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“Mírame, soy una mujer, madre de familia, soy una hija, una esposa, como cualquiera de ustedes, y ¿qué están haciendo conmigo? ”
La idea de hacer este artículo nació por un interés particular que siempre he tenido en conocer experiencias de vida distintas a las mías, y las formas como las mujeres a las que la sociedad comúnmente llama “prostitutas o de la vida alegre”, se relacionan entre ellas, con los hombres a los que ofertan sus servicios sexuales, con el Estado que las invisibiliza, con su propia sexualidad y afectos, y también por qué no decirlo, con aquellas “mujeres” que estamos a veces tan lejos de sus mundos, como los altos tacones que aparentemente nos separan. Agradezco la oportunidad y la confianza de mi entrevistada, su soltura y amplitud de sonrisa, pero sobretodo su sinceridad y emotividad para hablarme de mujer a mujer.
Ser trabajadora sexual
Un amplio conjunto de factores son los que al parecer influyen en la voluntad de una mujer para tomar esta decisión que cambiará su vida de seguro para siempre. En sus discursos aparecen de forma recurrente el sacrificio y el sufrimiento, como consecuencia de la necesidad de brindar mejores oportunidades que las propias a los hijos y familiares. La falta de educación, las necesidades económicas, y la exposición a un entorno de violencia en el hogar son elementos que se repiten constantemente durante nuestra larga charla, y que bien merecen que nos detengamos a pensarlos más detenidamente. Cada frase dicha y cada comentario aquí reproducido invitan a la reflexión.
“El número de trabajadoras sexuales se está incrementando justamente porque hay compañeras que se están incorporando a dar los servicios sexuales pero más jóvenes, debido pienso yo a que todavía no hay estrategias para salir del estado de pobreza, falta de oportunidades; es todo un contexto que determina, entre todas las oportunidades de trabajo que podamos tener, hasta vender papas en el mercado o vender ropa ajena, o meterse de cachinera ¿no? El trabajo sexual o ser empleada del hogar, pues uno elige, siempre y cuando sea una persona adulta, uno elige”.
La libertad de horarios y mejores ingresos que los de las trabajadoras del hogar aparecen como factores que contribuyen a que algunas mujeres opten por ser trabajadoras sexuales.
“En el trabajo sexual tú puedes determinar los horarios, lo que siendo trabajadora del hogar, tú prácticamente das tu vida empeñada, porque solamente tienes acceso una vez por semana a salir. Los mismo pasa con el problema económico, o sea, de alguna manera te rinde para dar una mejor calidad de vida tu familia”.
La familia
El sinceramiento con la familia respecto de la actividad que realizan constituye un logro y a la vez una tarea progresiva para lograr la aceptación y comprensión de los seres queridos. Al comienzo se tejen historias, fábulas para ocultar ante los ojos de los hijos la verdadera actividad a la que se dedican, pero con el paso del tiempo la verdad se abre paso y con ella la autoaceptación y la reconciliación con ellas mismas.
“Yo llevaba una doble vida, cuando me iba a trabajar me iba uniformada de enfermera, porque era, que me iba a cuidar a los viejitos o me iba a trabajar al bingo toda la noche, y si traía plata era porque alguien ganó y me dio una propina; cosas así tenía que inventar, pero te digo que era una cosa desgastante, emocionalmente te desgasta porque llevas una doble vida. Y desde que mis hijos supieron a lo que yo me dedicaba, para mí fue un alivio porque ya no más. Ellos sabían como me ganaba la vida, cómo los mantenía, las comodidades mínimas que les podía dar, porque tampoco ganaba un montón de plata, pero por lo menos tenían oportunidades que tenían que aprovecharlas”.
Revalorizando el trabajo sexual
Un tema importante que las trabajadoras sexuales han puesto en la agenda pública y cuya discusión es un asunto abierto y sujeto a múltiples interpretaciones y argumentos de toda clase es el del derecho al trabajo, ellas demandan su reconocimiento como cualquier otro trabajador o trabajadora, y en consecuencia a exigir del Estado las prestaciones de salud y seguridad social comunes a los demás regímenes laborales e incluso al de locación de servicios.
“Dentro de nuestros objetivos, que nosotras trabajamos, hay varios, entre ellos está la salud, lógicamente el acceso a una ciudadanía plena, pero nuestra misión en sí, es poder hacer todo lo posible que esté a nuestro alcance para que el Estado nos reconozca nuestro derecho al trabajo, porque nosotras creemos que si las personas nos ven como lo que somos, mujeres trabajadoras, automáticamente van a entrar en un proceso de reducir el estigma y la discriminación”.
Existe la creencia de que el estigma depende exclusivamente de la no consideración del trabajo sexual como una actividad laboral equivalente a las demás, y que el nudo crítico estaría en que al no considerarse al trabajo sexual un trabajo como cualquier otro, entonces se da la discriminación.
Se asume que una vez reivindicados los derechos laborales que ellas demandan, la situación cambiaría ostensiblemente y la valoración de las trabajadoras sexuales frente a la sociedad sería diametralmente distinta a la que ellas perciben hoy en día.
“-No es la puta que está parada en la esquina, sino, es la trabajadora sexual-, -no es la mujer de la vida fácil que está en el burdel- sino –es la trabajadora sexual dando un servicio-, en el cual todo caballero que tiene todos sus derechos, tiene el derecho de acceder o no al servicio”.
“Justamente estamos proponiendo hacer sociedades anónimas por ejemplo: estamos proponiendo no la zona rosa, no quiero que se malinterprete, sino pequeñas zonas, en las cuales nosotras solicitemos, en los distritos donde se ejerce el servicio sexual en la calle, donde esté lejos de colegios, iglesias, con ciertas condiciones, tal vez en determinados horarios donde podamos trabajar, y así evitar caer en estas mafias de explotación sexual, donde nosotras administremos, previa capacitación inclusive, porque nosotras no manejamos este tema de la administración, para poder, nosotras mismas, administrar nuestro negocio, que sería en este caso, que es la oferta del servicio sexual. Nosotras inclusive, hasta pensar en dar trabajo a las compañeras que ya están entrando a la tercera edad, hacer una caja chica, o no sé, un banco inclusive. Así evitar siempre estar supeditadas al jefe, al que manda, al que maneja y que es el que impone las condiciones”.
Una sociedad anónima o incluso un banco; la idea de nuestra entrevistada es que las trabajadoras sexuales sean sujetas de derechos económicos y puedan formar parte del mercado laboral y económico en igualdad de condiciones con los demás ciudadanos y ciudadanas (se dice que en el Perú existen aproximadamente 60,000 trabajadoras sexuales, de las cuales 14,000 se encuentran en Lima).
El enfoque del rescate
“Nosotras decimos ¿por qué nos tienen que rescatar? Que si nosotras estamos ejerciendo un trabajo y nos sentimos bien, cómodas; hay compañeras que no se sienten cómodas, pero no se sienten cómodas porque emiten muchas culpas, porque si tú trabajas la culpa con esas compañeras y las haces elevar su autoestima y esa persona que ejerce el trabajo sexual está considerando que es una persona realmente importante, entonces va a superar esa culpa y ya no va a tener que agachar la cabeza, ya no va a tener vergüenza. Pero igual, nosotras decimos que aquellas que no se sienten cómodas, tienen todo el derecho de cambiar nuestro trabajo, pero no es nuestra política. Porque nosotras no sentimos vergüenza de ejercer el trabajo sexual. Porque en todo caso, digo yo, por qué; se nos ocurrió una vez poner en nuestro discurso político hace un buen tiempo, ahora, no lo tocamos mucho porque hay personas que hieren su susceptibilidad porque también lo hacen y de esa manera se ganan la vida, pero cuando hay personas que limpian los baños, los excrementos de otras personas y por eso les pagan, y ¿quién las rescata? Nadie. A estas personas no las rescata nadie. ¿Y por qué a nosotras que nos paramos en una esquina a ofrecer nuestro servicio sexual, todo el mundo nos quiere rescatar? ¿No? Entonces eso es lo que a nosotras nos indigna”.
Escucharla hablar del enfoque del rescate y de la intencionalidad de muchas ONGs y cooperantes de hacerlas renunciar a ejercer el trabajo sexual me hizo pensar cuántas veces yo misma he pensado en el trabajo sexual desde este enfoque –políticamente correcto-, pero no necesariamente representante de los intereses de las trabajadoras sexuales. Además, me quedé pensando ¿es que acaso este enfoque incorpora dentro de los sujetos – a rescatar- a los hombres clientes de las trabajadoras sexuales? ¿Qué imaginarios de masculinidades y femineidades subyacen al enfoque del rescate? Y finalmente ¿quién rescata a quién?
Violencia en las calles y discriminación
Se entiende por violencia contra la mujer “Cualquier acción o conducta que, basada en sucondición de género, cause muerte, daño o sufrimiento físico, sexual o psicológico a la mujer,tanto en el ámbito público como en el privado, incluídas la violencia física, sexual y psicológica:
a. que tenga lugar dentro de la familia o unidad doméstica o en cualquier otra relación interpersonal, ya sea que el agresor comparta o haya compartido el mismo domicilio que la mujer, y que comprende, entre otros, violación, maltrato y abuso sexual.
b. que tenga lugar en la comunidad y sea perpetrada por cualquier persona y que comprende, entre otros, violación, abuso sexual, tortura, trata de personas, secuestro y acoso sexual en el lugar de trabajo, en instituciones educativas, establecimientos de salud o cualquier otro lugar.
c. que sea perpetrada o tolerada por el Estado o sus agentes, donde quiera que ocurra.”
Ahora bien, son muchas las situaciones de violencia que enfrentan las trabajadoras sexuales en el día a día, “desde que ingresé al trabajo sexual sufrí mucha frustración debido a que empecé a ser víctima de violencia institucional de la policía más que nada ¿no? Y la impotencia de no poder denunciar acerca de estas violaciones, porque entre ellos se tapaban y para mí esto era muy indignante. Hasta que me informé, me empoderé y empecé a buscar canales en los cuales pueda denunciar estos abusos. En ese momento solo lo veía en contra mía ¿no?”
Poco a poco nuestra entrevistada fue conociendo que existían canales oficiales para denunciar los actos de violencia; sin embargo, resultaba muy difícil que las demás trabajadoras sexuales y compañeras se sumaran a los actos de denuncia, pues muchas de ellas consideraban que no tenían derecho a quejarse ni defenderse por su condición de trabajadora sexual.
“Decían que las denuncias solamente son para la gente decente, y tú eres puta. Así me decían las compañeras ¿no? Y yo decía –bueno, puta decente, y por lo tanto tengo derecho a denunciarlo. Ha sido todo un proceso de que las compañeras se dieran cuenta que también son sujetas de derecho, también es un proceso de valorarse a sí mismas, porque cuando una está en trabajo sexual, toda la vida te dicen que eres una lacra, que eres una basura, como que tú tomas que todas las violaciones a tus derechos, es una cuestión de que porque eres prostituta te lo mereces”.
La baja autoestima de muchas trabajadoras sexuales aumenta su vulnerabilidad y tolerancia hacia distintas formas de violencia y discriminación.
A propósito, según la CEDAW se entenderá como -discriminación contra la mujer- toda distinción, exclusión a restricción basada en el sexo que tenga por objeto o por resultado menoscabar o anular el reconocimiento, goce o ejercicio por la mujer, independientemente de su estado civil, sobre la base de la igualdad del hombre y la mujer, de los derechos humanos y las libertades fundamentales en las esferas política, económica, social, cultural y civil o en cualquier otra esfera.
Las trabajadoras sexuales se sienten discriminadas por un sistema que según ellas no les permite el acceso a servicios de salud de calidad ni las incorpora formalmente en el mercado de trabajo, de bienes y servicios.
“Nosotras trabajamos desde hace 30 o 40 años y nunca podemos comprarnos una casa propia, no tenemos. Solamente el Estado nos reconoce de la parte de la cintura para abajo y si nos duele la muela o la cabeza, el Estado no reconoce eso, no tenemos acceso a ningún programa social, ninguno”.
De otro lado y respecto al ejercicio de su derecho a la salud, las trabajadoras sexuales cuentan con una modalidad de servicio de atención médica gratuita diseñado exclusivamente para ellas, y que consiste en acreditarlas como usuarias mediante la entrega de carnets, recibiendo así atención ginecológica y descarte de infecciones y enfermedades de transmisión sexual. Es importante puntualizar que éstas son las únicas prestaciones de salud que reciben las trabajadoras sexuales por parte del Estado, y que además para recibirlas debe comprobarse previamente su condición de trabajadoras sexuales.
Este tipo de servicio dirigidos exclusivamente a “impedir la transmisión de enfermedades e infecciones sexuales”, excluyéndolas de otros servicios de salud de carácter universal, podría estarlas estigmatizando aún más frente a la opinión pública y frente al mismo Estado en calidad de hacedor de estos programas de atención. Lo cierto es que las prestaciones de salud debieran ser más amplias; ello además en atención a que la salud no es solamente la ausencia de enfermedad, sino además un estado de bienestar físico, mental y social, y a que este tipo de medidas pudiera estar vulnerando el derecho al acceso a la salud de las trabajadoras sexuales.
Autoestima, violencia y uso del condón
“Una persona que es víctima de violencia, que tiene la autoestima baja, lógicamente lo va a hacer sin condón. O sea lo que yo quiero decirte, es que no es el dinero, porque ese es el estigma que nosotras tenemos: Ah, ¿te gusta la plata? Entonces te voy a dar 10 soles o 20 soles más para que lo hagas sin condón. Si yo soy una mujer bien empoderada, yo te voy a decir –mi vida no tiene precio,- pero si soy una persona víctima de violencia, que tiene la autoestima baja, te voy a decir –ya, ven pa acá, dame la plata”. Se da cuenta a lo largo del discurso de la importancia de que las mujeres y en especial las trabajadoras sexuales posean una elevada autoestima que les permita hacer frente a los abusos de los que pudieran ser víctimas y sean capaces de tomas libremente las decisiones que correspondan sobre sus propios cuerpos y su salud sexual y reproductiva. Es cuanto menos sintomático que cuando hablamos sobre sexualidad y relaciones de género cualesquiera que éstas sean, aparece al frente el tema de “la autoestima y empoderamiento”, ligado a las decisiones autonómicas sobre nuestros propios cuerpos, determinaciones y placeres.
En el caso de las trabajadoras sexuales, el uso del condón se asume como un tema de derechos y de salud pública, así como de ejercicio de la libertad sexual y del derecho a la salud sexual.
El VIH Sida
La puesta en agenda pública de la problemática del VIH Sida, significó en un primer momento, que desde el Estado y las ONG se convocara a las trabajadoras sexuales para hacerle frente a través de la prevención. Eran tiempos en los que se consideraba a las trabajadoras sexuales y otras poblaciones como “de riesgo”, lo cual hacía creer erróneamente que la “epidemia” como se le llamaba, estaba concentrada o focalizada en determinados grupos de personas.
“Nosotras no estábamos de acuerdo, porque nuestra prioridad en ese momento era trabajar el tema de violencia. Nosotras nos organizamos, no por la epidemia, nos organizamos porque la policía nos mataba a palos, nos extorsionaba, y hasta ahora nos violan nuestros derechos. O sea, primero, antes de pensar en que si nosotros éramos foco infeccioso o si teníamos la epidemia concentrada, teníamos que mirar el problema de la violencia”
Como se observa del discurso, si bien el interés principal de las trabajadoras sexuales era su visibilización como colectivo social para denunciar públicamente los actos de violencia de los que eran víctimas en las calles y luchar para su erradicación, su acercamiento a las autoridades y a los operadores de salud surgió a partir de la necesidad de enfrentar la epidemia del VIH Sida. Así, y tomando como plataforma estos espacios de acción y participación, las trabajadoras sexuales fueron colocando en la agenda pública sus propios intereses y temas a debate, especialmente aquellos relacionados con el reconocimiento de sus “derechos laborales” y el “derecho a una vida libre de violencia”.
Entre Mujeres –ni monja ni gata-
Si bien muchas veces son incluso las propias mujeres las que discriminan a las trabajadoras sexuales, el posicionarse como un personaje público le ha permitido a nuestra entrevistada sortear este escollo; es más al parecer cada vez con más frecuencia las trabajadoras sexuales son abordadas por otras mujeres para contestar preguntas de índole sexual ligadas al placer, técnicas y trucos de las artes amatorias para alcanzar un mayor disfrute y goce sexual. Esta situación acaso pudiera dar cuenta de un reconocimiento y valoración respecto de los conocimientos eróticos y sexuales de las profesionales del sexo.
“El día del canto a la vida, desde el año pasado, estuvimos en el Campo de Marte, y estuvimos en un stand. Y venían mujeres comunes, que no eran trabajadoras sexuales a pedir consejería. ¿Y cuáles eran los temas? ¿Cómo puedo hacer sexo oral a mi marido? ¿Cómo puedo inducir a que mi relación sexual mejore? porque como que hemos entrado en una monotonía. Entonces, como que ya no es –esta es la mujer, la puta- ¡Qué horror Dios mío!, me persigno y que Dios me perdone. NO, o sea, hay un interés de ellas, de mujeres de cincuenta años te estoy hablando, que venían a hacer unas preguntas para poder mejorar su relación”.
Ante la necesidad de absolver los cuestionamientos sobre sexualidad de otras mujeres, nuestra entrevistada comenta que se ha visto en la necesidad de capacitarse para dar una mejor asesoría, pues ella solo ha estudiado secundaria.
“Era una señora de cincuenta años, y que se echaba la culpa porque se había divorciado, porque había descubierto que su esposo llevaba una doble vida, y en esa doble vida tenía a una mujer con dos hijos. Se divorció y se echaba la culpa porque ella era muy recatada y se echó a llorar y no había como calmarla. Porque ella decía –yo nunca le he hecho sexo oral a mi marido, yo nunca le hice eso, nunca le hice lo otro- ¡Pero es que eso no es así! La cuestión es que tú lo disfrutes y que tú te sientas bien: ojo que no es una cuestión que yo tengo que darle todo el placer a mi marido y no, sino es una cuestión compartida.”
Los caminos del placer
La sexualidad de las trabajadoras sexuales suele ser un misterio, y a menudo nos preguntamos qué piensan de sus cuerpos, y como se relacionan con su erotismo y sexualidad. Pues bien, para ellas la sexualidad es una cosa y el trabajo otra muy distinta. La idea de que la “sexualidad” se vive solo con la pareja o con la persona que se ha elegido libremente es una afirmación recurrente no solo en el caso de nuestra entrevistada, sino también de otras trabajadoras sexuales con las que tuve la fortuna de compartir más de una reveladora charla.
“Ni que fuéramos Mandrake, tú no vas a vivir tu sexualidad con los clientes, porque imagínate, cuatro o cinco clientes que te toquen en una noche, ¿cuántos orgasmos te das allí? ¡y te secas como una paja! Ja jaja, no, no es así. En principio porque no hay un canal afectivo. Una persona que tú no conoces… Mi sexualidad yo la vivo muy aparte, porque si ya con mi pareja tengo un vínculo afectivo, yo me siento bien. Yo a mi pareja no le voy a cobrar pues. Una cuestión bien distinta es mi pareja, es otra cosa, allí no hay acuerdo consensuado, no, es una cuestión de cómo tú te sientes.”
El trabajo sexual se trata entonces de una práctica meramente técnica sin afectos involucrados “hay fantasías, hay bailes eróticos y todas las fantasías que te puedas imaginar, porque aparte de que nosotras hacemos todas esas cosas, como que somos actrices porque lo que tenemos que ver es que – yo soy una profesional del sexo y por lo tanto hago mi trabajo bien hecho, porque quiero que este señor regrese a buscarme y me va a generar más ingresos, y encima me recomiende como en cualquier trabajo. Y por lo tanto yo tengo en mi cartera todos mis implementos, llevo lubricación, condones, mi dildo, mis revistas porno, todo lo que al hombre sé que le va a gustar y que va a regresar”. El consenso previo a la relación sexual es indispensable, esto significa que las prestaciones sexuales deben ser acordadas con anterioridad “hasta donde yo acuerde con el cliente, hasta allí es mi servicio”.
Las trabajadoras sexuales como cualquier mujer tienen vida amorosa y se emparejan de vez en cuando o para siempre como cualquiera de nosotras. Sin embargo no la tienen fácil, pues debido a su oficio el desarrollo de su afectividad se complejiza acaso mucho más que en el caso de otras mujeres que no sean trabajadoras sexuales.
Y es que según nos comentan, no es fácil para un hombre comprender que su pareja se dedique al trabajo sexual, por lo que en la mayoría de los casos se involucran en situaciones violentas y subordinadas inclusive ante un explotador o abusador.
“Son poquísimas las parejas que aceptan que su pareja sea trabajadora sexual y es por eso que la mayoría de nosotras está en una gran soledad. Se nos acercan, estamos tan faltas de cariño porque tenemos tanta soledad que nos parece un premio que una persona nos ame y que solamente nos busca gente que nos va a explotar. ¿Tú crees que un ingeniero, un contador, un abogado se va a acercar a ti? Para amarte, para que seas madre de sus hijos, y que pueda decir mira, te presento a mi compañera, es trabajadora sexual. Lo primero que va a pensar es ¿con cuántos hombres se acostó? Es todo un problema. Por eso mismo queremos trabajar, lo más pronto posible, el reconocimiento al trabajo, para que la gente comience a vernos como seres humanos, que somos solamente trabajadoras…”.
Las personas a menudo nos considerarnos merecedoras de alguna u otra cosa dependiendo de la autoimagen que hayamos construído, y por qué no decirlo del grado de autoestima y amor propio que nos profesemos. Así fue que a riesgo de dejarme llevar por algunos elementos subjetivos y percepciones, en un momento de la conversación le pregunté a mi entrevistada sobre el mito del cliente que se enamora de la trabajadora sexual a lo Pretty Woman. Ella me respondió con una negativa prácticamente tajante que además al parecer guardaba en sus palabras la secreta comparación entre las trabajadoras sexuales y las mujeres que no lo son; y las razones por las que supuestamente sería más sencillo y gratificante vivir en pareja para las mujeres que no son trabajadoras sexuales.
“El hombre es más selectivo para encontrar una esposa, es más exigente y te pide mucho más cosas que nosotras las trabajadoras sexuales, por la falta de oportunidades no tenemos. La mayoría de nosotras a las justas hemos terminado secundaria. Y no vas a encontrar dentro de la comunidad de trabajadoras sexuales una psicóloga, una enfermera o una doctora, no lo vas a encontrar. O sea, las mujeres preparadas que tienen una educación A-1, no las vas a encontrar en la comunidad. Y con el tiempo, antes solamente se pensaba en la mujer como la madre de tus hijos, que te iba a lavar, a cocinar y no sé cuántos ¿No? ¿Para qué la ibas a tener tan educada, no? Ahora no, las cosas cambias. Ahora una mujer tiene que estar bien preparada para poder tener una relación con equidad, porque cada vez se están igualando más las condiciones, y entre esas, también las exigencias”.
Monogamia o Poligamia
La exclusividad sexual (monogamia), es en palabras de nuestra entrevistada, un tema que no debiera discutirse cuando se trata del servicio sexual propiamente dicho, pues en este caso al no haber placer ni vínculo afectivo tampoco existiría infidelidad por parte de la trabajadora sexual hacia su pareja.
“Si el hombre quiere poner la condición de monogamia y sexualmente tener una sola pareja, porque los clientes no cuentan; entonces yo solamente vivo mi sexualidad con él, siempre y cuando él también acepte solamente tener una sola pareja, en este caso yo, dentro de una relación monogámica. Porque los clientes no cuentan porque tú no vives la relación con tu cliente; es solamente una cuestión que vienen, te pagan, tú les das el servicios y se van y no los vuelves a ver”.
El activismo social y el dar la cara
“Era una cuestión de terror el hecho de que venías y todos los serenazgos te golpeaban y te arrastraban. Entonces nosotras sacamos muchas fotografías e hicimos muchas denuncias y ante esto, lógicamente la gente lo vio mal, porque es una cuestión de poder, el municipal todo con cascos y palos que golpeaban a las mujeres y las arrastraban por el suelo. Entonces agarró el Alcalde y cambió la estrategia contratando a –serenos mujeres-que las traían, no sé, dicen que eran de Renovación, unas tremendas mujeres gruesas, gordas, grandes ¿no? Porque él decía –un hombre que le pega a la mujer se ve mal, pero entre mujeres que se peguen pues ¿no?”
La defensa de sus derechos empata con su capacidad de liderazgo y la tenacidad para seguir sus objetivos de lucha y reivindicación: “Para que yo pueda dar la cara también, no es que yo iba a dar la cara de la noche a la mañana. No fue fácil, fue como año y medio más o menos que empecé a trabajar el tema con mi familia, con mi barrio, inclusive con el colegio de mis hijos, para evitar que el impacto de poder dar la cara, pudiera afectar psicológicamente a mis hijos.”
Hacia octubre del 2002, un grupo de trabajadoras sexuales de la Plaza Manco Cápac que colaboraban en diversas estrategias de promoción de la salud, empezaron a reunirse en la casa de nuestra entrevistada para conversar sobre los mecanismos que podrían emplear para hacer valer sus derechos y además para defenderse de la violencia y las agresiones de las que eran víctimas.
Para lograrlo, tuvieron que enfrentarse a los proxenetas organizados de la Plaza Manco Cápac que no estaban dispuestos a permitir que las trabajadoras sexuales se asociaran libremente para defenderse y apoyarse entre ellas mismas. Incluso intentaron presionarlas para integrar el primer movimiento de Trabajadoras Sexuales -Miluska Vida y Dignidad-.
La aparición de las proxenetas “viejas” como personajes que infundían terror a las trabajadoras sexuales para tratar de integrarse en sus organizaciones y movimientos fueron por ese entonces un tema aparte, “manejan las bandas delincuenciales de Renovación, entonces allí todas las chicas cuando no se quieren poner a derecho con lo que ellas dicen, les mandan los pandilleros, las cortan y todo eso. Entonces las chicas hacen lo que la proxeneta dice ¿no?, si quieren comer, encima pagar el cupo, ellas tienen que hacerlo, porque sino, no se pueden parar en la esquina”.
Todo parece indicar que la autonomía de la organización que empezaban a conformar las trabajadoras sexuales se veía amenazada por la irrupción de las proxenetas quienes incluso pretendían formar parte de la junta directiva de la organización. Pero las trabajadoras sexuales querían que la organización fuera exclusivamente compuesta por ellas, y para que así fuese pusieron en práctica una novedosa estrategia que les permitiría alcanzar esa esquiva autonomía:
“Cuando nosotras nos pusimos a indagar, resulta que todas las proxenetas de la red tenían familia en el penal. Entonces los sábados y los miércoles ellas no estaban porque estaban en el penal. Entonces, dijimos –lo hacemos un sábado-, los sábados en la mañana. Y ellas todavía pecan de inocentes porque nos dicen –no vayamos a hacer la Asamblea ni los miércoles ni los sábados porque esos días no estamos”.
Ante este dato que las libraría de la indeseable presencia de las proxenetas, alquilaron un altillo en un chifa de la Plaza Manco Cápac “la china del restaurante nos cobraba cincuenta céntimos por cada una que pasaba al altillo. Entonces los serenos estaban afuera en la puerta, y en todo momento estaban escuchando de lejos ¿no? Porque se escuchaba. Decíamos -qué dirán los serenos- . Todas estábamos concentradas. Fuimos allí la primera oportunidad. Y cuando allí nació la organización, con 43 trabajadoras sexuales de la Plaza Manco Capac escogimos la primera Junta Directiva. Eso fue el 29 de octubre de 2002”.
La presión del proxenetismo imperante en la Plaza Manco Cápac obtuvo que la Secretaria del Municipio de La Victoria renunciara ante las amenazas; sin embargo estos reveses no amilanaron a estas mujeres que finalmente lograron formar su movimiento “Miluska, Vida y Dignidad”. El nombre se lo deben en memoria de una trabajadora sexual quien fuera brutalmente golpeada y asesinada en un hotel cercano a la plaza el año 1999 “las compañeras querían a través de lo que le pasó a Miluska, dar a entender a la gente de que si seguíamos en esa situación, podríamos terminar como la compañera, y que nadie tenía derecho a violentarnos y mucho menos a quitarnos la vida por ser putas ¿no?
El proceso de esta organización al igual que muchas otras ha sido uno de idas y venidas, sobretodo porque sus integrantes se han ido capacitando a medida que fueron enfocando sus objetivos, recibiendo el apoyo de algunas ONGs y de otras organizaciones e iniciativas como ESTRATEGIA SANITARIA, VIA LIBRE, IMPACTA y otras.
Se destaca la direccionalidad hacia las actividades relacionadas con la salud por ser las que reciben financiamiento principalmente para la prevención del VIH Sida y demás enfermedades de transmisión sexual“el año pasado hemos firmado un convenio con el Ministerio de Salud para que nos den directamente los condones, porque no teníamos acceso a condones”.
Las trabajadoras sexuales son en buena cuenta “promotoras de salud” que demandan capacitaciones en género, derechos humanos, autoestima y cuidado de la salud sexual y reproductiva, muchas de ellas se han asociado y son activistas a través de organizaciones como WARMI PURA, ESPERANZA, WOMAN DEL CALLAO, entre otras.
El activismo ha dado frutos, y es que muchas mujeres que se iniciaron en el movimiento Miluska Vida y Dignidad, han conformado sus propias organizaciones y han ido empoderando a más TS al interior de sus provincias y comunidades: “las que fueron Miluska base Iquitos ahora son SARITA COLONIA en Iquitos, las que fueron Miluska base en Chimbote, Ahora son FUERZA CHIMBOTE, y así ¿no? “
Ello ha significado para las TS dar la cara públicamente ante la sociedad para autodefinirse como tales y a la vez exigir respeto y su derecho a una vida libre de violencia. Sin embargo la mayoría de ellas aún no se atreve a hacer público su oficio por temor a la discriminación y a ser víctimas de violencia por su condición de TS.
“Imagínate, la cantidad de trabajadoras sexuales, y solamente doce dan la cara, y dentro de las doce no hay ninguna jovencita, porque el tema e la culpa y de la vergüenza, y también el miedo a que la discriminen, a que en su familia la cuestiones, que la juzguen al sacar la cara. Entonces, no es que tú de la noche a la mañana puedes dar la cara, sino que tienes que trabajar. La Secretaria anterior, cuando ya da la cara, inclusive había trabajado bien, con su familia, con su entorno, y lo peor de todo era que vivía en un pueblo joven, donde son gente de educación menor, con prejuicios y cerrados. Entonces resulta que a su niño le pegan en el colegio y vino con la cabeza rota, porque le habían dicho –tu mamá es puta, yo la he visto porque ha salido en la televisión y ha dicho que es puta-. Entonces, este tipo de cosas hace que tú te tengas que tapar, para proteger a tu familia y a ti misma, ¡y eso no debería pasar!”
Ahora bien, en los últimos años se han llevado a cabo a nivel nacional una serie de encuentros de trabajadoras sexuales, dentro de los ejes temáticos trabajados destacaron el de “explotación sexual infantil”, “estigma y discriminación”, y “vulnerabilidad frente a la epidemia”, habiendo participado además de la Consulta Regional Latinoamericana de Trabajo Sexual y VIH Sida realizada en Perú. Esta experiencia ha sido particularmente importante porque fue un evento organizado, realizado y dirigido exclusivamente por trabajadoras sexuales, quienes manejaron los aspectos logísticos, organizativos y operativos del evento; lo cual ha servido para fortalecer las organizaciones y además posicionarlas más favorablemente ante las agencias cooperantes.
Día Internacional de la Mujer y Día Internacional de la Trabajadora Sexual
Existe un creciente proceso de visibilización de las organizaciones y demandas de las trabajadoras sexuales “vamos a hacer acciones de impacto público el día del aniversario de Miluska, queríamos también visibilizar el día de la Trabajadora Sexual que es el 02 de junio. Hay un día internacional de la trabajadora sexual, la gente no sabe que nosotras formamos parte de la prevención y que estamos en esto; o sea la gente piensa que nosotras estamos para pararnos en las esquinas y nada más. Y esas cosas creo que también es importante que la sociedad lo sepa”.
Nuevos retos… Hacia un movimiento nacional descentralizado
El reto pendiente para dar el gran salto hacia la defensa de las trabajadoras sexuales es la formación de un movimiento a nivel nacional que las agrupe a todas y así pueda presentar sus demandas ante las diferentes instancias de gobierno y el Congreso de la República. Este proceso se muestra como fruto de una reflexión, de la participación activa de ellas mismas y de la búsqueda de un consenso que represente sus disímiles intereses ante una sociedad que perciben prejuiciosa y discriminadora.
“Antes decíamos –vamos a formar una red de trabajadoras sexuales-, pero nos dimos cuenta de que como red no funciona, y no funciona de la manera que nosotras queremos trabajar, porque queremos trabajar de la manera más horizontal posible, y en una red que tendría Secretaría Ejecutiva, que tendría que operar desde Lima, y no, lo que queremos es un movimiento descentralizado, todos, que se vaya viendo por las regiones según las realidades, que se movilicen por las regiones”:
La planificación de la estructura organizacional se topa con un obstáculo que ellas se esfuerzan en salvar, pues desean una organización absolutamente horizontal, en la que cada uno de sus estamentos tenga exactamente el mismo valor al momento de ejercer su derecho en la toma de decisiones; lo cual es ciertamente difícil. Para ello, la formación e identificación de lideresas locales constituye una tarea urgente, además del reconocimiento de que cada una de ellas posee distintas habilidades y capacidades, siendo todas en conjunto importantes para el éxito y cohesión del movimiento.
Otro punto es el de los recursos económicos y el tiempo que se necesita para poder hacer un activismo con incidencia real sobre los tomadores de decisiones, desde la búsqueda de los locales para las reuniones hasta los detalles más pequeños resultan costosos para ellas, y por eso recurren frecuentemente a la cooperación a fin de afrontar los gastos que demandan sus actividades.
La mujer en el espejo
Las trabajadoras sexuales no han tenido mayor acercamiento al movimiento feminista ni a sus organizaciones, pese a que ellas señalan haber solicitado asistir a capacitaciones y talleres en múltiples oportunidades, solamente una vez recibieron una beca. Se sienten desplazadas y excluídas a tal grado que ni siquiera son tomadas en cuenta cuando se realizan estudios sobre violencia contra la mujer. Lo mismo ha pasado con el Ministerio de la Mujer y Desarrollo Social, hoy Ministerio de la Mujer y Poblaciones Vulnerables, que pese a estar a escasas cuadras de la Calle Rufino Torrico, en la que distintas generaciones de mujeres ofertan sus servicios sexuales no las ha incorporado en sus políticas o programas.
Ante sus declaraciones, siento vergüenza por la deuda pendiente que tenemos frente a la defensa de los derechos de las trabajadoras sexuales; y constato como los prejuicios y las estructuras dominantes juegan en contra de todas nosotras, de nuestras libertades, de nuestros derechos humanos y del derecho a vivir una vida libre de violencia.
Pese a ello, aún estamos a tiempo de enmendar los errores, y sumar a las trabajadoras sexuales en la lucha por la reivindicación de los derechos humanos de nosotras las mujeres; porque después de todo y a pesar de muchos, felizmente todas somos iguales.
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