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Y emprendí mi vuelo sola,
porque temías volar,
porque no puedes volar.
Nunca pudiste.
Y salí de las oscuras aldeas de sombras,
de las cuerdas de equilibrista,
de las pócimas de opio.
Y huí de los encierros de ostra doliente,
de las pataletas de filósofo,
de las declaraciones de infante.
Volé a otra atmósfera
sintiendo miedo al inicio,
desgarrándome la fuente
y viviendo una de mis muertes.
Allá, en mi exilio,
mientras curaba mis alas,
acudió tu señal egoísta,
tu palabra ligera, torpe,
como el último de tus silencios.
Nací para volar.
Bendigo tu huida,
rezo por tu sanación
y vuelvo a las alturas,
no puedo embarrarme más.