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Últimamente, son muchos los que vienen clamando la importancia que tiene la creatividad para la creación de conocimiento.

Todo empezó con los trabajos de Guilford, quién, a finales de los años cuarenta, propuso un modelo de inteligencia que marcó un antes y un después en el análisis de la creatividad. Distinguió entre el pensamiento convergente y el pensamiento divergente. El primero tipo de pensamiento, preconiza que sólo existe una solución correcta para cada problema. Basándonos en nuestros conocimientos previos, ordenamos de manera lógica la información disponible para llegar a esa solución inequívoca que acaba con el problema planteado. El pensamiento divergente, en cambio, atisba y contempla varias opciones que desembocan en respuestas múltiples, pudiéndose ser, todas ellas, correctas. Los estudios pioneros de Guilford se entroncan con los hallazgos de Sperry. Según este neurólogo, que obtuvo el premio Nobel de Medicina en 1981 por sus valiosos descubrimientos, los hemisferios cerebrales no procesan las mismas informaciones sino que se reparten las tareas. El hemisferio izquierdo se encarga de los aspectos globales de la comunicación, analiza la información oída, así como la escrita y el lenguaje corporal. Esta parte del cerebro da cobijo al pensamiento convergente suscitado por Guilford puesto que trabaja de forma lógica y racional pero fracasa, sin embargo, en las relaciones abstractas y complejas. En cuanto al hemisferio derecho, éste se ciñe al procesamiento de las informaciones no verbales. Se interesa por las imágenes, las sensaciones, las emociones y las informaciones espaciales. En él, habita el pensamiento divergente que procesa ocurrencias, fantasías e intuiciones.

Si la creatividad es la capacidad de pensar más allá de las ideas admitidas, combinando de forma original conocimientos ya adquiridos, es evidente que la misma se relaciona con el pensamiento divergente y el hemisferio derecho pero esta creatividad es útil en tanto en cuanto la inteligencia entra en acción y dirige el comportamiento empleando la información captada, aprendida y elaborada. Es decir, que para que la creatividad se materialice en una idea provechosa, es necesario convertir las sugerencias originales en unas innovaciones que satisfagan adecuadamente las necesidades de la sociedad y eso, sólo se logra con la intervención del pensamiento convergente.

Por consiguiente, este planteamiento no provoca ninguna sombra de duda acerca del papel del hemisferio derecho que suscita las habilidades creativas para comprender, enriquecer y construir conocimiento pero la fase de evaluación del proceso mental creativo debe estar regida por el hemisferio izquierdo que es el que, en definitiva, transformará las obras creativas en innovaciones.

Las innovaciones son las que hacen posible el desarrollo evolutivo de las sociedades abriendo nuevos horizontes y, aunque las informaciones que llegan a un hemisferio del cerebro son desconocidas por el otro, surgen conexiones cerebrales que las asocia y, más tarde, darán nacimiento a innovaciones.

Patricio Morcillo
Catedrático de Organización de Empresas
Universidad Autónoma de Madrid
patricio.morcillo@uam.es

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