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El 09 de Noviembre del 2020 en Lima un joven manifestante, en medio de protestas, distanciamiento social y con mascarilla dirigió un puñetazo a un congresista que había votado por la vacancia del Presidente. A las pocas horas los diseñadores emprendedores convertían esta imagen en el estampado de un polo con la inscripción: “Este Congreso No me representa” ¡Qué contraste! con aquella otra imagen de sólo hace 16 años cuando un 14 de julio del año 2004 en medio de una marcha pública, el líder de un partido político, pateaba con furia a un partidario suyo que le restaba imagen ante las cámaras, ello dio origen a caricaturas y nunca a un diseño con derechos de propiedad intelectual. Estas acciones caricaturescamente tan opuestas reflejan el cambio en el escenario peruano entre partido político y ciudadanía marginal. Hace 16 años el ciudadano que salía de una dictadura corrupta aún sentía vivo su vínculo de representación con los líderes de los partidos políticos, los cuales se presentaban, pese a su trayectoria histórica de haber incluso gobernado sin éxito en medio de una crisis, como renovadores: frente a la dictadura corrupta. El pateado ciudadano humilde, no tomó mayor acción contra el líder y la ciudadanía no sólo minimizó este hecho sino que eligió al líder -por segunda vez- como Presidente de la República. Pero ello en la actualidad ha cambiado, la percepción de la ciudadanía en general es que la corrupción casi ha tomado la totalidad del Congreso (no interesa en esto la ideología) y ha promovido la vacancia del Presidente. No es que crea en el ex Presidente también cuestionado sino los motivos de la vacancia se la percibe oscura (una cadena de decepciones por ex Presidentes procesados vinculados a actos de corrupción se presenta como antecedente) y desconfía de toda la clase política por corrupta (con el antecedente de los audios de la vergüenza) por lo que tampoco hay líder de partido político que pueda presentarse como el representante de esta disconformidad. Por eso la imagen del “puñetazo” sucede como la representación de la energía e impotencia del ciudadano no representado, ya no solo marginal sino medio, al menos mayoritariamente en el ámbito generacional joven, que no encuentra expresión en el lenguaje, allí entonces la mascarilla del covid es el símbolo y la realidad de esa limitación lingüística de la disconformidad.
En términos de John Keane (el profesor australiano de la Universidad Sidney) las dos imágenes representan el pase de una democracia electoral representativa a su crisis más severa que nos acerca a una democracia monitorizada. El colapso de la democracia electoral no va a camino a una dictadura sino a un nuevo paradigma de la democracia más acorde a las actuales circunstancias, justo a las puertas del Bicentenario de nuestra independencia. Permanente escrutinio público a los que detentan el poder político y no sólo el acto periódico de las elecciones libres y justas es el único modelo que se intuye como expectativa actual capaz de superar el ambiente de desconfianza y corrupción. Y no es sólo que la monitorización sea el modelo de democracia más acorde a la tecnología del internet y las redes sociales sino que para el Perú pareciera tener un antecedente acaso más tradicional, más oculto, que se manifiesta en el “perfil del achorado” que alude Danilo Martucelli y que se presenta junto al otro “perfil del propietario”. Monitorización es además un sustantivo abstracto que viene del más específico “Monitor” que para nosotros los peruanos no puede sino rememorarnos al “Monitor Huáscar” ¿No es acaso el Monitor Huáscar” un antecedente de la democracia monitorizada?