El 15 de octubre de este año, el tema universal del Blog Action Day fue la pobreza. Lastimosamente, se me pasó la fecha y postergué esta entrada hasta hoy. Las ganas quedaron intactas desde siempre.
El tema es amplio, y no sólo se reduce a lo que está escrito aquí. Únicamente relato el primer encuentro de un niño (de afuera, observador, preguntón) con la pobreza (incluso posiblemente con la indigencia). Ésta es una de las tantas caras como se muestra la situación de pobreza; quise coger la más próxima a todos, la que está en las calles esperando unos céntimos. Finalizo no pretendiendo dar respuestas, quisiera que tú las des. Disfrútenlo. Aunque mejor… que les joda un poco.
El gris celestial contagia a los habitantes del Centro de Lima. Los grupos crudos de masa se movilizan siempre con prisa, mecánicos, contra el tiempo. Alguien capturó su atención, una señora de polleras coloridas sentada en una esquina negra. En brazos, un bebe. A sus pies, una mugrienta taza de plástico amarilla. Las multitudes siguen sus respectivos rumbos. La ignoran.
Al pasar por su lado, la desdentada boca le dijo “colabórame, unas moneditas por favor”. Él no tenía un solo centavo en el bolsillo. Pidió a sus padres que le regalara una moneda para darle a la señora; “No tengo sencillo”, “otro día le das”, sugirieron ellos. Y así tuvo que continuar su recorrido en los jirones coloniales hacia la Plaza Mayor.
No quiso dejar de mirarla. Ella seguía repitiendo “colabórame pe‘, no seas malito”. Le juró que regresaría y continuó tras los pasos de su mamá.
A unas esquinas, otra señora y sus dos niños vendiendo caramelos le interceptaron. Sus padres siguieron caminando. Él tuvo que hacer lo mismo, pero su cabeza los seguía mirando. La niña era de su edad.
Incontables. Una lluvia de personas que nadie veía (o no querían ver). Algunos ofreciendo algo a cambio, otros sólo pidiendo con la palma en alto. Esto no está bien. No puede seguir así, ¿por qué nadie hace algo?
En casa, se propuso juntar todas sus propinas y volver al Centro a repartir lo mismo entre toditos. Su madre le compró una alcancía en forma de chanchito. Empezó. Cada fin de semana, céntimos tras céntimos. Su objetivo siempre ahí. ¿Qué otra cosa podría hacer con ‘dinero’? a veces pensaba. No encontraba otra finalidad. Tampoco le gustaba tener monedas en la mano.
Al fin, el chanchito sonaba lleno al sacudirlo. Le pidió a su papá que lo rompa. El suelo se esparció de piezas rosadas y monedas. “Qué bien… junté cuarenta y siete soles y… treinta céntimos ¡Guau!”, terminó, “al fin”. Ahora al siguiente paso.
Le pidió a su primo mayor que lo llevara al Centro de Lima. Sus padres no lo pudieron llevar. La bolsita donde tenía la plata pesaba. Su primo le preguntó qué iba a hacer con el dinero. Respondió “voy a repartirle a las señoras y señores que están sentados en las esquinas, seguro lo necesitan mucho”. “Qué tonto, mejor cómprate algo enano”. “No quiero”. “Allá tú… vas a tirar la plata”.
Empezó con la señora que vio por primera vez en esa situación. “Señora, he regresado” le dijo. La señora parecía no recordarlo. No había pasado tanto tiempo. Sin embargo, comprendió que en ese par de semanas la señora ha visto a miles de peatones a su lado.
“Tome señora”, le dio una moneda de un nuevo sol y tres monedas de céntimos cobrizos. “Muchas gracias hijito”. Él se sintió mejor ahora, no sólo había “colaborado” sino también cumplió con su promesa de regresar.
Así continuó con el resto del jirón. Algo más de un sol por persona que encontraba sentada con los vasos alzados. Estaba emocionado, los saltos que daba entre pasos lo impulsaron más y más lejos. En otro jirón, un señor gordo y descuidado. Otra niñita de su misma edad. Una nenita con caramelos de limón en la mano. Otra embarazada. Otra señora con bebe en brazos. Un niño con los moquitos al aire y más caramelos de limón. Y así continuó. Y seguía feliz. Su primo se aburría ‘Ya nos vamos, ya no tienes plata nada más que para los pasajes. Ni un helado te pudiste comprar, enano malcriado’.
Un tiempo pasó cuando regresó al Centro nuevamente. Se sorprendió. Otra vez la misma señora en la misma esquina, en la misma situación. Se desprendió de sus padres y se le acercó. “Señora ¿qué le pasó? ¿Por qué sigue acá?”. La señora le respondió, “colabórame por favor hijito”. “Pero ya le di la otra vez”. No lo reconoció. Una mano lo cogió del brazo. “Vamos, oye”. Lo obligaron a continuar.
Ella no era la única, al seguir vi a todos los demás en los mismos lugares. Se sintió inútil, todo había sido un fracaso. La señora no dejó de pedir “limosnita”. Inútil el sol cincuenta que le facilitó.
Le preguntó a su papá “¿Pá‘, por qué la señora me pide más?”. “Porque es floja” respondió colérico.
No es cierto (esa respuesta es el escape de “los adultos”), debe haber algo, algo, algo. Un motivo. Pero qué, qué. Pensaba.
Muchos años luego, en la universidad, había olvidado este pasaje. Lo recordó y buscó respuestas. Ahí va la fundamental. Regalar dinero. Y sólo REGALAR, a secas. Regalar una solución momentánea, sin un manual de instrucciones para generar mejoras propias. Pintar apariencias con la salida más fácil, para mañana volver a lo mismo.
También tenemos a la bellísima INDIFERENCIA (que en se perfila como la causa de lo anterior, el no querer realmente un futuro sostenible para los necesitados), el conformismo de los que se han acostumbrado a lo mismo día tras día (los que no ven, los que no opinan). Los que han rebajado status ajenos a simples parásitos. Los que creen que una calle del Centro es lo mismo con o sin un limosnero. Los que les cierran las puertas de la superación.
Pero no. Todo lo él que escribe es producto de la experiencia, una mínima experiencia. Hay tanto de lo que puedes aprender si buscas abrir los ojos como ‘un niño que se pregunta el porqué de todo’. Te invita a que lo hagas. Te invita a que propongas soluciones y que dejes de lado la indiferencia; a que salgamos del montón gris. Cambiemos.
Esa mirada de niño que no debemos perder, que nos muestra el mundo como tal. Muchas veces tendemos a tener una vision distorcionada y llena de los prejuicios que tenemos `los adultos´, si tan solo regresaramos a ser un poco mas niños, sin temer a parecer tontos.
Pero estoy de acuerdo Peter, en ver que esto de la pobreza es una situación, un estado en el cual todos podemos estar.Si dejamos que las avenidas sean sólo un lugar para lamentar ver tanta pobreza ne nuestro país, lamentablemente habremos dejado de tener mirada de niño, más no su imposibilidad ante este suceso.Sería ideal tener la creatividad de un niño y poder llevar a cabo nuestras ideas como lo haría un adulto.
La pobreza es un estado como lo dije al comienzo, un estado que se puede cambiar, peor no es fácil salir de esto, si lo hacemos todos juntos y dejamos la indiferencia es posible, tomará tiempo pero será un hecho.
Muy aparte, esta lindo tu blog Peter!