Arequipa: capital natural del sur del Perú

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Las recientes declaraciones de Walter Aduviri respecto al gobernador de Arequipa y la pelea por el agua evidencian, una vez más, el precario liderazgo y la ausencia de la clase política regional con capacidad de proyectar el desarrollo macroregional; por tanto, considero que es necesario evaluar la desactivación del Gobierno Regional como parte de la reforma política nacional.

“Cada pueblo es una cueva donde el hombre vive preso, en conformismo con su destino”, describió Uriel García Cáceres hace algún tiempo a nuestro Perú fraccionado; y cuanta verdad vigente recoge esta frase. Vivimos pensando que ese pedazo de tierra que nos heredaron es la mejor; entonces vivimos atados a su cultura, a sus costumbres, defendiendo a ultranza sus tradiciones, añorando tiempos inmemorables, que no está mal; lo que está mal es no entender a los otros: hijos, hermanos, tíos o simplemente otros coterráneos que dejaron la tierra.

Para nadie es nuevo, que los puneños migrantes prácticamente hemos invadido tres departamentos del sur del Perú. Así lo demuestra el informe de INEI, sobre las principales corrientes de inmigración según departamentos (2002-2007), la tercera parte de migrantes que llegan a Arequipa provienen de Puno (27,3%), estos ciudadanos que decidieron abandonar sus tierras impulsaron el crecimiento del sur del Perú, así lo detalla el informe “Migraciones Internas en el Perú” de la OIM: “En Arequipa, la fuerza laboral inmigrante representa el 31,7% de la PEA ocupada, en Moquegua, el 41,6% de los ocupados son inmigrantes, y en Tacna el 47,0%, impresionante, la mayor parte de ellos pobladores procedentes del altiplano, como en una nueva invasión Aimara del siglo XXI, aspecto sustantivo que ha transformado el sur del país, una conjunción de capacidades, etnias y cultura”.

Tan consolidada es la presencia de nuestros paisanos en el sur del Perú, que no solo impusieron las morenadas y los caporales en cada lugar; sino también refrescaron el ámbito político: el actual gobernador regional de Tacna (Juan Tonconi) y el alcalde provincial de Tacna (Julio Medina) son puneños. De igual manera en Arequipa, dos puneños lograron escaños en el Congreso en nombre de la Ciudad Blanca; igual pasó en Lima con Yonhy Lescano.

Visto de esa manera, cada vez vamos dejando el concepto de territorio como algo estático, defender esa “patria chica” solo para nosotros ya no es coherente, la tendencia mundial es ir borrando esas pequeñas fronteras territoriales para transformarlas en una “patria más grande”. El nuevo territorio es un permanente tránsito entre el lugar del origen y el nuevo destino, la multiterritorialidad es un nuevo término instituido por la academia: “la posibilidad de tener la experiencia simultánea y/o sucesiva de diferentes territorios, reconstruyendo constantemente el propio” (R. Haesbaert).

Por tanto, el tema de la defensa del agua y la delimitación territorial temas recurrentes en los conflictos entre departamentos del Perú, es improductivo, contraproducente e innecesario; a mi parecer lo que es imperativo es instaurar una agenda común, una política de desarrollo macroregional, porque por más oposición que muestre Walter Aduviri será imposible frenar la migración hacia Arequipa, Tacna y Moquegua; de otro lado, así el gobernador Elmer Cáceres, en un acto absolutamente chauvinista quisiera expulsar a los puneños radicados en Arequipa, esto también sería imposible. Lo que queda entonces es planear el desarrollo marcroregional del sur del Perú.

Pero, guardo un pesimismo fundado de nuestros representantes, dudo que los gobernadores de las cinco regiones más importantes del sur: Arequipa, Puno, Moquegua y Tacna (con excepción a Cusco que sí está liderando una mancomunidad) se sienten en una mesa para planear el futuro del sur del Perú; en este momento no veo una élite política regional con la capacidad de establecer ninguna agenda común; y no es la población la que se reúsa a juntarse en una macroregión, porque el proceso de desarrollo socioeconómico ha demostrado que es la única alternativa, tanto bien fluye este proceso que Arequipa es la capital natural del sur del Perú. Es innegable la afluencia de puneños que viajan a la Ciudad Blanca los fines de semana y vuelven incluso el mismo día, visitan sus playas, frecuentan sus centros comerciales y proveen de bastos insumos diariamente; es decir, nuestros pueblos y su gente no guardan ninguna rivalidad; esta pelea es básicamente de la élite política regional, que tienen miedo a perder el control del poder.

No obstante, esta situación de los conflictos territoriales potenciado por la clase política miope no es exclusiva del sur del Perú, se repite en Junín que mantiene conflictos limítrofes con Cusco; pero también en el norte del Perú: Pasco y Ucayali, San Martín y Huánuco; Piura, San Martín y Loreto.

De continuar los estériles conflictos por territorio, el Ejecutivo y el Parlamento Nacional deberían considerar una reforma política en el tema de descentralización, considerando además la caducidad de la “Ley de Bases de la Descentralización”. Desde mi punto de vista es necesaria la disolución de los gobierno regionales, en 16 años de vigencia no existe aporte sustancial al desarrollo nacional, no son otra cosa que administradores de la pobreza regional, pese a que manejan el 16.83% del total del presupuesto nacional; lo que fue visible es la corrupción desbordante tanto el en sur como en el norte del Perú. Es momento de pensar en una reforma política.

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