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Por: Rubén Villasante Guerrero

 

[Texto publicado en la revista AINI,

setiembre de 1985]

Una buena muestra del terror ideológico que sufren los indios que osan hablar como tales, la podemos encontrar en la reciente publicación del IEP “¿He vivido en vano? Mesa Redonda sobre Todas las Sangres”[1] donde el tayta José María Arguedas fue objeto de la más atroz represión espiritual por un grupo de intelectuales criollos, que muy bien dirigidos por un pastor francés, le hicieron un cargamontón, condenándolo a la más espantosa soledad y poniéndolo al borde del suicidio: casi demostrado por dos sabios sociólogos y un economista que mi libro Todas las Sangres es negativo para el país, no tengo nada que hacer ya en este mundo”, escribió Arguedas esa misma noche.[2]

No podemos dejar de mencionar la rabia y el dolor que nos ha causado la forma como acorralaron a JMA. Cómo, con planteamientos extraídos de libros ajenos, lo enredaron y pretendieron desautorizarlo. ¿Quién de ellos conocía el Perú como lo conocía Arguedas: desde adentro y desde abajo? ¿Quién de ellos podía entender las complejas relaciones sociales que se estaban dando? ¿Quién de ellos podía visualizar los intereses y la tendencia histórica del pueblo indígena y que hoy les quema en los ojos? Sin embargo, premunidos de sus “altas investiduras”: urbanos, científicos sociales y de clase media alta, estereotipan todo aquello que no alcanzan a entender. Así los indígenas son primitivos cuyo pensamiento mágico y pre-racional es políticamente insostenible y científicamente inaceptable para el Perú de 1965, como sostuvo Favre. Es esta la nueva, la moderna versión criolla de la extirpación de idolatrías. Pero, ahora aquí estamos sus hijos aquí está su pueblo, para demostrarles que su agresividad y soberbia son insulsas, que sus teorías pseudocientíficas y sus mediocres expresiones culturales y políticas son inservibles para nuestro pueblo.

Han transcurrido 20 años de aquel “debate” y son realmente ridículos los argumentos que esgrimieron los detractores de JMA y grosera la forma como lo hicieron. Pero lo que tiene niveles de escándalo es la dependencia (no sólo económica sino mental) de “críticos y científicos sociales” de la periferia al “sabio sociólogo francés” de la “cuna de la civilización”. Aquí algunos de los más relevantes argumentos: Henri Favre, reconocido como un conocedor del Perú[3] declaró: Yo he vivido dos años, 18 meses (sic) en Huancavelica, en una región del área del doctor Arguedas y no encontré indios sino campesinos explotados… Sobre la praxis de la novela (en la sociedad) tendría más bien un impacto negativo. Eso es lo que tenía que decir.[4] José Matos Mar, con candoroso positivismo plantea: lo que sucede es que dentro de esta intención de personajes de la actual sociedad peruana, José María en Todas las Sangres, toma parte implícita, es decir él se inclina más por dar preferencia de acuerdo a su experiencia personal, a su simpatía, con un aspecto de la realidad, con un aspecto del proceso social.[5] Aníbal Quijano: (la novela) muestra las vacilaciones ideológicas del autor.[6] (Eso dijeron algunos doctores, doctores que se reproducen en nuestra misma tierra, que aquí engordan o se ponen amarillos.  ¡No contesten que no vale!, Más grande que mi fuerza en miles de años aprendida; que los músculos de mi cuello en miles de meses, en miles de años fortalecidos, es la vida, la eterna vida mía.)[7]

Salta a la vista como Favre convierte el “debate” en una especie de interrogatorio policiaco, y cómo con sus intervenciones orienta y pontifica la opinión del resto, que escandalosamente se someten. Copio textualmente a Quijano (ilustre sociólogo en las palabras de Bravo Bresani): nuestra vía, que en general es la misma que indicó el señor Favre… Yo convengo con el profesor Favre… Yo creo en verdad, como el señor Favre… Yo creo en verdad, como el señor Favre (sic)… Creo que el profesor Favre tiene razón! Y finaliza diciendo… del texto se desprende una solución indigenizante del problema[8]. Irónicamente, momentos previos a ello JMA había buscado apoyo en Quijano contra la arremetida de Favre: Yo creo que Aníbal [Quijano] aquí va a poner los puntos sobre las íes.[9] Pero para nuestras “elites criollas” Favre sigue siendo el sagrado profesor de hace 20 años, él es un conocedor del Perú, el que da las pautas, el que define los conceptos, establece las categorías, el que plantea tesis polémicas, que abre el debate tan urgente y necesario.[10]

Es decir la brecha tecnológica que los separa y los hace dependientes del mundo desarrollado se extiende a las ciencias sociales, a los postulados teóricos para el conocimiento de nuestra realidad, a sus ideas y doctrinas… Pero, ¡nosotros no necesitamos que nadie nos conceptualice!

Sabemos bien que es su desprecio y su racismo encubierto lo que les hace horrorizarse que nuestro maestro José María proponga una solución indigenizante del problema, lógicamente si ellos han sido siempre los intelectuales y los indios los objetos de estudio, seres primitivos, con un pensamiento mágico e irracional, como pueden atreverse a querer ocupar un lugar que siempre fue de ellos. Esta es la misma situación de la señorona miraflorina venida a menos que refunfuña en el bussing, porque una chola ocupa el asiento que a ella siempre le ha correspondido.

La lectura de este texto nos ha provocado repugnancia y un especial desprecio por ciertos intelectuales que sin escrúpulos hoy pavoneándose sostienen orgullosos cuánto hemos cambiado todos y cuánto ha cambiado nuestro pensamiento, para encubrir sus estrecheces, sus cegueras, sus contrasentidos en su propio y deformante espacio de la soberbia y la inseguridad, de lo que hace dos décadas afirmaban alegremente cómo una idea de la sociedad peruana.[11] En mayor perplejidad nos deja aún el cinismo con que uno de ellos hoy declara: Arguedas estaría con nosotros[12]

Tayta José María, tu majestuosa y tierna figura seguirá protegiéndonos desde la otra vida, a todas tus comunidades a todos tus Ayllus. Estará acompañándonos a quienes tuvimos la suerte de ganar tu afecto y recibir el ejemplo de tu tenacidad y sabiduría. No has vivido en vano! Tus discípulos sabremos demostrarlo.

 

Paucartambo, setiembre de 1985

 

[1] ¿He vivido en vano? Mesa redonda sobre TODAS LAS SANGRES. 23 de junio de 1965. IEP Ediciones. Lima, 1985.

[2] Op. Cit. Ver cartas anexas. En marzo de 1966, a diez meses del “debate” JMA se tomó 37 pastillas de seconal, buscando el fin a su soledad y sufrimiento.

[3] Revista QUEHACER 31. Lima, octubre de 1984. P. 24. También en QUEHACER 42. Lima, setiembre – octubre de 1986. P. 44.

[4] ¿He vivido en vano?… p. 38.

[5] Ibid. p. 54.

[6] Ibid. p. 60.

[7] Un llamado a algunos doctores. JMA. 1966.

[8] He vivido en vano?… pp. 56, 57.

[9] Ibid. p. 52.

[10] Revista Quehacer 42, p.44.

[11] Ibid. Pp. 4, 8, 10, 11

[12] Qué Hacer 31. p. 80.

Luruchay, canta José María Arguedas

 

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