El próximo mes se recordará 35 años de funcionamiento del programa social Vaso de Leche, una política pública promovida por el emblemático alcalde izquierdista Alfonso Barrantes, que tuvo marcado éxito en el inicio de su implementación, pero hoy se ha convertido en el mayor despilfarro de presupuesto público, tanto que la anemia se ha acentuado en los últimos 10 años.
Motivado por la desigualdad y los altos índices de desnutrición de los niños en situación de pobreza, el año 1984, el alcalde de Lima de entonces, Alfonso Barrantes Lingán, apenas se instaló en el poder, implementó el programa social Vaso de Leche básicamente pensando en la población de los distritos de Lima; pero en menos de un año ya era una política pública nacional; el contexto social deprimente ocasionado por la sequía de 1982-83 que azotó al sur del Perú, posiblemente sensibilizó a los congresistas quienes rápidamente aprobaron la Ley N° 24059, que fue promulgada por el gobierno de Fernando Belaunde Terry.
La norma que soporta esta política pública sufrió variaciones pero no la esencia. “Las municipalidades dan cobertura a los beneficiarios del Programa del Vaso de Leche: niños de 0 a 6 años, madres gestantes y en período de lactancia, priorizando entre ellos la atención a quienes presenten un estado de desnutrición o se encuentren afectados por tuberculosis. Asimismo, en la medida en que se cumpla con la atención a la población antes mencionada, se mantendrá la atención a los niños de 7 a 13 años, ancianos y afectados por tuberculosis”.
Este año se cumplen 35 años de vigencia de esta ley, pero para su consolidación fue necesaria la intervención del congresista Henry Pease, su mayor promotor en el Poder Legislativo, un político de izquierda elegido cuatro veces al parlamento nacional. Además de las organizaciones sociales, lideradas por mujeres, quienes fueron protagonistas de la implementación, realizando labores de preparación de los alimentos y la distribución a los beneficiarios. Así se mantuvo por décadas.
El Estado por mandato de la Ley asigna anualmente más de 360 millones a las 1834 municipalidades del país para administrar este programa social, entre distritales y provinciales; el año anterior el Ministerio de Economía y Finanzas transfirió un total de S/. 368 229 725, esto representa el 0.23% del presupuesto nacional del año 2018, no llega ni al 1%, pero es igual de importante, porque se trata del presupuesto público.
No obstante, la subvención económica para los niños más pobres del Perú, no tiene el destino para cual fue creado. Miraflores, el distrito limeño de gente adinerada, el municipio que alberga a los hombres y mujeres con mayor poder adquisitivo en el Perú también recibe su ración de Vaso de Leche. Según el APEIM, el 70.7% de la población miraflorina pertenece al segmento socioeconómico A/B, la clase media prácticamente es ausente (2.5%), y los niveles D y E igual solo suman a 2.5%; pero igual, el año 2018, el gobierno peruano le asignó S/. 116,730 para el programa Vaso de Leche (según el portal del MEF). Mientras que el distrito más pobre del Perú, Curgos ubicado en la región La Libertad, recibió un monto similar, S/. 132,611. Esto es lo paradójico del país, que los recursos públicos no solo son mal administrados, sino que beneficia a las personas que no necesariamente son pobres, y posiblemente en Miraflores las raciones del programa social ni sean consumidos por sus mascotas; y en cualquier distrito del Perú, la gente no tiene qué comer. ¿No es patético?.
El Banco Interamericano de Desarrollo (BID) en su informe del año 2015, “Ahorrar para desarrollarse: Cómo América Latina y el Caribe puede ahorrar más y mejor”, al analizar las filtraciones en programas sociales del Perú, determina que el 35,1% de este presupuesto termina en manos de personas que no deberían recibir la subvención. La filtración por mala administración equivale a un 0.2% del PBI peruano; realmente un despilfarro económico.
Para la Sociedad de Comercio Exterior del Perú (COMEX PERU), la filtración en Vaso de Leche es mayor, 7 de cada 10 hogares se benefician indebidamente afectando a la población objetivo; el 70% del presupuesto del Vaso de Leche no tiene el destino para el cual fue creado, esto también corrupción, pero por este caso no salimos a la calles, no genera indignación.
¿Entonces qué hacer?. Cerrarlo definitivamente. Después de 35 años de funcionamiento ininterrumpido, el Programa Social Vaso de Leche deber ser concluido, la mayor evidencia del fracaso, no solo son las filtraciones que no se pudieron superar por décadas, ni la mala focalización de hogares que es una falencia evidente, ni la politización del programa social en las municipalidades distritales y provinciales, allí los Comités son autónomos y asignan recursos a quienes tienen afinidad política del grupo de poder; ni las graves irregularidades en la compra de insumos que es común en el Estado. No, la mayor evidencia del fracaso del Vaso de Leche es la anemia que está asfixiando el futuro del país.
Al finalizar el año 2018, según la Encuesta Demográfica y de Salud Familiar (ENDES), la anemia en el Perú afecta a 43.5% de la población niños y niñas de 6 a 35 meses de edad; y así se mantiene en la última década, con pequeñas oscilaciones; la anemia inhabilita al ser humano de por vida, limitando sus capacidades intelectuales y físicas. El Vaso de Leche fue creado para combatir la desnutrición en el Perú, pero está lejos de haberlo derrotado, lo único que creció en estos largos 35 años son los presupuestos, la decidía del gobierno y la pésima administración municipal en todo el Perú. Es necesario cerrar definitivamente el programa del Vaso de Leche.
Pero sería injusto, no hablar de los otros programas sociales creados para combatir la pobreza: Foncodes, Pensión 65, Juntos, Contigo, Qali Warma y Cuna Más, todos administrados por el Ministerio de Desarrollo e Inclusión Social (MIDIS); es apremiante la evaluación de sus resultados, es urgente medir el impacto socioeconómico. El gobierno peruano no tiene la cultura, ni mecanismos eficientes de control y seguimiento. Esto tiene que cambiar y es un deber ciudadano exigirlo.
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