos, ella se quedará cuidándolos. Ojala “ellos” se vayan, siempre destruyen todo. Siempre. Leer más

Rebeca, Rebaca, grande y gorda como una vaca

«Era un organismo descomunal.

Una gorda de brazos como oleoductos, embolsada en un traje negro, estaba a mi lado. La azafata le dijo que le iba a traer un cinturón especial.

La vi apenas por el rabillo del ojo, pues no quería llamar su atención.

Sentí un estremecimiento helado.

¿Era ella? Sí, era ella, claro.

Movía uno de los brazos, del que colgaba una lonja sobrante de carne. Estaba rebuscando algo en su cartera, insistiendo con los dedos, arañando algún objeto en el fondo de la cartera una y otra vez. Tenía la piel tostada, como si estuviera recién llegada de unas vacaciones playeras. Me concentré en mi libro. Las letras me temblaban.

Después de un rato comprendí que en realidad mi compañera de asiento no parecía estar buscando nada.

Estaba entregada, más bien, a un ejercicio repetido y desesperado. Solo quería seguir rasgando los objetos que guardaba en el bolso -tenía un sonido a peines, pomos, chisguetes, un monedero. Era como si quisiera romperlos.

El bolso parecía un animalito de cuero muerto que ella gozaba torturando. Llevaba anteojos de lunas oscuras, con aspecto de antifaz»

En El susurro de la mujer ballena de Alonso Cueto. Leer más

¿Quién es el comando Liu?


¡Aaaaah…!

Programa: Enemigos Íntimos
Fecha de transmisión: 08/10/09

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Asientos vacíos

“¿Ven? Ese es el problema con los universitarios de ahora. El típico alumno promedio: el que busca sentarse al final. Miren cuántos asientos vacíos acá delante.

¿Han calculado lo tanto que pagan sus padres al año para que puedan estar sentados en esta clase? y sobre todo ¿en esta universidad?

Si ustedes estuvieran en mi posición verían una masa estudiantil arrinconada al final del aula, así, lejos del profesor y de su clase. Con miedo a participar” Leer más

09/09/09

Regresaron sus beats (mejores que nunca):


Provecho…

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Laura en (Norte)América

Don Juan casi acababa de barrer el local adjunto a la Estación de West Esplanade cuando entonces preguntó: “¿De dónde viene usted, muchachito?”.

Parecía extraño que me haya preguntado esto. Con el tiempo que venía conociéndole pensé habérselo dicho antes.

“De Perú”, respondí. Los gringos suelen asociar inmediatamente Perú con algún imponente cobrizo y magestuoso Inca. Yo les cuento más acerca de las maravillas geográficas del país. Se sorprenden extasiados. El panameño don Juan, en cambio, no.

“¡Ah!”, exclamó triunfante, como si hubiera recordado algo. “Que pase el peruano”, cantó.

No le encontré significado a lo que dijo. “¿Perdón?”, expresé mi incomprensión.

“¿Cómo? ¿Acaso no conoces a la señorita Laura?”, preguntó sorprendido, quizá algo ofendido.

“Ah, Laura Bozzo. Bueno, ella es peruana”, lo primero que me vino a la mente. “¿Cómo sabe de ella?”

“La tele: ¡Que pase el borracho, que pase el mujeriego, que pase el amante!”. Imitaba a la Bozzo sonriente.

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San Andreas

A mi lado, las gigantes rocas hacen juego con este desierto amarillo. No hay un pueblo cerca -el mapa lo corrobora-, mejor ir a la carretera más cercana.

Dejé la rutina del gimnasio hace mucho y la comida chatarra no me ha ayudado estos días, mi trote es más pesado.

Algo me detiene: en el cielo naranja aparece una estela. Saco la cámara. Aumento el zoom, parece que se trata de un objeto rojo.

¿Podrá ser cierto lo de los OVNIs? Ciertamente estoy muy cerca al área 69, una peculiar base militar que no admite visita alguna. Ya me daré tiempo para explorar dentro. Coleccionar estrellas por entrar a áreas prohibidas es mi especialidad.

Al fin aparecen los autos. Prefiero sentir el aire en mis oídos. Elegiré una moto. A estas alturas no importa si es una Sánchez o una FCR-900 (mi favorita).

Un buen tramo luego encuentro la primera. Es una Freeway negra. La patada voladora sobre el volante, cae el papanatas. Te lo mereces, idiota.

Dejo atrás al ranchero y su “K-Rose”, cambiemos a “Radio Los Santos”: Snoop Dogg suena mejor con velocidad.

La carretera es mía. Esquivo un carro tras otro. Aún falta mucho para llegar a la verdadera Las Venturas -diversión garantizada: casinos y más misiones-.

No vi al vehículo delante, el impacto me hace volar. El cretino baja de su carro (trae un bate de baseball). Hace poco que no peleo, nunca es suficiente.

Se acerca amenazante, mi manopla será suficiente. La sangre vuela a mi lado. Un par de golpes más y caerá. Pisotones en el pecho aseguran que no se levantará.

Un Buffalo rojo, mediocre auto, será mi trofeo por asesinar un sujeto más. Buenos gustos, otra canción de Snoop me acompaña.

Diablos, no había percatado la estrella que me han puesto. Un carro de policía estaba cerca.

¿Escapar? No lo creo, quiero acabarlos. Bajo la velocidad, el coche está a mi lado.

Empieza la lluvia de balas, acaba con una explosión. Tan sencillo destruirlos, a ellos y a esa horrenda patrulla.

Las estrellas aumentan. Apenas entro a la ciudad misma y aparece otro carro policial.

Me bajo del Buffalo, sé que me expongo pero muy cerca habrán otros carros con mi nombre en ellos.

Primero acabaré con estos uniformados. Saco la AK 47. Mi puntería es buenísima. Aparecen más policías. Aparecen más muertos.

Pocos minutos más, ¿hasta cuánto podré soportar? ¿Podré llegar a seis estrellas y sobrevivir para contarlo?

Un helicóptero me apunta con una luz blanca. Dispara. Esto se puso feo. Mejor escapo por ahora.

El aluvión de proyectiles ha hecho correr a todos al rededor. Los carros escapan y ellos no dejan de seguirme.

Mi línea de vida está muy baja. Creo que no aguantaré mucho…

Se me ocurre algo, ir a Burger Shot y subir esa línea roja. Mientras tanto las estrellas desaparecerán, ahí estaré seguro.

Por ahora, debo despistar a los que me atacan. Empiezo con las granadas. La calle tiembla.

Luego el lanzamisiles. ¡Qué espectáculo! Los cuerpos carbonizados volando ante el impacto.

El helicóptero, mi siguiente blanco. Trato de apuntar lo mejor posible ignorando a los que me disparan en tierra. Me las quiero cobrar como sea.

Y ahí va. Escucho el BOOM en el aire. Va a caer en cualquier momento. Cae.

Qué ironía… se desmorona encima mío. Sí, ya estoy muerto. Desde aquí arriba me veo aplastado por el negro esqueleto de un helicóptero.

Eliminado. Game Over.

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