Archivo por meses: mayo 2012

LOS PADRES DE LA PATRIA

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Esta expresión se usa frecuentemente para describir a las autoridades de un país, sus líderes, personajes de renombre, entre otros. Sin pronunciarnos sobre nuestro acuerdo o desacuerdo con esta frase (que debiera ser Padres y Madres); hoy le daré un nuevo matiz, el de los PADRES entendidos como PAPÁS, más aún Hombre o Varón que se convierte en PADRE en nuestro país.

Ser Papá en el Perú no es cosa fácil, encontramos que desde la socialización de los varoncitos cuando niños, el significado y contenido de “su paternidad” no está tan dibujado o definido como el caso de la “maternidad para las mujercitas”.

Asumimos todos y todas la naturalidad de la maternidad en desmedro de la paternidad, con lo que relegamos querámoslo o no a los Padres a un segundo orden, subalterno, de observador cuasi participante frente a la omnipotencia materna.

Ahora mismo, yace en el olvido una Ley muy interesante para nuestros Padres de la Patria, la Ley Nº 29409 “Ley que concede el derecho de Licencia por Paternidad a los Trabajadores de la Actividad Pública y Privada”. Esta Ley, que incluye a las fuerzas armadas y policiales, y que lastimosamente fue restringida para el varón conviviente o esposo de la mujer, reconoce a favor de los varones-padres, el derecho a una licencia remunerada por cuatro días hábiles consecutivos, contados entre la fecha del nacimiento de su hijo o hija, y la fecha en que la madre o el hijo/hija sean dados de alta en el centro médico respectivo. Esta licencia es irrenunciable, lo cual constituye un avance, sin embargo encontramos que se trata de un plazo muy corto y que además solo se aplica mientras la madre o el hijo o hija se encuentran en un establecimiento médico. Ello significa que el padre es una vez más subsidiario de la madre, más allá del ínfimo periodo de tiempo de cuatro días. En fin, siendo optimistas, diremos que se trata de un ¿comienzo? Falta aún mucho por recorrer.

La tendencia en Sudamérica es la de aumentar el número de días de la licencia por paternidad; así por ejemplo, Chile en el año 2005 aumentó el plazo de un día a cinco días (Ley 20.047); Paraguay en el año 2007 aumentó el plazo de dos días a tres días (Ley 3384/2007) y Uruguay, en el año 2005, respecto a la licencia por paternidad a favor de los funcionarios públicos, aumentó el plazo de tres días a diez días (Ley 17.930, artículo 26º); y en el año 2008, aprobó la licencia por paternidad de tres días a favor de los trabajadores de la actividad privada (Ley Nº 18.345). De otro lado, Venezuela (septiembre 2007) y Ecuador (febrero 2009) han adoptado un régimen diferenciado para la determinación de los plazos de la licencia por paternidad, considerando las situaciones más frecuentes (parto múltiple, cesárea, discapacidad, adopción, etc.); dichos plazos van de un mínimo de ocho días hasta un máximo de veintiocho días.

En Brasil, la Comisión de Asuntos Sociales del Senado aprobó la propuesta presentada por la senadora Patricia Saboya de ampliar la licencia por paternidad a quince días, mediante el Proyecto de Ley del Senado Nº 666 del 2007, el mismo que fue remitido a la Cámara de Diputados para su debate conjuntamente con el proyecto de ley presentado por el diputado Urzoni Rocha que propone una licencia por paternidad de treinta días.

Como podemos observar, en nuestro país estamos “avanzando” poco sobre este tema. Siendo las peruanas y peruanos proclives a las comparaciones, y reconociendo que nos gusta medirnos con los países vecinos y de alrededores, podríamos empezar a compararnos en varios sentidos y no solamente respecto a nuestros logros económicos de nivel macro.

Si partimos de que la democracia es para todos y todas, y nos permitimos imaginar una sociedad inclusiva y justa podemos empezar por preguntarnos ¿qué estamos haciendo para alcanzar esa nueva utopía llamada igualdad de oportunidades entre mujeres y varones?, ¿sabemos cuántos padres han tomado la licencia de paternidad?, ¿Qué dificultades han tenido?, ¿A cuántos se las han negado?, ¿Dónde está el Reglamento de esta Ley?

Entre otros, vale recordar que el padre y la madre tienen responsabilidades compartidas respecto a la crianza y el cuidado de las hijas e hijos, y el Estado tiene la obligación de ejecutar políticas que las promuevan, en cumplimiento de los incisos c) y d) del artículo 2º de la Ley de Fortalecimiento de la Familia, aprobada por Ley Nº 28542, en concordancia con los compromisos internacionales asumidos por el Estado Peruano en materia de niñez, igualdad de oportunidades entre mujeres y hombres, así como, igualdad de trato entre trabajadoras y trabajadores con responsabilidades familiares

Pese a lo expuesto, este tema sigue ausente en el debate público, y es que en nuestro país la conciliación entre la vida familiar y laboral parece un tema demasiado revolucionario y aparentemente ajeno a nuestra realidad. Nuestra modernidad es relativa, y cuando de derechos se trata es bastante escasa, precaria, y tan anticuada que contrasta con el boom de una ciudadanía universal, de cifras macroeconómicas en azul y de nuestros reflejos sobre modernas construcciones que aún albergan viejas estructuras.

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REFUGIADOS AL AZAR

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Esta es la historia de una familia colombiana compuesta por tres miembros, el padre, una hija y un hijo.

El padre es de Bogotá, allí se dedicaba a las artes graficas, un día las FARC, Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia, lo conminan para que imprima documentos de la guerrilla, estaba asustado y las circunstancias le impidieron negarse; sin embargo se arrepintió y es entonces que comienza a peligrar su vida. Cuando las FARC descubren que él no quería imprimir esos documentos lo pretenden obligar a continuar con la tarea encomendada. Ante el temor, él piensa a donde ir, en ese momento su vida y la de sus hijos corría peligro.

Primero pensó en ir a Cali, pero era muy peligroso; entonces en el 2004 decide salir de Colombia, llega a Ecuador, a la zona de Tulcán y luego a Quito, donde encuentra que hay muchos colombianos, y eso acrecienta su temor, pues podrían haberlo seguido hasta Ecuador; es más, según él, existen guerrilleros y paramilitares en algunas zonas de Ecuador, y es peligroso quedarse allí.

Llega a Huaquillas, y entra así en territorio peruano, sigue por Tumbes y llega a Lima. Se contacta con el Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados y ellos le ofrecen alojamiento y comida por un mes en un hotel de un barrio de Lima. Hacia el segundo mes encuentra un lugar para quedarse con sus hijos en el barrio de Surquillo; el Alto Comisionado de Naciones Unidas para los refugiados, lo apoyó con mil soles para que se pueda instalar y subsistir con sus hijos, así como trescientos soles para gastos de escolaridad. Sin embargo ese dinero fue poco, su hijo sufre de alopecia en el cuero cabelludo y asma; las medicinas son costosas, aquí pasan necesidades y la

preocupación aumenta.

Para subsistir en el Perú, él ha administrado el poco dinero recibido y realizado viajes al Ecuador para vender libros; sin embargo y pese a que fue apoyado por el Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados y una organización peruana; en este momento el negocio de los libros no es bueno, por lo que le urge pensar en otro modo de subsistencia.

Ha pensado en montar un pequeño restaurante con una señora amiga y ha obtenido presupuestos. Hoy ya no tiene para los gastos diarios del hogar, y precisa una ayuda adicional aproximada de 2000 dólares, pues con ese dinero podría montar un modesto restaurante en el centro de Lima. Allí prepararía comida colombiana y eso le brindaría la posibilidad de atender a las necesidades de sus hijos. Su hija mayor ha terminado el colegio hace dos años, quiere estudiar medicina (neonatología), pero no tiene dinero para matricularse en la academia pre universitaria.

Al momento de escribir estas líneas, el no cuenta con recursos económicos ni medios de subsistencia que le permitan afrontar sus responsabilidades familiares; ello, sumado a la necesidad de contar con un apoyo psicológico que permita que él y sus hijos puedan desarrollarse plenamente y hacer frente a las adversidades que traen consigo desde Colombia, así como las que se les vienen presentando en el Perú.

Según su auto percepción, se encuentra en un estado de indefensión general, por no haber logrado salir de la pobreza pese a sus esfuerzos, sus referencias hacen clara alusión a sentirse muy solo, sin ayuda y sin apoyo de ninguna naturaleza.

Así, su ambiente familiar se trastoca y el pesimismo por momentos invade a todo sus miembros; el hijo menor evidencia problemas en los estudios escolares, debido a un alto stress y desesperanza. Cuando converso con él, noto una sensación de pena y preocupación por los esfuerzos que realiza su padre en el Perú y por la situación que viven hace varios años.

¿A quien acudir? ¿Quién los ayuda? y un ¿Hasta cuándo? son las preguntas cotidianas en las que el optimismo y el pesimismo parecen darse la mano, angustiando cada vez más a sus protagonistas. Sus vidas peligraron por el azote de la guerra y ahora es el desamparo su principal fuente de dolor. ¿Cuántos hermanos colombianos están en nuestro país en situación de refugio o con el status jurídico de refugiado? ¿Tenemos algún plan para enfrentar esta situación? Saltan muchas preguntas a partir de este diálogo franco y directo, pienso en Iquitos y en Tumbes, nuestras zonas de frontera que son las principales puertas de entrada al Perú para ellos.

He compartido con algunas familias sus esperanzas y sus tristezas (allá por el 2007), y creo que podríamos hacer mucho más. ¿Qué habrá pasado desde entonces? ¿Sabemos la magnitud del refugio colombiano en el Perú? Me temo que no; y por eso esta breve historia apunta a divisar las necesidades ocultas en medio del espejismo fronterizo que nos separa.

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COMPARTIENDO TERNURA, REDEFINIENDO ROLES

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Las mujeres hemos sido durante siglos las depositarias de la ternura, de los afectos privados y de la crianza de nuestros hijos. Hemos sido prácticamente las únicas encargadas de los roles de cuidado y de protección de la familia.

Los hombres fueron los héroes de las películas, los protagonistas de la vida política por excelencia, los encargados de establecer el orden fuera del hogar y de imponer su autoridad al interior del mismo.

Sin embargo, hace décadas que con la irrupción de la mujer en el mercado laboral y el mundo público, este modelo tradicional, separatista y de compartimentos estancos se ha venido desbaratando.

Actualmente, hombres y mujeres nos preguntamos más a menudo ¿qué mundo queremos construir, y cómo queremos que sean nuestras relaciones? La respuesta aparece como obvia. Queremos un mundo en el que ambos podamos desarrollar nuestras potencialidades y capacidades dentro y fuera del hogar; y eso implica reordenar nuestras relaciones y hacer un trato que nos sitúe horizontalmente, ni delante ni detrás.

Ese hombre proveedor, machista, se va desdibujando ante nuestros ojos, y aparecen todas sus carencias; las de una sociedad que les impuso “no llorar” y que a nosotras nos excluyó de las tomas de decisiones y de los puestos de poder en el ámbito público.

El costo de un nuevo orden implica necesariamente reconocernos unos y otras como “sujetos con derechos y deberes” dentro y fuera del hogar, y también como padres y madres.

Surgen entonces preguntas como ¿Pueden los hombres cuidar y criar a sus hijos? ¿Pueden las mujeres ser profesionales, trabajadoras y madres? ¿Acaso no es todo eso muy difícil?

Las respuestas las iremos encontrando en el camino, sin embargo, sabemos que la ternura y el amor hacia los hijos no son privativos de las mujeres.

En efecto, en muchos países la preocupación por establecer un nuevo orden social contempla estos elementos. El involucramiento de los hombres en el mundo doméstico se convierte en un derecho masculino y una demanda de las mujeres por encontrar en sus compañeros o padres de sus hijos a una persona capaz de desarrollar sus afectos y de compartir equitativamente las actividades de cuidado y crianza, aún cuando la relación de pareja termine.

Nuestros hijos e hijas tienen derecho a un mundo sin violencia, a un mundo que les permita desarrollarse en libertad. Tienen derecho a tener igualdad de oportunidades, a vivir sus afectos plenamente con su padre y con su madre. Nuestras niñas tienen derecho a estudiar, a soñar con ser protagonistas del desarrollo de sus pueblos. Nuestros niños tienen derecho a expresar dolor sin vergüenza, a jugar con muñecas sin miedo, a descubrir sus afectos y explorar sus emociones.

Por eso, la democracia es un ejercicio permanente, en el que la regulación de nuestras relaciones familiares de forma sensata y con igualdad se convierte en un esfuerzo cotidiano.

Este ejercicio democrático parte de reconocernos como “pares” y por entender que nuestra realización personal, familiar y pública nos lleva a revalorizarnos de un modo más honesto y libre. Solo así podremos sabernos como auténticos compañeros y compañeras, derribando mitos y construyendo nuevos paradigmas de lo que queremos ser.

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TACONES LEJANOS

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“Mírame, soy una mujer, madre de familia, soy una hija, una esposa, como cualquiera de ustedes, y ¿qué están haciendo conmigo?

La idea de hacer este artículo nació por un interés particular que siempre he tenido en conocer experiencias de vida distintas a las mías, y las formas como las mujeres a las que la sociedad comúnmente llama “prostitutas o de la vida alegre”, se relacionan entre ellas, con los hombres a los que ofertan sus servicios sexuales, con el Estado que las invisibiliza, con su propia sexualidad y afectos, y también por qué no decirlo, con aquellas “mujeres” que estamos a veces tan lejos de sus mundos, como los altos tacones que aparentemente nos separan. Agradezco la oportunidad y la confianza de mi entrevistada, su soltura y amplitud de sonrisa, pero sobretodo su sinceridad y emotividad para hablarme de mujer a mujer.

Ser trabajadora sexual

Un amplio conjunto de factores son los que al parecer influyen en la voluntad de una mujer para tomar esta decisión que cambiará su vida de seguro para siempre. En sus discursos aparecen de forma recurrente el sacrificio y el sufrimiento, como consecuencia de la necesidad de brindar mejores oportunidades que las propias a los hijos y familiares. La falta de educación, las necesidades económicas, y la exposición a un entorno de violencia en el hogar son elementos que se repiten constantemente durante nuestra larga charla, y que bien merecen que nos detengamos a pensarlos más detenidamente. Cada frase dicha y cada comentario aquí reproducido invitan a la reflexión.

“El número de trabajadoras sexuales se está incrementando justamente porque hay compañeras que se están incorporando a dar los servicios sexuales pero más jóvenes, debido pienso yo a que todavía no hay estrategias para salir del estado de pobreza, falta de oportunidades; es todo un contexto que determina, entre todas las oportunidades de trabajo que podamos tener, hasta vender papas en el mercado o vender ropa ajena, o meterse de cachinera ¿no? El trabajo sexual o ser empleada del hogar, pues uno elige, siempre y cuando sea una persona adulta, uno elige”.

La libertad de horarios y mejores ingresos que los de las trabajadoras del hogar aparecen como factores que contribuyen a que algunas mujeres opten por ser trabajadoras sexuales.

“En el trabajo sexual tú puedes determinar los horarios, lo que siendo trabajadora del hogar, tú prácticamente das tu vida empeñada, porque solamente tienes acceso una vez por semana a salir. Los mismo pasa con el problema económico, o sea, de alguna manera te rinde para dar una mejor calidad de vida tu familia”.

La familia

El sinceramiento con la familia respecto de la actividad que realizan constituye un logro y a la vez una tarea progresiva para lograr la aceptación y comprensión de los seres queridos. Al comienzo se tejen historias, fábulas para ocultar ante los ojos de los hijos la verdadera actividad a la que se dedican, pero con el paso del tiempo la verdad se abre paso y con ella la autoaceptación y la reconciliación con ellas mismas.

“Yo llevaba una doble vida, cuando me iba a trabajar me iba uniformada de enfermera, porque era, que me iba a cuidar a los viejitos o me iba a trabajar al bingo toda la noche, y si traía plata era porque alguien ganó y me dio una propina; cosas así tenía que inventar, pero te digo que era una cosa desgastante, emocionalmente te desgasta porque llevas una doble vida. Y desde que mis hijos supieron a lo que yo me dedicaba, para mí fue un alivio porque ya no más. Ellos sabían como me ganaba la vida, cómo los mantenía, las comodidades mínimas que les podía dar, porque tampoco ganaba un montón de plata, pero por lo menos tenían oportunidades que tenían que aprovecharlas”.

Revalorizando el trabajo sexual

Un tema importante que las trabajadoras sexuales han puesto en la agenda pública y cuya discusión es un asunto abierto y sujeto a múltiples interpretaciones y argumentos de toda clase es el del derecho al trabajo, ellas demandan su reconocimiento como cualquier otro trabajador o trabajadora, y en consecuencia a exigir del Estado las prestaciones de salud y seguridad social comunes a los demás regímenes laborales e incluso al de locación de servicios.

“Dentro de nuestros objetivos, que nosotras trabajamos, hay varios, entre ellos está la salud, lógicamente el acceso a una ciudadanía plena, pero nuestra misión en sí, es poder hacer todo lo posible que esté a nuestro alcance para que el Estado nos reconozca nuestro derecho al trabajo, porque nosotras creemos que si las personas nos ven como lo que somos, mujeres trabajadoras, automáticamente van a entrar en un proceso de reducir el estigma y la discriminación”.

Existe la creencia de que el estigma depende exclusivamente de la no consideración del trabajo sexual como una actividad laboral equivalente a las demás, y que el nudo crítico estaría en que al no considerarse al trabajo sexual un trabajo como cualquier otro, entonces se da la discriminación.

Se asume que una vez reivindicados los derechos laborales que ellas demandan, la situación cambiaría ostensiblemente y la valoración de las trabajadoras sexuales frente a la sociedad sería diametralmente distinta a la que ellas perciben hoy en día.

“-No es la puta que está parada en la esquina, sino, es la trabajadora sexual-, -no es la mujer de la vida fácil que está en el burdel- sino –es la trabajadora sexual dando un servicio-, en el cual todo caballero que tiene todos sus derechos, tiene el derecho de acceder o no al servicio”.

“Justamente estamos proponiendo hacer sociedades anónimas por ejemplo: estamos proponiendo no la zona rosa, no quiero que se malinterprete, sino pequeñas zonas, en las cuales nosotras solicitemos, en los distritos donde se ejerce el servicio sexual en la calle, donde esté lejos de colegios, iglesias, con ciertas condiciones, tal vez en determinados horarios donde podamos trabajar, y así evitar caer en estas mafias de explotación sexual, donde nosotras administremos, previa capacitación inclusive, porque nosotras no manejamos este tema de la administración, para poder, nosotras mismas, administrar nuestro negocio, que sería en este caso, que es la oferta del servicio sexual. Nosotras inclusive, hasta pensar en dar trabajo a las compañeras que ya están entrando a la tercera edad, hacer una caja chica, o no sé, un banco inclusive. Así evitar siempre estar supeditadas al jefe, al que manda, al que maneja y que es el que impone las condiciones”.

Una sociedad anónima o incluso un banco; la idea de nuestra entrevistada es que las trabajadoras sexuales sean sujetas de derechos económicos y puedan formar parte del mercado laboral y económico en igualdad de condiciones con los demás ciudadanos y ciudadanas (se dice que en el Perú existen aproximadamente 60,000 trabajadoras sexuales, de las cuales 14,000 se encuentran en Lima).

El enfoque del rescate

“Nosotras decimos ¿por qué nos tienen que rescatar? Que si nosotras estamos ejerciendo un trabajo y nos sentimos bien, cómodas; hay compañeras que no se sienten cómodas, pero no se sienten cómodas porque emiten muchas culpas, porque si tú trabajas la culpa con esas compañeras y las haces elevar su autoestima y esa persona que ejerce el trabajo sexual está considerando que es una persona realmente importante, entonces va a superar esa culpa y ya no va a tener que agachar la cabeza, ya no va a tener vergüenza. Pero igual, nosotras decimos que aquellas que no se sienten cómodas, tienen todo el derecho de cambiar nuestro trabajo, pero no es nuestra política. Porque nosotras no sentimos vergüenza de ejercer el trabajo sexual. Porque en todo caso, digo yo, por qué; se nos ocurrió una vez poner en nuestro discurso político hace un buen tiempo, ahora, no lo tocamos mucho porque hay personas que hieren su susceptibilidad porque también lo hacen y de esa manera se ganan la vida, pero cuando hay personas que limpian los baños, los excrementos de otras personas y por eso les pagan, y ¿quién las rescata? Nadie. A estas personas no las rescata nadie. ¿Y por qué a nosotras que nos paramos en una esquina a ofrecer nuestro servicio sexual, todo el mundo nos quiere rescatar? ¿No? Entonces eso es lo que a nosotras nos indigna”.

Escucharla hablar del enfoque del rescate y de la intencionalidad de muchas ONGs y cooperantes de hacerlas renunciar a ejercer el trabajo sexual me hizo pensar cuántas veces yo misma he pensado en el trabajo sexual desde este enfoque –políticamente correcto-, pero no necesariamente representante de los intereses de las trabajadoras sexuales. Además, me quedé pensando ¿es que acaso este enfoque incorpora dentro de los sujetos – a rescatar- a los hombres clientes de las trabajadoras sexuales? ¿Qué imaginarios de masculinidades y femineidades subyacen al enfoque del rescate? Y finalmente ¿quién rescata a quién?

Violencia en las calles y discriminación

Se entiende por violencia contra la mujer “Cualquier acción o conducta que, basada en sucondición de género, cause muerte, daño o sufrimiento físico, sexual o psicológico a la mujer,tanto en el ámbito público como en el privado, incluídas la violencia física, sexual y psicológica:
a. que tenga lugar dentro de la familia o unidad doméstica o en cualquier otra relación interpersonal, ya sea que el agresor comparta o haya compartido el mismo domicilio que la mujer, y que comprende, entre otros, violación, maltrato y abuso sexual.
b. que tenga lugar en la comunidad y sea perpetrada por cualquier persona y que comprende, entre otros, violación, abuso sexual, tortura, trata de personas, secuestro y acoso sexual en el lugar de trabajo, en instituciones educativas, establecimientos de salud o cualquier otro lugar.
c. que sea perpetrada o tolerada por el Estado o sus agentes, donde quiera que ocurra.”

Ahora bien, son muchas las situaciones de violencia que enfrentan las trabajadoras sexuales en el día a día, “desde que ingresé al trabajo sexual sufrí mucha frustración debido a que empecé a ser víctima de violencia institucional de la policía más que nada ¿no? Y la impotencia de no poder denunciar acerca de estas violaciones, porque entre ellos se tapaban y para mí esto era muy indignante. Hasta que me informé, me empoderé y empecé a buscar canales en los cuales pueda denunciar estos abusos. En ese momento solo lo veía en contra mía ¿no?”

Poco a poco nuestra entrevistada fue conociendo que existían canales oficiales para denunciar los actos de violencia; sin embargo, resultaba muy difícil que las demás trabajadoras sexuales y compañeras se sumaran a los actos de denuncia, pues muchas de ellas consideraban que no tenían derecho a quejarse ni defenderse por su condición de trabajadora sexual.

“Decían que las denuncias solamente son para la gente decente, y tú eres puta. Así me decían las compañeras ¿no? Y yo decía –bueno, puta decente, y por lo tanto tengo derecho a denunciarlo. Ha sido todo un proceso de que las compañeras se dieran cuenta que también son sujetas de derecho, también es un proceso de valorarse a sí mismas, porque cuando una está en trabajo sexual, toda la vida te dicen que eres una lacra, que eres una basura, como que tú tomas que todas las violaciones a tus derechos, es una cuestión de que porque eres prostituta te lo mereces”.

La baja autoestima de muchas trabajadoras sexuales aumenta su vulnerabilidad y tolerancia hacia distintas formas de violencia y discriminación.

A propósito, según la CEDAW se entenderá como -discriminación contra la mujer- toda distinción, exclusión a restricción basada en el sexo que tenga por objeto o por resultado menoscabar o anular el reconocimiento, goce o ejercicio por la mujer, independientemente de su estado civil, sobre la base de la igualdad del hombre y la mujer, de los derechos humanos y las libertades fundamentales en las esferas política, económica, social, cultural y civil o en cualquier otra esfera.
Las trabajadoras sexuales se sienten discriminadas por un sistema que según ellas no les permite el acceso a servicios de salud de calidad ni las incorpora formalmente en el mercado de trabajo, de bienes y servicios.

“Nosotras trabajamos desde hace 30 o 40 años y nunca podemos comprarnos una casa propia, no tenemos. Solamente el Estado nos reconoce de la parte de la cintura para abajo y si nos duele la muela o la cabeza, el Estado no reconoce eso, no tenemos acceso a ningún programa social, ninguno”.

De otro lado y respecto al ejercicio de su derecho a la salud, las trabajadoras sexuales cuentan con una modalidad de servicio de atención médica gratuita diseñado exclusivamente para ellas, y que consiste en acreditarlas como usuarias mediante la entrega de carnets, recibiendo así atención ginecológica y descarte de infecciones y enfermedades de transmisión sexual. Es importante puntualizar que éstas son las únicas prestaciones de salud que reciben las trabajadoras sexuales por parte del Estado, y que además para recibirlas debe comprobarse previamente su condición de trabajadoras sexuales.

Este tipo de servicio dirigidos exclusivamente a “impedir la transmisión de enfermedades e infecciones sexuales”, excluyéndolas de otros servicios de salud de carácter universal, podría estarlas estigmatizando aún más frente a la opinión pública y frente al mismo Estado en calidad de hacedor de estos programas de atención. Lo cierto es que las prestaciones de salud debieran ser más amplias; ello además en atención a que la salud no es solamente la ausencia de enfermedad, sino además un estado de bienestar físico, mental y social, y a que este tipo de medidas pudiera estar vulnerando el derecho al acceso a la salud de las trabajadoras sexuales.

Autoestima, violencia y uso del condón

“Una persona que es víctima de violencia, que tiene la autoestima baja, lógicamente lo va a hacer sin condón. O sea lo que yo quiero decirte, es que no es el dinero, porque ese es el estigma que nosotras tenemos: Ah, ¿te gusta la plata? Entonces te voy a dar 10 soles o 20 soles más para que lo hagas sin condón. Si yo soy una mujer bien empoderada, yo te voy a decir –mi vida no tiene precio,- pero si soy una persona víctima de violencia, que tiene la autoestima baja, te voy a decir –ya, ven pa acá, dame la plata”. Se da cuenta a lo largo del discurso de la importancia de que las mujeres y en especial las trabajadoras sexuales posean una elevada autoestima que les permita hacer frente a los abusos de los que pudieran ser víctimas y sean capaces de tomas libremente las decisiones que correspondan sobre sus propios cuerpos y su salud sexual y reproductiva. Es cuanto menos sintomático que cuando hablamos sobre sexualidad y relaciones de género cualesquiera que éstas sean, aparece al frente el tema de “la autoestima y empoderamiento”, ligado a las decisiones autonómicas sobre nuestros propios cuerpos, determinaciones y placeres.

En el caso de las trabajadoras sexuales, el uso del condón se asume como un tema de derechos y de salud pública, así como de ejercicio de la libertad sexual y del derecho a la salud sexual.

El VIH Sida

La puesta en agenda pública de la problemática del VIH Sida, significó en un primer momento, que desde el Estado y las ONG se convocara a las trabajadoras sexuales para hacerle frente a través de la prevención. Eran tiempos en los que se consideraba a las trabajadoras sexuales y otras poblaciones como “de riesgo”, lo cual hacía creer erróneamente que la “epidemia” como se le llamaba, estaba concentrada o focalizada en determinados grupos de personas.

“Nosotras no estábamos de acuerdo, porque nuestra prioridad en ese momento era trabajar el tema de violencia. Nosotras nos organizamos, no por la epidemia, nos organizamos porque la policía nos mataba a palos, nos extorsionaba, y hasta ahora nos violan nuestros derechos. O sea, primero, antes de pensar en que si nosotros éramos foco infeccioso o si teníamos la epidemia concentrada, teníamos que mirar el problema de la violencia”

Como se observa del discurso, si bien el interés principal de las trabajadoras sexuales era su visibilización como colectivo social para denunciar públicamente los actos de violencia de los que eran víctimas en las calles y luchar para su erradicación, su acercamiento a las autoridades y a los operadores de salud surgió a partir de la necesidad de enfrentar la epidemia del VIH Sida. Así, y tomando como plataforma estos espacios de acción y participación, las trabajadoras sexuales fueron colocando en la agenda pública sus propios intereses y temas a debate, especialmente aquellos relacionados con el reconocimiento de sus “derechos laborales” y el “derecho a una vida libre de violencia”.

Entre Mujeres –ni monja ni gata-

Si bien muchas veces son incluso las propias mujeres las que discriminan a las trabajadoras sexuales, el posicionarse como un personaje público le ha permitido a nuestra entrevistada sortear este escollo; es más al parecer cada vez con más frecuencia las trabajadoras sexuales son abordadas por otras mujeres para contestar preguntas de índole sexual ligadas al placer, técnicas y trucos de las artes amatorias para alcanzar un mayor disfrute y goce sexual. Esta situación acaso pudiera dar cuenta de un reconocimiento y valoración respecto de los conocimientos eróticos y sexuales de las profesionales del sexo.

“El día del canto a la vida, desde el año pasado, estuvimos en el Campo de Marte, y estuvimos en un stand. Y venían mujeres comunes, que no eran trabajadoras sexuales a pedir consejería. ¿Y cuáles eran los temas? ¿Cómo puedo hacer sexo oral a mi marido? ¿Cómo puedo inducir a que mi relación sexual mejore? porque como que hemos entrado en una monotonía. Entonces, como que ya no es –esta es la mujer, la puta- ¡Qué horror Dios mío!, me persigno y que Dios me perdone. NO, o sea, hay un interés de ellas, de mujeres de cincuenta años te estoy hablando, que venían a hacer unas preguntas para poder mejorar su relación”.

Ante la necesidad de absolver los cuestionamientos sobre sexualidad de otras mujeres, nuestra entrevistada comenta que se ha visto en la necesidad de capacitarse para dar una mejor asesoría, pues ella solo ha estudiado secundaria.

“Era una señora de cincuenta años, y que se echaba la culpa porque se había divorciado, porque había descubierto que su esposo llevaba una doble vida, y en esa doble vida tenía a una mujer con dos hijos. Se divorció y se echaba la culpa porque ella era muy recatada y se echó a llorar y no había como calmarla. Porque ella decía –yo nunca le he hecho sexo oral a mi marido, yo nunca le hice eso, nunca le hice lo otro- ¡Pero es que eso no es así! La cuestión es que tú lo disfrutes y que tú te sientas bien: ojo que no es una cuestión que yo tengo que darle todo el placer a mi marido y no, sino es una cuestión compartida.”

Los caminos del placer

La sexualidad de las trabajadoras sexuales suele ser un misterio, y a menudo nos preguntamos qué piensan de sus cuerpos, y como se relacionan con su erotismo y sexualidad. Pues bien, para ellas la sexualidad es una cosa y el trabajo otra muy distinta. La idea de que la “sexualidad” se vive solo con la pareja o con la persona que se ha elegido libremente es una afirmación recurrente no solo en el caso de nuestra entrevistada, sino también de otras trabajadoras sexuales con las que tuve la fortuna de compartir más de una reveladora charla.

“Ni que fuéramos Mandrake, tú no vas a vivir tu sexualidad con los clientes, porque imagínate, cuatro o cinco clientes que te toquen en una noche, ¿cuántos orgasmos te das allí? ¡y te secas como una paja! Ja jaja, no, no es así. En principio porque no hay un canal afectivo. Una persona que tú no conoces… Mi sexualidad yo la vivo muy aparte, porque si ya con mi pareja tengo un vínculo afectivo, yo me siento bien. Yo a mi pareja no le voy a cobrar pues. Una cuestión bien distinta es mi pareja, es otra cosa, allí no hay acuerdo consensuado, no, es una cuestión de cómo tú te sientes.”

El trabajo sexual se trata entonces de una práctica meramente técnica sin afectos involucrados “hay fantasías, hay bailes eróticos y todas las fantasías que te puedas imaginar, porque aparte de que nosotras hacemos todas esas cosas, como que somos actrices porque lo que tenemos que ver es que – yo soy una profesional del sexo y por lo tanto hago mi trabajo bien hecho, porque quiero que este señor regrese a buscarme y me va a generar más ingresos, y encima me recomiende como en cualquier trabajo. Y por lo tanto yo tengo en mi cartera todos mis implementos, llevo lubricación, condones, mi dildo, mis revistas porno, todo lo que al hombre sé que le va a gustar y que va a regresar”. El consenso previo a la relación sexual es indispensable, esto significa que las prestaciones sexuales deben ser acordadas con anterioridad “hasta donde yo acuerde con el cliente, hasta allí es mi servicio”.

Las trabajadoras sexuales como cualquier mujer tienen vida amorosa y se emparejan de vez en cuando o para siempre como cualquiera de nosotras. Sin embargo no la tienen fácil, pues debido a su oficio el desarrollo de su afectividad se complejiza acaso mucho más que en el caso de otras mujeres que no sean trabajadoras sexuales.

Y es que según nos comentan, no es fácil para un hombre comprender que su pareja se dedique al trabajo sexual, por lo que en la mayoría de los casos se involucran en situaciones violentas y subordinadas inclusive ante un explotador o abusador.

“Son poquísimas las parejas que aceptan que su pareja sea trabajadora sexual y es por eso que la mayoría de nosotras está en una gran soledad. Se nos acercan, estamos tan faltas de cariño porque tenemos tanta soledad que nos parece un premio que una persona nos ame y que solamente nos busca gente que nos va a explotar. ¿Tú crees que un ingeniero, un contador, un abogado se va a acercar a ti? Para amarte, para que seas madre de sus hijos, y que pueda decir mira, te presento a mi compañera, es trabajadora sexual. Lo primero que va a pensar es ¿con cuántos hombres se acostó? Es todo un problema. Por eso mismo queremos trabajar, lo más pronto posible, el reconocimiento al trabajo, para que la gente comience a vernos como seres humanos, que somos solamente trabajadoras…”.

Las personas a menudo nos considerarnos merecedoras de alguna u otra cosa dependiendo de la autoimagen que hayamos construído, y por qué no decirlo del grado de autoestima y amor propio que nos profesemos. Así fue que a riesgo de dejarme llevar por algunos elementos subjetivos y percepciones, en un momento de la conversación le pregunté a mi entrevistada sobre el mito del cliente que se enamora de la trabajadora sexual a lo Pretty Woman. Ella me respondió con una negativa prácticamente tajante que además al parecer guardaba en sus palabras la secreta comparación entre las trabajadoras sexuales y las mujeres que no lo son; y las razones por las que supuestamente sería más sencillo y gratificante vivir en pareja para las mujeres que no son trabajadoras sexuales.

“El hombre es más selectivo para encontrar una esposa, es más exigente y te pide mucho más cosas que nosotras las trabajadoras sexuales, por la falta de oportunidades no tenemos. La mayoría de nosotras a las justas hemos terminado secundaria. Y no vas a encontrar dentro de la comunidad de trabajadoras sexuales una psicóloga, una enfermera o una doctora, no lo vas a encontrar. O sea, las mujeres preparadas que tienen una educación A-1, no las vas a encontrar en la comunidad. Y con el tiempo, antes solamente se pensaba en la mujer como la madre de tus hijos, que te iba a lavar, a cocinar y no sé cuántos ¿No? ¿Para qué la ibas a tener tan educada, no? Ahora no, las cosas cambias. Ahora una mujer tiene que estar bien preparada para poder tener una relación con equidad, porque cada vez se están igualando más las condiciones, y entre esas, también las exigencias”.

Monogamia o Poligamia

La exclusividad sexual (monogamia), es en palabras de nuestra entrevistada, un tema que no debiera discutirse cuando se trata del servicio sexual propiamente dicho, pues en este caso al no haber placer ni vínculo afectivo tampoco existiría infidelidad por parte de la trabajadora sexual hacia su pareja.

“Si el hombre quiere poner la condición de monogamia y sexualmente tener una sola pareja, porque los clientes no cuentan; entonces yo solamente vivo mi sexualidad con él, siempre y cuando él también acepte solamente tener una sola pareja, en este caso yo, dentro de una relación monogámica. Porque los clientes no cuentan porque tú no vives la relación con tu cliente; es solamente una cuestión que vienen, te pagan, tú les das el servicios y se van y no los vuelves a ver”.

El activismo social y el dar la cara

“Era una cuestión de terror el hecho de que venías y todos los serenazgos te golpeaban y te arrastraban. Entonces nosotras sacamos muchas fotografías e hicimos muchas denuncias y ante esto, lógicamente la gente lo vio mal, porque es una cuestión de poder, el municipal todo con cascos y palos que golpeaban a las mujeres y las arrastraban por el suelo. Entonces agarró el Alcalde y cambió la estrategia contratando a –serenos mujeres-que las traían, no sé, dicen que eran de Renovación, unas tremendas mujeres gruesas, gordas, grandes ¿no? Porque él decía –un hombre que le pega a la mujer se ve mal, pero entre mujeres que se peguen pues ¿no?”

La defensa de sus derechos empata con su capacidad de liderazgo y la tenacidad para seguir sus objetivos de lucha y reivindicación: “Para que yo pueda dar la cara también, no es que yo iba a dar la cara de la noche a la mañana. No fue fácil, fue como año y medio más o menos que empecé a trabajar el tema con mi familia, con mi barrio, inclusive con el colegio de mis hijos, para evitar que el impacto de poder dar la cara, pudiera afectar psicológicamente a mis hijos.”

Hacia octubre del 2002, un grupo de trabajadoras sexuales de la Plaza Manco Cápac que colaboraban en diversas estrategias de promoción de la salud, empezaron a reunirse en la casa de nuestra entrevistada para conversar sobre los mecanismos que podrían emplear para hacer valer sus derechos y además para defenderse de la violencia y las agresiones de las que eran víctimas.
Para lograrlo, tuvieron que enfrentarse a los proxenetas organizados de la Plaza Manco Cápac que no estaban dispuestos a permitir que las trabajadoras sexuales se asociaran libremente para defenderse y apoyarse entre ellas mismas. Incluso intentaron presionarlas para integrar el primer movimiento de Trabajadoras Sexuales -Miluska Vida y Dignidad-.

La aparición de las proxenetas “viejas” como personajes que infundían terror a las trabajadoras sexuales para tratar de integrarse en sus organizaciones y movimientos fueron por ese entonces un tema aparte, “manejan las bandas delincuenciales de Renovación, entonces allí todas las chicas cuando no se quieren poner a derecho con lo que ellas dicen, les mandan los pandilleros, las cortan y todo eso. Entonces las chicas hacen lo que la proxeneta dice ¿no?, si quieren comer, encima pagar el cupo, ellas tienen que hacerlo, porque sino, no se pueden parar en la esquina”.

Todo parece indicar que la autonomía de la organización que empezaban a conformar las trabajadoras sexuales se veía amenazada por la irrupción de las proxenetas quienes incluso pretendían formar parte de la junta directiva de la organización. Pero las trabajadoras sexuales querían que la organización fuera exclusivamente compuesta por ellas, y para que así fuese pusieron en práctica una novedosa estrategia que les permitiría alcanzar esa esquiva autonomía:

“Cuando nosotras nos pusimos a indagar, resulta que todas las proxenetas de la red tenían familia en el penal. Entonces los sábados y los miércoles ellas no estaban porque estaban en el penal. Entonces, dijimos –lo hacemos un sábado-, los sábados en la mañana. Y ellas todavía pecan de inocentes porque nos dicen –no vayamos a hacer la Asamblea ni los miércoles ni los sábados porque esos días no estamos”.

Ante este dato que las libraría de la indeseable presencia de las proxenetas, alquilaron un altillo en un chifa de la Plaza Manco Cápac “la china del restaurante nos cobraba cincuenta céntimos por cada una que pasaba al altillo. Entonces los serenos estaban afuera en la puerta, y en todo momento estaban escuchando de lejos ¿no? Porque se escuchaba. Decíamos -qué dirán los serenos- . Todas estábamos concentradas. Fuimos allí la primera oportunidad. Y cuando allí nació la organización, con 43 trabajadoras sexuales de la Plaza Manco Capac escogimos la primera Junta Directiva. Eso fue el 29 de octubre de 2002”.

La presión del proxenetismo imperante en la Plaza Manco Cápac obtuvo que la Secretaria del Municipio de La Victoria renunciara ante las amenazas; sin embargo estos reveses no amilanaron a estas mujeres que finalmente lograron formar su movimiento “Miluska, Vida y Dignidad”. El nombre se lo deben en memoria de una trabajadora sexual quien fuera brutalmente golpeada y asesinada en un hotel cercano a la plaza el año 1999 “las compañeras querían a través de lo que le pasó a Miluska, dar a entender a la gente de que si seguíamos en esa situación, podríamos terminar como la compañera, y que nadie tenía derecho a violentarnos y mucho menos a quitarnos la vida por ser putas ¿no?

El proceso de esta organización al igual que muchas otras ha sido uno de idas y venidas, sobretodo porque sus integrantes se han ido capacitando a medida que fueron enfocando sus objetivos, recibiendo el apoyo de algunas ONGs y de otras organizaciones e iniciativas como ESTRATEGIA SANITARIA, VIA LIBRE, IMPACTA y otras.

Se destaca la direccionalidad hacia las actividades relacionadas con la salud por ser las que reciben financiamiento principalmente para la prevención del VIH Sida y demás enfermedades de transmisión sexual“el año pasado hemos firmado un convenio con el Ministerio de Salud para que nos den directamente los condones, porque no teníamos acceso a condones”.

Las trabajadoras sexuales son en buena cuenta “promotoras de salud” que demandan capacitaciones en género, derechos humanos, autoestima y cuidado de la salud sexual y reproductiva, muchas de ellas se han asociado y son activistas a través de organizaciones como WARMI PURA, ESPERANZA, WOMAN DEL CALLAO, entre otras.

El activismo ha dado frutos, y es que muchas mujeres que se iniciaron en el movimiento Miluska Vida y Dignidad, han conformado sus propias organizaciones y han ido empoderando a más TS al interior de sus provincias y comunidades: “las que fueron Miluska base Iquitos ahora son SARITA COLONIA en Iquitos, las que fueron Miluska base en Chimbote, Ahora son FUERZA CHIMBOTE, y así ¿no? “

Ello ha significado para las TS dar la cara públicamente ante la sociedad para autodefinirse como tales y a la vez exigir respeto y su derecho a una vida libre de violencia. Sin embargo la mayoría de ellas aún no se atreve a hacer público su oficio por temor a la discriminación y a ser víctimas de violencia por su condición de TS.

“Imagínate, la cantidad de trabajadoras sexuales, y solamente doce dan la cara, y dentro de las doce no hay ninguna jovencita, porque el tema e la culpa y de la vergüenza, y también el miedo a que la discriminen, a que en su familia la cuestiones, que la juzguen al sacar la cara. Entonces, no es que tú de la noche a la mañana puedes dar la cara, sino que tienes que trabajar. La Secretaria anterior, cuando ya da la cara, inclusive había trabajado bien, con su familia, con su entorno, y lo peor de todo era que vivía en un pueblo joven, donde son gente de educación menor, con prejuicios y cerrados. Entonces resulta que a su niño le pegan en el colegio y vino con la cabeza rota, porque le habían dicho –tu mamá es puta, yo la he visto porque ha salido en la televisión y ha dicho que es puta-. Entonces, este tipo de cosas hace que tú te tengas que tapar, para proteger a tu familia y a ti misma, ¡y eso no debería pasar!”

Ahora bien, en los últimos años se han llevado a cabo a nivel nacional una serie de encuentros de trabajadoras sexuales, dentro de los ejes temáticos trabajados destacaron el de “explotación sexual infantil”, “estigma y discriminación”, y “vulnerabilidad frente a la epidemia”, habiendo participado además de la Consulta Regional Latinoamericana de Trabajo Sexual y VIH Sida realizada en Perú. Esta experiencia ha sido particularmente importante porque fue un evento organizado, realizado y dirigido exclusivamente por trabajadoras sexuales, quienes manejaron los aspectos logísticos, organizativos y operativos del evento; lo cual ha servido para fortalecer las organizaciones y además posicionarlas más favorablemente ante las agencias cooperantes.

Día Internacional de la Mujer y Día Internacional de la Trabajadora Sexual

Existe un creciente proceso de visibilización de las organizaciones y demandas de las trabajadoras sexuales “vamos a hacer acciones de impacto público el día del aniversario de Miluska, queríamos también visibilizar el día de la Trabajadora Sexual que es el 02 de junio. Hay un día internacional de la trabajadora sexual, la gente no sabe que nosotras formamos parte de la prevención y que estamos en esto; o sea la gente piensa que nosotras estamos para pararnos en las esquinas y nada más. Y esas cosas creo que también es importante que la sociedad lo sepa”.

Nuevos retos… Hacia un movimiento nacional descentralizado

El reto pendiente para dar el gran salto hacia la defensa de las trabajadoras sexuales es la formación de un movimiento a nivel nacional que las agrupe a todas y así pueda presentar sus demandas ante las diferentes instancias de gobierno y el Congreso de la República. Este proceso se muestra como fruto de una reflexión, de la participación activa de ellas mismas y de la búsqueda de un consenso que represente sus disímiles intereses ante una sociedad que perciben prejuiciosa y discriminadora.

“Antes decíamos –vamos a formar una red de trabajadoras sexuales-, pero nos dimos cuenta de que como red no funciona, y no funciona de la manera que nosotras queremos trabajar, porque queremos trabajar de la manera más horizontal posible, y en una red que tendría Secretaría Ejecutiva, que tendría que operar desde Lima, y no, lo que queremos es un movimiento descentralizado, todos, que se vaya viendo por las regiones según las realidades, que se movilicen por las regiones”:

La planificación de la estructura organizacional se topa con un obstáculo que ellas se esfuerzan en salvar, pues desean una organización absolutamente horizontal, en la que cada uno de sus estamentos tenga exactamente el mismo valor al momento de ejercer su derecho en la toma de decisiones; lo cual es ciertamente difícil. Para ello, la formación e identificación de lideresas locales constituye una tarea urgente, además del reconocimiento de que cada una de ellas posee distintas habilidades y capacidades, siendo todas en conjunto importantes para el éxito y cohesión del movimiento.

Otro punto es el de los recursos económicos y el tiempo que se necesita para poder hacer un activismo con incidencia real sobre los tomadores de decisiones, desde la búsqueda de los locales para las reuniones hasta los detalles más pequeños resultan costosos para ellas, y por eso recurren frecuentemente a la cooperación a fin de afrontar los gastos que demandan sus actividades.

La mujer en el espejo

Las trabajadoras sexuales no han tenido mayor acercamiento al movimiento feminista ni a sus organizaciones, pese a que ellas señalan haber solicitado asistir a capacitaciones y talleres en múltiples oportunidades, solamente una vez recibieron una beca. Se sienten desplazadas y excluídas a tal grado que ni siquiera son tomadas en cuenta cuando se realizan estudios sobre violencia contra la mujer. Lo mismo ha pasado con el Ministerio de la Mujer y Desarrollo Social, hoy Ministerio de la Mujer y Poblaciones Vulnerables, que pese a estar a escasas cuadras de la Calle Rufino Torrico, en la que distintas generaciones de mujeres ofertan sus servicios sexuales no las ha incorporado en sus políticas o programas.

Ante sus declaraciones, siento vergüenza por la deuda pendiente que tenemos frente a la defensa de los derechos de las trabajadoras sexuales; y constato como los prejuicios y las estructuras dominantes juegan en contra de todas nosotras, de nuestras libertades, de nuestros derechos humanos y del derecho a vivir una vida libre de violencia.

Pese a ello, aún estamos a tiempo de enmendar los errores, y sumar a las trabajadoras sexuales en la lucha por la reivindicación de los derechos humanos de nosotras las mujeres; porque después de todo y a pesar de muchos, felizmente todas somos iguales.

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