Liderazgo responsable
Por: Alberto Verme
Lima-Perú
Alberto Verme, Presidente de Citi para Europa, Medio Oriente y África
El Comercio, 10 de junio de 2016
Fui invitado por los organizadores del CADE Universitario a la vigésima segunda edición anual de su conferencia que tomó lugar en la ilustrísima Escuela Naval en La Punta. Quedé maravillado por el contenido de la agenda, por la calidad de los expositores y más que todo por la madurez de los más de 600 asistentes, que representaban a universidades de los 24 departamentos y de la provincia constitucional del Callao.
Tratándose de la generación más capacitada con que jamás haya contado el Perú, me causó gran ilusión el confirmar que nuestros futuros líderes tienen claridad de pensamiento y convicción de éxito en cuanto a la misión del país, sus bondades y sus problemas. No es fácil generar tal comunión de ideas y tanto entusiasmo por ejecutarlas. Tenemos por ende, una oportunidad histórica.
Que la misión era crecer de manera sostenible y responsable, triplicando nuestra riqueza en 25 años y repartiendo los frutos entre todos los peruanos hasta erradicar la pobreza absoluta. Que debíamos retomar la inversión como motor del crecimiento y que abreviando las brechas en infraestructura y en educación mejoraríamos la competitividad de nuestro país.
Que mostrásemos mayor ambición a la hora de invertir y que consigamos financiamiento para solventar las necesidades de infraestructura básica como el agua, de la necesaria como las de transporte y comunicaciones, y las visionarias, como la de convertir al Callao en el principal puerto del Pacífico y al Cusco como el eje turístico de América.
Que incrementemos la inversión en el sector educativo, mejorando la capacidad formativa de los maestros y enfocando la enseñanza al debate y a la interpretación de datos en vez de la memorización y paporretería.
Que el Perú gozaba de cuantiosas bondades, muchas de las cuales estaban aún en proceso de ser descubiertas y que la agroindustria, la minería y el turismo podían servir de tres fuentes confiables para la generación de inversión y de empleo.
Que, sin embargo, la corrupción, la falta de institucionalidad y la inseguridad constituían problemas endémicos y que la sociedad en su conjunto aún tenía mucho que hacer por corregirlos.
Y que ellos formaban parte de un mundo global al que querían seguir conectados, que sentían el beneficio del bono demográfico que tantas oportunidades les otorgaba y que les estimulaba el avance de nuevas tecnologías, pero que ello no era excusa para renunciar a los principios básicos que les inculcan en el hogar y de los que se nutre nuestra privilegiada nación.
Concluimos que como líderes responsables actuaríamos con respeto hacia el prójimo, amor a la camiseta, coraje y humildad, afirmando que serán precisamente tan loables principios los que esta vez nos permitan por siempre mejorar el futuro de nuestra patria.
Pero seguía flotando en el ambiente, el tema de la confianza a la que aducía la estudiante de La Libertad, y con quien concordaba su contemporánea londinense, y optamos por responderle con base en los fracasos que hemos experimentado, los beneficios que con el tiempo hemos obtenido y al hacerlo, intentar reciprocarle con el mismo lenguaje conciso, simple y claro con el que ella y los demás estudiantes habían enunciado su visión de proyecto nacional: que la confianza se pierde en 10 minutos y que toma toda una vida recuperarla; que la estrategia de crecimiento más exitosa es aquella basada en principios, donde el Estado de derecho, el respeto, el espíritu colectivo y la humildad sirven de guía irrenunciable e innegociable ante cualquier reto, y que la más valiente decisión para el cambio, ella misma y sus colegas nos la estaban ejemplificando, al esforzarse en sustituir el ‘yo’ por el ‘nosotros’ en todas sus intervenciones.
Ad portas de iniciar un nuevo capítulo de nuestra historia democrática, queda a nuestra instancia hacer de esta gran generación de líderes la más responsable de nuestra historia.