I.- INTRODUCCION:

El presente ensayo trata de resumir las ideas de Joseph Stiglitz, plasmadas en el capítulo “Otro mundo es posible” y Corporación Multinacional” de su libro “Cómo hacer que funcione la globalización”

(2006). Así, en primer término, se aborda un tema muy trascendente, creo poco estudiado o teorizado, como son los efectos poco bondadosos y, más bien, por el contrario, muy lesivos que viene produciendo la globalización; que el autor estudiado los denomina “las dos caras de la globalización”. En segundo lugar se trata sobre los nuevos retos del Estado dentro de la globalización. Finalmente, se formula algunas reflexiones respecto a la dinámica de las corporaciones multinacionales en la economía y la política.

 

II.- LAS DOS CARAS DE LA GLOBALIZACIÓN:

Dentro de las estrategias empleadas por los países poderosos, como EE.UU. para seguir dominando al resto de los Estados, sobre todo a los sub desarrollados, están aquellas acciones que, enunciando efectos bondadosos en contra de la pobreza y en pro del desarrollo y, además invocando las libertades fundamentales de la persona humana en notorio mensaje subliminal contra los sistemas políticos donde el respeto a las libertades fundamentales no son la carta de presentación, buscan expandir ese dominio económico que poseen, pero esta vez haciendo que los Estados incorporen a sus políticas económicas internas el modelo económico que ellos defienden. Es a partir de esta manera de dominio como es que la globalización que, a estas alturas de la historia no puede ser negada como un hecho tal vez irreversible, no ha dado los resultados beneficiosos para quienes han decidido seguir su cauce.

La justificación de la necesidad de hacer vida globalizada o mundializada estriba como indica Stiglitz en que “La globalización aportaría a todos una prosperidad sin precedentes”. Sin embargo, ello no ha sucedido hasta la fecha, por muchas razones.

Una primera razón, tal vez la más importante, es que “las reglas de juego que gobiernan la globalización son injustas”. En efecto, han sido concebidas y hechas a la medida de los intereses de los Estados que tienen la capacidad hegemónica, es decir de los países más industrializados; puesto que lo que en el fondo se ha buscado con la globalización no es lo que esos Estados han predicado para imponerla, sino que los verdaderos propósitos han sido expandir de manera más efectiva sus actividades económicas de lucro, a costa del sacrificio de los países subdesarrollados. Si bien es cierto que se crea riqueza, también es cierto que esa riqueza no se distribuye de la manera justa y proporcional; por el contrario, hace más ricos a los ricos, en tanto que los pobres se mantienen como tales o, tal vez, siguen siendo más pobres. Lo más grave, es que no solamente que beneficia a los países ricos [quienes se hacen más ricos], sino que es posible que esté constituyendo países ricos con población pobre [un ejemplo puede ser Brasil que es un país muy heterogéneo].

Una segunda razón es que “la globalización prioriza los valores materiales sobre otros valores”. Partiendo de que cuando se habla de globalización se está haciendo alusión fundamentalmente al ámbito económico, es lógico suponer que los valores principales o centrales que deben circundar a dicho fenómeno serán los de corte económico: los valores económicos son esencialmente materiales. Es en esta medida que aquellos valores menos materiales, se vean relegados a un segundo plano; puesto que si solamente se enfoca a la globalización como un proceso de intercambio comercial a escala mundial, poco importará aquello que no tenga relación con el mecanismo de ganancia y costes. Por ello, temas como los derechos sociales, los derechos colectivos o transcolectivos como el medioambiental [en tanto derechos humanos] como la propia dignidad humana, no tienen la importancia que sí concita el respeto a la libertad de empresa, a las reglas del libre mercado, de iniciativa privada.

Una tercera razón es que la “globalización ha permitido que los países menos desarrollados han visto limitadas sus potestades de soberanía”, en tanto que no pueden –per se- tomar sus propias decisiones en aquellos temas que atañen a sus ciudadanos. Un ejemplo es el caso de los Tratados de Libre Comercio, donde hay reglas que se tienen que observar o cumplir. Otro aspecto, no reglado normativamente pero que en la práctica funciona mejor que las reglas es el hecho de que los grandes intereses empresariales económicos presentes en la vida económica de un país subdesarrollado pertenecen a los países desarrollados, y son éstos los que establecen e imponen las condiciones del juego económico. De allí, a decir del autor estudiado, la globalización ha socavado la democracia.

Una cuarta razón es que los países subdesarrollados o en vías de desarrollo han asumido un modelo económico –en muchos casos han sido impuestos- inadecuado y, por ende, perjudicial para sus intereses sociales. Así se dice que la globalización en realidad lo que ha permitido es que difunda imperativamente como modelo económico a seguir casi obligatoriamente por los países subdesarrollados es el estadounidense. Por ello, la globalización, en tanto busca imponer el modelo económico estadounidense, no es un proceso que se encuentra mundialmente legitimado; por el contrario, sería un mecanismo más de dominio mundial al que ya nos tienen acostumbrados los países hegemónicos como EE.UU. Esta falta de legitimidad se muestra internamente en cada país cuando su población expresa su descontento con el modelo económico: un ejemplo es el descontento expresado por la población peruana en las últimas elecciones del 10 de abril con el modelo económico, caracterizado por su notoria exclusión social.

III.- EL ESTADO NACIÓN Y LA GLOBALIZACIÓN

Un cambio tan profundo como el que viene implantando la globalización importa necesariamente una modificación de la concepción del Estado como Estado-nación. Con la globalización ya no solamente se habla de comunidad local o nacional, sino que también se habla con énfasis de la comunidad mundial. Sin embargo, esta nueva visión de un Estado en órbita globalizada no es el tema de mayor efecto y, por ende, de reto. En realidad el problema mayor que agobia a los Estados, sobre todo a los estados subdesarrollados, además de ser deficitarios, es su falta de capacidad para enfrentar las cada día más notorias desigualdades y inseguridades sociales, que trae consigo la globalización, como la exclusión social. Así, los estados tienen muchas dificultades para imponer mecanismos regulatorios eficaces que coadyuven a una verdadera justicia social.

El problema, ahora ya no es cómo el Estado-nación protege sus intereses nacionales, aunque claro queda existen muchos países que sí lo hacen, un ejemplo es China [pero es un inmenso país], sino que como esos Estados-nación logran articular políticas internacionales para crear instituciones internacionales y democráticas que se encarguen de regular la globalización. En efecto, si bien es cierto que existen instituciones internacionales, sin embargo éstas responden a intereses de determinados Estados poderosos, como es el caso del FMI, el Banco Mundial, cuyos directores son designados por la UE y EE.UU, respectivamente. Por ello, las instituciones internacionales deben tener como común denominador la democracia; en tanto y en cuanto la mayoría de los Estados se definen como democráticos, las instituciones a nivel mundial que regulan la actividad económica globalizada, igualmente deberían responder a esa línea democrática; algo que a la fecha no sucede.

IV.- LA DINÁMICA DE LAS CORPORACIONES MULTINACIONALES EN LA ECONOMÍA Y LA POLÍTICA:

“Para muchas personas la corporaciones multinacionales vienen a simbolizar los males de la globalización y otros tantos dirían que son las principales causantes de sus problemas”. Con esta reflexión del autor leído, intento esbozar algunas consideraciones sobre el tema de las corporaciones multinacionales. En efecto, debemos partir, precisando la razón de ser de las empresas, en general, y en particular de las multinacionales. La finalidad de la empresa, es el lucro. Esta es su característica fundamental y, a partir de la misma, debe formularse toda reflexión cuando se trate temas referidos al ámbito empresarial.

Las corporaciones multinacionales, sobre todo en estos tiempos de auge globalizante, juegan un papel preponderante en la economía y la vida política de los Estados. En esta época de proclamaciones constantes de las bondades de la globalización, una forma como los Estados garantizan que la globalización funcione para ellos es que permiten que el mercado se encargue de la producción de bienes de capital. Sucede que en esa producción a gran escala intervienen las corporaciones multinacionales que, en su momento lograron de los Estados inmensas facilidades y prerrogativas para que se instalen en sus territorios. Sin embargo, esas facilidades otorgadas no son en sí el problema que se advierte actualmente. El problema es que esas corporaciones, a menudo, han generado o provocado efectos nocivos para la sociedad: costes sociales que se niegan a asumir y a resarcir los daños provocados. Tenemos así, por ejemplo, las contaminaciones ambientales; la explotación laboral de sus trabajadores; además de las prácticas de corruptela a la que recurren para sobornar a los funcionarios públicos a fin de que sean eximidos de responsabilidades por sus acciones. En fin, las empresas recurren a todos los medios lícitos como ilícitos con el único propósito de alcanzar sus fines, como es el lucro, es decir obtener ganancia o riqueza.

Es este proceder que incide gravitantemente en la vida económica y política no sólo de los Estados sub desarrollados a los que, en realidad los condicionan, sino también en los países poderosos, debido a que estas multinacionales son empresas que pertenecen a los Estados desarrollados y, por ende, éstos las protegen, ya sea por tratarse de sus connacionales o por haber grandes intereses económicos en juego. Más allá de cuál sea la razón de dicha protección, lo cierto es que los Estados poderosos defienden a sus multinacionales, debido a que son el soporte empresarial del modelo económico que pregonan por el mundo. En realidad, por un lado hay una protección de los incentivos privados para las empresas; por otro, un menoscabo de los intereses sociales cuando esos incentivos cruzan la línea de lo socialmente permitido pero que los Estados son incapaces de revertirlo con políticas efectivas, pues no disponen de las mismas, dado que las multinacionales han condicionado sus actuaciones.

Por tanto, como indica el autor, es necesario que a nivel de la política internacional globalizada, se establezca como elementos finalistas la imputabilidad de responsabilidad social a las corporaciones, de modo que regladamente esté previstas las sanciones que deben imponerse en caso de responsabilidad social, como la contaminación, la infracción a normas laborales, etc. De igual modo, se debe limitar el poder de las multinacionales, así se debe evaluar su actuación estratégica en el mercado, como evitando las grandes fusiones que tienen como propósito la monopolización del mercado; es decir la capacidad restrictiva del mercado que poseen las multinacionales deben ser limitadas. Por otro lado, mejorar la gestión de las corporaciones, de modo que tengan como beneficiarios de sus actividades no solamente a sus accionistas, sino también a sus trabajadores; es decir debe humanizarse a las corporaciones. Y, además, la elaboración de una legislación internacional, debería ser el tema, tal vez más importante para hacer frente a los abusos que cometen estas multinacionales que se van con facilidad de un país y se instalan en otro, sin que tengan mayores inconvenientes, precisamente por la falta de una legislación internacional que reprima las prácticas ilícitas que suelen hacer.

Ahora, a partir de las características de las multinacionales, como es el caso de las empresas que conforman la Minera Yanacocha, podemos entender los procedimientos nada lícitos que las multinacionales emplean para obtener de parte del Estado una serie de beneficios. Este tema desarrollaré en un próximo artículo que voy a publicar en este blog.

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