La de ayer, ha sido una jornada de votación obligatoria, pero que no se convirtió en una elección, condición indispensable de este acto democrático, ya que solo competía Fujimori. Y es que la elección no sólo debe legalizar a un gobernante sino que debe legitimarlo a través de ella. Por lo tanto, esta jornada se aleja de ser una democrática y, por el contrario, se acerca más a la organizada hace 50 años por el general Odría, quien encarceló a su opositor y obligó a los electores a acudir a las urnas y votar por él, como candidato único.
Pero el resultado electoral debe observarse como algo más que un mero tramite, pues su análisis nos da luces acerca del porqué Fujimori optó por la salida confrontacional y realizar elecciones el 28 de mayo. El líder de Perú 2000 ha ganado, dado que ha obtenido formalmente más votos que su opositor, Alejandro Toledo, pero no ha triunfado. No lo ha hecho, pues se triunfa sobre un candidato y esto no ocurrió. Por lo general, ganar con el 75% de los votos, como Fujimori, sólo lo logra René Préval en el Haití del 95 o el general Rodríguez, en el Paraguay del 89. Elecciones que están lejos de ser consideradas democráticas.
Por lo general, el número de electores disminuye ostensiblemente en relación a la primera vuelta, como ocurre en las segundas vueltas electorales en América Latina de los últimos 20 años. Esto no sucedió el domingo 28. Pero además, se ha incrementado los votos nulos hasta llegar al más alto de la historia de elecciones presidenciales en el Perú. Y esta ha sido una de las consignas de Toledo. Según informaciones periodísticas, al interior de los votos viciados, la consigna No al Fraude logró porcentajes importantes, superando, en algunos lugares, incluso a la votación de Fujimori. A ello habría que agregarle que algunos electores votaron por Toledo, lo que indicaría un desconocimiento de la consigna de su candidato y mostraría las dificultades que tuvo para hacer llegar su mensaje. Es decir, los que rechazaron a Fujimori, se agruparon en aquellos que no fueron a votar, los que votaron en blanco, viciado o por Toledo. La suma de ellos supera la votación de Fujimori. Esta sería la razón por la que el presidente-candidato persistió en su deseo de mantener la fecha de la elección para el día 28 de mayo. Dos semanas después, con observadores nacionales y extranjeros hubieran significado un alto riesgo que la cúpula en el poder no estaba dispuesta a correr. En otras palabras, el líder de Perú 2000 no ganaba en una elección realmente libre y competitiva.
Ahora lo que tiene es un certificado de ganador, mal habido, pero certificado al fin, con lo que el presidente Fujimori desea enfrentar tanto al frente interno como externo. La apuesta es resistir a pie firme la oposición ciudadana, que presume se desgastará pronto por cansancio. Retar a la comunidad internacional e incomodar a la OEA, en donde siempre tendrá aliados, particularmente de países limítrofes. Y hará anuncios que refresquen el tan viciado clima político. Es decir, reconocer que el corto plazo es turbulento, pero pasajero. Apuesta riesgosa para un gobierno que por la ilegitimidad de origen, será siempre debil.
(Canal N, Lunes 29 de mayo de 2000)
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